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DEBATE EN EL CAMPO PROLETARIO
Correspondencia con un simpatizante de México

Publicamos a continuación una correspondencia con un camarada de México, simpatizante del campo proletario, dirigida a la CCI, a nuestra Fracción y al BIPR, para poner en evidencia, según él, la oposición entre las posiciones de nuestra Corriente y la experiencia bolchevique sobre el papel dirigente del partido en las luchas. El sentido político de la palabra “dirección política” es un debate en el campo proletario y esta cuestión debe aclararse al máximo. Al publicar este intercambio de cartas, esperamos contribuir al respecto.


19 de julio, 2008

De David para:

Camaradas de la CCI

Camaradas de la Fracción Interna de la CCI

Camaradas del BIPR

Camaradas esto es una segunda parte, a la carta que les envié con fecha de 8 de marzo del presente año [2008], y es realizada por haber un punto mas para plantear a la clase, y creo es de una importancia crucial, y además de contener una critica a la CCI. Por la importancia que yo le doy a estas cuestiones, amplio su divulgación, queda a su consideración suya dichas cuestiones.

Existe un punto político más para plantear en una asamblea, a la clase? Yo pienso que si; en una asamblea con el problema de la “ley ISSSTE”, por ejemplo (retomémoslo), que tan valido seria decir las siguientes palabras.

Compañeros el peso de estas medidas, de esta ley del ISSSTE, nos afecta tanto, que no veo otra respuesta por parte nuestra que la huelga”.

Este tipo de decisiones se toman precisamente en una asamblea. Si la masa trabajadora no lo ha propuesto, uno como parte de la clase y como parte del sector mas conciente de esta (como revolucionario y parte de la organización revolucionaria) no veo objeción alguna para hacer este planteamiento, incluso creo yo, debe ser parte de la tarea de la organización revolucionaria en su conjunto.

El descontento ante esta ley todos lo conocimos, el primer paso para que un descontento general pase a ser una lucha, (ante una medida de la burguesía), es la huelga, si la huelga simple y su éxito dependerá de su extensión y profundización en la clase, así también de la intervención de los revolucionarios y su organización; la huelga de masas es su generalización, es la extensión y profundización de la lucha, que generalmente empieza con una huelga.

Pero vayamos por partes, la experiencia RUSA de 1905 es de donde me apoyare para realizar este análisis, es ahí donde se consolido una unión entre soviet y huelga de masas; tratemos de hacer un resumen sobre esta experiencia de 1905 en las palabras de los máximos revolucionarios de aquel tiempo, los subrayados serán míos y no creo que este resumen este de mas. Primero veremos el planeamiento de la huelga en una asamblea y después la cuestión de la intervención de los revolucionario.

[Sigue aquí, en la carta del camarada, una serie de amplias citas de lenin (“Informe sobre la revolución de 1905”), de Trotsky (“1905”), y de Rosa Luxemburg (“Huelga de masas...”) sobre el papel fundamental de la huelga. No la reproducimos aquí, por falta de espacio y en la medida en que, además de que los principales pasajes son ampliamente conocidos en el campo proletario, los reproducimos también en nuestra respuesta. Nota de la Fracción]

La intervención de los revolucionarios es una necesidad de primera línea, una intervención directa, de hombro a hombro, en el desarrollo de la lucha misma, la palabra mas común utilizada por Lenin y Troksky sobre este aspecto (la relación entre organización de revolucionarios y la clase) es textualmente DIRIGIR, pero veamos esto poco a poco.

La emancipación de la clase obrera debe ser obra de ella misma”. Los revolucionarios no somos algo ajeno a la clase, ¿o no?, somos su sector mas conciente, mas avanzado, el que impulsa hacia adelante. Pues si, no somos algo ajeno a la clase como para no participar como individuo o como organización en la vanguardia de clase en la lucha misma, ¿o no?. Los revolucionarios como organización deben de dirigir a la clase (...)

[Siguen otros amplios pasajes de “Nuestras tareas políticas” de Trotsky que trazan el combate de los iskristas contra los economistas, la cuestión de la preparación de las luchas, la relación entre propaganda y dirección política. N de la F].

Lenin criticaba a la socialdemocracia Rusa sobre su actuación en la revolución de 1905 de la siguiente manera:

Tienen miedo a que la historia les imponga el papel dirigente en la revolución democrática, les aterra el pensamiento de que puedan verse obligados a dirigir la insurrección (...) No comprenden que cuando mayor sea el AHÍNCO con que nos esforcemos por tomar en nuestras manos la dirección de la insurrección, mayor será nuestra participación en esta obra, y que cuando mayor sea esa participación, menor será la influencia de la democracia antiproletaria o no proletaria” (Lenin, “Las jornadas revolucionarias de 1905”).

Estas reflexiones sin duda sirvieron para dar forma a su intervención de los bolcheviques. (...) ¿Existe una diferencia  entre la CCI y los bolcheviques, esto, como una diferencia de principio en el contenido del trabajo?. Sí, el problema es una diferencia de principio en el contenido del trabajo, es decir, una diferencia de un principio político en la práctica revolucionaria, y esto es un problema problema amplio y profundo.

Ya vimos unos ejemplos de la forma de pensar y actuar de los bolcheviques, veamos ahora brevemente la forma general de ver esta problemática en la CCI y de forma más particular su práctica revolucionaria.

El arma fundamental que tiene el proletariado para inclinar la balanza del lado de la revolución Comunista es su Conciencia de Clase (...) el proletariado crea sus organizaciones comunistas que tienen como función Defender, Profundizar y Extender su conciencia de clase (...) la revolución mundial del proletariado, mas allá de ser  un proceso colectivo y violento, se caracteriza, ante todo, por la necesidad de una conciencia de clase que lo guié (...). La necesidad de una organización consciente y autónoma del proletariado excluye de hecho toda forma de exclusividad y de especialización en las tareas. Incluso si las minorías revolucionarias surgiesen a la vez como expresión de la imposibilidad para el proletariado de luchar constantemente con una clara conciencia de sus objetivos y a la vez como instrumento indispensable para la superación de esta situación, estas no tienen porque poseer el patrimonio de tal función ni la exclusividad de tal tarea (...)

Obligatoriamente, los obreros mas combativos intentar persuadir con la discusión y su propia determinación a los compañeros mas reticentes. Más tarde, si la huelga llega a desencadenarse esos mismos elementos serán quienes sigan estimulando al conjunto de los compañeros en las asambleas generales y verán crecer el número de los que engrosan sus filas. De manera espontánea, pues, el proletariado hace surgir en su seno una vanguardia mas combativa (...) La marcha hacia la insurrección y la revolución es un proceso vivo, natural, en continua fermentación. Su aceleración, su generalización, no es posible más que con la existencia de una vida y una conciencia latentes, una fuerza subterránea formidable, que vacila aun en salir a la luz del día (...) El trabajo de vanguardia no hace sino hacer brotar y salir con fuerza una voluntad y una conciencia, latentes en el conjunto del proletariado. La acción de los revolucionarios y de la vanguardia obrera, lejos de frenar la espontaneidad combativa  del proletariado, constituye una de sus garantías esenciales. Esta acción, lejos de sustituir la espontaneidad o de seguirla pasivamente, acelera sus tendencias revolucionarias (...)

Así, lo que hace del partido, una parte viva del proletariado, lo que garantiza la autenticidad del lazo entre los revolucionarios y la clase, no es ningún “contacto físico” con los obreros ni un activismo arrebatado, sino la capacidad de la organización revolucionaria para hacer suyas las posiciones políticas que la historia  de la lucha proletaria ha definido.

Orientar el movimiento proletario hacia la vía revolucionaria no significa otra cosa para los comunistas que situar en primer termino e incansablemente los intereses históricos e internacionales del proletariado y el objetivo final de su movimiento. Esto parece simple, y lo es en realidad pero su puesta en práctica es muy difícil. Ciertos revolucionarios desconfían de tal simplicidad, por que a sus ojos tanta sencillez solo puede significar, subestimación e ignorancia de las altas responsabilidades del partido. Para realzar tal simplicidad y rodear al partido de su gloria se ven obligados a darle un papel “director”, dirigente, comandante. Orientar, catalizar, llevar adelante, el movimiento proletario, les parece para sus gustos una tarea demasiado pasiva (...) Así rebasan el sentido original del termino “orientar”, “dirigir”, para darle un sentido que conduce a una interpretación política falsa del papel de los revolucionarios (...) Orientar políticamente el movimiento proletario no significa otra cosa que intervenir para que la clase llegue a ser consciente de la dirección revolucionaria que históricamente esta abocada a tomar. (...) Formular de manera clara y simple una necesidad existente en el seno de la clase…En definitiva nada de brujería, la simplicidad de sus tareas se explica fácilmente (...)

¿Qué hacen los revolucionarios para asegurar el avance de la conciencia de la clase?. Participar en cada lucha y en su organización utilizando, de principio a fin, el impulso de cada combate para franquear el mayor numero de pasos posibles hacia la constitución del proletariado en fuerza capaz de abatir el sistema dominante.” (Folleto de la CCI “Organización comunista y conciencia de clase”).

Todo esto es una concepción muy diferente a la de los bolcheviques, concretémonos a la participación revolucionaria. Estas son las palabras de la CCI sobre su actividad revolucionaria, esta es su tendencia principal desde su inicio hasta la fecha de hoy, ella misma simplifica todo lo anterior en los siguientes puntos:

“'Revolución Mundial' (la revista o periódico) también será el medio principal para la intervención del GPI (nombre sección México de la CCI) en los combates de la clase obrera (...) La organización revolucionaria (...) Su papel principal central es contribuir al desarrollo y homogenización de la conciencia de la clase y la orientación del conjunto del movimiento” (RM N|1, abril 1987).

En resumen, esto es una diferencia de un principio político en la práctica revolucionaria de la CCI con respecto a los bolcheviques y su experiencia y enseñanzas en las revoluciones rusas de 1905 (en particular) y 1917 (en general), o sea, dos de las máximas experiencias proletarias mundiales hasta el día de hoy.

La reapropiación correcta de estas enseñanzas, de estas experiencias son necesarias hoy en día, por la caducidad del sistema capitalista.

La “orientación” como método no es ni será nunca una contribución seria contra el capital.

Y este método de “orientación no corresponde en lo absoluto a los bolcheviques.

¡Proletarios del mundo, uníos!

David, julio 2008.

Respuesta al camarada David

Estimado camarada:

Hemos considerado reproducir amplios extractos de tu carta, porque plantea desde cierto ángulo, una cuestión, como tú mismo la llamas, de “importancia crucial” para la clase obrera: ¿cuál es la función de la organización de revolucionarios? Para tí, y este es el eje de tu carta, sobre el que vuelves repetidamente, tal función es la de dirigir a la clase: “los revolucionarios como organización deben dirigir a la clase”.

Junto a este eje, insistes también en la cuestión de ¿cuál debe de ser la intervención de los revolucionarios en las huelgas, en las luchas inmediatas de la clase?, concluyendo que, igualmente, los revolucionarios deben dirigirlas: “La intervención de los revolucionarios es una necesidad de primera línea, una intervención directa, de hombro a hombro, en el desarrollo de la lucha misma, la palabra más común utilizada por Lenin y Trotsky … es textualmente DIRIGIR...”

En tu argumentación, citas a Lenin, a Luxemburg y principalmente a Trotsky y, por último contrastas esas citas con otras tomadas de la Corriente Comunista Internacional (principalmente de su folleto sobre organización) en las que ésta plantea que la tarea fundamental del partido es la de: “contribuir al desarrollo y homogenización de la conciencia de clase y la orientación del conjunto del movimiento”.

De allí concluyes que entre la CCI (y, por tanto, tambien la Fracción Interna) y los bolcheviques existe una diferencia fundamental: una diferencia de un principio político en la práctica revolucionaria de la CCI con respecto a los bolcheviques y su experiencia y enseñanzas en las revoluciones rusas de 1905 y 1917 (…) La reapropiación correcta de estas enseñanzas, de estas experiencias son necesarias hoy en día, por la caducidad del sistema capitalista. La 'orientación' como método no es ni será nunca una contribución seria contra el capital. Y este método de 'orientación' no corresponde en lo absoluto a los bolcheviques.

Evidentemente, no estamos de acuerdo en tu conclusión. Sin embargo coincidimos contigo en la necesidad imperiosa que tiene la clase de la “reapropiación correcta” de la experiencia de las revoluciones rusas de 1905 y 1917, es decir, de la época del surgimiento de los consejos obreros, pues a partir de allí se plantea por primera vez, y a diferencia de épocas anteriores ¿cómo debe organizarse la clase obrera para impulsar su lucha revolucionaria en la época del hundimiento del capitalismo? ¿cuál es la relación entre la organización de los revolucionarios y la organización de las amplias masas en la época de la toma del poder por parte del proletariado? Es decir, se trata de la cuestión fundamental del movimiento revolucionario sobre la relación entre el partido y los consejos, organizaciones que requiere indispensablemente la clase obrera para su lucha revolucionaria. Es, en efecto, tan importante esta cuestión, que podemos decir que la “reapropiación”, la interpretación, que se hace de aquélla experiencia es, actualmente, la fuente de las divergencias más importantes y profundas existentes entre los grupos actuales de la Izquierda comunista.

De entrada, para que veas que no se trata simplemente de elegir el “método” (como tú lo llamas) de “dirigir” a la clase, en lugar del de “orientarla”, para solucionar el problema, retomemos las siguientes citas de Lenin y de Trotsky (1905) de tu propia carta, acerca de los consejos obreros:

En el fragor de la lucha se formó una organización de masas original: los célebres Soviets de diputados obreros o asambleas de delegados en todas las fábricas” (Lenin). “El consejo o soviet de diputados obreros.. es la más importante organización obrera (...) fue la organización-tipo de la revolución. Todos los acontecimientos giraron en torno al soviet, todos los hilos se anudaron a él, todos los llamamientos procedieron de él (...) el soviet es el poder organizado de la masa misma (...) El soviet, por medio de sus miembros (...) preside directamente todas las manifestaciones sociales del proletariado en su conjunto o en grupos, organiza su acción y le da una consigna y una bandera”. (Trotsky)

De lo anterior destacamos dos cuestiones fundamentales: La primera, es que los consejos son una organización que surgen de las luchas obreras, es decir, no fueron la creación ni de los bolcheviques, ni de ningún otro partido en particular, sino que son la forma de organización de las masas, del conjunto del proletariado; en el que están representados todos los obreros por fábrica -y posteriormente geográficamente-, de todas las tendencias o partidos e incluso los obreros sin partido.

La segunda, y siguiendo la misma cita, es que no sería entonces el partido, sino los consejos obreros quienes “organizan” la acción de las masas, les dan una consigna y una bandera”; en suma, que “todos los llamamientos”, es decir, la dirección del movimiento del proletariado, procedería no del partido, como tú insistes, sino de los consejos.

Existe, pues, una contradicción en tu propia argumentación. Pero detrás de ésta se encuentra no una simple confusión o malentendido, sino una expresión de la dificultad que existe aún en el movimiento revolucionario para comprender la función del partido y la relación de éste con los consejos. Sin embargo, tú ni siquiera notas esta contradicción, y enseguida aleccionas: “Ellos, los bolcheviques dirigían los soviets, dirigían al proletariado, esto en su forma totalmente literal del término ¿Se equivocaron los bolcheviques?”

Pero con esa simple frase haces a un lado toda la “reapropiación de la experiencia histórica” acerca de los consejos obreros, pues reduces estos a una simple correa de transmisión de la “dirección” del partido, y borras el significado histórico que tienen no sólo en cuanto a las capacidades de iniciativa, autorganización y toma de conciencia revolucionaria de las masas, sino sobre todo, a cuál es el órgano de la revolución y de la toma del poder que precisamente nos ha legado como experiencia fundamental, tanto la revolución de 1905, como principalmente la de 1917, es decir, borras la importancia histórica y decisiva de los consejos.

En efecto. Si los soviets son simplemente el medio a través del cual el proletariado es dirigido por el partido, entonces tales soviets son solamente una fachada, o un instrumento del partido, el partido es el que toma el poder “a nombre del proletariado”, y los consejos dejan de ser, entonces, “el poder organizado de la masa misma”. Como ves, la cuestión de la función del partido no se resuelve afirmando simplemente “el partido debe dirigir a las masas”, “el partido debe dirigir a los consejos”, sino que todavía se debe explicar que se quiere decir con eso y, sobre todo, todavía se debe explicar cuál es entonces la función de los consejos, y cuál es la relación entre el partido y los consejos.

Trotsky escribió su “Historia de la Revolución Rusa” en 1929, esto es en un época en que los viejos bolcheviques tendían ya a abandonar la noción de que los consejos obreros eran los órganos de la toma del poder, y volvían a la vieja concepción -heredada de la época de la Segunda Internacional- de que era el partido quien tomaba el poder en nombre del conjunto de la clase. Y, por supuesto, él considera que el partido es la organización dirigente de la clase obrera. Sin embargo, podemos aún encontrar en esa obra las trazas de lo que significó realmente la revolución rusa y la relación partido-consejos:

La organización en base a la cual el proletariado puede no sólo derrocar el antiguo régimen, sino también sustituirlo son los soviets (…) Los soviets son los órganos que preparan a las masas para la insurrección, los órganos de la insurrección y, después de la victoria, los órganos de poder.

Pero los soviets no resuelven por sí mismos la cuestión. Según sean su programa y su jefatura, así habrán de servir para diversos fines. Es el partido el que da a los soviets un programa. Estos últimos, cuya existencia es punto menos que imposible fuera de las épocas revolucionarias, engloban al conjunto de la clase... el partido en cambio está a la cabeza de la clase. El problema de la conquista del poder sólo puede resolverse mediante la combinación del partido con los soviets (…)” (Trotsky. Historia de la Revolución Rusa, tomo II.- Cap.: “El arte de la insurrección”, p572-3. Negritas nuestras).

Según Trotsky, como vemos, la cuestión de la “dirección” del movimiento revolucionario se resuelve “mediante la combinación del partido con los soviets”, podríamos decir mediante la combinación de dos aspectos complementarios de la “dirección” del proletariado: los soviets son los órganos que preparan y llevan a cabo la insurrección de la clase, y son a través de estos que el proletariado toma el poder. La función del partido, en cambio, es dotar al movimiento de la clase de su programa político revolucionario. Se trata de un aspecto fundamental de la revolución proletaria, que además determina la función de la organización de revolucionarios: la cuestión de la conciencia de clase de las masas proletarias. Trotsky prosigue:

Una revolución se abre camino cuando las tareas objetivas, producto de las contradicciones económicas y de clase, logran proyectarse en la conciencia de las masas humanas vivientes, la modifican y establecen una nueva relación política de fuerzas (...) la nueva conciencia política de la clase revolucionaria, principal premisa táctica de la insurrección, se manifiesta en una colérica hostilidad hacia el orden constituido, y en la determinación de empeñar los esfuerzos más heroicos, (…)

El proletariado sólo puede adquirir esa confianza en su poderío, indispensable para lanzarse a la insurrección, cuando descubre ante sus ojos una clara perspectiva, cuando tiene la posibilidad de verificar activamente una relación de fuerzas que evoluciona en favor suyo y cuando se sabe dirigido por una jefatura inteligente, firme y audaz. Esto nos conduce a la última condición, pero no la menos importante para la conquista del poder: el partido revolucionario, como vanguardia sólidamente unida y templada de la clase. (Trotsky, ídem, p 575-6. Negritas nuestras).

Fundamentalmente en el mismo sentido, Lenin decía ya en 1902 que “la conciencia socialista de las masas obreras” es “la única base que puede asegurarnos el triunfo.” (Lenin¿Qué Hacer?, cap. I). Y asimsimo interrogaba “Pero ¿en qué consiste el papel de la socialdemocracia, sino en ser el 'espíritu' que no sólo se cierne sobre el movimiento espontáneo, sino que eleva a este último al nivel de 'su programa'?” (Idem, cap II-c).

De este modo, como puedes ver, cuando nosotros reivindicamos que la función del partido es “contribuir al desarrollo y homogenización de la conciencia de clase y la orientación del conjunto del movimiento”, lejos de alejarnos de Lenin y del Trotsky revolucionario, nos referimos precisamente a esta función que tiene la vanguardia de la clase a la que ellos se referían constantemente: trabajar por el desarrollo de la conciencia política y la confianza en las propias fuerzas del proletariado, así como dotarle de su programa político, proporcionarle la orientación política a su movimiento.

En cambio, en tu carta observamos el grave problema de que ni siquiera mencionas la cuestión de la conciencia revolucionaria de las masas; este aspecto está completamente ausente en la visión que desarrollas. Pero sin este aspecto: la necesidad del desarrollo al máximo posible de la conciencia revolucionaria en el conjunto del proletariado -y la participación fundamental del partido en esta tarea- todo lo que dices acerca de que el partido “debe dirigir” a las masas queda entendido, entonces, como si se tratara de la necesidad de una “dirección” ante la incapacidad de las masas de luchar conscientemente por sus propios objetivos revolucionarios. En el mejor de los casos, la “dirección” de la que hablas se asemejaría a la de una revolución burguesa, en la que la burguesía es la única clase que conoce los verdaderos objetivos de ésta, mientras que las masas son arrastradas por ella sólo por su propio descontento y desesperación, mediante falsas ilusiones. Sin embargo, lo que distingue a las masas proletarias revolucionarias de otras masas explotadas en el pasado es, precisamente, su conciencia de clase -y de allí la capacidad de dotarse de organismos propios para la lucha por el poder y para ejercer el poder; y de allí también las tareas del partido.

El otro aspecto de tu carta en que insistes, acerca de la intervención “hombro a hombro” de los revolucionarios en las huelgas económicas subraya, aún más, la omisión que haces sobre la conciencia de clase entre las masas proletarias. Tu carta nos remite al debate de principios del siglo XX en el partido socialdemócrata ruso entre las corrientes de los “políticos” y los “economicistas”. Sin embargo, aquí también tenemos apreciaciones diferentes sobre la “experiencia histórica” a rescatar: Para nosotros, la tendencia de Lenin pugnaba fundamentalmente por la creación de un partido de la vanguardia del proletariado, sólido y centralizado, en el que se incluyeran únicamente militantes revolucionarios y cuya tarea fundamental de intervención tuviera la mira, precisamente, de la elevación del nivel político de la lucha de la clase, con miras a la preparación de la revolución; ello en oposición a la tendencia “economicista” que mantenía la noción de un partido de límites imprecisos, en el que se incluyeran no sólo militantes sino todo tipo de colaboradores informales, y cuya tarea fundamental de intervención fuera apoyar las luchas reivindicativas “inmediatas” de la clase, sin preocuparse mucho por la “futura” revolución. Según Lenin:

La socialdemocracia(1) dirige la lucha de la clase obrera no sólo para obtener condiciones ventajosas de la fuerza de trabajo, sino para que sea destruido el régimen social que obliga a los desposeídos a vender su fuerza de trabajo a los ricos. (…) los socialdemócratas no sólo no pueden circunscribirse a la lucha económica, sino que ni siquiera pueden admitir que la organización de las denuncias económicas constituya su actividad predominante. Debemos emprender activamente la labor de educación política de la clase obrera, de desarrollo de su conciencia política (ídem. Cap III-a. Negritas nuestras).

Históricamente, fue la tendencia de Lenin la que a la postre tuvo razón, mientras que -en ese periodo- el grupo al que pertenecía Trotsky se mantenía en una posición “centrista”, vacilando entre la postura “política” y la “economicista”, tratando de “conciliarlas”. Según nosotros, aquí los principios de base de la CCI -que son también los de nuestra Fracción- coinciden plenamente con esas tareas de los revolucionarios planteadas por Lenin:

Orientar el movimiento proletario hacia la vía revolucionaria no significa otra cosa para los comunistas que situar en primer término e incansablemente los intereses históricos e internacionales del proletariado y el objetivo final de su movimiento (…) Orientar política el movimiento proletario no significa otra cosa que intervenir para que la clase llegue a ser consciente de la dirección revolucionaria que históricamente esta abocada a tomar (…) ¿qué hacen los revolucionarios para asegurar el avance de la conciencia de clase? Participar en cada lucha y en su organización utilizando, de principio a fin, el impulso de cada combate para franquear el mayor número de pasos posibles hacia la constitución del proletariado en fuerza capaz de abatir el sistema dominante” (CCI, citas tomadas de tu carta).

De antemano, reafirmamos pues, como tú lo haces igualmente, la necesidad de que los revolucionarios intervengan con decisión y en la medida de sus fuerzas, en las luchas inmediatas, manifestaciones, huelgas, asambleas, y en todas las expresiones de lucha del proletariado. Pero, nuevamente, la cuestión no es “intervenir” o “no intervenir” en sí, sino de qué tipo de intervención se trata. La intervención de la vanguardia organizada y consciente de la clase debe estar enfocada precisamente a difundir la conciencia revolucionaria entre las masas; proporcionarle una orientación política a todas las expresiones de lucha, para que éstas no se queden limitadas a meras luchas de resistencia, sino que éstas luchas se unan al torrente de la lucha por el derrocamiento del actual sistema. Evidentemente, esto no implica que los revolucionarios no intervengan como parte de la clase directamente en las luchas, o que no puedan y deban proponer orientaciones concretas en una lucha inmediata (extender la huelga o volver al trabajo si no existen condiciones; formular reivindicaciones que permitan la incorporación de los mayores sectores posibles de obreros; denunciar las maniobras de los sindicatos y los patronos; llamar a las asambleas generales o la formación de organismos representativos como comités de huelga; redactar un volante, etc.). Pero de lo que se trata es de que el eje de su intervención tiene siempre en la mira “elevar” políticamente el movimiento, y no marchar a la cola detrás de éste -y mucho menos detrás de los sindicatos y de la izquierda del capital.

En cambio en tu carta, al insistir en la “intervención hombro a hombro” evocas con simpatía la tendencia economicista: dices que, por ejemplo, el papel de los revolucionarios debería incluir proponer luchas reivindicativas particulares (como un llamado a huelga contra la ley del ISSSTE); asimismo, citas la organización de una huelga de resistencia en la época de la socialdemocracia rusa, la organización de las asambleas, de los almuerzos, etc., y das la idea que ese también debería ser el papel de los revolucionarios; y en cambio, de nuevo, extrañamente, no dices nada acerca de la tarea fundamental de los revolucionarios de contribuir al “desarrollo de la conciencia revolucionaria” de la clase.

Ahora bien. Si por un lado consideramos que los principios de base de la CCI (y de la Fracción) recogen la esencia de los principios del partido bolchevique, en cuanto a la relación partido-masas, por otro es también cierto que entre el concepto de “dirigir” heredado de los partidos de la segunda internacional y el de “orientación” utilizado por nosotros, existe una diferencia que no se reduce a una mera preferencia de terminología, sino que, efectivamente tienen un contenido diferente -aunque no es la que tú nos atribuyes, en el sentido de que nosotros despreciaríamos la intervención en las luchas o de que consideraríamos que los revolucionarios no deberían de estar “al frente” del movimiento de la clase. Se trata, por el contrario, de un cambio objetivo en la función del partido, el cual se da, precisamente con el cambio de era del capitalismo (con la decadencia del capitalismo y la apertura de la era de la revolución mundial del proletariado) y específicamente con el surgimiento de una nueva forma de organización política de la clase: los consejos obreros.

En efecto. En la época de la Segunda Internacional se consideraba que la función de “jefatura”, o de “dirección” del partido coincidía con el objetivo de la toma del poder por éste, en tanto que representante del conjunto del proletariado; como consecuencia el partido trataba de agrupar a su alrededor a las amplias masas del proletariado, no sólo como militantes del partido, sino también a través de las diferentes organizaciones de masas ligadas a éste (sindicatos, cooperativas, escuelas, etc.).

La revolución rusa de 1905 plantea la ruptura del viejo esquema de los partidos de la segunda internacional, apto para la lucha pacífica por reformas y parlamentaria; y la creación de nuevas formas de organización de la clase, más adaptadas a las necesidades de una lucha revolucionaria, por la destrucción del régimen vigente: por una parte, la de un partido centralizado, que incluyera únicamente a los militantes de vanguardia y, por otra la de los consejos obreros como forma de organización de las masas en periodos revolucionarios. Esta nueva forma cristalizó a un grado aún superior durante la revolución de 1917 en Rusia, y en los demás intentos insurreccionales de los años siguientes, en una serie de países. Sin embargo, a pesar de que históricamente la acción conjunta (“combinada”, como dice Trotsky) del partido de vanguardia y los consejos obreros representa la forma más avanzada que ha encontrado el proletariado para su lucha revolucionaria, esta forma de organización, en la medida en que agrupa a sectores diferentes de la clase, contiene la posibilidad del desarrollo de una contradicción en su seno, precisamente acerca de “qué organismo dirige el movimiento” y de allí “qué organismo toma el poder”: ¿el partido o los consejos?.

Esta contradicción no se elimina afirmando simplemente, como tú lo haces, que “el partido dirige a los consejos”, pues los consejos no son básicamente un organismo creado por el partido (como lo podían ser, por ejemplo, los sindicatos del partido en la época de la segunda internacional), sino que al agrupar a las amplias masas del proletariado expresan toda la gama de tendencias políticas y todos los niveles de conciencia que pueden existir en su seno en un momento dado. Del mismo modo, la participación de militantes del partido como delegados de los consejos, lejos de resolver la contradicción, la vuelven aún más compleja, pues estos delegados deben obedecer el mandato de las masas, el cual no necesariamente coincide con el del partido.

De hecho, si revisas la experiencia histórica de la oleada revolucionaria internacional de 1917-23, verás que la convergencia, o coincidencia entre las orientaciones (o directrices) del partido y las de los consejos, es solamente una tendencia, que se vuelve un hecho tangible solamente en Rusia, y ello durante un corto tiempo, durante unos pocos meses, alrededor del periodo de la insurrección y la toma del poder. La mayor parte de la existencia de los consejos antes del periodo insurreccional, la tendencia bolchevique está en minoría. Pero, y esto es lo verdaderamente dramático, en el periodo de reflujo del movimiento, las contradicciones entre los consejos y el partido se convertirán en un verdadero divorcio -el cual tuvo su expresión histórica más dramática en la represión del soviet de Kronstadt por el partido bolchevique.

Es precisamente en la diferente interpretación o “reapropiación” de la experiencia histórica de esa oleada, donde podemos ver el origen de las divergencias y diferentes corrientes dentro del campo de la Izquierda comunista, en relación a la cuestión de la organización, al papel del partido y la relación de éste con los consejos. Por su parte, las posiciones de principio de la CCI sobre esta cuestión tienen su raíz en el grupo de la izquierda comunista “francesa” que entre 1945 y 1952 publicó Internationalisme.

La aportación de Internationalisme durante el periodo más hondo y obscuro de la contrarrevolución stalinista, es haber defendido y planteado nuevamente la cuestión de la relación partido-masas en función de la necesidad del desarrollo de la conciencia de clase:

La dificultad fundamental de la Revolución socialista reside en esta situación compleja y contradictoria: por una parte, la Revolución sólo puede realizarse como acción consciente de la gran mayoría de la clase obrera, por otra parte esta toma de conciencia se enfrenta a las condiciones en que viven los obreros en la sociedad capitalista, condiciones que impiden y destruyen sin cesar la toma de conciencia por los obreros de su misión histórica revolucionaria. Esta dificultad no puede absolutamente ser superada únicamente mediante la propaganda teórica, (...) [tampoco] la dificultad no podría encontrar la condición de su solución mediante las luchas económicas de los obreros. (…) Tal factor sólo puede ser ese elemento político de la clase [el partido], que extrae su substancia teórica no de las contingencias y el particularismo de la posición económica de los obreros sino del movimiento de las posibilidades y necesidades históricas. Sólo la intervención de este factor permite a la clase pasar del plano de la reacción negativa al plano de la acción positiva, de la revuelta a la revolución. (“Acerca de la naturaleza y función del partido político del proletariado”. Internationalisme N° 38, octubre 1948. Negritas nuestras).

Como ves, el partido es un elemento clave, fundamental, para la revolución proletaria, porque el movimiento revolucionario del proletariado requiere de la acción lo más consciente posible de las más amplias masas posibles, y la organización de revolucionarios, el partido, es el único garante de la continuidad de la conciencia de clase en los periodos de reflujo, y el único garante de la extensión de ésta conciencia en los periodos de ascenso del movimiento. Es él quien elabora a partir de la experiencia histórica el programa de la revolución y lo transmite al conjunto de la clase.

Esta postura sobre la relación partido-masas se confrontaba, en el campo proletario de aquéllos años, por una parte con las corriente que llamamos “sustitucionista”, la cual había llegado a la conclusión de que en realidad la dictadura del proletariado era ejercida no por los consejos obreros, sino por el partido. Esta corriente veía como causa única de la degeneración de la revolución el que no hubiera podido extenderse a escala internacional, pero rechazaba cualquier crítica a la actuación del partido, y retomaba la concepción de que era el partido el que tomaba el poder en nombre de las masas. Esta corriente subsiste hasta nuestros días en las organizaciones que provienen de la Izquierda italiana llamadas “bordiguistas”. Por ejemplo, el PCI-Programma communista expresa claramente en su plataforma que:

El Partido Comunista, cuya característica programática consiste en esta realización fundamental, representa, organiza y dirige unitariamente la dictadura proletaria. (...) La defensa del régimen proletario contra los peligros de degeneración (…) no puede ser asegurada más que por la dictadura proletaria con la lucha unitaria internacional del proletariado (...), y mediante el control político y prográmatico del Partido comunista mundial sobre los aparatos de los Estados en que la clase obrera ha conquistado el poder.” (Programa del Partido Comunista Internacional).

Es de frente a estas concepciones que tendían a negar el significado y la importancia histórica mundial de los consejos obreros, que veían a estos como un mero instrumento del partido, que Internationalisme subraya el papel de la conciencia de las masas. Y es también de aquí, para distinguirse de las corrientes sustitucionistas -sin por eso negar el papel fundamental del partido- que se puede adoptar el término de “orientación”, como el de “dirección”, para resumir su función:

Sería absolutamente erróneo querer sustituir con estos organismos, manifestaciones de la conciencia y de la existencia de la clase, a la clase misma, y considerar a la clase sólo como una masa informe destinada a servir de material a estos organismos políticos. Eso sería sustituir con una concepción militarista a la concepción revolucionaria de la relación entre la conciencia y el ser, entre el partido y la clase. La función histórica del partido no es la de ser un estado mayor que dirige la acción de la clase considerada como un ejército, y como ignorante del objetivo final, (…) El Partido (...) tiene únicamente como función histórica actuar con miras a permitir que la clase adquiera ella misma la conciencia de su misión, de sus objetivos y de los medios que son los fundamentos de su acción revolucionaria”. (“Sobre la naturaleza y la función del partido político del proletariado”.- Internationalisme Nº 38, 1948. Negritas nuestras)

Simultáneamente Internationalisme tenía que combatir a la corriente “consejista” que, en cambio, ante la degeneración de la revolución, había llegado a la conclusión contraria, de que los consejos obreros habían convertido en algo inútil e incluso perjudicial la existencia del partido. Por ejemplo, Pannekoek en 1936 había llegado a la conclusión que entre el partido y los consejos había una contradicción fundamental antagónica e insuperable, y que, finalmente, todos los partidos autoproclamados proletarios tenían como único destino convertirse en “órganos de la dominación burguesa”:

Aquéllos que hablan de “partidos revolucionarios" extraen conclusiones incompletas, limitadas, de la historia. Cuando los Partidos Socialistas y Comunistas se convirtieron en órganos de dominación burguesa para la perpetuación de la explotación, estas personas bienintencionadas concluyeron meramente que tendrían que hacerlo mejor. No pueden comprender que el fracaso de estos partidos se debe al conflicto fundamental entre la autoemancipación de la clase obrera a través de su propio poder y la pacificación de la revolución a través de una nueva camarilla gobernante afín . Ellos piensan que son la vanguardia revolucionaria porque ven a las masas indiferentes e inactivas. Pero, si las masas siguen inactivas, es sólo debido a que no pueden comprender todavía el curso de la lucha y la unidad de los intereses de clase, pero sienten instintivamente el gran poder del enemigo y la inmensidad de su tarea . Una vez las condiciones les fuercen a actuar, afrontarán la tarea de la autoorganización y la conquista del poder económico del capital. Y una vez más, toda vanguardia autoproclamada que busque dirigir y dominar a las masas por medio de un "partido revolucionario" se estará revelando como un factor reaccionario por razón de esta misma concepción.” (Anton Pannekoek. “Partido y clase”, 1936).

Internationalisme se alzó igualemente, contra esa peligrosísima concepción de los “consejistas”, la que solamente podía conducir a la disolución de cualquier organización de los revolucionarios:

(…) Igualmente debe ser rechazada esta otra concepción que, partiendo del hecho de que 'la emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos' (...), pretende negar el papel del militante y del Partido revolucionario. Con el pretexto muy loable de no imponer su voluntad a los obreros, estos militantes esquivan su tarea, huyen de sus propias responsabilidades y ponen a los revolucionarios a la cola del movimiento obrero.

Los primeros, se colocan fuera de la clase negándola y sustituyéndola; los segundos se colocan no menos fuera de ella al negar la función propia de la organización de clase que es el Partido, negándose como factor revolucionario y excluyéndose, por la prohibición que ellos dan a su propia acción.” (“Sobre la naturaleza y la función del partido político del proletariado”. Op. cit.)

Por cierto, en nuestros días, la corriente “consejista” no existe ya prácticamente en forma abierta y organizada. En cambio, persiste objetivamente una forma muy peligrosa de negación de la necesidad del partido (y en general de la organización de los revolucionarios), a través de ese medio de individuos -la mayoría antiguos militantes- que gravitan alrededor de las posiciones de la izquierda comunista pero que rechazan cualquier forma seria y militante de organización y se dedican a hacer “estudios”, “redes de internet” o “círculos de charla”, en los que la ambigüedad, la falta de principios y propósitos, y sobre todo la falta de un compromiso militante real son la norma y condición. Y desafortunadamente, ante la actual debilidad de los grupos del campo proletario, existe el peligro de que los elementos que se acercan a las posiciones de la izquierda comunista, lleguen a la conclusión de que a fin de cuentas, la intervención de los revolucionarios no requiere indispensablemente de una forma organizada, sino que basta con la acción a título individual. Tal como, de paso, tú mismo deslizas en tu carta:

no somos algo ajeno a la clase como para no participar como individuo o como organización en la vanguardia de la clase en la lucha misma”.

Así, detrás de la intención de subrayar la necesidad de la intervención de los revolucionarios, en realidad tiendes a subestimar peligrosamente -pensamos que involuntariamente- una cuestión fundamental: la de que la vanguardia de la clase tiene como primera tarea la de organizarse.

En suma. Consideramos que, efectivamente, tu carta expresa una importante divergencia en relación con los principios que nosotros defendemos, pero no tanto en relación a si el partido “dirige” u “orienta”, sino al significado que tú le das a la cuestión de la función de “dirección” del partido, pues en ésta haces abstracción completa del vínculo que debe existir entre el partido y el indispensable desarrollo de la conciencia revolucionaria de las masas de la clase. Esperamos que puedas desarrollar y comunicarnos tu reflexión al respecto.

Saludos comunistas.

La Fracción interna de la CCI.


Notes:

1. Recordemos -para los lectores que no conocen la historia del movimiento obrero- que en la época de la Segunda Internacional (finales del siglo XIX y principios del XX), los partidos “socialdemócratas” eran los partidos políticos del proletariado, y no como en la actualidad, en que los partidos socialdemócratas forman parte del aparato del capital, e incluso son partidos gobernantes en muchos países.


Boletín Comunista 46 - Fracción Interna de la CCI