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Reflexiones sobre el significado internacional de las elecciones francesas

El resultado de la primera vuelta de la elección presidencial francesa se produce en el momento en que terminamos este boletín. Estas elecciones no interesan sólo a la burguesía francesa. Su resultado tiene un significado internacional, o por lo menos europeo, ya que en varios países de este continente habrá nuevas elecciones al término de los mandatos precedentes -en Alemania en particular- mientras otras burguesías nacionales provocan elecciones anticipadas -como los Países Bajos. Y es este significado internacional el que queremos poner en evidencia.

En efecto, nuevas configuraciones de los aparatos políticos aparecen con estas elecciones, que tenderán a reproducirse en los próximos meses y años. Es casi un hecho que el candidato del PS, Francois Hollande, será el próximo presidente francés1. El otro hecho destacado de esta elección es el ascenso de una “izquierda de la izquierda” -el Frente de izquierda con Melenchon a la cabeza- cuya columna vertebral resulta ser el viejo aparato stalinista del PCF. Estos dos partidos políticos de la izquierda del capital, lejos de oponerse uno al otro, como buscan hacerlo parecer, son de hecho los dos brazos de una misma pinza que la burguesía busca utilizar actualmente contra el proletariado.

Tenemos, así pues, una izquierda “gubernamental” que llevará a cabo un política en la que la intervención del Estado, el capitalismo de Estado, aumentará y se reforzará, una política neo-keinesiana -tal es el sentido de la voluntad de Hollande de renegociar el “pacto de estabilidad” con Merkel y la burguesía alemana “para introducir un poco de crecimiento”. Es conveniente señalar que esta voluntad de “introducir una pizca de crecimiento” en la política europea frente a la crisis ya tiene su recorrido en el seno de las diferentes clases dominantes: en el momento en que la burguesía de los Países Bajos provoca elecciones anticipadas, es interesante notar que algunas fracciones de ésta, alineadas hasta ahora bajo la política de “reducción drástica de los déficits y las deudas nacionales” preconizada por Alemania, repentinamente introducen también “más crecimiento”. No existe ninguna ilusión en este plano en el seno de la burguesía: sabe que un eventual crecimiento “a crédito” no solucionará la crisis. Sabe que las contradicciones del capitalismo se expresan en una crisis de sobreproducción generalizada. Y tampoco deben tener ninguna ilusión los proletarios, porque este eventual “crecimiento” no le aportará ningún alivio en sus sufrimientos, ni pausa alguna en los ataques que sufren. La voluntad de imponer, en Europa al menos, una política económica con una “pizca de crecimiento” responde, entre las fracciones más “inteligentes” de la burguesía, a la conciencia de la necesidad de desarrollar una industria de guerra europea aún más eficaz y una defensa europea digna de este nombre.

Y con el Frente de izquierda tenemos una izquierda “llamada a mantenerse en la oposición”, con un lenguaje “social”, y hasta “revolucionario” y “clasista”, que no pretende ser “gestionario” y cuyo objetivo es controlar, encuadrar, y hacer desviar para luego derrotar, las inevitables luchas obreras frente a la crisis y los ataques que asestarán los “socialistas gubernamentales”. Tal como lo clama sin cesar Melenchon: “¡estamos aquí para durar!” La existencia del mismo tipo de partido no es nueva en Europa, y el partido de la izquierda en Alemania, Die Linke, existe ya desde hace varios años, de hecho desde las medidas drásticas que la burguesía ha tomado contra la clase obrera durante el gobierno del.. socialista Schroeder.

De hecho, las burguesías nacionales deben adaptar su aparato de Estado, y en particular el aparato político, a las nuevas condiciones que impone la crisis económica. En su gran mayoría, en particular en Europa, los equipos burgueses en el poder son equipos gubernamentales formados antes de 2008, antes de la crisis de las “subprimas”. Están marcados por la ideología y las teorías “neo-liberales” en boga desde los años 1980. Pero la quiebra del “liberalismo” debilita, hoy, seria y profundamente a estos equipos tanto en el plano económico como político. En efecto, no son los políticos, economistas y otros altos funcionarios o grandes especialistas alimentados por la ideología del “liberalismo” quienes pueden, de un día para otro, aplicar con la mayor eficacia, desde el punto de vista de la burguesía, claro, las nuevas medidas estatales y la intervención más directa y masiva del Estado, para conducir las políticas neo-keinesianas...

Estas políticas “económicas” presentan un objetivo político fundamental: la indispensable preparación de las principales potencias imperialistas para la guerra generalizada. En este plano, la burguesía europea debe aferrarse a esta tarea con decisión y determinación. Y enseguida orientar de la manera más eficaz los ataques contra la clase obrera porque es ésta la que va a pagar, no solamente por la crisis actual, sino también por la economía de guerra. Esta política “económica” contra la clase obrera, que no impedirá las reacciones proletarias masivas, debe estar acompañada, completada, por un dispositivo de fuerzas de izquierda que hablen “en nombre de la clase obrera”, que se apoye en los aparatos sindicales y cuyo objetivo sea controlar lo más que se pueda tales luchas, hacer que se desvíen de su objetivo y reivindicaciones de clase, sabotearlas y derrotarlas.

Desde este punto de vista, la elección en Francia de un Hollande terminará ciertamente con los retrasos y vacilaciones de la política “exterior” de Sarkozy quien al ser pro-americano por “gusto personal” por decirlo así, finalmente tuvo que plegarse a las exigencias de las tendencias principales de los intereses imperialistas de la burguesía francesa, que le empujan inexorablemente a mantenerse ligada y alineada con Alemania. Sin embargo, no hay duda de que el personaje no es lo suficientemente confiable en este plano y que la llegada al poder de un pro-europeo convencido marcará un paso más en el desarrollo y la afirmación de una política imperialista más determinada, de una diplomacia europea y política de defensa más afirmadas, de iniciativas internacionales ante las “potencias emergentes”, China, América Latina, que se levantan contra los Estados Unidos, del cuestionamiento del dólar como moneda de reserva, etc.

En esta preparación para la guerra, la burguesía tiene necesidad del máximo de orden y estabilidad. La capacidad de los nuevos equipos gubernamentales para controlar y derrotar las luchas obreras con la ayuda de las fuerzas de oposición de izquierda radica es una necesidad central que viene a reforzar aún más la necesaria llegada de nuevos equipos y de nuevos políticos que no estén debilitados por las políticas del pasado. Porque además del sabotaje a las luchas obreras, el lenguaje ultrachovinista de un Melenchon y del PCF en nombre de los “ideales revolucionarios de 1789 y de la Comuna de París” completará en el plano ideológico el sucio trabajo cumplido en las luchas. Aquí también Hollande tiene necesidad de Melenchon, ¡los dos reunidos alrededor de la bandera tricolor! Los dos buscando encadenar al proletariado francés. No hay duda de que las otras burguesías encontrarán sus equivalentes en su propio seno. ¿No es ese el caso con Die Linke?

Lejos de representar una disminución de los ataques contra el proletariado, y aún menos un alivio para éste, la adaptación de los aparatos políticos de los Estados burgueses, incluido y sobre todo con gobiernos de izquierda, significa que la clase dominante se prepara para llevar a cabo ataques aún más fuertes. Lejos de representar una tregua de la lucha de clases, la llegada de estos nuevos aparatos marca por el contrario la agravación y la acentuación de las contradicciones de clase.

22 de abril de 2012.


Nota:

1. No nos arriesgamos demasiado al apostar sobre su elección en 15 días, dadas las encuestas. Pero en caso de que no fuera así y que Sarkozy fuera finalmente reelecto, pensamos que ello no cuestionaría el fondo de nuestros planteamientos. Los últimos “argumentos” de la campaña electoral de este último, en particular la voluntad de revisar el pacto de estabilidad europeo en provecho de una política más sostenida de crecimiento, el retiro de las tropas francesas de Afganistán -por no citar más que dos elementos significativos entre otros- retoman las orientaciones planteadas por Hollande. La diferencia sería que el nuevo equipo de Hollande estaría menos marcado por las orientaciones y la política del pasado y por tanto tendría mayor capacidad para llevarla a cabo que Sarkozy cuyo pasado neoliberal y los constantes zigzagueos y vacilaciones en el plano de la política “exterior” han sembrado la duda sobre sus capacidades como jefe de Estado en el seno de la burguesía francesa.


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