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Plomo, metralla, prisión… :
Así responde el Frente Popular a los obreros de Barcelona que han osado
resistir el ataque capitalista
(Bilan 41, 1937 , extractos)

El 19 de Julio de 1936 los proletarios de Barcelona, con sólo sus puños desnudos, aplastaron el ataque de los batallones de Franco, armados hasta los dientes.

El 4 de mayo de 1937. estos mismos proletarios, provistos de armas, dejan en los adoquines muchas más víctimas que en Julio cuando rechazaron a Franco, y ha sido el gobierno antifascista - incluyendo hasta los anarquistas y del que el POUM es indirectamente solidario - quien ha desencadenado la chusma de las fuerzas represivas contra los obreros.

El 19 de Julio, los proletarios de Barcelona son una fuerza invencible. Su lucha de clase, liberada de las ataduras del Estado burgués, repercute en el seno de los regimientos de Franco, los desagrega y despierta el instinto de clase de los soldados: es la huelga la que encasquilla los fusiles y cañones de Franco y rompe su ofensiva.

La historia sólo registra intervalos fugaces durante los cuales el proletariado puede adquirir su total autonomía respecto al Estado capitalista. Pocos días después del 19 de Julio, el proletariado catalán llega a la encrucijada: o entraba en la fase superior de su lucha con la finalidad de destruir el Estado burgués, o bien el capitalismo reconstituía las redes de su aparato de dominación. En ese estadio de la lucha, cuando el instinto de clase ya no es suficiente y en el que la conciencia se transforma en factor decisivo, el proletariado no puede vencer sino a condición de disponer del capital teórico, paciente y encarnizadamente acumulado por sus fracciones de izquierda, transformadas en partidos por la fuerza de los acontecimientos. Si hoy en día, el proletariado español vive sumergido en tal tragedia, la causa es su falta de madurez para forjar su partido de clase: el cerebro que, únicamente, le puede dar la fuerza de vivir.

En Cataluña, desde el 19 de Julio, los obreros crean de modo espontáneo, en su propio terreno de clase, los órganos autónomos de su lucha. Pero, inmediatamente, surge el angustioso dilema: comprometerse a fondo en la batalla política por la destrucción del Estado capitalista y rematar de ese modo los éxitos económicos y militares, o dejar en pie la máquina opresora del enemigo y permitirle entonces desnaturalizar y liquidar las conquistas obreras.

Las clases luchan con los medios que les son impuestos por las situaciones y el grado de tensión social. Ante un incendio de clase, el capitalismo no puede ni siquiera pensar en recurrir a los métodos clásicos de la legalidad. Lo que lo amenaza es la independencia de la lucha proletaria que condiciona la otra etapa revolucionaria hacia la abolición de la dominación burguesa. Por consiguiente, el capitalismo debe rehacer la malla de su control sobre los explotados. Estos hilos que antes eran la magistratura, la policía, las prisiones, se transforman, en la situación extrema de Barcelona, en los Comités de Milicias, las industrias socializadas, los sindicatos obreros gerentes de los sectores esenciales de la economía, las patrullas de vigilancia, etc.

Así, en España, la Historia plantea nuevamente el problema que, en Italia y en Alemania, fue resuelto mediante el aplastamiento del proletariado: los obreros conservan para su clase los instrumentos que se crean en el fuego de la lucha a condición de que los orienten contra el Estado burgués. Los obreros arman a su verdugo de mañana si, faltándoles la fuerza para abatir al enemigo, se dejan atraer nuevamente en la red de su dominación.

La milicia obrera del 19 de Julio es un organismo proletario. La “milicia proletaria” de la semana siguiente es un organismo capitalista adaptado a la situación del momento. Y para realizar su plan contrarrevolucionario, la burguesía puede contar con los centristas, los socialistas, la CNT, la FAI, el POUM, ya que todos hacen creer a los obreros que el Estado cambia de naturaleza cuando el personal que lo dirige cambia de color. Disimulado en los pliegues de la bandera roja, el capitalismo afila pacientemente la espada de la represión que, el 4 de Mayo, está ya preparada por todas las fuerzas que, el 19 de Julio, habían roto el espinazo de clase del proletariado español.

El hijo de Noske y de la Constitución de Weimar es Hitler; Mussolini es el hijo de Giolitti y del “control de la producción”; el hijo del frente antifascista español, de las “socializaciones”, de las milicias “proletarias”, es la matanza de Barcelona del 4 de Mayo de 1937.

Y únicamente el proletariado ruso replicó a la caída del zarismo con el Octubre de 1917, porque únicamente él logró construir su partido de clase a través del trabajo de las fracciones de izquierda.

(Artículo publicado en Bilan N° 41 – mayo/junio de 1937).


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