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Toma de posición de la Tendencia Comunista Internacionalista
sobre la evolución de la crisis económica

A continuación reproducimos la toma de posición de los camaradas de la Tendencia Comunista Internacionalista sobre la brutal agravación de la crisis del capitalismo. Este artículo fue redactado en agosto, luego de que una agencia calificadora le quitara la “Triple A” a la deuda estadounidense. Desde entonces, la crisis se ha acelerado dramáticamente golpeando de frente al conjunto de las grandes potencias imperialistas. Sin embargo, los hechos que ocurren en el momento en que escribimos esto, en septiembre, no hacen sino confirmar lo que nuestros camaradas anticipan en este artículo sobre el significado profundo e histórico de estos acontecimientos.

Es por ello que retomamos por nuestra cuenta esta toma de posición, la cual compartimos en lo esencial: el capitalismo se encuentra en “su periodo de decadencia histórica” y “es la hora del partido revolucionario mundial, del levantamiento de clase contra la crisis del capital, contra las inevitables políticas de lágrimas y sangre, por la creación de una sociedad sin clases, sin capital y sin las malditas leyes económicas basadas en la lógica de la ganancia”. En la situación histórica actual, las divergencias que podamos tener con los camaradas de la TCI sobre el análisis preciso de las causas de la crisis económica del capital, son completamente secundarias. Se refieren al hecho de que los camaradas tienden, al menos en este texto, a considerar sólo la “crisis de la ganancia” como causa principal del atolladero del capital, mientras que nosotros -si hubiéramos elaborado nuestra propia posición- pondríamos también en evidencia la carencia creciente de mercados para explicar no solamente el endeudamiento generalizado, sino también el hecho de que “una masa más importante de capitales es empujada a retirarse de la producción para ir a la búsqueda de una falsa esperanza de valorización mediante la especulación”. Este fenómeno -precisemos- solamente agrava aún más la baja de la tasa de ganancia sobre la cual insiste el artículo.

Sin embargo, esta divergencia de comprensión no nos impide coincidir con los camaradas tanto sobre las implicaciones inmediatas respecto a que “la producción real está confrontada a una crisis de la ganancia”, como sobre la inevitable agudización de las rivalidades imperialistas que conducen a los “conflictos más globales por la supervivencia de tal o cual imperialismo, cualesquiera que sean las consecuencias en términos de devastación ambiental y destrucción de los recursos del planeta” -sin hablar evidentemente de los ataques masivos y frontales que la burguesía va a asestar nuevamente contra el conjunto del proletariado.

La FICI, 14 de septiembre de 2011.


La crisis de la “deuda soberana” internacional

Después de la crisis de las “suprimes”, ahora es el turno de la deuda “soberana”. Los analistas burgueses se han apresurado a condenar la grave situación actual como una locura de los mercados. En realidad, la única locura es todo el sistema capitalista global que se debate de manera angustiosa en sus propias contradicciones irresolubles. Los sedicentes mercados sólo representan más o menos una docena de bancos internacionales y centros financieros. Estos “administran” de manera especulativa alrededor de 600 billones1 de dólares por año, es decir, 12 veces el PIB (Producto Bruto) mundial. Se trata de una masa de capitales ficticios que recorre diariamente las cuatro esquinas del planeta en búsqueda de una ventaja económica inmediata con el objetivo de generar más capital para reinvertirlo en otras actividades especulativas, en una espiral sin fin. El dinero por sí mismo no puede producir más dinero (sólo ficticio, hay que notarlo) si no es invertido de manera productiva en la relación capital – trabajo asalariado. La especulación, cualquiera que sea la forma que tome, no produce plusvalor, sólo representa una transferencia de valor que ya ha sido producida.

Este fenómeno no es nuevo para el capitalismo pero ha crecido de manera exponencial en las últimas décadas, simplemente porque la producción real está confrontada a una crisis de ganancias que vuelve difícil que el mecanismo de acumulación pueda operar. Lo que ha sido definido universalmente como una crisis financiera es en realidad una crisis económica cuyos orígenes se encuentran en la dificultad creciente del capitalismo para sobrevivir con una tasa de ganancia más baja que nunca, que es cada vez menos rentable para la inversión. La crisis de ganancias ha impulsado a una masa cada vez más importante de capitales a retirarse de la producción para ir en búsqueda de una falsa esperanza de valorización a través de la especulación, desplazando así el problema del sector productivo hacia el sector especulativo. En retorno -luego de haber causado una serie de explosiones de las burbujas financieras- éste vuelve al mundo de la producción real agravando la situación ya muy precaria que había iniciado el mecanismo especulativo perverso en un primer tiempo. Tal es el contexto en el cual la crisis de las deudas soberanas ha nacido y se despliega; y que engulle, a diferentes niveles de intensidad, a todos los principales Estados capitalistas.

La deuda soberana, o más bien la deuda pública -en otros términos, la deuda que el Estado contrae con los suscriptores nacionales e internacionales para financiar sus propias actividades- aumenta en la medida en que el Estado debe intervenir para sostener a la economía nacional. En las últimas décadas, además del financiamiento normal de los gastos públicos, la deuda soberana ha tenido que cubrir los fracasos que la baja progresiva de la tasa de ganancia ha provocado en las empresas tanto de la esfera privada como pública. Entonces, cuando la crisis ha estallado en la esfera financiera, la deuda pública ha tenido que cargar con el fardo para restaurar la salud de los bancos y las instituciones financieras directamente implicadas en la crisis. Esto quiere decir una especie de nacionalización de las finanzas, mucho más allá del sostén que el Estado aporta a algunos gigantes del sector privado tales como los del sector mecánico o los fabricantes de automóviles.

Para los principales países imperialistas, el costo de los gastos de guerra y de armamento hace el resto. El ejemplo más elocuente en el mundo está representado por la situación de los Estados Unidos. La crisis de la baja de la tasa de ganancia ha continuado durante años en el marco del mecanismo de la valorización del capital. Ha favorecido la carrera de la especulación y ha determinado el estallido de la burbuja financiera que ha liquidado miles de millones de dólares obligando al Estado a una intervención precipitada y costosa que ha desecado sus reservas financieras y le ha conducido al borde del colapso. Su deuda soberana ha alcanzado 14.5 billones de dólares, equivalentes al 102% de su PIB. Según algunos analistas estadounidenses, la deuda es en realidad mucho más importante, y alcanzaría el 140% del PIB si en el cálculo estadístico se incluyera la suma de los “bonds” (bonos del tesoro) que detentan los fondos de seguros y los estados federales.

Con cifras tales, los Estados Unidos, por ejemplo, no habrían podido entrar jamás en los criterios del acuerdo de Maastricht; o si hubieran estado en la Unión Europea habrían terminado en una situación peor que la de Grecia, Portugal, España o Italia. Si aún se añade el déficit federal, alrededor del 11% del PIB, y se incluye las deudas de los particulares y las empresas, el resultado al que arribamos es catastrófico. El estado de Minesota se ha declarado en quiebra. Ya no es capaz de asegurar los servicios sociales y tampoco puede pagar a sus empleados. Espera que el gobierno federal intervenga financieramente, lo que aún no sucede. Otros 40 estados de la unión americana están casi en la misma situación. Lo sorprendente es que la reclasificación de los bonos americanos se ha hecho apenas ahora y no antes, y sólo por parte de Standard and Poor, mientras que Moody's sigue atribuyéndoles un AAA2.

En relación a esto, la protesta del Tesoro americano acerca de un supuesto error de 2 billones en el cálculo de Standard and Poor aparece como ridícula y embarazosa. Además, la debilidad de los bonos americanos emitidos en dólares ha desencadenado una guerra de competencia planetaria con el euro en primer lugar, que pone en peligro a la economía europea, ya de por sí poco sólida. China -que posee 1.25 billones de dólares en sus reservas monetarias- se escandaliza: Reprocha al gobierno estadounidense el que viva por encima de sus medios y que no haga lo suficiente para poner las cosas en orden; y amenaza con diversificar sus reservas monetarias (lo que ya ha comenzado a hacer desde hace algunos años) y con llamar a la creación de una nueva moneda internacional que reemplace al dólar, con la condición de que se base en un conjunto de monedas más dignas de confianza.

¿Cuáles son, pues, los mecanismos para salir de la crisis? Los mismos de siempre, pero con algunas diferencias. En 1929 existían los recursos financieros para instaurar un mecanismo de apoyo a la demanda. Hoy, esto ya no es posible. Los recursos financieros no existen ya; los Estados se encuentran agobiados por la deuda y la única manera que tiene el capitalismo para poder perdurar es a través de una mayor degradación de la fuerza de trabajo. Tomemos el ejemplo más significativo, el de los Estados Unidos donde se está orgnizando la mayor carnicería social de la historia moderna. Con un tejido social en el que el desempleo real alcanza ya el 16% (las cifras oficiales hablan del 9.8% pero son completamente falsas ya que no toman en cuenta a la gente que ya no se presenta en las oficinas de empleo y tampoco incluye a quien ha trabajado apenas algunas semanas en el año), donde 50 millones de personas viven en la pobreza absoluta -y 90% de estas sobreviven gracias a las distribuciones de los organismos de caridad-, se dan recortes masivos a los gastos públicos.

El plan bipartidista propuesto, o más bien impuesto, por Obama, prevé un violento ataque contra la asistencia y prestaciones sociales, una revisión adicional de las relaciones entre capital y trabajo, reducciones drásticas en los gastos públicos, aumentos parciales de impuestos que sólo afectarán a los ingresos provenientes de los salarios y no a los ingresos financieros ni rentistas, y profundos recortes en todo lo ligado a la intervención del Estado. Menos Estado de providencia y, en cambio, impuestos y recortes que significan más desempleo y un aumento, tanto absoluto como relativo, de la pobreza. Esto significa también una mayor explotación en los lugares de trabajo acompañada de una reducción de los salarios reales, de entrada en todos los sectores expuestos a la competencia internacional y enseguida a todos los demás.

Conseguir un trabajo es difícil y no se tiene ninguna garantía de conservarlo cuando se tiene. La edad para la jubilación ha aumentado y los recortes en los seguros médicos van a continuar. Las propuestas destacan cómo los planes de Obama para reformar al sistema de salud -el cual sólo existe en el papel- nacen muertos, mientras se preven recortes masivos en los gastos para los sistemas Medicare y Medicaid de por sí ya inadecuados. Se trata, más o menos, de los mismos “remedios” impuestos a Grecia para que reciba las subvenciones del Banco Central Europeo y que los otros países europeos están obligados a adoptar con el fin de poder sobrevivir a la segunda oleada de la crisis internacional.

Eso es todo lo que el capitalismo puede ofrecer en su periodo de decadencia histórica. La paradoja es que, mientras que el desarrollo de las fuerzas productivas podría proporcionar fácilmente más bienes y mejores servicios para cada ser humano, en el marco del capitalismo éste se transforma en una crisis de la tasa de ganancia que no sólo no permite bienestar social a pesar de la riqueza producida, sino que conduce al estallido de crisis económicas, con sus consecuencias devastadoras que recaen sobre las espaldas de quienes producen la riqueza, los proletarios. Y esto sin hablar del peligro de guerras que no están ya limitadas a las zonas estratégicas por las materias primas, sino de conflictos más globales por la supervivencia de tal o cual imperialismo, cualesquiera que sean las consecuencias en términos de devastación ambiental y de destrucción demencial de los recursos del planeta.

Ante tal perspectiva, más que nunca, es la hora del partido revolucionario mundial, de la rebelión de clase contra la crisis del capital, contra las inevitables políticas de lágrimas y sangre, por la creación de una sociedad sin clases, sin capital y sin las malditas leyes económicas basadas en la lógica de la ganancia. ¿Es esto una idea anacrónica? ¡No! Es la única solución frente a las consecuencias devastadoras de un sistema económico y social caducado, el cual, para sobrevivir a sus propias contradicciones, está forzado a nutrirse del proletariado internacional. Es la única salida viable para todo el arco histórico que cubre la vida de las relaciones de producción capitalistas.

FD, agosto 10, 2011.

En: Battaglia Comunista 9, 2011.

Tendencia comunista internacional.

(Traducción al español de la FICI).


Notas:

1. En español un billón equivale a un millón de millones, por tanto 600 billones = 600,000,000,000,000; o también, en algunos países, = 600,000 millardos (N.d.t.).

2. En la jerga especulativa la “triple A” significa la calificación más alta que recibe una obligación crediticia, ¡como la más prometedora para invertir con una ganancia asegurada! (Noto).


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