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Reproducimos a continuación algunos extractos del importante documento de Rosa Luxemburg, Huelga de masas, partido y sindicatos. Lejos de nosotros la idea de comparar la situación revolucionaria de 1904 en Rusia con la situación actual. Sin embargo, las reacciones obreras de estos meses contra los “efectos” de la crisis capitalista por todo el mundo (la censura ejercida por los medios de difusión sobre los movimientos de lucha, tanto a nivel nacional como internacional, vuelve difícil obtener informaciones), expresan claramente el desarrollo del tipo de dinámica descrita por Rosa Luxemburg. Incluso la actitud de la burguesía, con sus campañas mediáticas incesantes para ocultar o deformar la realidad -tanto a nivel de la profundización de la crisis económica como de la cólera obrera que se amplía e intensifica en el mundo entero- muestra que ella misma se ve atormentada por la perspectiva de luchas masivas, por la perspectiva de la huelga de masas. Al volver a publicar estos extractos queremos llamar la atención de los grupos comunistas y de los elementos revolucionarios sobre el proceso en curso y, ante todo, llamarlos a que asuman sus responsabilidades como vanguardia del proletariado.
L FICI.
En las páginas que preceden hemos tratado de esbozar sumariamente la historia de la huelga de masas en Rusia. Una simple ojeada sobre esta historia nos ofrece una imagen de la huelga de masas que no se parece en nada a la que nos hacemos de ella en Alemania en el curso de las discusiones. En lugar de un esquema rígido y vacío que nos muestra una “acción” política lineal ejecutada con prudencia y según un plan decidido por las instancias supremas de los sindicatos, vemos un fragmento de vida real hecho de carne y sangre que no se puede separar del medio revolucionario, unida por el contrario por mil vínculos al organismo revolucionario en su totalidad. La huelga de masas tal como nos la muestra la revolución rusa es un fenómeno tan fluido que refleja en sí todas las fases de la lucha política y económica, todos los estadios y todos los momentos de la revolución. Su campo de aplicación, su fuerza de acción, los factores de su desencadenamiento, se transforman de continuo. Repentinamente abre perspectivas nuevas a la revolución en un momento en que ésta parecería encaminarse hacia un estancamiento. Y se niega a funcionar en el momento en que se creía poder contar con ella con toda seguridad. A veces la ola del movimiento invade todo el imperio, a veces se divide en una red infinita de pequeños arroyos; a veces brota del suelo como una fuente viva, a veces se pierde dentro de la tierra. Huelgas económicas y políticas, huelgas de masas y huelgas parciales, huelgas de demostración o de combate, huelgas generales que afectan a sectores particulares o a ciudades enteras, luchas reivindicativas pacíficas o batallas callejeras, combates de barricada: todas estas formas de lucha se entrecruzan o se rozan, se atraviesan o desbordan una sobre la otra; es un océano de fenómenos eternamente nuevos y fluctuantes. Y la ley del movimiento de esos fenómenos aparece claramente: no reside en la huelga de masas en sí misma, en sus particularidades técnicas, sino en la relación de las fuerzas políticas y sociales de la revolución. La huelga de masas es simplemente la forma que adopta la lucha revolucionaria y toda desnivelación en la relación de las fuerzas en lucha, en el desarrollo del partido y la división de clases, en la posición de la contrarrevolución, influye inmediatamente sobre la acción de la huelga a través de mil caminos invisibles e incontrolables. Sin embargo, la acción de la huelga en sí misma no se detiene prácticamente ni un solo instante. No hace más que revestir otras formas, modificar su extensión, sus objetivos, sus efectos. Es el pulso vivo de la revolución y al mismo tiempo su motor más poderoso. En una palabra, la huelga de masas, tal como nos la ofrece la revolución rusa, sólo es un medio ingenioso inventado para reforzar el efecto de la lucha proletaria, aunque representa el movimiento mismo de la masa proletaria, la fuerza de manifestación de la lucha proletaria en el curso de la revolución. A partir de allí se pueden deducir algunos puntos de vista generales que permitirán juzgar el problema de la huelga de masas.
1) Es absolutamente erróneo concebir la huelga de masas como una acción aislada; ella es más bien el signo, el concepto unificador de todo un periodo de años, quizás de decenios, de la lucha de clases. Si se consideran las innumerables y diferentes huelgas de masas que tuvieron lugar en Rusia desde hace cuatro años, una sola variante e incluso de importancia secundaria corresponde a la definición de ella como acto único y breve de características puramente políticas, desencadenado y detenido a voluntad según un plan preconcebido: me refiero aquí a la simple huelga de protesta. Durante todo el curso del periodo de cinco años sólo vemos en Rusia algunas huelgas de ese género en pequeño número y, lo que es notable, limitadas por lo común a una ciudad. Citemos entre otras la huelga general anual del 1° de mayo en Varsovia y Lodz -en Rusia propiamente dicha la costumbre de celebrar el 1° de mayo mediante la paralización del trabajo no está aún extendida ampliamente-, la huelga de masas en Varsovia el 11 de septiembre de 1905 en ocasión del entierro del condenado a muerte Martín Kasprzak, la de noviembre de 1905 en San Petersburgo en señal de protesta contra la proclamación del estado de sitio en Polonia y Livonia; la del 22 de enero de 1906 en Varsovia, Lodz, Czenstochau y en la cuenca minera de Dombrova, lo mismo que en algunas ciudades rusas en conmemoración del domingo sangriento de San Petersburgo; en julio de 1906 una huelga general en Tiflis en manifestación de solidaridad con los soldados condenados por sublevación y finalmente por la misma razón en septiembre de ese año durante el proceso militar de Reval. Todas las otras huelgas de masas parciales o huelgas generales son huelgas de lucha y no de protesta. Con ese carácter nacieron espontáneamente en ocasión de incidentes particulares locales y fortuitos y no de acuerdo con un plan preconcebido y deliberado y, merced a la potencia de fuerzas elementales, adquirieron las dimensiones de un movimiento de gran envergadura. No concluían con la retirada ordenada, sino que se transformaban a veces en luchas económicas, a veces en combates callejeros y otras veces se derrumbaban por sí mismas.
Dentro de este cuadro de conjunto, las huelgas de protesta política pura desempeñaron un papel de segundo orden: el de puntos minúsculos y aislados en medio de una gran superficie. Si consideramos las cosas según la cronología, comprobamos lo siguiente: las huelgas de protesta que, a diferencia de las huelgas de lucha, exigen un nivel muy elevado de disciplina del partido, una dirección política y una ideología política conscientes, y aparecen en consecuencia según el esquema como la forma más alta y madura de la huelga de masas, son importantes sobre todo al comienzo del movimiento. De este modo, el paro total del primero de mayo de 1905 en Varsovia, primer ejemplo de la aplicación perfecta de una decisión del partido, fue un acontecimiento de gran alcance para el movimiento proletario en Polonia. Igualmente la huelga de solidaridad en noviembre de 1905 en San Petersburgo, primer ejemplo de una acción de masas concertada, causó sensación. También el “ensayo de huelga general” de los camaradas de Hamburgo el 17 de enero de 1906, que ocupará un lugar destacado en la historia de la futura huelga de masas en Alemania, constituye el primer intento espontáneo de usar esta arma tan discutida, intento exitoso por otra parte y que testimonia la combatividad de los obreros hamburgueses.
De igual modo, una vez comenzado el periodo de huelgas de masas en Alemania, culminará seguramente con la instauración de la fiesta del primero de mayo con un paro general del trabajo. Esta fiesta podrá ser celebrada como la primera demostración colocada bajo el signo de las luchas de masas. En tal sentido ese “viejo caballo de batalla”, como se ha llamado al 1° de mayo en el Congreso sindical de Colonia, tiene todavía un gran porvenir y está llamado a desempeñar un papel importante en las luchas de clase proletarias en Alemania. Sin embargo, con el desarrollo de las luchas revolucionarias la importancia de tales demostraciones disminuye con rapidez. Los mismos factores que hacen objetivamente posible el desencadenamiento de las huelgas de protesta según un plan preconcebido y de acuerdo a una consigna de los partidos, a saber, el crecimiento de la conciencia política y de la educación del proletariado, hacen imposible esta clase de huelgas. En las actuales circunstancias, el proletariado ruso y más precisamente la vanguardia más activa de las masas, no quiere saber ya nada de las huelgas demostrativas, lo obreros no entienden más la broma y sólo quieren luchas serias con todas sus consecuencias. Si es verdad que en el curso de la primera gran huelga de masas en enero de 1905 el elemento demostrativo desempeñaba todavía un gran papel -bajo una forma no deliberada sino instintiva y espontánea- en cambio la tentativa del comité central del Partido Socialdemócrata Ruso por llamar en el mes de agosto a una huelga de masas en favor de la Duma fracasó entre otras causas por la aversión del proletariado consciente hacia las acciones tibias y de mera demostración.
2) Pero si consideramos ya no más esa variedad menor representada por la huelga de protesta, sino la huelga de lucha tal como la vemos hoy en Rusia constituyendo el soporte real de la acción proletaria, nos sorprende el hecho de que el elemento económico y el elemento político se presenten tan indisolublemente vinculados. Aquí también la realidad se aparta del esquema teórico; la concepción pedante que hace derivar lógicamente la huelga de masas política pura de la huelga general económica, como si aquélla fuera el estadio más maduro y elevado y que distingue cuidadosamente una forma de otra, es desmentida por la experiencia de la revolución rusa. Esto no ha quedado demostrado solamente por el hecho de que las huelgas de masas -desde la primera gran huelga reivindicativa de los obreros textiles de San Petersburgo en 1896-97 hasta la última gran huelga de diciembre de 1905- hayan pasado insensiblemente del dominio de las reivindicaciones económicas al de la política, aunque es casi imposible trazar fronteras entre unas y otras. Sin embargo, cada una de las grandes huelgas de masas vuelve a trazar, en miniatura por así decirlo, la historia general de las huelgas en Rusia, comenzando por un conflicto sindical puramente reivindicativo o al menos parcial, recorriendo luego todos los grados hasta la manifestación política. La tempestad que sacudió al sur de Rusia en 1902 y 1903 comenzó en Bakú, como ya vimos, con una protesta contra la cesantía de los huelguistas, en Rostov con reivindicaciones salariales, en Tiflis con una lucha de los empleados de comercio para obtener una disminución de la jornada de trabajo, en Odesa con una reivindicación de salarios en un pequeña fábrica aislada. La huelga de masas de enero de 1905 se inició con un conflicto en el interior de las fábricas Putilov, la huelga de octubre con reivindicaciones de los ferroviarios por su caja de jubilaciones, la huelga de diciembre, finalmente, con la lucha de los empleados de correos y telégrafos para obtener el derecho de asociación. El progreso del movimiento no se manifiesta por el hecho de que el elemento económico desaparece, sino más bien por la rapidez con la que se recorren todas las etapas hasta la manifestación política y por la posición más o menos extrema del punto final alcanzado por la huelga de masas.
Sin embargo el movimiento en su conjunto no se orienta únicamente en el sentido de un paso de lo económico a lo político, sino también en el sentido inverso. Cada una de las acciones de masa políticas se transforma, luego de haber alcanzado su apogeo, en una multitud de huelgas económicas. Esto es válido no sólo para cada una de las grandes huelgas sino también para la revolución en su conjunto. Cuando la lucha política se extiende, se clarifica y se intensifica, la lucha reivindicativa no sólo no desaparece sino que se extiende, organiza e intensifica paralelamente. Existe interacción completa entre ambas.
Cada nuevo impulso y cada nueva victoria de la lucha política dan un ímpetu poderoso a la lucha económica ampliando sus posibilidades de acción exterior y dando a los obreros nuevos bríos para mejorar su situación aumentando su combatividad. Cada ola de acción política deja detrás suyo un limo fértil de donde surgen inmediatamente mil brotes nuevos: las reivindicaciones económicas. E inversamente, la guerra económica incesante que los obreros libran contra el capital mantiene despierta la energía combativa incluso en las horas de tranquilidad política; de alguna manera constituye una reserva permanente de energía de la que la lucha política extrae siempre fuerzas frescas. Al mismo tiempo el trabajo infatigable de corrosión reivindicativa desencadena aquí o allá conflictos agudos a partir de los cuales estallan bruscamente las batallas políticas.
En una palabra, la lucha económica presenta una continuidad, es el hilo que vincula los diferentes núcleos políticos; la lucha política es una fecundación periódica que prepara el terreno a las luchas económicas. La causa y el efecto se suceden y alternan sin cesar, y de este modo el factor económico y el factor político, lejos de distinguirse completamente o incluso de excluirse recíprocamente como lo pretende el esquema pedante, constituyen en un periodo de huelgas de masas dos aspectos complementarios de las luchas de clases proletarias en Rusia. La huelga de masas constituye precisamente su unidad. La teoría sutil diseca artificialmente con la ayuda de la lógica a la huelga de masas para obtener una “huelga política pura”, pero he aquí que con una disección semejante, al igual que todas las disecciones, no nos permite ver el fenómeno vivo, nos entrega un cadáver.
3) Finalmente los acontecimientos de Rusia nos muestran que la huelga de masas es inseparable de la revolución; su historia se confunde con la historia de la revolución. Sin duda, cuando los campeones del oportunismo en Alemania escuchan hablar de revolución piensan inmediatamente en la sangre vertida, en batallas callejeras, en la pólvora y el plomo, y deducen con toda lógica que la huelga de masas conduce inevitablemente a la revolución, concluyen que es menester abstenerse de realizarla. Y de hecho verificamos que en Rusia casi todas las huelgas de masas terminan en un enfrentamiento sangriento con las fuerzas zaristas del orden; lo cual es tan cierto para las huelgas pretendidamente políticas como para los conflictos económicos. Pero la revolución es otra cosa, es algo más que un simple baño de sangre. A diferencia de la policía que entiende por revolución simplemente la batalla callejera y la pelea, es decir el “desorden”, el socialismo científico ve en la revolución antes que nada una transformación interna profunda de las relaciones de clase. Desde ese punto de vista entre la revolución y la huelga de masas existe en Rusia una relación mucho más estrecha que la que se establece a través de la comprobación trivial, a saber que la huelga de masas concluye generalmente en un baño de sangre.
Hemos estudiado el mecanismo interno de la huelga de masas rusa fundada sobre una relación de causalidad recíproca entre el conflicto político y el conflicto económico. Pero esta relación de causalidad recíproca está determinada precisamente por el periodo revolucionario. Solamente en la tempestad revolucionaria cada lucha parcial entre el capital y el trabajo adquiere las dimensiones de una explosión general. En Alemania se asiste todos los años, todos los días, a los conflictos más violentos, más brutales entre los obreros y los patrones sin que la lucha supere los límites de la rama de industria, de la ciudad e incluso de la fábrica en cuestión. El despido de obreros organizados como en San Petersburgo, la desocupación como en Bakú, reivindicaciones salariales como en Odesa, luchas por el derecho de asociación como en Moscú: todo esto se produce diariamente en Alemania. Pero ninguno de estos incidentes da lugar a un acción de clase común. E incluso si esos conflictos se extienden hasta convertirse en huelgas de masas con carácter netamente político no desembocan en una explosión general. La huelga general de los ferroviarios holandeses, que a pesar de las simpatías ardientes que suscitó se extinguió en medio de la inmovilidad absoluta del conjunto del proletariado, nos proporciona un ejemplo aleccionador de ello.
A la inversa, sólo en un periodo revolucionario, cuando los fundamentos sociales y las barreras que separan a las clases sociales están quebrantados, cualquier acción política del proletariado puede arrancar de la indiferencia en pocas horas a las capas populares que habían permanecido hasta entonces apartadas, lo que se manifiesta naturalmente a través de una batalla económica tumultuosa. Súbitamente electrizados por la acción política los obreros reaccionan de inmediato en el campo que les es más próximo: se sublevan contra su condición de esclavitud económica. El gesto de revuelta que es la lucha política les hace sentir con una intensidad insospechada el peso de sus cadenas económicas. Mientras que en Alemania la lucha política más violenta, la campaña electoral o los debates parlamentarios a propósito de las tarifas aduaneras, no tienen más que una importancia mínima sobre el curso o la intensidad de las luchas reivindicativas que se llevan a cabo al mismo tiempo, en Rusia toda acción del proletariado se manifiesta inmediatamente por una extensión e intensificación de la lucha económica.
De este modo sólo la revolución crea las condiciones sociales que permiten un paso inmediato de la lucha económica a la lucha política y de ésta a aquélla, lo que se expresa a través de la huelga de masas. El esquema vulgar sólo percibe una relación entre la huelga de masas y la revolución en los enfrentamientos sangrientos con que concluyen las huelgas de masas; pero un examen más profundo de los acontecimientos rusos nos hace descubrir una relación inversa. En realidad no es la huelga de masas la que produce la revolución sino la revolución la que produce la huelga de masas.
(Rosa Luxemburg, Huelga de masas, partido y sindicatos, capítulo 4, 1906. - Versión al español: Obras escogidas, Ediciones Era, 1978).
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