Home  

El terrorismo no es un arma del proletariado

En un momento en que el capitalismo mundial está confrontado a un hundimiento de su economía que le obliga a acelerar su marcha hacia la guerra y sus ataques contra la clase obrera; en un momento en que los primeros signos de respuesta de nuestra clase aparecen, la burguesía prepara intensamente su arsenal político, policíaco, sindical, mediático, para los enfrentamiento por venir.

Uno de los medios utilizados con este fin consiste en “criminalizar” las acciones de respuesta de nuestra clase. Así, se ha vuelto corriente para los políticos y los medios de difusión a sus órdenes, durante las huelgas en los transportes públicos, hablar de “toma de rehenes” respecto a los viajeros, así cortapisas cada vez más exigentes son puestos al derecho de huelga (como el servicio mínimo para los transportes en muchos países, especialmente europeos).

Criminalizar” la lucha de clase es también utilizar el menor pretexto de “desbordamiento”, la menor veleidad de salir del encierro sindical, por parte de los obreros combativos, para hacer caer sobre nuestra clase la represión policíaca y estatal.

¡Nuestra clase también deberá enfrentar esta realidad!

El episodio casi cómico de una supuesta “red de ultraizquierda del ambiente anarco-autónomo” (sic¿?) al cual se asistió en Francia a principios del mes de noviembre, no debe hacernos olvidar que este tipo de maniobra toma un cariz mucho más dura en algunos países donde, por ejemplo en México, una supuesta lucha contra el narcotráfico y sus prácticas terroristas conduce al ametrallamiento de manifestaciones obreras desde helicópteros.

Par el proletariado, la cuestión de tomar el control de sus luchas incluye el dominio colectivo y consciente de la violencia que será necesariamente llevado a desplegar. Los elementos desarrollados en el texto siguiente son bases preciosas para este objetivo. Reproducimos a continuación algunos extractos de un documento publicado por primera vez por la Corriente Comunista Internacional a finales de los años 1970, titulado “Resolución sobre terror, terrorismo y violencia de clase” (Revista Internacional 15, 4° trimestre de 1978). El punto de vista desarrollado en este texto conserva, según nosotros y en lo esencial, todo su valor; por ello seguimos reivindicándolo.

La fracción, 15 de noviembre de 2008.

Nota: En el momento en que publicábamos este documento en nuestro sitio Internet (21 de noviembre), supimos de la toma de posición sobre el mismo tema por parte de la sección en Francia de la Corriente Comunista Internacional con ocasión del sabotaje a vías férreas y de la campaña mediática que le siguió en este país sobre la tal “red de ultraizquierda”. Aunque hemos sido excluidos de esta organización, y aunque consideramos que nuestro sitio -como minoría organizada- debería estar aún en ésta, queremos señalar que compartimos lo esencial de esta toma de posición -si bien lamentamos que ese texto se limite a la situación inmediata de Francia.


Resolución sobre terror, terrorismo y violencia de clase – 1978 (Extractos)

(...) 4) El capitalismo es la última de las sociedades divididas en clases de la historia. La clase capitalista basa su dominio en la explotación económica de la clase obrera. Para mantener y llevar al máximo esa explotación, la clase capitalista, como todas las clases explotadoras en la historia, recurre a todos los medios de coerción, opresión y represión a su alcance. No excluye ningún medio, por inhumano, sanguinario y salvaje que sea, para mantener y perpetuar la explotación. Cuanto más se manifiestan las dificultades internas tanto más se manifiesta la resistencia obrera, y más sangrienta es aún la represión. Para ello la burguesía ha desarrollado todo un arsenal de medios represivos: cárceles, deportaciones, asesinatos, campos de concentración, guerras de exterminio y genocidios, la tortura más refinada, y también, necesariamente, todo un cuerpo social especializado en la aplicación de esa metodología: policía, guardia civil y gendarmerías especiales, ejército, aparato jurídico, torturadores con diploma, comandos superentrenados y grupos paramilitares. La clase capitalista invierte una parte cada vez mayor de la plusvalía extraída con la explotación de la clase obrera, en mantener este aparato de represión, hasta el extremo de que este sector se ha convertido en el más importante y más floreciente campo de la actividad social. Para mantener su dominio, la clase capitalista está llevando a la sociedad a la mayor abyección, conduciendo a la humanidad a los peores sufrimientos y la muerte. No queremos hacer aquí una descripción emotiva de la barbarie capitalista sino, más prosaicamente, de lo que constituye su práctica

Esa práctica que impregna toda la vida social, todas las relaciones entre los hombres, que penetra por todos los poros de la sociedad. A esta práctica, a este sistema de dominación, nosotros le llamamos Terror. El terror no es tal o cual acto de violencia episódico y circunstancial. El terror es un modo particular de la violencia, inherente a las clases explotadoras. Es una violencia concentrada, organizada, permanente y especializada, mantenida en constante desarrollo y perfeccionamiento, para así perpetuar la explotación.

Sus características principales son:

* Que es la violencia de una clase minoritaria contra la gran mayoría de la sociedad.

* Que se perfecciona y se perpetua hasta el punto de encontrar en sí misma su razón de ser.

* Que necesita un cuerpo cada vez más especializado, cada vez más separado de la sociedad y encerrado en si mismo, que escapa a todo control, que impone con la mayor brutalidad su férula sobre el conjunto de la población, ahogando en un silencio de muerte cualquier veleidad de crítica o de impugnación.

5) El proletariado no es la única clase que sufre los rigores del terror del Estado sobre la sociedad. El terror se ejerce igualmente sobre todas las clases y capas pequeño burguesas: campesinos, artesanos, pequeños productores y comerciantes, intelectuales y profesionales liberales, científicos y juventud estudiantil, e incluso en las propias filas de la clase burguesa. Estas capas y clases no ofrecen alternativa histórica alguna al capitalismo, por lo que, provocadas y exasperadas por la barbarie del sistema y de su terror, no pueden oponerle, en cambio, más que actos desesperados: el Terrorismo.

Es cierto que el terrorismo puede ser utilizado por ciertos sectores de la burguesía, pero se trata, esencialmente, del modo de acción, de la práctica de capas y clases desesperadas y sin porvenir. De ahí que esta práctica que se presume “heroíca y ejemplar” no sea más que una acción suicida, que no aporta alternativa alguna, y cuyo único efecto es abastecer de víctimas al terror del Estado. No tiene por tanto ningún efecto positivo sobre la lucha de clase del proletariado, y con frecuencia sirve, en cambio, para obstaculizar esta lucha en la medida en que hace nacer ilusiones entre los trabajadores acerca de la posibilidad de otra vía diferente a la de la lucha de clases. Es por ello también que el terrorismo, práctica de la pequeña burguesía, pueda ser y sea de hecho pertinentemente explotado por el Estado como medio para desviar a los obreros del terreno de la lucha de clases, e, igualmente, como pretexto para reforzar el Terror.

Lo que caracteriza el terrorismo, práctica insistimos de la pequeña burguesía, es que se trata siempre de acciones de pequeñas minorías o de individuos aislados, sin alcanzar jamás la altura de una acción de masas, de ser llevado a cabo en la sombra de la pequeña conspiración, ofreciendo así un terreno muy favorable a las artimañas de los agentes policiales y del Estado, y en general a toda clase de manipulaciones e intrigas de lo más insólito (...).

En este sentido, hay que descartar y proscribir cualquier idea de un “terrorismo obrero” que postulara la creación de destacamentos del proletariado “especialistas” en la acción armada, o destinados a preparar los futuros combates “dando ejemplo” de la lucha violenta al resto de la clase, o “debilitando” al Estado capitalista con “ataques preliminares”. El proletariado puede delegar algunos destacamentos para tal o cual acción puntual (piquetes, patrullas, etc.), pero bajo su control, y en el marco de su movimiento de conjunto y, si bien, en este marco, la acción más decidida de los sectores de vanguardia puede servir de catalizador a la lucha de las amplias masas, jamás puede serlo mediante los métodos conspirativos e individualistas propios del terrorismo. El terrorismo, incluso si es practicado por obreros o grupos de obreros, no puede adquirir un carácter proletario, del mismo modo que la composición obrera de los sindicatos no les hace órganos de la clase obrera (...)

La lucha del proletariado, como toda lucha social, es necesariamente violenta, pero la práctica de su violencia es tan diferente de la violencia de las demás clases como diferentes son sus proyectos y sus objetivos. Su práctica, incluida la violencia, es la acción de inmensas masas y no de minorías; es liberadora, es el parto de una sociedad nueva armoniosa, y no la perpetuación de un estado de guerra permanente de uno contra todos y todos contra uno. Su práctica no intenta perfeccionar y perpetuar la violencia, sino proscribir de la sociedad los actos criminales de la clase capitalista, inmovilizándola. (...)

Su fuerza reside en su toma de conciencia y en su capacidad para organizarse de manera autónoma y unitaria; en la firmeza de sus convicciones y en el vigor de sus decisiones. Estas son las armas fundamentales de la práctica y de la violencia del proletariado.

Revista Internacional N° 15, 1978,
Corriente Comunista Internacional.


Boletín Comunista 46 - Fracción Interna de la CCI