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Presentación

En el momento en que publicamos este boletín, se ha vuelto claro para todos que el episodio sobresaliente de la crisis económica que golpea al mundo capitalista actualmente va a tener, y tiene ya, graves consecuencias, con frecuencia dramáticas, sobre la vida de millones de hombres y mujeres del mundo.

El “enlentecimiento de la economía”, es decir, la recesión mundial -que es una nueva y violenta manifestación de la sobreproducción crónica del capitalismo-, aparece con todas sus terribles implicaciones sobre las masas explotadas: en su centro, es decir en los países llamados “desarrollados”, este sistema acentúa sin cesar la miseria obrera mediante ataques redoblados contra las condiciones de vida y de trabajo del proletariado y mediante el relanzamiento de un desempleo masivo, mientras que en su periferia precipita a millones de proletarios en el hambre. El hecho mismo de que la “crisis” alcance la producción capitalista en su corazón desenmascara toda las mentiras y todas las falsas explicaciones que los economistas, políticos y medios de difusión burgueses nos machacan.

En particular, la especulación inmobiliaria y ahora la especulación sobre las materias primas -como el petróleo y algunos recursos alimentarios- no son la causa de la crisis, sino por el contrario un producto de ésta. A saber de la incapacidad para masas inmensas de capitales de poderse invertir en los sectores de la producción. Que en retorno, las burbujas financieras resultantes de la especulación desenfrenada sean, en un cierto momento, un factor agravante de la crisis abierta, o incluso el factor desencadenante de su episodio actual, tal como una chispa puede desencadenar el fuego en un barril de gasolina, no cambia nada.

Es lo mismo en lo que concierne al exorbitante endeudamiento de todos los Estados, y en particular del de la primera potencia mundial, los Estados Unidos. La montaña de deudas -que, evidentemente, jamás serán reembolsadas- no es la causa de la crisis, como tampoco las burbujas financieras; es el producto de ésta. Es la expresión de la incapacidad del mundo capitalista para continuar produciendo y acumulando capital sin hacer triquiñuelas con la ley del valor mediante la deuda y las manipulaciones financieras.

En breve, es el atolladero y la catástrofe económica del capitalismo que se expresan abierta y brutalmente hoy.

Sin embargo, el capitalismo en crisis abierta no se contenta con arrastrar al conjunto del proletariado en la miseria y el hambre. Arrastra también al conjunto del planeta hacia la barbarie guerrera. Las rivalidades imperialistas y las guerras locales no han comenzado con este nuevo sobresalto de la crisis económica. En cambio, esta última, debido a que exacerba la competencia entre los capitales, y en particular entre los capitales nacionales, acentúa, agudiza, agrava aún más estas rivalidades y estas tensiones imperialistas. El capitalismo es inexorablemente impulsado en una huida hacia adelante hacia la confrontación imperialista generalizada, es decir hacia una tercera guerra mundial la cual, si bien no se conoce el plazo, está ya en preparación, especialmente por parte de las principales potencias capitalistas.

Esta dinámica hacia la guerra impone, de todas maneras, a todas las naciones capitalistas, de las mayores a las más pequeñas, un nuevo relanzamiento de la carrera armamentista para desarrollar al máximo sus capacidades militares. Los gastos en armamento y el inconmensurable crecimiento de las industrias dirigidas directamente hacia la guerra se traducen, y se van a traducir cada vez más, en una grabación de las deudas “públicas” y en una acentuación de la explotación de la fuerza de trabajo del proletariado.

Expresiones esenciales de la quiebra histórica del capitalismo, la crisis y la guerra se adicionan y se concretan, incluso hoy, en un nuevo ataque sin precedentes contra las condiciones de vida y de trabajo del proletariado mundial. Crisis y guerra plantean la cuestión de la alternativa histórica a la barbarie capitalista y a la catástrofe sangrienta que se anuncia. Sólo el proletariado mundial, como clase explotada, posee los medios para ofrecer esta alternativa: la lucha a muerte contra el capitalismo, su destrucción y la instauración de una sociedad diferente donde la explotación, la miseria y las guerras desaparezcan.

Pero esta posibilidad no cae del cielo, del día a la mañana. Se prepara. Se afirma. Se desarrolla en la realidad material, en la “vida real”, en las luchas cotidianas y llevar a cabo el proletariado para defenderse como clase ante los ataques que sufre actualmente.

Este proceso, por difícil que pueda parecer, está actualmente en marcha. Luchas obreras de diferente tipo, de diferente importancia, se han desarrollado últimamente en todos los continentes, tanto en los países centrales del capitalismo (Alemania, Gran Bretaña, Rusia, Francia, Bélgica...) como en los países de su periferia (Egipto, Benín, Filipinas...),contra los topes y las disminuciones de salarios, contra los ataques sobre las jubilaciones, contra los despidos, los aumentos de precios... estas luchas tienen un significado y expresan el estado de la relación de fuerzas entre burguesía y proletariado, y en particular las fuerzas y debilidades de este último.

Revelan que la clase revolucionaria tiende a rechazar soportar todos los sacrificios que la burguesía busca imponerle. Manifiestan pues una tendencia a la ruptura de la solidaridad con “su” capital nacional y con “su” Estado. Expresan el hecho de que, si bien el proletariado internacional, en su gran mayoría, aún mantiene ilusiones en relación al capitalismo y cede a la ideología burguesa, no adhiere a ésta ni profunda ni durablemente.

Sin embargo, esto no nos impide constatar que hasta ahora las reacciones proletarias son ampliamente insuficientes y no logran hacer retroceder a la burguesía, hacerle retirar o al menos hacerle “suspender” los ataques. Éstas muestran también grandes debilidades políticas. En sus grandes masas, el proletariado continúa teniendo ilusiones sobre la democracia burguesa y sobre el capitalismo -incluso si la profundidad presente de la crisis constituye ya i va a ser cada vez más un factor importante de toma de conciencia para éste. Asimismo, sigue sufriendo por el retroceso provocado por las campañas anticomunistas llevadas a cabo en los años 1990 que le hicieron perder de vista su propia perspectiva histórica revolucionaria -la idea y la esperanza en una sociedad diferente- así como su propia responsabilidad histórica y su capacidad como clase revolucionaria.

En breve, las respuestas actuales están lejos de estar a la altura de lo que se halla en juego, con el riesgo de que a plazo el conjunto de la clase obrera quede suficientemente disminuida por un sentimiento de impotencia y resignación y que sufra, en sus confrontaciones con la burguesía, duros reveses.

Pero no estamos en este punto ¡lejos de ello! El camino de la confianza en sí, de la determinación y de la lucha masiva y unida pasa no solamente por las reacciones ante los ataques actuales sino también por el control de estos combates por los mismos obreros mediante la búsqueda de la solidaridad, de la extensión y la unificación de los combates, contra todos los obstáculos que se oponen y que son instaurados por los sindicatos y los partidos de izquierda.

Para el proletariado mundial, el reto inmediato, el primero, es pues ya político: ¿qué “dirección”, qué orientación de combate, dar a las luchas? ¿Cada uno por su lado o todos en conjunto? ¿Quién debe dirigir realmente las luchas? ¿Los obreros, las asambleas generales o bien esos apéndices Del Estado burgués que son los sindicatos? Es aquí donde se sitúan los retos y el combate político inmediatos. Es aquí donde se sitúa uno de los ejes centrales de intervención de las minorías comunistas actualmente en las luchas actuales.

Pero evidentemente, el reto histórico no se limita solamente a las luchas inmediatas. El desarrollo de los combates actuales contra los efectos de la crisis y la marcha hacia la guerra imperialista generalizada pone en juego toda la dinámica, todo el curso de la evolución de la relación de fuerzas entre las dos principales clases de la sociedad interpelando al proletariado sobre su responsabilidad histórica. Es en la evolución y el desarrollo de los combates actuales, en estas experiencias de lucha, que éste va a ser capaz, o no, de destacar y afirmar su perspectiva revolucionaria. Esta dimensión política e histórica del combate de clase está en gran parte determinada por la capacidad de las fuerzas comunistas que existen actualmente para jugar su papel de vanguardia política de manera determinada, clara y lo más reagrupada posible.

Y ésta es sin duda la principal manifestación de la debilidad política del proletariado. Frente a esta situación en la cual la alternativa histórica “guerra generalizada o revolución proletaria mundial” se vuelve a plantear con agudeza, como nunca antes desde los años 1930, la cuestión del estado actual de la Izquierda comunista -principal “depositaria” de la conciencia de clase, portadora del programa comunista, por tanto única fuerza apta para ser plenamente consciente de los retos históricos y para defenderlos en el interior de la clase- es particularmente alarmante. Dispersa, debilitada por el oportunismo -particularmente por el de la Corriente Comunista Internacional- y por el sectarismo, el campo proletario evidentemente no está actualmente a la altura de los retos y responsabilidades que son los suyos. Cierto, actualmente solamente puede actuar al margen sobre la muy débil extensión de la conciencia de clase en las grandes masas proletarias y su influencia inmediata es mínima -sin embargo aún así es necesario que lleve a cabo una intervención decidida, por minoritaria y limitada que sea, lo que no siempre es el caso. En cambio, el hecho de que este campo proletario tenga las mayores dificultades para asumir y desarrollar su unidad, no solamente en su intervención ante la clase frente a la situación histórica actual, sino sobre todo en y mediante las confrontaciones y debates públicos de las diferentes posiciones que coexisten en su interior, mediante una política activa y voluntaria de reagrupamiento de las organizaciones y militantes que le componen- es su propia responsabilidad.

Luchar contra las debilidades actuales de las fuerzas comunistas existentes es el principal combate político que nuestra fracción, desde su constitución, trata de llevar a cabo en el interior del campo proletario. Este combate, esta orientación, esta necesidad vital para nuestra clase, la hemos reafirmado una vez más durante una reunión general de nuestra fracción en la cual hemos adoptado una resolución de actividades en la cual publicamos en este número del boletín. Esta resolución no se dirige solamente a nuestra fracción. Se dirige a todo el campo proletario, a los grupos de elementos aislados que le componen.

Para nosotros esta constituye un verdadero llamado a que deje su dispersión y estreche sus lazos. En efecto, nada sería más dramático, para las confrontaciones masivas entre las clases, cuya agravación de la situación actual, crisis y conflictos imperialistas, anuncia su aproximación, que el proletariado internacional se encontrara sin su vanguardia política, o en el mejor de los casos en la situación de tener que enfrentar a la burguesía con minorías políticas tan débiles y dispersas como las de ahora. Pero, es actualmente que las condiciones de la constitución de un partido deben ser claramente discutidas, debatidas, planteadas y que el proceso que conduzca a la unidad de los comunistas y al partido debe ser seriamente emprendido. Esto demanda una verdadera conciencia y voluntad políticas de las organizaciones y de los elementos que forman parte de lo que llamamos el campo proletario.

Sin presencia comunista efectiva, afirmada y determinada, en las confrontaciones entre clases futuras, sin verdadero Partido antes del período revolucionario, el proletariado internacional camina inevitablemente hacia la derrota histórica. Tal es el reto para el campo proletario.

21 de mayo de 2008.


Boletín Comunista 43 - FICCI