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SITUACIÓN INTERNACIONAL
Crisis financiera:
Una nueva manifestación de la quiebra del capitalismo

Desde el inicio de este año, la crisis financiera ocupa el frente del escenario mundial. Insensiblemente, el corazón del problema y las preocupaciones de la burguesía se ha desplazado del único dominio de los “préstamos hipotecarios riesgosos” de los Estados Unidos (las ahora famosas “subprimes”) para invadir la esfera de las grandes instituciones de crédito y bancos (Merril Lynch, Morgan Stanley, en los EUA, así como tambiéns bancos europeos tales como la Société Générale en Francia, UBS en Suiza, o Mizuho en Japón). El estallido de la burbuja especulativa –de la cual las “subprimes” son solamente la parte visible del témpano- solamente puede continuar y extenderse. Son los años del crédito fácil, del aplazamiento para el futuro de los bloqueos incontornables del capitalismo, los que se ven ahora puestos al desnudo y el atolladero es total.

Ahora, luego de los bancos de primer plano, son las instituciones llamadas “reconstructoras del crédito” las que están en el ojo del huracán. La función de estas sociedades es asegurar a las empresas de préstamos frente a los riesgos de falta de reembolsos e incumplimientos de sus clientes. Se trata, pues, de un nuevo paso, ya que son ahora las garantías y fianzas las que, a su vez, están en peligro de hundirse.

Las consecuencias de este verdadero terremoto sobre el conjunto del mundo a nivel de las modificaciones de las relaciones de fuerzas entre los diferentes imperialismos y a nivel de las medidas que necesariamente serán tomadas contra las condiciones de vida de las poblaciones en general –y de la clase obrera en particular- estas consecuencias, pues, no tendrán comparación con lo que hemos visto en los últimos años.

A continuación nos proponemos trazar las líneas generales de lo que esta crisis va a implicar en estos dos planos, pero antes de  ello, nos parece necesario precisar algunos puntos.

Crisis económica, ¿hundimiento del capitalismo o reorganización?

Los períodos de crisis abierta no son accidentales, o en sí, totalmente nefastos para el capitalismo; hemos evocado esta cuestión en el número anterior de este boletín1. Estos períodos representan también para el capitalismo, una especie de “respiro” (por no decir jadeo), una forma de “regular”, si bien con dolor, los desequilibrios que engendra su sistema. Así, en la situación presente se ve cómo si bien ciertos bancos o instituciones financieras están amenazadas por la quiebra y la desaparicion, otras instituciones y bancos se ven (por el momento, cierto) reforzadas y aprovechan la debacle de las primeras. Es así cómo la banca de inversiones Goldman–Sachs, cuyos beneficios aumentaron 80% en el tercer trimestre del 2007 a 2.8 mil millones de dólares (según el sitio Internet “lesechos.fr”, 03/02/2008). Masas enormes de capitales van a desaparecer en esta fase de la crisis y numerosos bancos u otras empresas van a caer en la ruina; pero algunos bancos, algunas empresas resistirán y saldrán de aquí reforzadas. Tal es la ley de la especie.

Sin embargo, en la situación de sobreproducción generalizada que es la del capitalismo desde el final del período de reconstrucción – a fines de los años de 1960- la destrucción de capitales que esta fase de crisis va a causar no podrá de ninguna forma evitar, o siquiera aminorar los efectos devastadores de esta crisis. Las empresas que salgan fortalecidas absorberán a las que se hayan arruinado y se asistirá a una nueva concentración de empresas monopólicas. Pero por severa que sea la “purga” que este episodio haga sufrir al sistema capitalista, no arreglará en nada la cuestión de la sobreproducción. Toda la experiencia del siglo XX nos muestra que solo una guerra imperialista generalizada es capaz de “arreglar” por un período mas largo los problemas planteados a la burguesía por su crisis de sobreproducción endémica. Sin la destrucción masiva de infraestructuras de producción, de fábricas, etc. la sola desaparición de capitales bajo la forma monetaria o financiera solamente tiene como efecto aplazar por algunos meses o años el retorno de la fase aguda de la crisis. Y ello, desde luego, al precio de sufrimientos cada vez mayores para las poblaciones. Es lo que nos propone el capital.

La desconfianza generalizada que se ha instalado entre los diferentes actores del sistema financiero, acentúan la penuria de liquidez sobre el mercado, conduciendo a situaciones sorprendentes a primera vista pero muy significativas. Para enfrentar sus obligaciones inmediatas y volver a llenar sus tesorerías en dificultades por las pérdidas ligadas a sus compromisos sobre los créditos riesgosos, los bancos se ven obligados a recurrir a recapitalizaciones masivas, es decir, a elevar sus fondos, a pedir prestado. Pero, precisamente en los mercados norteamericanos o europeos los capitales faltan y la desconfianza reina. Se ve, entonces, cómo los “fondos soberanos” acuden en ayuda de las instituciones financieras y los bancos más “prestigiados”. Estos fondos soberanos son de hecho reservas de capitales constituidas por los Estados que, por este medio gestionan sus superávits financieros y monetarios, invirtiéndolos a largo plazo de diversos modos (acciones, obligaciones, inmobiliarias, etc.). Los principales fondos soberanos son como los de Abu Dhabi, Singapur, Kuwait, China, Qatar, Rusia, etc., y es particularmente interesante constatar que son estos tipos de fondos los que van a ser llevados a tomar –por lo menos en parte- el control de instituciones financieras y bancarias de primer orden.

Esto no puede dejar de tener consecuencias en el plano de las relaciones internacionales en la medida en que los países detentores de estos fondos soberanos tendrán todas la razones para querer intervenir en las políticas de los países en que se sitúan los prestatarios.

¿Pueden las grandes y medianas potencias imperialistas admitir estas interferencias?

Crisis financiera e imperialismo

Se sabe que el enorme endeudamiento de los Estados Unidos está financiado en gran parte por países como China, India o Japón, cuyas reservas monetarias están constituidas en dólares estadounidenses y representan alrededor del 75 % de la deuda de los EUA2. El relativo equilibrio de estos países y, sobre todo sus tasas de crecimiento importantes (para los dos primeros, en todo caso) están directamente ligados al consumo interno de los Estados Unidos. Este consumo se hace a crédito y una crisis de crédito solamente puede conducir a una caída brutal de las importaciones estadounidenses y por tanto a la crisis para los países exportadores hacia los Estados Unidos. Al mismo tiempo, la depreciación del dólar frente a otras monedas (sobre todo el euro) conduce a la depreciación de las reservas sustentadas en la moneda estadounidense y a un cierto empobrecimiento de los países concernidos. Esto solamente puede conducirlos a intentar reorientar sus reservas hacia otras monedas (entre ellas el euro, evidentemente) lo que a su vez conduce al debilitamiento del papel y la influencia de los Estados Unidos, quienes no pueden dejar de reaccionar ante esta amenaza. Tanto más por cuanto las otras potencias imperialistas (Alemania, Rusia, Francia, etc.) buscan aprovechar la situación para hacer valer sus propios intereses. La política de Alemania hacia Europa Central y Rusia es en este plano significativa; lo mismo sucede, por ejemplo, en cuanto a las tentativas de Francia de jugar lo mejor posible su propia carta, proponiendo por todas partes sus reactores nucleares y sus armas, haciendo todo lo posible para asegurar una presencia militar en las zonas donde, hasta ahora, solo los Estados Unidos han tenido los medios para intervenir (Medio Oriente, Golfo Pérsico, etc.).

La crisis financiera actual no ha creado estas situaciones de competencia imperialista; pero en cambio le ha dado un serio acelerón. Por ejemplo, la cuestión de las alianzas que elegirán China o India se vuelve mucho más crucial y candente si los fondos soberanos de estos países toman en parte el control de las instituciones financieras y bancarias de los países centrales del capitalismo.

Es este tipo de cuestiones las que se ponen cada vez más en el centro de las relaciones imperialistas y que solamente pueden desembocar en enfrentamientos militares entre las principales potencias –mediante países interpuestos en un primer momento.

Pero al mismo tiempo que esta competencia se exacerba, cada capital nacional se ve obligado a hacer pagar el precio de la crisis a su población, a su clase obrera.

Las medidas antiobreras que vienen

El ataque contra las condiciones de vida y de trabajo está en marcha desde hace años y la actual crisis financiera solamente lo acrecienta. Las familias norteamericanas que sufrieron y sufren directamente la crisis de los préstamos hipotecarios se han visto echados fuera de la casa que habían comprado y por la cual habían pagado ya sumas considerables. Ahora se encuentran sin nada, en la calle y, además debiendo rembolsar un préstamo por la compra de un bien que se les ha quitado. Son éstad, de alguna manera, las primeras víctimas de esta crisis de las “subprimas”. Las empresas que han otorgado estos créditos riesgosos y que se encuentran en situaciones desastrosas se verán obligadas, ya sea a cerrar, ya sea a suprimir empleos. Los empleados de estas empresas son otras víctimas de esta crisis que habrá generado enormes beneficios, pero de los cuales los empleados no les han visto ni el color ya que han sido distribuidos a los accionistas.

Decíamos más arriba que, para el capitalismo, la crisis es una especie de “respiro” y que las empresas que han quebrado son adquiridas por las que se salvan. Así, Goldman-Sachs aprovecha la crisis y sale reforzada, del mismo modo que BNP busca adquirir la Société Générale (ver el despacho de AFP del 01/02/2008)

Las compras, fusiones, adquisiciones de una empresa por otra conduce en general a supresiones de empleos, lo que en lenguaje del tecnócrata se llama “economía de escala” o “reestructuración”. ¡Y bien!, tenemos un ejemplo muy ilustrativo con el banco Goldman-Sachs:

Una reducción del 5% de los efectivos. Es lo que ha anunciado un portavoz de Goldman-Sachs precisando que esta medida afecta alrededor de 1,500 personas que trabajan en el banco de negocios americanos”. (sitio Internet lesechos.fr op. Cit.).

Pero, cinismo aparte, esto no es más que un aperitivo en relación a lo que le espera al conjunto de la clase obrera mundial. Más exactamente, van a continuar los ataques puntuales (si bien numerosos y extensos), pero a los cuales se van a agregar medidas de orden más global y general.

De entrada, una de las consecuencias de esta crisis financiera será y no puede ser más que un aumento de la inflación. En efecto, la política de los Estados Unidos consistente en bajar las tasas y soltar liquidez sobre el mercado para prevenir (o intentar prevenir) la recesión solamente puede conducir a la inflación; es decir, al aumento general de los precios (a grandes rasgos al bajar el dólar hace falta más para comprar la misma mercancía). Esta espiral inflacionaria no puede sino extenderse al conjunto del mundo, cualquiera que sea la política adoptada por el Banco Central Europeo (BCE) el cual lleva a cabo el juego contrario y quiere combatir la inflación en detrimento del crecimiento. Por lo demás es más que probable que el resultado será a la vez la inflación y recesión las cuales, ambas, tendrán efectos desastrosos sobre las condiciones de vida de las masas obreras y de otras capas explotadas.

Enseguida, cada capital nacional va a buscar, más de lo que ya lo ha hecho, protegerse de la tormenta general, es decir, sufrir la crisis lo menos fuertemente posible que sus competidores. Esto implica un aumento de la explotación de la fuerza de trabajo, una agravación de las condiciones de trabajo y de vida de los obreros. Por un lado, prolongación de la jornada de trabajo (duración semanal, anual, etc. ampliación del número de años de trabajo y disminución del beneficio de la pensión de retiro) para los que conservan un empleo. Por otro lado, despidos y desempleo masivos, deterioro de las indemnizaciones de desempleo, condiciones más difíciles para los beneficiarios, etc., para los demás.

Y para todos, aumento de cotizaciones para el retiro, para la salud, deterioro de los servicios de salud, y pago más elevado por estos.

Tal es el panorama que se ofrece al proletariado. Decenas de millones de desempleados con poco o ningún recursos, ampliación de la jornada de trabajo y de su dureza; salarios cada vez más míseros y raquíticos con una inflación galopante; limitaciones para el acceso a los servicios más elementales y, por encima de todo esto, aumento de las amenazas de guerra generalizada cuyos preparativos actuales se hacen al precio de nuestro sudor y, mañana de nuestra sangre, si no ponemos fin a este podrido sistema.

3 de febrero de 2008.


Notas:

1 Ver el artículo “Situación Internacional, ¿Crisis del sector inmobiliario, crisis financiera, o simplemente crisis capitalista de sobreproducción?” Boletin Nº41.

2 La misma situación, a escala diferente, ocurre con las medianas potencias como Alemania, Francia, Gran Bretaña, etc.


Boletín Comunista 42 - FICCI