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1) Desde hace algunos meses, incluso desde hace algunos años, un fenómeno particular, nuevo en cierto modo, ha aparecido en los dispositivos políticos del aparato de Estado de los países capitalistas más desarrollados: la generalización de la emergencia de movimiento, partidos, fuerzas políticas de extrema derecha, que adquieren fuerza suficiente como para participar en los juegos políticos nacionales y tener una influencia que está lejos de ser marginal, la cual las otras fuerzas políticas deben tomar en cuenta. Estos partidos de derecha “dura” se afirman en oposición más o menos radical a los gobiernos instaurados (ya sean de derecha o de izquierda), al “establishment”, incluso al “sistema”.
2) Este fenómeno, que se ha desarrollado un poco más últimamente, no se abate como un infortunio sobre el capitalismo; es, por el contrario, el fruto de una política consciente de la burguesía que, especialmente por medio de una amplia propaganda mediática, busca inflar la rana como a una vaca, como en la fábula. De este modo, en los Estados Unidos, es uno de los temas más en boga con la aparición y la intervención creciente del Tea Party (Partido del Té) en la vida política burguesa. El mismo fenómeno, con características propias de cada país, se desarrolla y se afirma en Europa occidental: es la separación de la derecha italiana en el poder, con un Berlusconi que se encuentra, como único aliado, con la Liga del Norte autonomista y xenófoba; es también el “relanzamiento” de la extrema derecha francesa con la puesta de relieve en los medios de difusión de la hija del viejo jefe LePen; es el acceso al parlamento... de Suecia -¿quién lo hubiera creído apenas hace algunas semanas?- de una extrema derecha. Estas son las manifestaciones europeas más destacadas de este fenómeno que sucede también en Gran Bretaña, Bélgica (cierto que bajo una forma muy particular), en los Países Bajos, etc.
3) Todos estos partidos y “movimientos” se definen por su defensa de un nacionalismo exacerbado, de un retorno a las fronteras estrictas, de una política autárquica y de proteccionismo económico, acompañadas de un discurso xenófobo y racista. La mayor parte tienden a rechazar o a denunciar a las instituciones internacionales tales como la Unión Europea, la OTAN, el FMI, así como a las instituciones nacionales: al gobierno de su país, al parlamento, su política “al servicio del extranjero”, etc... En otros términos, según el escándalo actual de los políticos y de los medios de difusión burgueses, atacarían la democracia y la pondrían en peligro.
4) Este recrudecimiento de los partidos y movimientos de derecha “radical” y totalitaria no tiene nada que ver con el ascenso del fascismo tal como el capitalismo lo conoció en los años 1930. “Convocar al fascismo después de 1919, el capitalismo alemán en descomposición no lo podía hacer, tanto menos por cuanto el proletariado se encontraba amenazante. Es por ello que el golpe de Kapp fue combatido por las fracciones del capitalismo, así como además por los Aliados, que comprenden la inapreciable ayuda de los socialtraidores (…) Entre la democracia, su más bello florón: Weimar, y el fascismo no se manifestará ninguna oposición: la primera permitirá la liquidación de la amenaza revolucionaria, dispersará al proletariado, embrollará su conciencia; el segundo, al término de esta evolución será el talón de acero capitalista que consagre este trabajo, realizando rígidamente la unidad de la sociedad capitalista sobre la base del aplastamiento de cualquier amenaza proletaria.” (Bilan 16, 1935).
5) Estos partidos y movimientos a los cuales la burguesía concede actualmente un lugar en el juego político no tienen como vocación tomar el poder, volverse partidos dirigentes de los gobiernos (en algunas circunstancias particulares, pueden a lo más servir como fuerza de apuntalamiento, tal como la Liga del Norte en Italia, para establecer una mayoría de gobierno), ni tomar solos el lugar de los partidos llamados “democráticos” en los gobiernos.
6) Su vocación es otra. La puesta de relieve de estas fracciones políticas por la burguesía responde a la necesidad actual que tiene ésta de disponer en el interior de su dispositivo político estatal de organizaciones “minoritarias”, sin responsabilidad gubernamental, a la derecha de su juego político que hagan el papel de oposición a la “democracia”, tal como tiene necesidad de fuerzas a la izquierda de la socialdemocracia, sin vocación de gobernar tampoco, con el fin de cubrir el terreno social y obstaculizar el desarrollo de las luchas obreras y el despegue de la perspectiva revolucionaria del proletariado. Evidentemente las fuerzas de extrema derecha tienen una función diferente a la de encuadrar y mistificar a la clase obrera en el terreno de sus luchas.
7) De hecho, ante los retos históricos que se le presentan, la burguesía -en primer lugar la de los países centrales- debe adaptar su aparato de Estado, su dispositivo político estatal, a dos necesidades históricas fundamentales:
- Frente al desarrollo dramático, acelerado y brutal de la crisis económica, las burguesías nacionales se encuentran obligadas a responder con la única “solución” que el capital como un todo les impone: la guerra imperialista mundial. Como consecuencia, estas burguesías, en primer lugar las que son las más “esclarecidas”, cuyo capital es de los más desarrollados, cuyos intereses imperialistas son dominantes en el mundo, están obligadas a preparar a la sociedad para esta perspectiva, llevando a cabo amplias campañas ideológicas que acrediten la idea de que “la democracia está en peligro” y que hay que defenderla cerrando filas detrás del Estado capitalista contra los pseudoenemigos tanto exteriores (el terrorismo) como interiores (los que actualmente se les llama falsamente “fascistas”). Es por tanto para representar este “peligro interior” que la derecha “radical” encuentra actualmente un lugar en el dispositivo político de la clase capitalista.
- Al mismo tiempo, y también para responder a la crisis de su sistema, pero esta vez en relación a los riesgos sociales mortales que ésta implican, deben someter al único y verdadero responsable de esta situación peligrosa, al proletariado; para ello, disponen de las fuerzas de izquierda, los sindicatos y los izquierdistas de todo tipo, en la oposición, que tienen como tarea controlar y amordazar las reacciones obreras y, a fin de cuentas, abolir cualquier peligro revolucionario.
8) Históricamente, se trata de una situación inédita. “Es pues un nuevo periodo el que se ha abierto con los acontecimientos del 11 de septiembre. Una ruptura se ha operado en la situación internacional. La burguesía mundial está obligada a tomar la dirección de una marcha hacia la guerra generalizada y de emprender abiertamente políticas que buscan prepara a la sociedad para esta marcha. Pero esta dirección completa concentrada sobre la marcha hacia la guerra por parte de la burguesía tiene esto de atípico e inédito: se hace en un contexto, un periodo histórico en que el proletariado no está derrotado ni física, ni ideológicamente.
Esto es lo que distingue fundamentalmente a la situación actual de la que prevalecía en los años 1930. Para lanzar a toda la sociedad en políticas de preparación para la guerra mundial, la clase dominante tenía que haber hecho sufrir previamente al proletariado una derrota total, tanto a nivel físico como ideológico. Esto fue lo que pasó especialmente con la derrota de la oleada revolucionaria iniciada en Rusia en 1917, al precio de numerosas masacres de obreros por todo el mundo, y con la traición de los partidos del proletariado (la Internacional y luego los PC) que se pasaron, a comienzos de los años 1930, con armas y bagajes al campo burgués.
Está condición esencial y primera para lanzarse a una preparación para la guerra generalizad está hoy ausente.
Cierto, el proletariado está lejos de haber recuperado todas sus potencialidades revolucionarias en la medida en que los cincuenta años de contrarrevolución que ha conocido tienen aún un efecto paralizante sobre la conciencia de la clase obrera y le han separado de su experiencia y de sus perspectivas propias, pero también en la medida en que sufre aún actualmente un retroceso -ligado en lo esencial al hundimiento del stalinismo- que ha puesto un freno a su dinámica de lucha internacional que había emprendido desde 1968. Sin embargo este retroceso no es nada comparable con la situación de los años 1930 cuando la clase obrera fue enrolada masivamente tras las banderas patrióticas y nacionalistas, y sería, en su inmensa mayoría, llamada a defender a la patria con las armas en la mano.
Porque no es solamente de una clase obrera “apática” que la burguesía tiene necesidad, es también y sobre todo una clase obrera totalmente ganada para la perspectiva guerrera de lo que necesita. Una clase que acepte el sacrificio cotidiano de producir para la guerra y que renuncie consciente, deliberadamente a su unidad de intereses por encima de las fronteras para tomar la defensa, al precio de su vida, del capital nacional que le oprime (“Un nuevo periodo se abre”. Boletín 14 de la Fracción Interna de la CCI, 2002).
9) Cierto, no estamos aún allí. Por el instante, y los ataques debidos a la agravación de la crisis concurren a esta situación, el proletariado, en sus grandes masas, no se encuentra en el punto de preocuparse centralmente de la defensa de la democracia, sino de la defensa de sus condiciones de vida las cuales son cada vez más dramáticamente cuestionadas. El papel agresivo que juega la extrema derecha contra la “democracia” expresa precisamente esta voluntad de la clase dominante de alejar progresivamente a los obreros de sus preocupaciones de clase para capturarlos en la trampa de la defensa del Estado democrático, en la trampa de la defensa de la nación, es decir en la guerra.
10) Asistimos pues a una especie de “doble polaridad” del dispositivo político de las burguesías nacionales que corresponde a las necesidades, también dobles, incluso contradictorias, de éstas de, por una parte, orientarse de manera decidida en una marcha hacia la guerra imperialista generalizada y, por otra parte, en el enfrentamiento de clase contra el proletariado.
Es por ello que los revolucionarios deben combatir todas las mistificaciones que se van a desarrollar acerca de los peligros supuestamente fascistas, así como las que plantean las fuerzas de izquierda con careta radical y “social” con miras a encuadrar, sabotear y derrotar, sobre el terreno, los combates de clase del proletariado. Si el proletariado deja hacer a estas fuerzas de izquierda, se encamina hacia derrotas cada vez más dolorosas y desmoralizantes; y si, además, se dejara arrastrar detrás de la defensa del Estado democrático, contra un supuesto peligro fascista, se abriría la puerta a la “solución” burguesa, a la masacre generalizada y seguramente al fin de la humanidad.
Septiembre 2010.
FICI.
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