Home  

El marxismo y las verdades eternas

Si vemos, pues, que las tres clases que forman la sociedad moderna, la aristocracia feudal, la burguesía y el proletariado, poseen cada una su propia moral, necesariamente tendremos que deducir que los hombres, sea consciente o inconscientemente, derivan sus ideas morales, en última instancia, de las condiciones prácticas en que se basa su situación de clase: de las relaciones económicas en que producen y cambian lo producido.

Cierto que hay algo común a las tres teorías morales mencionadas; ¿no será esto por lo menos una parte de la moral definida de una vez y para siempre? (...) Desde el momento en que se desarrolla la propiedad privada sobre las cosas muebles, se imponen necesariamente en todas las sociedades en que rige esa propiedad privada, como precepto moral, común a todas, el de “no robarás”. ¿Es que este precepto se transforma por ese solo hecho en norma eterna de moral? Nada de eso. En una sociedad de la que hubiesen desaparecido los móviles del robo, en la que por consiguiente, a la larga, sólo una persona perturbada pudiera robar, el predicador de moral que subiese al púlpito a proclamar solemnemente la verdad eterna de “no robarás”, sería objeto de la chacota general.

De acuerdo con eso, rechazamos toda pretensión de querer imponernos como ley eterna, definitiva, y por lo tanto, como ley moral inmutable, cualquier moral dogmática bajo el pretexto de que también el mundo moral tiene sus principios permanentes, que están por encima de la historia y de las diferencias nacionales. Por el contrario, afirmamos que hasta hoy toda teoría moral ha sido, en última instancia, producto de una situación económica concreta de la sociedad. Y como hasta hoy la sociedad se ha agitado entre antagonismos de clase, l a moral ha sido siempre una moral de clase : o justificaba la dominación y los intereses de la clase dominante, o representaba, cuando la clase oprimida se hacía lo bastante poderosa, la rebelión contra dicho dominio y los intereses del futuro de los oprimidos.

F. Engels, Anti-Dühring , 1878.


Boletín Comunista 49 - Fracción Interna de la CCI