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Texto del movimiento obrero

Enseguida reproducimos un artículo de Lenin que “responde” a quienes reprochaban a los bolcheviques el no haber respetado el “voto democrático del pueblo” para la Asamblea constituyente sustituyéndolo por la dictadura de los consejos obreros. Además del recuerdo de la experiencia histórica del proletariado y de la defensa de la insurrección obrera y la dictadura del proletariado, es decir, del Octubre ruso de 1917, el interés del artículo reside también en el recuerdo de la importancia fundamental para el combate del proletariado de la lucha contra el oportunismo. Éste no es una dimensión secundaria, anexa, del combate de los comunistas sino precisamente una dimensión central, fundamental y permanente. No se limita solamente a la “simple” reflexión teórica y a la “simple” defensa de los principios desarrollados por el arma teórica del proletariado, el marxismo, sino que se extiende y toma toda su amplitud en el combate real, concreto, de la lucha de clases, cuando las corrientes oportunistas y las que se mantienen fieles al comunismo se materializan y se oponen en la realidad histórica, es decir, en la lucha de clases, al ponerse cada una en un lado opuesto de la barricada de clase.


Las elecciones a la Asamblea Constituyente y la dictadura del proletariado (extractos)
Lenin – diciembre 1919

(...) Los datos de las elecciones a la Asamblea Constituyente nos han permitido examinar las tres condiciones del triunfo del bolchevismo: 1) mayoría aplastante entre el proletariado; 2) casi la mitad del ejército; 3) superioridad aplastante de fuerzas en el momento decisivo y en los lugares decisivos, a saber: en las capitales y en los frentes próximos al centro.

Ahora bien, si los bolcheviques no hubiesen conseguido atraer a su lado a la mayoría de las masas trabajadoras no proletarias, no hubiesen logrado arrebatárselas a los eseristas y demás partidos pequeñoburgueses, estas condiciones sólo habrían podido proporcionar una victoria sumamente efímera e inestable.

Esa es la cuestión principal.

Y la causa fundamental de que los "socialistas" (léase los demócratas pequeñoburgueses) de la II Internacional no hayan comprendido la dictadura del proletariado reside en su incomprensión de que el poder estatal en manos de una clase, en manos del proletariado, puede y debe convertirse en el instrumento que permita a éste conquistar las masas trabajadoras no proletarias, en el instrumento que le permita arrebatar esas masas a la burguesía y a los partidos pequeñoburgueses.

Llenos de prejuicios pequeñoburgueses y habiendo olvidado el contenido principal de la teoría de Marx acerca del Estado, los señores "socialistas" de la II Internacional ven en el poder estatal una especie de sanctasanctórum, un ídolo o una resultante de votaciones de carácter formal, una absolutización de la "democracia consecuente" (y de otras zarandajas por el estilo). No ven que el poder estatal es simplemente un instrumento que las distintas clases pueden y deben utilizar (y saber utilizar) para sus objetivos de clase.

La burguesía ha utilizado el poder estatal como arma de clase de los capitalistas para luchar contra el proletariado, contra todos los trabajadores. Así ha ocurrido en las repúblicas burguesas más democráticas. Esto sólo han podido "olvidarlo" los traidores al marxismo.

El proletariado (después de haber reunido "fuerzas de choque" políticas y militares suficientemente fuertes) debe derribar a la burguesía, arrebatarle el poder estatal y utilizar este instrumento para sus propios objetivos de clase.

Ahora bien, ¿cuáles son los objetivos de clase del proletariado?

- Aplastar la resistencia de la burguesía.

- "Neutralizar" al campesinado y, en la medida de lo posible, atraerlo a su lado, o, en todo caso, a la mayoría de sus elementos trabajadores, de sus elementos no explotadores.

- Organizar la gran producción maquinizada en las fábricas y, en general, con los medios de producción expropiados a la burguesía.

- Organizar el socialismo sobre las ruinas del capitalismo.

***

Los señores oportunistas, incluidos los kautskianos, se burlan de la doctrina de Marx y "enseñan" al pueblo que el proletariado debe, primero, conquistar la mayoría mediante el sufragio universal, recibir, después, el poder estatal merced a los votos de esta mayoría y, finalmente, sobre esta base de la democracia "consecuente" (otros la llaman "pura"), organizar el socialismo.

Pero nosotros, que nos basamos en la doctrina de Marx y en la experiencia de la revolución rusa, decimos:

el proletariado debe derribar primero a la burguesía y conquistar el poder estatal, utilizando después ese poder estatal, es decir, la dictadura del proletariado, como instrumento de su clase, a fin de ganarse la simpatía de la mayoría de los trabajadores.

***

¿Cómo puede convertirse el poder estatal en manos del proletariado en instrumento de su lucha de clase para ganar influencia entre las masas trabajadoras no proletarias, para atraerlas a su lado, para apartarlas de la burguesía y arrebatárselas a ésta?

En primer lugar, el proletariado lo consigne porque no pone en marcha el viejo aparato del poder estatal, sino que lo hace añicos, no deja de él piedra sobre piedra (a despecho de las lamentaciones de los asustados pacifistas y de las amenazas de los saboteadores) y crea un nuevo aparato del Estado. Este nuevo aparato estatal se halla adaptado a la dictadura del proletariado y a la lucha de éste contra la burguesía por la conquista de las masas trabajadoras no proletarias. Este nuevo aparato no ha sido inventado por nadie, sino que nace de la lucha de clase del proletariado, del desarrollo de esa lucha en extensión y profundidad. Este nuevo aparato del poder estatal, este nuevo tipo de poder del Estado es el Poder soviético.

Inmediatamente, a las pocas horas de haber conquistado el poder estatal, el proletariado de Rusia declaró disuelto el viejo aparato del Estado (adaptado durante siglos, como lo ha demostrado Marx, para servir a los intereses de clase de la burguesía, aun en la república más democrática) y entregó todo el poder a los Soviets, a los que sólo tuvieron acceso los trabajadores y explotados, cerrándoseles las puertas a todos los explotadores sin excepción.

Así es como, de golpe, en el acto, inmediatamente después de la conquista del poder estatal, el proletariado arrebata a la burguesía una masa enorme de partidarios suyos pertenecientes a los partidos pequeñoburgueses y "socialistas", pues esta masa, integrada por trabajadores y explotados, a los que venía engañando la burguesía (lo mismo que sus acólitos, los Chernov, los Kautsky, los Mártov y Cía.), al obtener el Poder soviético obtiene por vez primera un instrumento para desarrollar una lucha masiva en defensa de sus intereses contra la burguesía.

En segundo lugar, el proletariado puede y debe (inmediatamente o, en todo caso, muy pronto) arrebatar a la burguesía y a la democracia pequeñoburguesa "sus" masas, es decir, las masas que les siguen, para lo cual satisface por vía revolucionaria las necesidades económicas más apremiantes de estas masas mediante la expropiación de los terratenientes y la burguesía.

La burguesía no puede hacerlo, por muy "fuerte" que sea su poder estatal.

El proletariado puede hacerlo al día siguiente de haber conquistado el poder estatal, pues dispone del aparato necesario (los Soviets) y de los recursos económicos precisos (expropiación de los terratenientes y de la burguesía).

Así fue como el proletariado de Rusia arrebató a los eseristas las masas del campesinado, y se las arrebató literalmente a las pocas horas de haber conquistado el poder estatal, pues unas cuantas horas después de haber derrotado a la burguesía en Petrogrado, el proletariado triunfante promulgó el Decreto sobre la tierra, en el que con una rapidez, una energía y una abnegación verdaderamente revolucionarias, dio satisfacción plena e inmediata a todas las necesidades económicas apremiantes de la mayoría del campesinado, mediante la expropiación total de los terratenientes sin ninguna indemnización.

Para demostrar a los campesinos que el proletariado no quiere someterlos a su tutela ni a su mando, sino ayudarles y ser su amigo, los bolcheviques victoriosos no pusieron ni una palabra de su propia cosecha en el Decreto sobre la tierra, limitándose a copiarlo palabra por palabra de los mandatos campesinos (de los más revolucionarios, claro está) que los eseristas habían publicado en su periódico.

Los eseristas se sulfuraron, se indignaron, protestaron airados y vociferaron porque "los bolcheviques les habían robado su programa". Pero eso no hizo más que ponerlos en ridículo. ¡Valiente partido es ese que debe ser derrotado y expulsado del gobierno para que se pueda poner en práctica todo lo que su programa contiene de revolucionario y de beneficioso para los trabajadores!

Esta dialéctica es la que no han podido comprender jamás los traidores, los zopencos y los pedantes de la II Internacional: el proletariado no puede vencer sin conquistar a la mayoría de la población. Pero limitar o supeditar esa conquista a la obtención de la mayoría de los votos en elecciones celebradas bajo el dominio de la burguesía es dar pruebas de una cerrazón impenetrable a engañar simplemente a los obreros. Para atraer a su lado a la mayoría de la población, el proletariado tiene, en primer lugar, que derribar a la burguesía y adueñarse del poder del Estado; tiene, en segundo lugar, que implantar el Poder soviético, haciendo añicos el viejo aparato estatal, con lo cual quebranta inmediatamente la dominación, el prestigio y la influencia de la burguesía y de los conciliadores pequeñoburgueses entre las masas trabajadoras no proletarias. Tiene, en tercer lugar, que acabar con la influencia de la burguesía y de los conciliadores pequeñoburgueses entre la mayoría de las masas trabajadoras no proletarias, dando satisfacción revolucionaria a las necesidades económicas de estas masas a expensas de los explotadores.

Todo esto, como es lógico, sólo puede darlo cierto grado de desarrollo capitalista. Si falta esta condición fundamental, el proletariado no puede constituirse en clase independiente ni puede tener éxito en su larga preparación, educación, instrucción y prueba a través de muchos años de huelgas y manifestaciones, de poner en la picota y de expulsar a los oportunistas. Si falta esa condición fundamental, los grandes centros del país no pueden tener la importancia económica y política que habrá de permitir al proletariado, una vez dueño de esos centros, dominar todo el poder estatal, o mejor dicho, su nervio vital, su corazón, su médula. Si falta esa condición fundamental no puede haber entre la situación del proletariado y la de las masas trabajadoras no proletarias la afinidad, la semejanza y la conexión necesarias para que el proletariado sea capaz de influir sobre esas masas y para que su influencia dé los resultados apetecidos.

Prosigamos.

El proletariado puede conquistar el poder estatal, puede implantar el régimen soviético, puede satisfacer económicamente a la mayoría de los trabajadores a costa de los explotadores.

¿Es suficiente todo esto para alcanzar el triunfo total y definitivo? No.

Sólo los ilusos demócratas pequeñoburgueses y sus principales representantes de hoy día los "socialistas" y los "socialdemócratas" pueden imaginarse que, bajo el capitalismo, las masas trabajadoras están en condiciones de adquirir la conciencia, la firmeza de carácter, la sagacidad y la amplia visión política necesarias para tener la posibilidad, sin pasar por una larga experiencia de lucha, de decidir por simple votación, o en general de decidir de antemano, por cualquier procedimiento, cuál es la clase o el partido que han de seguir.

Eso es una ilusión. Es una fábula empalagosa de pedantes y melifluos socialistas del tipo de los Kautsky, los Longuet y los MacDonald.

El capitalismo dejaría de ser capitalismo si, de una parte, no condenase a las masas a un estado de embrutecimiento, agobio, terror, dispersión (el campo) e ignorancia, y si, de otra parte, no pusiese en manos de la burguesía un gigantesco aparato de mentiras y engaños para embaucar en masa a los obreros y campesinos, para embrutecerlos, etc.

Por eso, sólo el proletariado es capaz de sacar a los trabajadores del capitalismo y conducirlos al comunismo. No cabe ni pensar que las masas trabajadoras pequeñoburguesas o semi-pequeñoburguesas puedan decidir de antemano el complicadísimo problema político que plantea el dilema: "con la clase obrera o con la burguesía". Son inevitables las vacilaciones de las capas trabajadoras no proletarias, es inevitable que estas capas adquieran la experiencia práctica que les permita comparar la dirección de la burguesía y la dirección del proletariado.

Esta circunstancia es la que constantemente pierden de vista los devotos de la "democracia consecuente", quienes se imaginan que con votaciones se pueden resolver los problemas políticos más importantes. En realidad, estos problemas, si se trata de problemas agudos y exacerbados por la lucha, los resuelve la guerra civil, en la que desempeña un papel enorme la experiencia de las masas trabajadoras no proletarias (los campesinos en primer término), la experiencia de comparar, de confrontar el poder del proletariado con el poder de la burguesía.

(...)

Los partidarios de la democracia "consecuente" no han meditado en la significación de este hecho histórico. Lo mismo que antes, siguen arrullándose con el cuento infantil de que, bajo el capitalismo, el proletariado puede "convencer" a la mayoría de los trabajadores y atraérselos firmemente a su lado mediante votaciones. Pero la realidad nos demuestra que únicamente después de una lucha larga y encarnizada es cuando la dura experiencia sufrida por la vacilante pequeña burguesía la lleva a la conclusión, una vez comparada la dictadura del proletariado con la dictadura de los capitalistas, de que aquélla es mejor que ésta.

Todos los socialistas que han estudiado el marxismo y que desean tener en cuenta la experiencia proporcionada por la historia política de los países avanzados en el siglo XIX, reconocen en teoría la inevitabilidad de que la pequeña burguesía vacile entre el proletariado y la clase capitalista. Las raíces económicas de estas vacilaciones han sido puestas de manifiesto con toda evidencia por la ciencia económica, cuyos postulados han sido repetidos millones de veces en los periódicos, en las proclamas y en los folletos de los socialistas de la II Internacional.

Pero la gente no sabe aplicar esos postulados a la época peculiar de la dictadura del proletariado, y suplanta la lucha de clases por prejuicios e ilusiones democrático-pequeñoburgueses (acerca de la "igualdad" de las clases, la democracia "consecuente" o "pura", la solución de los grandes problemas históricos mediante votaciones, etc.). No quiere comprender que el proletariado, al conquistar el poder estatal, no interrumpe su lucha de clase, sino que la continúa en otra forma y con otros procedimientos. La dictadura del proletariado es la lucha de clase del proletariado a la cual sirve de instrumento el poder estatal y una de cuyas tareas es demostrar a las masas trabajadoras no proletarias, mediante una larga experiencia, a través de una larga serie de ejemplos prácticos, que para ellas es más beneficioso apoyar la dictadura del proletariado que la dictadura de la burguesía, y que fuera de eso no puede haber ninguna otra solución.

(...)

"Que antes -manteniéndose en pie la propiedad privada, es decir, el poder y el yugo del capital- la mayoría de la población se pronuncie a favor del partido del proletariado; sólo entonces podrá y deberá éste tomar el poder", dicen los demócratas pequeñoburgueses, de hecho criados de la burguesía, que se llaman "socialistas".

"Que antes el proletariado revolucionario derribe a la burguesía, acabe con la opresión del capital, destruya el aparato del Estado burgués; entonces podrá el proletariado victorioso ganarse rápidamente las simpatías y el apoyo de la mayoría de las masas trabajadoras no proletarias, satisfaciendo las necesidades de estas masas a expensas de los explotadores", decimos nosotros. Lo contrario constituiría en la historia una rara excepción (y aun en el caso de que se diera esa excepción, la burguesía podría recurrir a la guerra civil, como lo ha demostrado ya el ejemplo de Finlandia).

6. O con otras palabras:

"Comprometámonos antes a reconocer el principio de la igualdad o de la democracia consecuente -manteniéndose en pie la propiedad privada y el yugo del capital (es decir, una desigualdad de hecho a la par que una igualdad formal)- y busquemos, sobre esta base, la decisión de la mayoría", dice la burguesía y dicen sus acólitos, los demócratas pequeñoburgueses, que se llaman socialistas y socialdemócratas.

"Primero, la lucha de clase del proletariado, conquistando el poder estatal, derriba los pilares y los cimientos de la desigualdad de hecho; después, el proletariado, que ha derrotado a los explotadores, conduce tras de sí a todas las masas trabajadoras hacia la supresión de las clases, es decir, hacia esa igualdad, la única socialista, que no constituye un engaño", decimos nosotros.

7. En todos los países capitalistas, además del proletariado, o de esa parte del proletariado que tiene conciencia de sus tareas revolucionarias y es capaz de luchar por su realización, figuran capas trabajadoras numerosas inconscientemente proletarias, semiproletarias y semipequeñoburguesas, que siguen a la burguesía y a la democracia burguesa (incluidos aquí los "socialistas" de la II Internacional), pues están engañadas por ella, no tienen fe en sus fuerzas ni en las fuerzas del proletariado y no comprenden que pueden satisfacer sus necesidades más apremiantes a costa de la expropiación de los explotadores.

Estas capas trabajadoras y explotadas proporcionan a la vanguardia del proletariado aliados, con cuyo concurso tiene éste una firme mayoría de la población, pero el proletariado sólo puede ganarse esos aliados utilizando como instrumento el poder del Estado, es decir, únicamente después de haber derribado a la burguesía y destruido su aparato estatal.

8. En cualquier país capitalista, la fuerza del proletariado es incomparablemente mayor que su proporción numérica en la masa general de la población. Y esto es así porque el proletariado domina económicamente en el centro y en el nervio de todo el sistema económico del capitalismo, y también porque, bajo el capitalismo, el proletariado expresa, económica y políticamente, los verdaderos intereses de la inmensa mayoría de los trabajadores.

Por eso, incluso cuando constituye una minoría de la población (o cuando su vanguardia consciente y verdaderamente revolucionaria constituye una minoría de la población), el proletariado es capaz de derribar a la burguesía y de ganarse después muchos aliados entre esa masa de semiproletarios y pequeños burgueses que no se manifestará jamás a favor del dominio del proletariado, no comprenderá las condiciones y las tareas de ese dominio y a la que sólo su experiencia ulterior convencerá de que la dictadura del proletariado es inevitable, acertada y necesaria.

9. Finalmente, en cada país capitalista hay siempre capas muy amplias de la pequeña burguesía que vacilan inevitablemente entre el capital y el trabajo. Para triunfar, el proletariado debe, en primer lugar, elegir acertadamente el momento de su ataque decisivo contra la burguesía, teniendo en cuenta, entre otras cosas, la división entre ésta y sus aliados pequeñoburgueses o la inestabilidad de su alianza, etc. El proletariado debe, en segundo lugar, después de su victoria, aprovechar estas vacilaciones de la pequeña burguesía para neutralizarla, para impedir que se ponga de parte de los explotadores; debe saber mantenerse cierto tiempo a despecho de esas vacilaciones, etc., etc.

10. Una de las condiciones precisas para que el proletariado pueda prepararse para su victoria es la lucha prolongada, tenaz e implacable contra el oportunismo, contra el reformismo, contra el socialchovinismo y demás influencias y corrientes burguesas, inevitables por cuanto el proletariado actúa en un ambiente capitalista. Si no se libra esa lucha, si no se consigue previamente una victoria total sobre el oportunismo en el movimiento obrero, no cabe ni hablar siquiera de dictadura del proletariado. El bolchevismo no habría derrotado a la burguesía en 1917-1919 sí no hubiese aprendido antes -de 1903 a 1917- a derrotar y a expulsar implacablemente del partido de la vanguardia proletaria a los mencheviques, es decir, a los oportunistas, a los reformistas, a los socialchovinistas.

Y cuando hoy los líderes de los "independientes" alemanes o los longuetistas franceses y otros por el estilo, que de hecho siguen su vieja y habitual política de concesiones y concesioncillas al oportunismo, de transigencias con él, de servilismo rastrero ante los prejuicios de la democracia burguesa (o, como ellos la llaman, "democracia consecuente" o "democracia pura"), del parlamentarismo burgués, etc., reconocen verbalmente la dictadura del proletariado, se engañan muy peligrosamente a sí mismos o engañan simplemente a los obreros.

16-XII-1919.
V. I. Lenin


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