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¡Basta de ilusiones! El mundo capitalista no puede escapar a la crisis; y el verdadero desconcierto actual, por no decir pánico, de la clase dominante -gobernantes, políticos de todas las tendencias y otros expertos- revelan, ante los ojos de todos, su total impotencia. Esta crisis, hoy, golpea directa y frontalmente al corazón mismo del capitalismo, es decir, a sus grandes potencias europeas y norteamericanas. Esta vez estas no pueden ya trasladar a los países y zonas de la periferia del capitalismo los efectos principales y más desastrosos de ésta. Esta vez no pueden tampoco hacer trampa ni retrasar los plazos utilizando el recurso del endeudamiento masivo y a gran escala con miras a un supuesto “relanzamiento económico”. Incluso las fracciones más “optimistas” de la burguesía, en general las que están “en el poder”, saben que es la hora de la recesión. Ellas mismas confiesan que el relanzamiento del endeudamiento y la utilización generalizada de la impresora de billetes, principalmente tanto en los Estados Unidos como en Europa, sólo tienen, en el plano económico, un objetivo: el sálvese quien pueda generalizado. Es lo que muestra su agitación al tratar de evitar la inevitable quiebra de Grecia y de la mitad de los países europeos; o cuando se trata de salvar “la triple A” de los Estados Unidos y Gran Bretaña, los cuales están mucho más endeudados que Grecia y otras ovejas sarnosas; y cuando se trata también de limitar, o impedir, la penuria de “liquidez” en los mercados, es decir de los préstamos entre bancos, lo que tendría como consecuencia inmediata una caída brutal en una recesión que rayaría con la parálisis total de la economía... En cuanto al resto del mundo, especialmente los famosos “países emergentes” sobre los que tanto nos han machacado, son completamente incapaces de substituir a las grandes potencias para cualquier relanzamiento económico por lo que también se preparan, a su vez, para sufrir el contragolpe de la recesión generalizada, en tanto que se encuentran igualmente endeudados.
¡Basta de ilusiones! A pesar de esta catástrofe económica y la quiebra del sistema que revela a nivel mundial, el capitalismo no desaparecerá por sí solo, “naturalmente” por decirlo así. Por inhumano que sea, la burguesía no renunciará jamás pacíficamente a este bárbaro sistema de explotación del cual extrae sus ganancias y privilegios. La burguesía no bajará jamás los brazos para permitir que se instaure otro modo de producción, otra sociedad, sin clases ni explotación, sin ganancia ni dinero. Su naturaleza de clase, sus intereses fundamentales y su ideología (“el hombre es el lobo del hombre”) la empujan a relanzar, con aún más furia y rapacidad, las rivalidades imperialistas que le atraviesan en todos los sentidos, rivalidades que se expresan mediante una guerra económica global antes de transformarse en holocausto mundial.
Hoy, esta guerra económica se cristaliza en las tensiones crecientes entre Estados capitalistas que se manifiestan, por ejemplo, en las reuniones internacionales tipo G8, G7, G201, por no citar más que estas, que no son otra cosa que lugares de enfrentamiento, de las cuales no sale ninguna decisión económica “salvadora” -al grado de que cada una de ellas es ahora sistemáticamente seguida en los días siguientes por un hundimiento de las bolsas o de “ataques especulativos”; al grado de que los diferentes planes para salvar tal o cual país o sector económico se suceden uno tras otro sin buen éxito. De hecho, la actitud de la burguesía mundial no es tanto tratar de “resolver” la crisis como de desarrollar, entre sus diferentes partidos o naciones, una batalla sin misericordia. Lejos de acercar a las grandes potencias, de atenuar sus rivalidades, la crisis acelera la polarización imperialista. En nuestro periodo, ésta se organiza esencialmente entre, por un lado los Estados Unidos, - acompañados, entre otros, de una parte de los países anglosajones- y por el otro los principales países europeos alrededor de Alemania. La batalla entre el dólar y el euro, que se vuelve cada vez más aguda, es un índice patente. Para la burguesía estadounidense, la pérdida de la supremacía del dólar, su probable abolición como moneda de reserva internacional representaría un debilitamiento considerable de su potencia. Es por ello que su estrategia actual consiste en hacer todo lo posible por debilitar y desacreditar al euro, lo que significa atacar a lo que representa el “coto privado” de Alemania. Los ataques especulativos que se llevan a cabo actualmente contra las deudas de Estado de algunos países europeos son directamente lanzados por la burguesía norteamericana, tal como lo ha denunciado recientemente “la patrona de los patrones” francesa, Laurence Parisot. Igualmente, Alemania, Francia y Europa han denunciado los ataques políticos del FMI (que está esencialmente bajo la influencia estadounidense), al insistir en la exposición de los bancos europeos -sobre todo alemanes y europeos- a las llamadas deudas “soberanas” de algunos países europeos. Por su parte, los europeos no se han conformado y arrojan sin vacilación y abiertamente la responsabilidad de la crisis y sus consecuencias sobre los “malos” estadounidenses y sus amigos; tal sucede en sus discursos sobre las subprimas y el laxismo de la Reserva Federal, sobre la ideología “liberal” anglosajona y sobre la increíble suma de los gastos militares norteamericanos, etc.
En esta batalla planetaria entre capitalistas, las otras burguesías se encuentran confinadas, en el mejor de los casos, a los “segundos papeles”, confirmando así que la polarización principal se sitúa entre las dos riveras del Atlántico. El reto es pues enorme. No es tanto de orden económico sino fundamentalmente de orden imperialista. Estas tensiones y rivalidades económicas y financieras, ante el atolladero económico global sólo son momentos de la agravación de las rivalidades imperialistas y, en particular, de la polarización alrededor de las dos grandes potencias capitalistas.
Se vuelve cada día más evidente, y la crisis lo esclarece aún más, que Alemania es uno de estos dos líderes. La burguesía alemana está utilizando la crisis económica, por medio de las condiciones que impone a todos los países de la “zona euro” y sobre todo a los que se encuentran en grandes dificultades, para asentar su posición dominante y dirigente en Europa, que el euro le había ya otorgado ampliamente.
Es alrededor de Alemania que los acercamientos antiamericanos tienden a articularse, y esto de buen grado o por la fuerza. Porque sin duda, y la crisis actual no solamente lo confirma, sino que lo acentúa y acelera, las burguesías de todos los países están inevitablemente empujadas a marchar hacia la guerra imperialista generalizada y por tanto a prepararse para ella.
¡Basta de ilusiones! A pesar de sus profundas divisiones naturales, que se expresan actualmente de la manera más salvaje y sórdida, es decir imperialista, la burguesía internacional solo tiene un terreno en el cual se mantiene y se mantendrá siempre unida: cuando tiene que enfrentar al proletariado, en la ocurrencia actualmente para hacerle pagar su crisis. De acuerdo y unida lo está en las reuniones tipo G20, G8, G7, en los organismos internacionales -FMI, Banco mundial, etc.- para decidir y coordinar los planes de austeridad, es decir, las degradaciones brutales de las condiciones de vida y de trabajo de las clases explotadas.
De acuerdo y unida lo está para ejercer la mayor censura posible sobre las luchas obreras más fuertes y peligrosas -tal es el caso del silencio generalizado y casi total sobre la movilización en Grecia, a pesar de que ésta perdura y se desarrolla desde hace casi tres años.
De acuerdo y unida lo está también para desnaturalizar y desviar los movimientos de clase, especialmente en los países árabes, al terreno podrido de la “lucha por la democracia”. De acuerdo y unida lo está siempre para explotar a fondo las debilidades de la clase y buscar hacer, por ejemplo, del “movimiento de los indignados” en España -que es sensible a la mistificación del combate por una verdadera democracia “ciudadana” (?)- un ejemplo a seguir por todos los proletarios. De acuerdo y unida lo está, en fin, para justificar la represión policíaca e incluso militar cuando los Estados no logran ya controlar ni limitar el desarrollo de la cólera obrera, como en Grecia, Egipto, Gran Bretaña, España...
Por todos lados se pone de acuerdo para utilizar y desarrollar la mistificación ideológica de la democracia y para reforzar el ala izquierda de los aparatos de Estado poniendo de relieve a los partidos de izquierda y a otros izquierdistas radicales, y con la creación, gracias a las “redes sociales de internet”, de estructuras supuestamente informales del tipo “¡Democracia ya!” en España. Porque sabe que no es suficiente con oponerse desde “el exterior” a las luchas obreras para contenerlas y vencerlas. Tiene necesidad de relevos, de fuerzas -políticas y sindicales en primer término- en el interior mismo de las luchas que se presentan falsamente y hablan en nombre de la clase obrera y de sus intereses. Y, en particular, que tratan de dividir y vaciar de toda voluntad y perspectiva de extensión, de generalización y de unificación el combate de clase contra el Estado capitalista. Estas fuerzas se apoyan en las debilidades políticas de la clase obrera y en sus ilusiones democráticas. La utilización de la mistificación democrática para vaciar las asambleas de su función de extensión y de unificación de los combates de la clase obrera se ha vuelto un elemento esencial de la ofensiva política de la burguesía contra las luchas obreras, como lo muestra ampliamente la impotencia y el fracaso del movimiento de los “indignados” españoles. Es así como, desde el “interior” de las luchas, la ofensiva burguesa se vuelve más peligrosa, y es a este nivel que la confrontación entre las clases, en particular en su indispensable dimensión política, se expresa al más alto grado.
Pero esta aguda confrontación política no se limita tan sólo al dominio de las luchas obreras. La burguesía tiene también una necesidad imperiosa de debilitar a la vanguardia de la clase obrera, es decir, a sus minorías comunistas. Aquí también requiere intervenir desde “el interior” del campo comunista. Para ello se apoya en las debilidades de éste (su inclinación al sectarismo y sobre todo su división) e incluso busca relevos en su seno. Desafortunadamente, los encuentra en las tendencias consejistas y en el oportunismo político que afectan a una parte importante de este campo. Esta ofensiva llevada a cabo desde “el interior” se ha extendido peligrosamente a un ataque en regla contra la existencia misma de los grupos organizados de la Izquierda comunista.2
Tal como la clase obrera no puede evitar la confrontación política en sus luchas contra las fuerzas políticas y sindicales de la burguesía, las minorías comunistas y sobre todo los grupos serios de la Izquierda comunista no pueden ignorar ni evitar la confrontación resuelta especialmente con el oportunismo político que existe en su interior y que ahora reivindica abiertamente su objetivo: la destrucción de los grupos comunistas.
Es, pues, en todos los planos que la burguesía está obligada a atacar masiva y frontalmente al conjunto del proletariado internacional. Hemos entrado en un periodo histórico de confrontaciones decisivas entre las dos clases principales de la sociedad. Desde el punto de vista del proletariado, los combates no son aún lo suficientemente desarrollados como para imponer retrocesos significativos a la burguesía y despejar claramente ante los ojos de las masas obreras la perspectiva de la destrucción del capitalismo y la construcción de una sociedad sin clases, sin explotación y sin guerra. Sin embargo, las contradicciones entre las clases se exacerban como nunca desde hace décadas. Y, a pesar de las debilidades del proletariado y particularmente a nivel de su conciencia y de su vanguardia política, la situación jamás le ha sido tan favorable como en el periodo histórico actual: el capitalismo se le muestra cada vez más claramente como lo que es verdaderamente, es decir, un sistema en quiebra total, un sistema bárbaro que conduce a la humanidad a su fin si nada lo detiene; y debido a que el proletariado no está derrotado -ni histórica, ni política, ni físicamente-, debido a que en sus principales concentraciones expresa cada vez con mayor fuerza su rechazo a los sacrificios impuestos por la burguesía, demostrando con ello que no se somete a las ideología de la “democracia” y la nación, el proletariado está forjando las armas que le permitirán abatir a este sistema. Para ello, tiene desde ahora necesidad de una vanguardia comunista fuerte, activa y que busque su unión.
La FICI, 10 de septiembre de 2011.
Notas:
1. “De hecho, el G7-Finanzas se ha planteado la cuestión de saber si se tendría que pisar el acelerador para evitar una recesión o si convenía mantener el pie en el freno de los déficits establecidos por los planes de austeridad en los países ricos. La respuesta, según François Baroin, ministro francés de finanzas y presidente del G7, es que se tendría que pisar 'los dos teniendo en cuenta situaciones diferentes' . No se brindó ningún detalle sobre la manera de lograr esta sutil combinación de apoyo y austeridad” (Le Monde, septiembre 10, 2011).
2. Publicamos en este boletín extractos de una resolución secreta adoptada por la CCI en 2005, la cual planteaba hacer todo lo posible por destruir al BIPR de entonces (actual TCI). Desde entonces, la política liquidadora de la CCI actual ha sido emulada. Ya en 2009, el grupo Perspective Internationaliste lanzó un llamado un medio “prorrevolucionario” sobre la base de un rechaza idéntico hacia los grupos comunistas. Ahora, los círculos que dimitieron recientemente de la TCI -el Instituto Damen- y de la CCI -Controverses- van aún más lejos que PI y se unen a la política de liquidación de la CCI actual al decretar “la quiebra de la Izquierda comunista” y llamar a la desaparición-disolución de sus principales organizaciones, la TCI y la CCI. Desafortunadamente en el caso de esta última, el proceso está muy avanzado a la vista del balance que esta organización presenta sobre su 19º congreso internacional (esperamos volver al respecto en el próximo boletín). En cuanto a la TCI, nosotros haremos todo lo que podamos por luchar a su lado por el reagrupamiento y la constitución de un verdadero partido comunista mundial contra la “liquidación”.
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