Home  


TEXTO DEL MOVIMIENTO OBRERO
PROBLEMAS ACTUALES DEL MOVIMIENTO OBRERO
Internationalisme 25, 1947

A continuación, volvemos a publicar una parte de un texto de Internationalisme 1947, que fue ya retomado en la Revista Internacional 33 de la CCI (1983). Si ahora reproducimos esta parte, es porque nos parece que responde exactamente a una de las dificultades principales, a una de las debilidades esenciales, que sufre el campo proletario actualmente: el rechazo, la ignorancia, o incluso el temor, de la confrontación -del debate, si se prefiere- de las posiciones políticas divergentes entre las corrientes que componen en el presente la Izquierda comunista con el objetivo de la clarificación política y el reagrupamiento de los comunistas.

Originalmente, el artículo criticaba al PCI de Italia en 1947, desde el punto de vista de la Izquierda comunista de Francia- de la cual se reivindica la CCI. Hoy, la publicación, más de 60 años después, de este artículo no busca volver sobre la polémica que oponía en aquél entonces a la ICF y al PCI, ni tampoco a la que oponía a la CCI y al PCI en los años 1980. La primera, ha sido históricamente superada -lo que no quiere decir que no queden cuestiones políticas, de orden secundario según nosotros- en particular luego de los debates con el BIPR sobre la cuestión de la conciencia de clase y del partido (véase nuestro boletín 34, 35 y 37). La segunda, lo reconocemos actualmente, tendía ya a caer en el sectarismo, de ambos lados, al pretender justificar -después de los hechos- la legitimidad histórica de una corriente frente a la otra. En cambio, pedimos a los lectores enfocarse en el fondo de la argumentación, en el espíritu que anima al texto: En todas las épocas han existido de esos socialistas que temen que la discusión y la expresión de las divergencias puedan perturbar la buena acción de los militantes. A ese socialismo se le puede llamar SOCIALISMO OBTUSO o socialismo de la ignorancia (...) La perturbación provocada por tales controversias es precisamente la condición para la formación del militante, la condición de que su acción pueda basarse en una convicción sin cesar verificada, comprendida y enriquecida. Esa es la condición fundamental de la acción revolucionaria fuera de la cual solamente hay obediencia, cretinismo y servilismo”.

Actualmente, el “socialismo obtuso” es ampliamente dominante en las principales organizaciones de la Izquierda comunista a pesar de las tendencias opuestas, no “personalizadas”, no cristalizadas, no explícitamente afirmadas, que se expresan. La ironía de la historia es que los partidarios más rabiosos de este “socialismo obtuso”, los que incluso, presos del sectarismo y del fetichismo de organización, rechazan debatir con sus críticos que a la vez son los más próximos -pues defienden la misma plataforma política- y los más determinados -nosotros- se encuentran entre los que, oficialmente, de manera formal, se reivindican como los herederos directos de esta misma Izquierda comunista de Francia: nuestros lectores habrán comprendido que hablamos de la CCI oficial de los años 2000 -lo cual no quiere decir que esta tendencia al sectarismo no existiera ya antes en nuestra organización. El hecho de que ésta prefiera ahora aliarse en acciones comunes con grupos anarquistas (véase nuestro artículo al respecto en este boletín) y desarrolle su llamada “cultura del debate” incluso con los izquierdistas de todo pelaje, en los foros de internet que son todo excepto lugares de debate, de confrontación y clarificación políticas, no cambia en nada su traición al espíritu del artículo que reproducimos enseguida.

Desafortunadamente, y si bien a un grado claramente menor, el principal polo de reagrupamiento internacional, el exBIPR, hoy Tendencia Comunista Internacional, tiende a rechazar también esta necesaria confrontación política abierta y su silencio ante la Propuesta de sitio web de la Izquierda comunista de los Comunistas internacionalistas de Montreal (véase este número del boletín) es sólo la última expresión desafortunada, mientras que, en cambio, debería ser el portador, el primer factor activo, de esta dinámica de confrontación y de reagrupamiento políticos.

Todo esto expresa la gran debilidad del campo proletario, de los grupos comunistas, y debilita ya, y debilitará aún más, a la vanguardia política del proletariado en la reanudación significativa de las luchas obreras que se perfila inevitablemente en respuesta a la crisis y a la dinámica de guerra imperialista que impone el capital al proletariado internacional y al conjunto de la humanidad.

Porque es solamente en este medio de los grupos comunistas históricamente ligados a la Izquierda comunista, particularmente a la Izquierda llamada italiana -y no en los círculos consejistas y anarquistas en los que reina el individualismo y el diletantismo militante-, que estos debates y confrontaciones de las posiciones políticas pueden ser momentos de clarificación política y pasos adelante en el reagrupamiento de las fuerzas comunistas con miras a la constitución del futuro partido mundial del proletariado.

La fracción interna de la CCI (Jo, Ldo, Ju). Diciembre de 2009.


No es algo nuevo en política que un grupo cambie radicalmente su modo de ver y actuar cuando se convierte en una gran organización, en partido de masas. Podríamos citar múltiples ejemplos de estas metamorfosis. Podría aplicarse eso también y con razón, por lo menos en parte al partido bolchevique después de la revolución. Pero lo que sorprende, en cuanto al Partido Comunista Internacionalista de Italia, es la rapidez con la que el espíritu de sus principales dirigentes ha sufrido ese cambio. Y esto es tanto más sorprendente por cuanto, en fin de cuentas, el partido italiano representa, tanto numérica como funcionalmente, a lo más una fracción ampliada .

¿Cómo se puede explicar este cambio?

El Partido Comunista Italiano, por ejemplo, cuando su fundación, animado por la dirección de la izquierda y Bordiga, siempre fue el niño terrible en la Internacional Comunista, al no aceptar la sumisión "a priori" a la autoridad absoluta de los jefes, incluso a los que tenía la mayor estima. El PC de Italia buscaba discutir libremente y combatir, si era necesario, toda posición política que no compartía. Desde la fundación de la IC, la fracción de Bordiga se encontrará en muchos aspectos en oposición y expresará abiertamente sus desacuerdos con Lenin (Bordiga en el segundo congreso). A nadie se le ocurría entonces cuestionar ese derecho de libre discusión y.a nadie se le hubiera ocurrido ver en eso una "ofensa" a la autoridad de los "jefes".

Quizá personajes tan serviles y endebles como Cachin podían escandalizarse para sus adentros, pero entonces no se atrevían ni a manifestarlo. Es más, la discusión no era considerada como un derecho sino como un DEBER, como el único medio que permitía, mediante la confrontación de ideas y el estudio, la elaboración de las posiciones programáticas y políticas necesarias para la acción revolucionaria.

Lenin escribía: “ Es deber de los militantes comunistas comprobar por sí mismos las resoluciones de las instancias superiores del partido. Aquel que, en política, lo cree todo bajo palabra, es un idiota incorregible” .

Se sabe qué desprecio ponía Lenin en esos términos de “idiota incorregible”. Lenin insistía sin cesar en la necesaria educación política de los militantes. Aprender, comprender es algo que sólo se consigue mediante la discusión libre, mediante la confrontación general de las ideas por el conjunto de militantes sin excepción. Esto no es solamente un problema de pedagogía, sino una condición primordial de la elaboración política, del avance del movimiento de emancipación del proletariado.

Tras la victoria del stalinismo y la exclusión de la izquierda de la IC, la fracción italiana no dejó de combatir contra el mito del jefe infalible, y frente a Trotsky, exigía en la oposición de izquierda el mayor esfuerzo por el reexamen crítico de las posiciones pasadas y por la investigación teórica, mediante la mas amplia discusión de los problemas nuevos. La fracción italiana hizo ese esfuerzo antes de la guerra. No pretendió, sin embargo, haber resuelto todos los problemas; ella misma, como ya se sabe, estaba muy dividida sobre cuestiones de primera importancia.

Debemos hacer constar, sin embargo, que todas aquellas buenas disposiciones y tradiciones se han desvanecido con la formación del partido. El PCI es actualmente la agrupación en donde la discusión teórica y política es la menos existente. La guerra y la posguerra han planteado cantidad de problemas nuevos. Ninguno de ellos ha sido abordado en las filas del partido italiano. Basta con leer los escritos y periódicos del partido para darse cuenta de su extrema pobreza teórica. Cuando se leen las actas de la Conferencia Constituyente del Partido, uno se pregunta si tuvo lugar en 1946 o en 1926. Y uno de los dirigentes del partido, el camarada Damen si no nos equivocamos, tenía razón al decir que el partido retomaba y volvía a partir de las posiciones de... 1925. Pero, lo que para él representa la fuerza (las posiciones de 1925), expresa claramente el terrible retraso teórico y político, pone de relieve precisamente la extrema debilidad del partido.

Ningún período en la historia del movimiento obrero, ha trastornado tanto las adquisiciones y ha planteado tantos nuevos problemas como este período, relativamente corto, de 20 años, entre 1927 y 1947, ni siquiera el periodo de 1905 a 1925, a pesar de haber estado tan movido. La mayor parte de las tesis fundamentales en las que se basaba la IC, han envejecido y caducado. Las posiciones sobre la cuestión colonial, nacional, sobre la táctica, sobre los sindicatos, el partido y sus relaciones con la clase deben ser revisadas radicalmente. Por otra parte, hay que dar respuesta a problemas como el Estado después de la revolución, la dictadura del proletariado, sobre las características del capitalismo decadente, sobre el fascismo, el capitalismo de Estado, sobre la guerra imperialista permanente, sobre las nuevas formas de lucha y de organización unitaria de la clase. Problemas que la IC apenas pudo entrever y abordar y que han aparecido después de la degeneración de la Internacional.

Cuando, ante la inmensidad de esos problemas, uno lee las intervenciones en la Conferencia de Turín, en las que se repite como letanías las viejas posiciones del Lenin de L a enfermedad infantil del comunismo” -ya caducas en la época misma en que las escribió-, cuando uno ve al partido retomar como si no hubiera pasado nada, las viejas posiciones de 1924 de participación en las elecciones burguesas y de lucha dentro de los sindicatos, se toma la medida del retraso político de ese partido y todo lo que le queda por recuperar.

Y, sin embargo, es este partido -que es, de lejos, el más atrasado, repitámoslo, con respecto a la labor de la Fracción de antes de la guerra-, el que más se opone a cualquier discusión política interna y pública. Es en ese partido en donde la vida ideológica está más descolorida.

¿Cómo se explica eso?

La explicación nos la dio uno de los dirigentes de ese partido, en una conversación que mantuvo con nosotros. Nos dijo: “ El partido italiano está formado, en su gran mayoría, por elementos nuevos, sin formación teórica y políticamente vírgenes. Los antiguos militantes mismos, han estado durante 20 años aislados, cortados de todo movimiento del pensamiento. En el estado actual los militantes son incapaces de abordar los problemas de la teoría y de la ideología. La discusión sólo serviría para perturbar sus puntos de vista, y les haría mas daño que beneficio. Por ahora, lo que necesitan es pisar tierra firme, aunque sea con las viejas posiciones ya caducas, pero ya formuladas y comprensibles para ellos. Por ahora, basta con agrupar las voluntades para la acción. La solución de los grandes problemas planteados por la experiencia de entre las dos guerras, exige calma y reflexión. Sólo un "gran cerebro" puede abordarlas con beneficio y dar la respuesta que necesitan. La discusión general no haría otra cosa que propagar la confusión. El trabajo ideológico no incumbe a la masa de los militantes, sino a individualidades. Mientras esas individualidades geniales no hayan surgido, no podemos esperar un avance ideológico. Marx, Lenin, eran tales individualidades, tales genialidades en un periodo pasado. Hay que esperar la llegada de un nuevo Marx. Nosotros, en Italia, estamos convencidos de que Bordiga será esta nueva genialidad. Ahora está trabajando en una obra de conjunto que contendrá las respuestas a los problemas que preocupan a los militantes de la clase obrera. Cuando esta obra aparezca, los militantes sólo tendrán que asimilarla y el partido deberá alinear su política y su acción sobre estas nuevas determinaciones".

Ese discurso, que reproducimos casi textualmente, contiene tres elementos. Primero, una constatación de hecho: el bajo nivel ideológico de los miembros del partido. Segundo, el peligro que sería abrir amplias discusiones en el partido, porque solamente perturbarían a sus miembros y dislocarían así su cohesión. Y tercero, que la solución de los problemas políticos nuevos SOLO puede venir de un cerebro genial.

Sobre el primer punto, el camarada dirigente tiene totalmente razón, es un hecho incuestionable. Pero esta constatación debería incitar, creemos, a plantearse la cuestión del valor de ese partido, ¿qué presenta un tal partido para la clase? ¿Qué puede aportarle a la clase?

Hemos visto la definición que da Marx sobre lo que distingue a los comunistas del conjunto del proletariado: su conciencia de los fines generales del movimiento y de los medios para alcanzarlos. Si los miembros del partido italiano no presentan esta distinción, si su nivel ideológico no supera al del conjunto del proletariado ¿puede hablarse entonces de un partido comunista?.

Bordiga formulaba precisamente la esencia del partido como un "cuerpo de doctrina y una voluntad de acción". Si falta ese cuerpo de doctrina, ni mil reagrupamientos forman todavía al partido. Para volverse realmente, el PCI tiene como primera tarea la formación ideológica de cuadros, es decir, el trabajo ideológico previo para poder tener un partido real.

No es ese el pensamiento de nuestro dirigente del PCI, quien estima, al contrario, que tal trabajo solamente puede perturbar la voluntad de acción de los miembros. Qué decir de tal pensamiento, sino que nos parece MONSTRUOSO. ¿Hará falta recordar los valiosos pasajes del ¿ Qué hacer ? en el cual Lenin cita a Engels sobre la necesidad de la lucha en tres frentes: el económico, el político y el frente ideológico?

En todas las épocas han existido de esos socialistas que temen que la discusión y la expresión de las divergencias puedan perturbar la buena acción de los militantes. A ese socialismo se le puede llamar SOCIALISMO OBTUSO o socialismo de la ignorancia.

Contra Weitling, el jefe reconocido, el joven Marx fulminaba al escribir: “¡ El proletariado no tiene necesidad de la ignorancia!” . Si la lucha de las ideas puede perturbar la acción de los militantes, ¿No sería todavía mas cierto para el conjunto del proletariado? Y entonces se acabó el socialismo, a menos de profesar que el socialismo es la ignorancia. Es una concepción de iglesia, la cual también teme perturbar las mentes de sus fieles con demasiados problemas doctrinales.

Contrariamente a la afirmación de que los militantes sólo pueden actuar con certidumbre, aunque ésta se base en posiciones falsas, nosotros oponemos que no existen certidumbres, sino una continua superación de las verdades. Únicamente la acción basada en los hechos mas recientes, en continuo enriquecimiento, es revolucionaria. En cambio, la acción que se basa en verdades de ayer, pero ya caducadas, es estéril y reaccionaria. Se quiere nutrir a los miembros con buenas verdades seguras y absolutas, cuando sólo las verdades relativas que contienen su antítesis de duda dan una síntesis revolucionaria.

Si la duda y la controversia ideológica perturban la acción de los militantes, no se ve por qué esto sería un fenómeno únicamente válido para nuestros días. En cada etapa de la lucha surge la necesidad de superar las posiciones anteriores. En cada momento, la verificación de las ideas adquiridas y la de las posiciones tomadas es puesta en duda. Estaríamos, pues, en un círculo vicioso: o reflexionar, razonar y, por lo tanto no poder actuar, o actuar sin saber si nuestra acción se basa en un razonamiento reflexionado.

¡Hermosa conclusión a la que debería llegar nuestro dirigente del PCI, si fuera lógico con sus premisas!. Es en todo caso la idealización del tipo de “incorregible idiota” contra el cual Lenin no tenía suficientes sarcasmos. ¡Es el “perfecto cretino” elevado a la altura de miembro ideal del PCI de Italia!

Todo el razonamiento de nuestro dirigente acerca de la imposibilidad "momentánea" de la investigación y la teórico-política en el seno del PCI, no tiene ni la sombra de una justificación. La perturbación provocada por tales controversias es precisamente la condición para la formación del militante, la condición de que su acción pueda basarse en una convicción sin cesar verificada, comprendida y enriquecida. Esa es la condición fundamental de la acción revolucionaria fuera de la cual solamente hay obediencia, cretinismo y servilismo.

Pero el pensamiento íntimo de nuestro dirigente se encuentra expresado en el tercer punto. Allí está su pensamiento profundo. Los problemas teóricos de la acción revolucionaria no se resuelven con controversias y discusiones, sino con el cerebro genial de un individuo, del jefe. La solución no es una labor colectiva, sino individual del pensador aislado en su escritorio, que saca de su genialidad los elementos fundamentales de la solución. Una vez terminado ese trabajo, dada la solución, ya sólo le queda a la masa de militantes, al conjunto del partido, asimilar esta solución y alinear a ésta su acción política. Ello volvería las discusiones si no dañinas, al menos un lujo inútil, una estéril pérdida de tiempo. Y para apoyar esta tesis, se cita, entre otros, el ejemplo del trabajo de Marx.

Nuestro dirigente se hace una graciosa idea de Carlos Marx. Nunca otro pensador ha sido menos "hombre de escritorio" que Marx. Menos que en cualquier otro, se puede separar en Marx el hombre de acción, el militante del movimiento y el pensador. El pensamiento de Marx madura en correspondencia directa, no de la acción de los demás, sino con su acción junto con los demás en el movimiento general. No hay ninguna idea en su obra, que Marx no hubiera expuesto u opuesto, en conferencias y controversias a otras ideas, durante su acción. Es por ello que su obra mantiene esa frescura de expresión y vitalidad. Toda su obra, incluido El Capital , no es sino una continua controversia en la cual las investigaciones teóricas más arduas y abstractas lindan y se hallan estrechamente mezcladas con la discusión y la polémica directas. ¡Curiosa manera de concebir la obra de Marx considerándola como el producto de la milagrosa composición biológica del cerebro de Marx!

De modo general, se acabó el genio en la historia humana. ¿Qué representaba el genio en el pasado? Nada más que el nivel bajísimo de conocimiento del promedio de los hombres, en relación con el conocimiento de algunos individuos de la elite, entre los cuales la diferencia era inconmensurable. En etapas inferiores en el desarrollo del conocimiento humano, el muy relativo conocimiento podía ser una adquisición individual, tal como el medio de producción podía tener un carácter individual. Lo que distingue la herramienta de la máquina, es su cambio de carácter que, de producto rudimentario de un trabajo privado se convierte en producto complicado de un trabajo social colectivo. Igual ocurre con el conocimiento en general. Mientras era algo elemental, un individuo aislado podía abarcarlo en su totalidad; con el desarrollo de la sociedad y de la ciencia, el conocimiento ya no puede ser abarcado por el individuo, para ser mejor abarcado por la humanidad entera. La distancia entre el genio y el promedio de los hombres disminuye en la misma proporción en que se eleva la suma de conocimientos humanos. La ciencia, igual que la producción económica, tiende a socializarse. Del genio, la humanidad ha pasado al sabio aislado y del sabio al equipo de sabios. La división del trabajo tiende a aumentar. Para producir actualmente es necesaria la cooperación de grandes masas de obreros. Esta misma tendencia a la división, la encontramos en la producción "mental", y es lo que le asegura su desarrollo. El gabinete del sabio ha dejado el sitio al laboratorio en el que cooperan equipos de sabios, igual que el taller de artesano ha dejado el sitio a las grandes fábricas.

El papel del individuo tiende a disminuir en la sociedad humana, no como individuo sensible, sino como individuo que emerge de la masa confusa y flotando por encima del caos humano. El hombre-individuo está dejando el sitio al hombre social. La oposición de la unidad individual a la sociedad es resuelta mediante la síntesis de una sociedad en la que todos los individuos encuentran su verdadera personalidad. El mito del genio no es el porvenir de la humanidad. Deberá unirse con el mito del héroe y del semidiós en el museo de la prehistoria.

Puede pensarse lo que se quiera de la disminución del papel del individuo en la historia humana. Para poder continuar la producción técnicamente evolucionada, el capitalismo estaba obligado a instaurar la instrucción general. La burguesía se ha visto obligada a abrir cada vez más escuelas, se ha visto obligada a dejar que los hijos de los proletarios accedan a una instrucción superior.

Es esta misma medida, ha elevado la cultura general del promedio de la sociedad. Pero no puede ir mas allá de cierto grado sin afectar a su propia dominación, convirtiéndose así en impedimento para el desarrollo cultural de la sociedad. Esta es una de las expresiones de la contradicción histórica de la sociedad burguesa que únicamente el socialismo podrá resolver. El desarrollo de la cultura y de la conciencia sin cesar superada es la resultante pero también la CONDICIÓN del socialismo; y ahora, resulta que una persona que se dice marxista, que pretende ser un dirigente de un partido comunista, nos habla y nos pide que esperemos... al Genio salvador.

Para convencernos, nos contó la siguiente anécdota: Al presentarse después de la guerra con Bordiga, a quien no había visto desde hacía 20 años, sometió a su crítica unos escritos teóricos y políticos. Después de leerlos, Bordiga, quien había considerado erróneo su contenido, le habría preguntado qué pensaba hacer con ellos. “Publicarlos en las revistas del partido”, contestó nuestro dirigente. Por lo cual Bordiga habría replicado que, al no poderlos combatir, porque no tenía tiempo para hacer las investigaciones teóricas necesarias para refutar el contenido de esos artículos, él se oponía a su publicación. Y que si el partido hacía lo contrario, retiraría su colaboración literaria. La amenaza de Bordiga bastó para que nuestro dirigente renunciara a la publicación de sus artículos.

Esta anécdota, que se nos presentó como ejemplar, debería convencernos de la grandeza del maestro y del sentido de la moderación del alumno. En cambio, nos dejó un sentimiento de pena. Si tal anécdota es cierta, nos da una idea de espíritu que reina en el PCI de Italia, un espíritu absolutamente lamentable. De este modo, no es el partido, la masa de militantes, la clase obrera en su conjunto, quienes deberían juzgar si tal o cual posición política, sería justa o errónea. Esta masa ni siquiera debe ser informada. Sólo el “maestro” juzga lo que aquélla puede comprender y de lo que debe ser informada. ¡Preocupación sublime la de no "perturbar" la quietud de las masas! ¿Y si el “maestro” se equivoca, si está en el error? Eso es imposible, pues si el “maestro” se equivoca, ¿cómo creer que un simple mortal pudiera tener siquiera la posibilidad de juzgar? Sin embargo, ya les ha sucedido a otros “maestros” lo de equivocarse. ¡A Marx, a Lenin! Pero bueno, esto no le sucederá a “nuestro” “maestro”, en VERDAD. Y si esto ocurriera, sólo a un “maestro” futuro le corresponderá corregirlo. Esta es una concepción típicamente aristocrática del pensamiento. Nosotros no negamos el gran valor que puede tener el pensamiento del especialista, del sabio, del pensador. Pero rechazamos la concepción auténticamente monárquica del pensamiento, el derecho divino sobre el pensamiento. En cuanto al “maestro” mismo, éste deja de ser un ser humano cuyo pensamiento se desarrolla en contacto con los demás humanos, para convertirse en una especie de Fénix, un fenómeno que se mueve por sí mismo, la Idea pura que se busca, que se contradice y se aprehende a sí misma como Hegel.

Esperar al genio es proclamar la propia impotencia, es la masa que espera al pie del Monte Sinaí la llegada de no se sabe qué Moisés que le traerá no se sabe qué Biblia de inspiración divina. El ya viejo canto revolucionario del proletariado, la Internacional, dice:

“No hay salvador supremo, ni Dios, ni César, ni Héroe”. En el futuro habría que añadir “ni Genio” con dedicatoria particular a los miembros del PCI de Italia.

Existen muchas presentaciones modernas de esta concepción mesiánica: el culto al “jefe infalible” de los stalinistas; el Fuhrer. principio de los hitlerianos; la pertenencia de los camisas negras al Duce. Son la expresión de la angustia de la burguesía decadente que vagamente toma conciencia de su próximo fin y que intenta salvarse arrodillándose ante el primer aventurero que llega. El concepto del genio forma parte de la misma familia de divinidades.

El proletariado no tiene nada que ver con eso, y no debe temer ser perturbado al observar la realidad de frente, porque el porvenir del mundo le pertenece.

Internationalisme 25, 1947.


Boletín Comunista 48 - Fracción Interna de la CCI