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No sólo los revolucionarios en general se rezagan del ascenso espontáneo de las masas obreras, sino que incluso los obreros revolucionarios están atrasados en relación con el auge espontáneo de las masas. Y este hecho confirma del modo más evidente, incluso desde el punto de vista "práctico", que la "pedagogía" con que nos obsequia tan a menudo, al discutirse el problema de nuestros deberes para con los obreros, es absurda y reaccionaria en el aspecto político. Este hecho testimonia que nuestra obligación primordial y más imperiosa consiste en ayudar a formar obreros revolucionarios que, desde el punto de vista de su actividad en el partido, estén al mismo nivel que los intelectuales revolucionarios (subrayamos: desde el punto de vista de su actividad en el partido, pues en otros sentidos, aunque sea necesario, está lejos de ser tan fácil y tan urgente que los obreros lleguen al mismo nivel). Por eso debemos orientar nuestra atención principal a elevar a los obreros al nivel de los revolucionarios y no a descender indefectiblemente nosotros mismos al nivel de la "masa obrera", como quieren los "economistas" (...)
Y sólo la más burda incomprensión del marxismo (o su "comprensión" en sentido "struvista") ha podido dar lugar a la opinión de que la aparición de un movimiento obrero espontáneo de masas nos exime de la obligación de fundar una organización de revolucionarios tan buena como la de los partidarios de “Tierra y Libertad” o de crear otra incomparablemente mejor. Por el contrario, ese movimiento nos impone precisamente dicha obligación, ya que la lucha espontánea del proletariado no se convertirá en su verdadera "lucha de clase" mientras no esté dirigida por una fuerte organización de revolucionarios. (…)
Lenin. “¿Qué Hacer?”, 1902.
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