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MORAL PROLETARIA, LUCHA DE CLASES Y REVISIONISMO
(contribución al debate de la CCI actual sobre ética y marxismo)
SEGUNDA PARTE: EL “TEXTO DE ORIENTACIÓN” DE LA NUEVA CCI

En nuestro anterior boletín expusimos “lo que para nosotros son los aspectos fundamentales del marxismo acerca de la moral, el combate contra la moral burguesa y las características de la moral proletaria”. Como lo advertíamos en nuestra presentación, ello era necesario antes de abordar la crítica al “Texto de orientación” publicado por la CCI actual bajo el título Marxismo y ética, “debido al embrollo que presenta, no tanto el tema, sino el propio texto de la CCI que nos ocupa”: “una papilla a medio digerir, mezcla de kantismo, cristianismo tolstoiano y revisionismo, espolvoreada con una pizca de marxismo edulcorado”1. Habíamos terminado ya la redacción de la primera parte de nuestro documento, cuando apareció una segunda parte con más “extractos” de ese texto de la nueva CCI. Resulta que la papilla tenía aún más ingredientes: una dosis de teoría psicoanalítica freudiana, otra de misticismo, otra de pacifismo… y otra aún mayor de revisionismo y oportunismo. Lo cual solamente confirma la necesidad de combatir dicho “Texto de orientación”, el cual constituye llanamente un intento de introducir la ideología burguesa y pequeñoburguesa no sólo al interior de la CCI, sino del campo proletario en su conjunto; intento tanto más peligroso por cuanto los liquidadores de la CCI cínicamente lo hacen pasar a título de “moral proletaria” y “marxismo”, a sabiendas –como el mismo texto lo deja ver- de que se trata de un ataque contra los fundamentos de la teoría revolucionaria del proletariado.

1. ¿Método materialista histórico o método especulativo idealista? ¿Marx o Hegel?

El “Texto de orientación” de la nueva CCI titulado Marxismo y ética, después de tres pretenciosas páginas dedicadas a presentar y justificar el debate interno de la CCI sobre la moral (sobre lo cual volveremos eventualmente posteriormente), inicia propiamente en el tercer capítulo, con el desarrollo de una idea que forma el núcleo teórico de ese texto:

La moral es una guía indispensable de comportamiento en el mundo cultural de la humanidad. Ella permite identificar los principios y las reglas de vida común de los miembros de la sociedad. La solidaridad, la sensibilidad, la generosidad, el apoyo a los necesitados, la honestidad, la actitud amistosa y la bondad, la modestia, la solidaridad entre generaciones son tesoros que pertenecen a la herencia moral de la humanidad. Son cualidades sin las cuales la vida en sociedad se vuelve imposible. Es por ello que los seres humanos siempre han reconocido su valor, así como la indiferencia hacia los otros, la brutalidad, la avidez, la envidia, la arrogancia y la vanidad, la deshonestidad y la mentira siempre han provocado la desaprobación y la indignación.” (Marxismo y ética.- La naturaleza de la moral. CCI. La traducción del francés de esta y las siguientes citas es nuestra. Asimismo, las negritas son nuestras aquí y en las siguientes citas).

La moral, según la CCI actual, es, pues, una “guía indispensable de comportamiento” formada por “principios, reglas, cualidades” válida para “la sociedad” en su conjunto, es decir, para todos “los seres humanos” sin distinción, para toda “la humanidad”; y en tanto que los valores morales forman una “herencia”, un patrimonio de “la humanidad”, y los “seres humanos” siempre han reconocido las cualidades morales, la moral es no solamente única, sino también eterna, válida para todos los tiempos. El fundamento teórico del Texto de la CCI es, pues, la idea de la existencia de una moral humana general independiente y por encima de las divisiones que han existido hasta ahora en la sociedad humana, y especialmente independiente y por encima de las clases sociales. Ciertamente, el Texto afirma la existencia de diferentes morales, de acuerdo a la diferente época histórica, al grupo o clase social, pero lo hace o bien como si solamente fueran expresiones particulares de la moral general, o bien como si de cualquier modo existiera una moral “humana” que trascendiera cualquiera moral particular o “de clase”. Veamos solamente algunos ejemplos:

Otra característica fundamental de la moral reside en el hecho de que, a la vez de que expresa las necesidades de la sociedad en su conjunto, su existencia es inseparable de la vida íntima del ser humano…” (Ídem).

Los sentimientos morales de la sociedad en su conjunto siempre han sido utilizados por los explotadores…” (Op. Cit.- Las causas de las reservas hacia el concepto de moral proletaria después de 1968).

“… el proletariado es la única clase de la historia que puede (…) liberar a la moral, y por tanto a la humanidad, de la calamidad de la ‘mala conciencia’.” (Ídem).

Según la CCI, pues, en una sociedad de clases, y en particular en el capitalismo, existe ante todo, siempre y por encima de esas clases, una moral propia de “la sociedad en su conjunto”; lo cual solamente se reafirma al decir que los explotadores la “utilizan” o que el proletariado la debe “liberar” (¡sic!).

Otro ejemplo más:

El carácter de clase de una moral dada no debe hacernos perder de vista el hecho de que todo sistema moral contiene elementos humanos generales que contribuyen a la preservación de la sociedad en un estadio de su desarrollo.” (Op cit.- La naturaleza de la moral).

Aquí, la idea no puede ser más nítida: Las diferentes morales de “clase” son sólo las envolturas que “contienen” lo verdaderamente esencial, esto es, los elementos morales “humanos generales” que “preservan la sociedad”. La tal “moral humana general” constituye, para la CCI actual, el verdadero cemento de la sociedad. Y, para que no quede duda, lo anterior se subraya todavía más, mediante la teoría de la “descomposición social” de la “nueva” CCI:

“… el capitalismo ha entrado en su fase terminal de descomposición, caracterizada por la disolución gradual no solamente de los valores sociales sino de la sociedad misma. Actualmente, frente al “cada uno por su cuenta” a la tendencia al desmoronamiento del tejido social y a la corrosión de todos los valores morales (Op cit.- El problema de la descomposición…).

Desde hace algunos años, la CCI ha expresado que el “capitalismo en descomposición” tendía a provocar la “perdida de identidad de clase del proletariado” o “dificultades para el desarrollo de su conciencia”. Ahora, la CCI expresa una nueva preocupación, no por la conciencia ni la moral del proletariado, sino, ante todo, por la disolución de los “valores sociales” (¡sic!), por la “corrosión de todos los valores morales” humanos generales.

Esta idea de una moral humana general que planea por encima de las morales de clase históricas y concretas, idea que recorre como eje central, desde la presentación hasta el final, las dos partes publicadas del Texto de orientación, y alrededor de la cual vuelve una y otra vez su argumentación, tiene un grave y profundo significado para la actual CCI: significa, ante todo, un completo abandono del método materialista histórico del marxismo2.

Marx, en La Sagrada Familia (cáp. V-2, El misterio de la construcción especulativa) afirma que “bastan unas cuantas palabras para caracterizar en general la construcción especulativa”. La moral humana general que plantea la CCI nos proporciona un perfecto ejemplo de este tipo de construcción. Prosigamos con Marx, retomando un pasaje de La Sagrada familia sobre la construcción especulativa, del cual nos limitaremos a reemplazar la palabra fruta por la palabra moral, o moral humana, y las palabras manzanas, peras, etc.,… por moral burguesa, moral feudal, moral proletaria (al final de nuestro texto reproducimos los pasajes de Marx que corresponden a los que parafraseamos enseguida):

Cuando, partiendo de [la moral esclavista, la moral burguesa, la moral proletaria] reales, me formo la representación general de [‘moral humana’] y cuando, yendo más allá me imagino que mi representación abstracta, [‘la moral’], obtenida de las [morales reales], es algo existente fuera de mí, más aún, el verdadero ser de la [moral esclavista, burguesa, etc.], explico –especulativamente hablando- [‘la moral humana’] como la ‘sustancia’ (o, como dice el Texto de orientación, la ‘naturaleza’) de [la moral burguesa, de la moral proletaria, de la moral feudal, etc.] Digo, por tanto, que lo esencial [de la moral burguesa] no es el ser [la moral de la burguesía], ni lo esencial de [la moral proletaria es ser la moral del proletariado]. Digo que lo esencial de estas [morales] no es su existencia real, histórica y concreta, sino el ser abstraído por mí de ellas y a ellas atribuido, el ser de mi representación, o sea [‘la moral humana’]. Considero, al hacerlo así, [la moral feudal, la moral burguesa, la moral proletaria, etc.,] como simples modalidades de existencia, como modos [de la moral]… [Las morales] reales y específicas sólo se consideran ya como [morales] aparentes, cuyo verdadero ser es ‘la sustancia’, [‘la moral humana’]...

Pero la especulación, que convierte las [diversas morales reales] en una mera abstracción, en [la ‘moral’], tiene necesariamente, para poder llegar a la apariencia de un contenido real, que intentar de cualquier modo retrotraerse de [la ‘moral’], de la sustancia, a las diferentes [morales reales] profanas, a [la moral feudal, a la moral burguesa, a la moral proletaria, etc.]

[Por eso, luego del capítulo sobre la “naturaleza de la moral”, el redactor del Texto de orientación de la CCI] abandona la abstracción de la [‘moral’], pero la abandona de un modo especulativo, místico, es decir, aparentando no abandonarla. En realidad, por tanto, sólo en apariencia se sobrepone a la abstracción. (…) [Las morales reales] le sirven para darle contenido, vida y movimiento a [la ‘moral’]. Ahora, las diferentes [morales concretas] las presenta como otras tantas manifestaciones de vida de la [‘moral una’], es decir, de la [‘moral humana’], cristalizaciones plasmadas por [‘la moral’] misma. En la [moral burguesa], por ejemplo, cobra [‘la moral humana’] existencia de [clase burguesa], en la [moral proletaria] existencia de [clase proletaria. ‘La moral humana’] no es ya, por tanto, una unidad carente de contenido indiferenciada, sino que es la unidad como “totalidad” de las diversas [morales], que forman una “serie orgánicamente estructurada” [o, como dice la propia CCI actual: forman ‘un todo coherente con un sentido’]. 3 En cada fase de esta serie cobra [‘la moral’] una existencia más desarrollada y acusada, hasta que, por último, como la “síntesis” de todas las [morales] es, al mismo tiempo, la unidad viva que contiene, disuelta en sí, cada una de las [morales de clase], a la par que las engendra de su propio seno.(…)

Lo que, por consiguiente, nos alegra en la especulación [del Texto de orientación de la CCI] es volver a encontrarnos con todas las [morales reales], pero como [morales] dotadas de una significación mística, que brotan del éter de nuestro cerebro, y no del suelo material, que son encarnaciones de [‘la moral humana’], del sujeto absoluto. (…) [Lo que le interesa a la especulación es], cabalmente, poner de manifiesto la unidad de [‘la moral’] en todas sus manifestaciones vitales, [la moral feudal, la moral burguesa, la moral proletaria], es decir, la conexión mística entre esas [morales], y cómo en cada una de ellas se realiza gradual y necesariamente [‘la moral’].”

Tal como lo subraya el Texto de orientación: el carácter de clase de una moral –es decir, las diversas morales reales, concretas, históricas- “no debe hacernos perder de vista” que cada una de ellas contiene a la moral humana general” que “preserva la sociedad”.

[Así, pues, el redactor del Texto de orientación] ha obrado un milagro, ha engendrado del seno del ser intelectivo irreal, es decir, del seno de [‘la moral humana general’ las morales reales burguesa, proletaria, etc.,] es decir, ha creado estas [morales] de su propio intelecto abstracto, que se representa como un sujeto absoluto fuera de sí, y aquí concretamente como [‘la moral’], y en cada existencia que expresa lleva a cabo un acto de creación. (…)

Explica su propia actividad, mediante la que él pasa de la representación [moral burguesa] a la representación [moral proletaria] como si fuera la autoactividad del sujeto absoluto, de [‘la moral’]. Esta operación se llama, en la terminología especulativa, concebir la sustancia como sujeto, como proceso interior, como persona absoluta, concepción que forma el carácter esencial del método hegeliano, [y que la actual CCI retoma por su cuenta a lo largo del Texto de orientación.]” (Véase: Marx-Engels. La sagrada familia.- Cap V: La “crítica crítica” como tendera de misterios…- 2. El misterio de la construcción especulativa. 1844).

Pero el abandono del materialismo histórico es apenas el inicio de la crítica que merece el Texto de orientación de la CCI. En efecto, el método especulativo que se despliega en éste, es solamente la “llave” que, como veremos a continuación, abre las puertas de par en par a una serie de tergiversaciones y abandonos de las posiciones básicas del marxismo y concesiones a la ideología burguesa, así como a una política cada vez más decidida y abiertamente oportunista.

2. ¿Moral proletaria o moral general? ¿Engels o Dühring?

Partiendo de la idea de la existencia de una “moral humana general” cuyo objetivo es preservar a la “sociedad” -no a una sociedad particular, real, sino a la “sociedad” tomada en abstracto (independiente del tiempo y las divisiones sociales)-, el Texto de la CCI “desciende” enseguida a un plano más “concreto”, aunque todavía etéreo, al afirmar la existencia de diversos “sistemas” morales. Estos “sistemas” morales “contienen” necesariamente a los elementos humanos generales, es decir, son la encarnación de la moral general. La CCI sigue “descendiendo” en su especulación hasta que, finalmente, alcanza la moral “concreta”, o más bien las diferentes morales reales, que corresponden a determinado grupo social, y particularmente a determinada clase. Pero lo hace, como decíamos antes, sin abandonar la especulación idealista, es decir, poniéndolas como otras tantas envolturas de la moral “humana general”. Es así como llega a la conclusión –caída del cielo- de que la moral de una clase dominante por el hecho de ser la moral dominante, la que existe realmente en un momento dado, “debe” contener al “interés moral general”:

En general, la moral dominante es la de la clase dominante. Por esta razón [¿?] precisamente, toda moral dominante, de manera que sirva a los intereses de la clase dominante, debe al mismo tiempo contener elementos de interés moral general de manera que asegure la cohesión de la sociedad. Uno de estos elementos es el desarrollo de una perspectiva o de un ideal de comunidad social. Un ideal tal es un factor indispensable para frenar las pulsiones antisociales.” (Op cit.- Segunda parte.- Los efectos de la descomposición del capitalismo).

Así que, según la CCI actual, la moral de una clase dominante contiene elementos de “interés general”. Es decir, contiene no solamente los “intereses” de esa clase dominante, sino también los intereses “generales”, los de todos los individuos o, dicho concretamente, los intereses de las clases dominadas. Lo que significa, entonces que, por ejemplo, en la moral de la burguesía están contenidos también los “intereses morales” del proletariado. O, lo que es lo mismo, que la burguesía y el proletariado comparten ciertos “intereses”, que tienen intereses “generales”, “comunes”.

Pero, ¿por qué limitarse al campo de la moral? De todas las formas ideológicas de la clase dominante: derecho, religión, filosofía… se puede decir, a su vez, lo mismo: que “contienen elementos humanos de interés general”. De hecho, tal es la argucia fundamental de la actual ideología dominante, contra la cual se alza el marxismo desde sus orígenes:

Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. (…) Las ideas dominantes no son otra cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, las mismas relaciones materiales dominantes concebidas como ideas; por tanto, las relaciones que hacen de una determinada clase la clase dominante, o sea, las ideas de su dominación. (…) cada nueva clase que pasa a ocupar el puesto de la que dominó antes de ella se ve obligada, para poder sacar adelante los fines que persigue, a presentar su propio interés como el interés común de todos los miembros de la sociedad, es decir, expresando esto mismo en términos ideales, a imprimir a sus ideas la forma de universalidad, a presentar estas ideas como las únicas racionales y dotadas de vigencia absoluta.” (Marx y Engels.- La ideología alemana.- I. Feuerbach.- III.- 1. La clase dominante y la conciencia dominante).

Un cuarto de siglo más tarde, Engels vuelve sobre esta concepción fundamental del materialismo histórico, y muestra cómo incluso ya en el curso de la revolución burguesa empezaban a despuntar los intereses del proletariado, es decir, se mostraba ya desde entonces la falacia del “interés humano general” detrás de los ideales de la nueva clase dominante:

Hoy sabemos ya que ese reino de la razón no era más que el reino idealizado de la burguesía, que la justicia eterna vino a tomar cuerpo en la justicia burguesa, que la igualdad se redujo a la igualdad burguesa ante la ley, que como uno de los derechos más esenciales del hombre se proclamó la propiedad burguesa, y que el Estado de la razón (…) pisó y solamente podía pisar el terreno de la realidad, en forma de república democrática burguesa.

Pero, junto al antagonismo entre la nobleza feudal y la burguesía, existía el antagonismo general entre explotadores y explotados, entre ricos holgazanes y pobres que trabajaban. Y este hecho era, precisamente, el que permitía a los representantes de la burguesía arrogarse la representación, no de una clase determinada, sino de toda la humanidad doliente. Más aún. Desde el momento mismo en que nació, la burguesía llevaba como carga su propia antítesis, pues los capitalistas no pueden existir sin obreros asalariados (…) en todo gran movimiento burgués se desataban movimientos independientes de aquella clase que era la antecesora más o menos desarrollada del proletariado moderno (…) Estas sublevaciones armadas revolucionarias de una clase incipiente iban acompañadas, a la vez, por las correspondientes manifestaciones teóricas (…) ya no se trataba de abolir tan sólo los privilegios de clase, sino de destruir las propias diferencias de clase (…)” (F. Engels. Antidühring.- Introducción.- I: Generalidades. 1878).

Así, el marxismo expone, en primer lugar, que, en una sociedad dividida en clases, las ideas dominantes no son más que las ideas de la clase dominante, esto es, la expresión ideal de su dominio, y no las ideas “humanas” de “validez general eterna” como, precisamente, lo pregona la propia ideología dominante. Y, segundo, explica cómo esa ideología dominante adopta la apariencia de un interés “general”: Para poder sacar adelante sus propios intereses de clase –es decir para derrocar a la nobleza feudal- la burguesía requería arrastrar a todas las otras clases detrás de sí, por lo que requería “presentar” sus intereses de clase con un barniz de “intereses comunes”. Una vez en el poder, se revelaría que esos intereses no eran “generales” sino solamente los de la nueva clase dominante.

Mientras que la CCI encuentra en la ideología dominante el “interés general”, para el marxismo, en cambio, aquélla no es más que la expresión de las relaciones de clase dominantes. Mientras que para la CCI en los intereses de la clase dominante están real y necesariamente contenidos también los intereses de la clase dominada (la clase dominante y la dominada tienen intereses “comunes”), el marxismo, en cambio, denuncia la mistificación de los intereses comunes como un medio de la clase dominante para arrastrar detrás de sí a las otras clases sociales y hacerles aceptar la nueva dominación de clase. La CCI abandona, pues, en esta cuestión, al marxismo.

Ciertamente, la CCI actual no rechaza franca y abiertamente al marxismo. Lo abandona tergiversándolo, poniéndolo de cabeza, haciéndole decir exactamente lo contrario de lo que quiere expresar. Por ejemplo, pone en boca de Engels la especulación sobre la existencia de los “elementos morales humanos generales”:

El carácter de clase de una moral dada no debe hacernos perder de vista el hecho de que todo sistema moral contiene elementos humanos generales que contribuyen a la preservación de la sociedad en un estadio de su desarrollo. Tal como Engels lo pone en evidencia en el Anti-Dühring, la moral proletaria contiene mucho más elementos de valor humano general que la de las otras clases sociales porque ella representa el futuro contra la moral de la burguesía” (Op cit.- La naturaleza de la moral).

Pero basta leer con un poco de cuidado el Anti-Dühring para darse cuenta que esa no es la concepción de Engels, sino precisamente la del mismo Dühring, la que combate Engels:

El mundo moral tiene, ‘exactamente igual que el del conocimiento general, sus principios permanentes y sus elementos simples’; los principios morales están ‘por encima de la historia y por encima de las diferencias que hoy existen en el carácter de los pueblos (…) En materia de moral, la negación de los principios generales se aferra a las diversidades geográficas e históricas, de hábitos y normas y (…) se cree exenta de la obligación de reconocer la seria vigencia y la virtualidad efectiva de estímulos morales coincidentes. Este escepticismo socavador, (…) conduce a la postre a una verdadera nada’ (…)” (E. Dühring, citado por Engels en: Antidühring.- Sección primera: Filosofía.- IX: Moral y derecho. Verdades eternas. 1878).

Para Dühring, pues, las diferencias en las normas morales de los diferentes pueblos, “no nos deben hacer perder de vista” la existencia de los “elementos simples y principios generales” morales. Del mismo modo, para la CCI actual, las diferencias en las normas morales de las diferentes clases, igualmente, “no nos deben hacer perder de vista” la existencia de “elementos humanos generales”. La CCI se reapropia, casi literalmente, de Dühring. (La única diferencia “sustancial” es que el Texto de orientación de la CCI limita los “principios morales de validez general” al “ser humano”, mientras que Dühring los considera válidos también para los habitantes de otros mundos; por su parte, para Kant, la validez imperativa de los principios morales generales se extiende hasta el “Ser Superior”).

Es esta especulación idealista sobre los “principios humanos de validez general” la que precisamente está en el centro del combate Engels:

Rechazamos toda pretensión de querer imponernos como ley eterna, definitiva, y por lo tanto, como ley moral inmutable, cualquier moral dogmática bajo el pretexto de que también el mundo moral tiene sus principios permanentes que están por encima de la historia y de las diferencias nacionales. Por el contrario, afirmamos que hasta hoy toda teoría moral ha sido, en última instancia, producto de una situación económica concreta de la sociedad. Y como hasta hoy la sociedad se ha agitado entre antagonismos de clase, la moral ha sido siempre una moral de clase: o justificaba la dominación y los intereses de la clase dominante, o representaba, cuando la clase oprimida se hacía lo bastante poderosa, la rebelión contra dicho dominio y los intereses del futuro de los oprimidos. (…) Una moral realmente humana, sustraída a los antagonismos de clase o a reminiscencia de ellos, únicamente será factible cuando la sociedad alcance un grado de desarrollo en que no sólo se haya superado el antagonismo de las clases, sino en que también el mismo se haya olvidado en las prácticas de la vida.” (F. Engels. Antidühring.- Sección primera: Filosofía.- IX: Moral y derecho. Verdades eternas. 1878).

Para el marxismo, la actual ideología dominante tiene la función de “justificar la dominación y los intereses de la clase dominante”, de reforzar entre el proletariado la mistificación según la cual la actual sociedad capitalista, con su “democracia” es la única “sociedad humana” posible, a la que sólo cabe “mejorarla” o quitarle sus “lados malos”. Al mostrar que la ideología actualmente reinante es solamente la ideología de la clase dominante, cuyos intereses esconde detrás de mistificaciones de “valor humano general”, el marxismo desbroza el camino del proletariado hacia su conciencia de clase revolucionaria, hacia la ruptura con esta ideología y hacia la comprensión de que existen condiciones históricas y materiales para edificar una sociedad diferente, sin explotación asalariada, sin clases sociales, para lo cual es necesario echar abajo previamente el actual orden social.

En contraposición, para el Texto de orientación de los liquidacionistas de la CCI actual, la ideología dominante contiene “elementos de valor humano general”. Contribuye, pues, a validar, a reforzar la ideología dominante. Más aún: abre, al menos en el plano de la “moral”, un área de colaboración entre las clases, en la intersección de lo que, según la propia CCI actual, correspondería a los “intereses generales”, comunes tanto a la burguesía como al proletariado.

3. ¿Marxismo o revisionismo? ¿Trotsky o Henri de Man?

Una vez que el Texto de orientación de la CCI “establece” el principio de que las morales de clase son solamente las envolturas que contienen a la “moral de valor humano general”, se lanza, en una cruzada moral, hacia todas las direcciones a “aplicar” dicho principio. Sus resultados no dejan de sorprendernos. Tomemos el “aleccionador” capítulo del “combate del marxismo contra el utilitarismo”:

A pesar de sus debilidades, el materialismo burgués, en particular bajo su forma utilitarista –con el concepto de que la moral es la expresión de intereses reales y objetivos- representaba un enorme paso adelante en la teoría ética (…) la clase obrera, desde los primeros tiempos, sacaba ya sus propias conclusiones socialistas de esta postura. (…) la influencia de la postura utilitarista se mantiene con fuerza en el interior del movimiento obrero, incluso después del surgimiento del marxismo.

Los primeros socialistas revolucionaron la teoría de Bentham, aplicando sus postulados básicos a las clases sociales en lugar de los individuos, preparando así la vía a la comprensión de la naturaleza social y de clase de la historia de la moral. (…) Pero a pesar del progreso que ello representaba, este utilitarismo, incluso bajo su forma proletaria, dejaba todo un montón de cuestiones sin respuesta.

Primeramente, si la moral no es otra cosa que la codificación de intereses materiales, ésta se vuelve superflua y desaparece en tanto que factor social en sí mismo. (…) En particular, la identidad entre interés y moral implica, como los jesuitas lo habían afirmado ya, que el fin justifica los medios.

Segundo, al tomar como postulado que las clases sociales representan a ‘individuos colectivos’ que persiguen simplemente sus propios intereses, la historia aparece como una disputa sin ningún sentido, cuyo resultado puede ser importante para las clases concernidas pero no para la sociedad en su conjunto. (…)

Tercero, la postura utilitarista conduce a un racionalismo estéril que elimina las emociones sociales de la vida moral

Las consecuencias negativas de esos restos utilitaristas burgueses se volvieron visibles (…) La investigación sobre el complot de la Alianza contra la Internacional (…) revela ‘la introducción de la anarquía en la moral’ a través de un ‘jesuítismo’ que ‘lleva la inmoralidad de la burguesía hasta sus últimas consecuencias’.

(…) el movimiento obrero en su conjunto no ha asimilado profundamente las lecciones de la lucha contra el bakuninismo. En su Materialismo Histórico, Bujarin presenta las normas de ética como simples reglas y reglamentos. (…)

Pero el reforzamiento de la moral utilitaria después de 1917 en la URSS era por encima de todo la expresión de las necesidades del Estado transitorio. (…) Incluso Trotsky no salió indemne ante esta influencia, ya que en Su moral y la nuestra, en una defensa inconfesable de la represión de Kronstadt, defiende en el fondo la fórmula según la cual ‘el fin justifica los medios’.

Es del todo cierto que cada clase social tiende a identificar el ‘bien’ y la ‘virtud’ con sus propios intereses. Sin embargo, interés y moral no son idénticos. La influencia de clase sobre los valores sociales es extremadamente compleja, ya que integra la posición de una clase dada en el proceso de producción y la lucha de clase, sus tradiciones, sus objetivos y sus esperanzas para el futuro, su parte en la cultura así como la manera en que todo ello se manifiesta bajo la forma del modo de vida, de las emociones, de las intuiciones y de las aspiraciones (…)

En oposición a la confusión utilitarista entre interés y moral (o ‘deber’ como él lo formula), Dietzgen distingue los dos “El interés representa ante todo el bienestar concreto, presente, tangible; el deber al contrario, el bienestar general, amplio, concebido también para el porvenir.’ (…)

En reacción a las afirmaciones idealistas de la invariabilidad de la moral, el utilitarismo social cae en el otro extremo e insiste tan unilateralmente en su naturaleza transitoria que pierde de vista la existencia de valores comunes que dan una cohesión a la sociedad, y el progreso éticos. La continuidad del sentimiento de comunidad no es sin embargo una ficción metafísica. (…)” (Marxismo y ética.- Segunda parte.- El combate del marxismo contra el utilitarismo ético).

Analicemos los puntos de este “combate” de la CCI actual “contra el utilitarismo ético”:

1) Hemos debido citar ampliamente el capítulo para mostrar, en primer lugar, cómo teje la CCI el “hilo histórico” de lo que llama “utilitarismo ético”: Una vez que se ha definido, especulativamente, la existencia de una “moral general” planeando por encima de la historia, nada más fácil y “lógico” que hacer aparecer también una “amoralidad general” a lo largo de la historia. De este modo, basta atribuir a determinada persona una conducta basada en algún principio “amoral” – para el caso el de que “el fin justifica los medios”- para echarla en el costal de los “malos” de la historia. Es así, cómo la CCI, parte del burgués Bentham, pasa por los socialistas premarxistas, el anarquista Bakunin y llega, por fin a su blanco: ¡el partido bolchevique!

Más adelante volveremos sobre la posición de la “nueva” CCI respecto a los bolcheviques. Por el momento solamente queremos hacer notar a dónde conduce este procedimiento: Si un “valor” o “conducta” se juzga como “mala”, “inmoral” o “amoral”, desde un punto de vista “humano general”, la naturaleza de clase de esa conducta pierde toda relevancia. En este sentido, por ejemplo, resulta igualmente “inmoral” si los capitalistas “ocultan” a los obreros sus planes de llevar a cabo un despido masivo, que si los obreros “ocultan” a la burguesía sus intenciones de lanzarse sin preaviso a una huelga. La “brutalidad” sería igualmente condenable por ambos lados si, por ejemplo, vinieran los antimotines a romper los cráneos de los obreros para parar la huelga, que si estos tomaran palos para tratar de sostener esa huelga y también rompieran algunos cráneos de policías. Más aún, la “guerra” –la lucha armada entre dos bandos- también sería igualmente condenable sin importar si se tratara de una guerra imperialista o de una guerra revolucionaria de clase. El método del juicio moral que establece la CCI hace completa abstracción del contenido de la acción concreta, de su objetivo, y sobre todo de su carácter de clase.

De hecho, cuando la CCI mete en el ámbito de los valores “malos”, de las “pulsiones antisociales”, a la violencia contra el prójimo, debería rechazar lógica y abiertamente la violencia de clase del proletariado y más aún la necesidad de la insurrección proletaria. Pero el redactor del Texto de orientación de la CCI “oculta” a sabiendas esta conclusión, engaña a sus lectores; se la pasa jugando con las palabras “brutalidad”, “pulsiones”, “combatividad” y “violencia” sin plantear francamente su postura: en un lado pone en el costal de lo “malo” la “brutalidad”, pero omite el concepto de “violencia”; en otro reconoce la “necesidad” de la violencia de clase, pero evitando a toda la costa destacar su necesaria “brutalidad”. Sin embargo, la CCI actual no es, ni mucho menos, la primera en plantear la cuestión de los valores morales e inmorales generales, válidos para todas las clases: Es exactamente lo que De Man defendía hace ochenta años, de manera mucho más consecuente:

No es mediante un mal medio, la participación en la guerra, que se puede alcanzar un buen fin, la supresión de la guerra, porque el medio de la guerra pone en acción móviles pasionales que son móviles de guerra, que agravan y prolongan ésta y le sobreviven. Del mismo modo, es imposible realizar la libertad mediante el despotismo, la democracia mediante la dictadura, la no-violencia mediante el empleo de la violencia. Asimismo, es por ello que nunca ha habido una revolución violenta que no hubiera allanado el camino a un déspota. Cada revolución fue una de esas marchas del progreso que comienzan más alto de lo que terminan. La diferencia de elevación entre el comienzo y el fin de la marcha siempre ha dependido del grado en el cual la revolución ha empleado la violencia, la dictadura y el terrorismo.” (Henri de Man. Más allá del marxismo.- Capítulo IX. 1926. Traducido del francés por nosotros). (4)

La lógica especulativa es aquí irrebatible: si por un medio “malo” no se puede alcanzar un fin “bueno”, entonces mediante la guerra no se puede alcanzar la supresión de las guerras, y una revolución violenta sólo puede llevar al despotismo. La conclusión necesaria es el rechazo de la revolución proletaria violenta, a cambio de la lucha por “reformas” pacíficas y la purificación moral de los individuos. Todo el truco está en vaciar de todo contenido real, concreto a los acontecimientos (igualar guerra imperialista con revolución) e interpretarlas a partir de un concepto abstracto cualquiera preestablecido, en este caso: “la violencia es mala”.

2) “Interés y moral no son idénticos”. Aquí el redactor del Texto de orientación utiliza un argumento sin consistencia. Habla indistintamente de tres conceptos diferentes: intereses de clase, intereses materiales, e intereses individuales egoístas. Y así, puede contraponer el término abstracto “el interés” –cualquier interés- a “lo moral”. El “interés” sería lo inmediato, lo egoísta, lo material. Lo “moral”, en cambio, sería el futuro luminoso, lo altruista, lo ideal. Este razonamiento debe ser familiar para muchos obreros: es exactamente el mismo que, cuando se lanzan a la lucha, les restriega la burguesía; ¿No defienden “únicamente” sus “intereses materiales egoístas e inmediatos”, en lugar de preocuparse por la “comunidad” a la que perjudican con su huelga? ¿No se olvidan del “futuro de la patria”, de “sus hijos…”?

Pero sigamos el razonamiento del Texto de orientación. Los “intereses” –incluso los intereses de clase- corresponden a “lo inmediato”, “lo egoísta” y “lo material”. Muy bien. ¿Qué es lo que estaría por encima de ellos? Pues, según el propio Texto de orientación: “los valores comunes que dan cohesión a la sociedad”. Ahora bien, no olvidemos que – según la propia CCI de la liquidación- en el mundo actual y real, la depositaria de estos “valores comunes” es la moral dominante:

La moral dominante es la de la clase dominante. Por esta razón precisamente, toda moral dominante, de manera que sirva a los intereses de la clase dominante, debe al mismo tiempo contener elementos de interés moral general de manera que asegure la cohesión de la sociedad.” (CCI.- Op cit.- Segunda parte.- Los efectos de la descomposición del capitalismo).

Por cierto, tal es, nuevamente, exactamente el mismo razonamiento lógico de Henri de Man, (al grado que da la impresión que el redactor del Texto de orientación lo ha plagiado, lo cual, dada su probidad moral es, por supuesto, algo imposible; debe tratarse entonces de una mera coincidencia). La única diferencia es que de Man es más claro y directo:

La moralidad de cada época, que el marxismo describe como la moralidad de la clase dominante de esta época, es por ello mismo la moralidad de todas las clases de esta época. La dominación de una clase reposa únicamente en último análisis en lo que ésta crea de condiciones que imponen o sugieren a las otras clases las normas de su moralidad (…) Ninguna revolución se reclama de derechos del hombre apenas descubiertos. Cada una reivindica los derechos eternos del hombre. Se basa sobre el pasado para proclamar que esos derechos derivan de la naturaleza moral del hombre y acusa al presente de violentar esta naturaleza” (H. de Man. Op cit.- Capítulo VIII)

Así como también debe ser otra mera coincidencia que la CCI también argumente, una y otra vez que el capitalismo “violenta” la naturaleza moral del hombre: “La tendencia de la sociedad burguesa es a erosionar las adquisiciones morales de la humanidad que se han acumulado en el curso de miles de años” (CCI. Op cit.- La lucha contra la moral burguesa).

Bien, pero ¿cuál es la conclusión que se desprende, lógicamente, del razonamiento de la “CCI-De Man”?: Si la moral de la clase dominante es la moral humana de una época determinada (“contiene elementos” de la moral humana), y la moral humana debe primar por encima de cualquier “interés”, se sigue entonces que los valores de la burguesía deben primar por encima de los intereses de clase del proletariado. Por ejemplo: la defensa de la nación (defensa de la “comunidad humana general”, de la “cohesión social”) prima por encima de la lucha de clases (defensa de “intereses egoístas, inmediatos y materiales”). Tal es, ni más ni menos, a la conclusión que llega De Man.

Por su parte, la CCI llega al umbral de esta misma conclusión, y allí se detiene: “A pesar de su carácter engañoso y cada vez más bárbaro, la nación es el único ideal que la burguesía puede blandir para dar una cohesión a la sociedad” (CCI. Op cit.- Segunda parte.- Los efectos de la descomposición…).

De Man le indica cuál es el siguiente paso.

3) “Si las clases sociales persiguen simplemente sus propios intereses, la historia aparece como una disputa sin ningún sentido, cuyo resultado puede ser importante para las clases concernidas pero no para la sociedad en su conjunto.” (Texto de orientación de la CCI).

Tenemos aquí la misma idea, expresada de otro modo: el objetivo de la “la sociedad en su conjunto”, es decir su cohesión, prima por encima del “interés” de cualquier clase social, es decir sobre la lucha de clases. La única novedad aquí es que, para la CCI actual, si las clases persiguen sus intereses, significa que la lucha de clases es una mera “disputa sin ningún sentido”, sin importancia para la “sociedad en su conjunto”. Así, de un plumazo, de paso, se arroja a la basura una de las enseñanzas fundamentales del marxismo: La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases (Marx y Engels. Manifiesto Comunista).

Por supuesto, la CCI no dice que la historia, entonces, no tiene sentido alguno. Todo lo contrario: La CCI atribuye aquí a la historia un “sentido”, un “fin”, que va más allá de las terrenales y vulgares disputas entre las clases: La historia tiene un sentido y forma un todo coherente” (CCI. Op cit.- El marxismo y los orígenes de la moral).

Pero si este “sentido” y “coherencia” va más allá de los intereses de las clases reales y concretas que se han sucedido, más allá de lo “material”, entonces ¿de dónde provienen? ¿Qué o quién le ha dado ese “sentido” y “coherencia” a la historia? La especulación idealista vuelve a ascender de lo terrenal a lo etéreo. El “sentido y coherencia de la historia”, que planea por encima de las luchas de clases reales, solamente puede ser atribuido entonces al Arquitecto del Mundo, o a la naturaleza humana:

Situada por encima de las clases, la moral conduce inevitablemente a la aceptación de una substancia particular, de un ‘sentido moral’ de una ‘conciencia’, como un absoluto especial, que no es más que un cobarde pseudónimo filosófico de Dios. La moral independiente de los ‘fines’, es decir, de la sociedad, ya se la deduzca de la verdad eterna o ya de la ‘naturaleza humana’, sólo es, en resumidas cuentas, una forma de ‘teología natural’. Los cielos continúan siendo la única posición fortificada para las operaciones militares contra el materialismo dialéctico. (L. Trotsky. Su moral y la nuestra. Amoralidad marxista y verdades eternas.- 1938).

Y en este punto encontramos otra vez que, por coincidencia – ¡tantas coincidencias ya parecen un milagro!-, Henri de Man había desarrollado, en forma más clara, y hasta el fondo, la misma concepción de la CCI actual, acerca de la historia como “algo más que las luchas de clases por intereses materiales sin sentido”, como un “todo coherente” con un “gran fin”:

Si por tanto se ve en el socialismo otra cosa distinta y más que una antítesis del capitalismo moderno, y si se le relaciona con sus raíces morales e intelectuales, se encontrará que esas raíces son las mismas que las de toda nuestra civilización occidental. El cristianismo, la democracia y el socialismo son ya entonces, incluso desde el punto de vista histórico, solamente tres formas de una sola idea. (…) Cada uno de los hechos de esta historia (…) son solamente una serie de etapas en una vasta evolución hacia un gran fin. Y cada acción que nos acerca a ese fin nos liga al esfuerzo global de toda la humanidad” (H. de Man. Más allá del marxismo.- Capítulo III).

Por cierto, el Texto de orientación no pierde la oportunidad de deslizar los Diez mandamientos judeo-cristianos, en el marco de la evolución hacia el gran fin: El proletariado integra en su movimiento antiguas reglas de la comunidad así como las adquisiciones de las manifestaciones más recientes y complejas de la cultura moral. Se trata también de reglas elementales tales como la prohibición del robo y el asesinato.” (CCI. Op cit.- La moral del proletariado).

Sin embargo, nuevamente se detiene en el umbral y no llega a identificar explícitamente al socialismo con la religión cristiana y la democracia burguesa, como lo hace, de manera más consecuente, de acuerdo sus premisas lógicas, De Man.

Pero, descendamos de la etérea especulación idealista sobre el “todo coherente” y “el gran fin” de la historia y volvamos a la terrenal lucha de clases ¿A qué se reduce –en la práctica política- toda esa cháchara? Al más prosaico parlamentarismo.

A la larga, un partido que quiera reclutar adherentes, y especialmente electores, no puede renunciar a la propaganda de móviles que hagan aparecer su programa como un programa de interés general. Así pues, la teoría marxista puede negar todo lo que quiera la existencia de lazos sociales superiores a los intereses de clase, la práctica hace a un lado esos escrúpulos y establece un compromiso allí donde el dogma edifica una contradicción. En realidad, la existencia de partidos de clase no es, en nada, incompatible con los principios fundamentales de la democracia política” (H. de Man.- Op cit. Cap. III).

La CCI no parece interesada en el parlamentarismo. Sin embargo, comparte con De Man el fundamento de que “existen lazos sociales superiores a los intereses de clase”, en particular los “lazos morales”. Acercándose a De Man, la CCI actual afirma que “la existencia de morales de clase no es incompatible con los principios fundamentales (humanos generales) contenidos en la moral dominante democrática”. Lo cual, subrayamos una vez más, abre a la CCI un amplio campo para la colaboración entre las clases.

4) “La identidad entre interés y moral implica, como los jesuitas lo habían afirmado ya, que el fin justifica los medios”. (Texto de orientación de la CCI).

Llegamos al principio fundamental a partir del cual, según la CCI, se ha tejido la historia negra de la “amoralidad general humana”: “el fin justifica los medios”. El Texto de orientación se lanza, como Santa Inquisición, a combatir ese principio (y a sus adeptos) que, como el diablo, reaparece una y otra vez en la historia. Finalmente, la CCI nos entrega, cual Tabla de la Ley, la “formulación correcta del problema”:

En lo que concierne a la relación entre el fin y los medios, la formulación correcta del problema no es que el fin justifique los medios, sino que el fin influye sobre los medios y que los medios influyen sobre el fin. Los dos términos de la contradicción se determinan mutuamente y se condicionan uno al otro. Además, el fin y los medios no son otra cosa que eslabones de una cadena histórica, en la que cada fin se vuelve un medio de alcanzar un fin más elevado” (CCI. Op. Cit., Segunda parte.- El combate del marxismo contra el utilitarismo ético).

¡Muy bien! La única objeción que tenemos sobre esta “formulación correcta del problema” es que “olvida” mencionar su fuente original, la cual resulta ser uno de los principales acusados (por la CCI actual) de jesuitismo, a saber… el mismo ¡Trotsky!:

Sería, sin embargo, ingenuo esperar de este "principio" abstracto una respuesta a la cuestión práctica: ¿Qué se puede y qué no se puede hacer? Además, el principio: "el fin justifica los medios" suscita naturalmente la cuestión: ¿Y qué justifica el fin? En la vida práctica, como en el movimiento de la historia, el fin y el medio cambian sin cesar de sitio. La máquina en construcción es el "fin" de la producción, para convertirse, una vez instalada en una fábrica, en un "medio" de esa producción. (…) Sin encerrar en sí nada inmoral, el principio atribuido a los jesuitas no resuelve, sin embargo, el problema de la moral.” (L. Trotsky.- Op. Cit.- Jesuitismo y utilitarismo).

(…) El medio sólo puede ser justificado por el fin. Pero éste, a su vez, debe ser justificado. Desde el punto de vista del marxismo, que expresa los intereses históricos del proletariado, el fin está justificado si conduce al acrecentamiento del poder del hombre sobre la naturaleza y la abolición del poder del hombre sobre el hombre. (…) ¿Eso significa, a pesar de todo, que en la lucha de clases contra el capitalismo todos los medios estén permitidos: la mentira, la falsificación, la traición, el asesinato, etc.? (…) Sólo son admisibles y obligatorios (…) los medios que acrecen la cohesión revolucionaria del proletariado, inflaman su alma con un odio implacable por la opresión, le enseñan a despreciar la moral oficial y a sus súbditos demócratas, le impregnan con la conciencia de su misión histórica, aumentan su bravura y su abnegación en la lucha. Precisamente de eso se desprende que no todos los medios son permitidos. Cuando decimos que el fin justifica los medios, resulta para nosotros la conclusión de que el gran fin revolucionario rechaza, en cuanto medios, todos los procedimientos y métodos indignos que alzan a una parte de la clase obrera contra las otras; o que intentan hacer la dicha de las demás sin su propio concurso; o que reducen la confianza de las masas en ellas mismas y en su organización, substituyendo tal cosa por la adoración de los ‘jefes’ (…)”. (L. Trotsky. Op. Cit.- Interdependencia dialéctica del fin y los medios).

Como vemos, la “única” diferencia, en este punto, entre la CCI y Trotsky es que, mientras la primera expresa la “formulación correcta” en términos puramente abstractos, “filosóficos”, vacía de contenido; el segundo, por el contrario, se planta firmemente en el terreno de la realidad, de la lucha de clases, de las lecciones históricas prácticas de la clase obrera.

Por supuesto, lo anterior no significa que la especulación idealista no descienda, de vez en cuando, al terreno de la historia prosaica, real, como veremos enseguida.

4. Kronstadt: ¿Reflujo de la revolución o amoralidad bolchevique? ¿La “vieja” CCI o la CCI “actual”?

Hemos considerado necesario examinar aparte la “crítica” del Texto de orientación al partido bolchevique. Para “probar” el jesuitismo de los bolcheviques, el Texto de la CCI no podía recurrir a mejor “ejemplo” que la tragedia de Kronstadt:

Incluso Trotsky no salió indemne ante esta influencia, ya que en Su moral y la nuestra, en una defensa inconfesable de la represión de Kronstadt, defiende en el fondo la fórmula según la cual ‘el fin justifica los medios’.

(…) la eliminación del lado emocional de la moral por la postura del utilitarismo materialista mecanicista es típicamente burguesa. En esta postura, el uso de mentiras, de engaños es moralmente superior si sirve para el cumplimiento de un fin dado. Pero las mentiras que hicieron circular los bolcheviques para justificar la represión de Kronstadt, no solamente minaron la confianza de la clase en el partido, sino también minaron la convicción de los bolcheviques mismos.” (CCI. Op cit., segunda parte.- El combate del marxismo contra el utilitarismo ético).

En suma, la supuesta “moral utilitaria” de los bolcheviques, su jesuitismo, la defensa de la fórmula de que el fin justifica los medios, el recurso de las mentiras y engaños, todo lo cual –claro- habría que reprobar como indigno e inmoral, quedaría probado por la represión de Kronstadt. Muy bien, tomamos nota. Tal es la postura de la CCI actual.

Por cierto, la CCI no ha descubierto el “jesuitismo” del partido bolchevique: Desde siempre, tal ha sido uno de los argumentos preferidos por los ideólogos de la burguesía, a fin de provocar el rechazo de las masas proletarias hacia el partido más revolucionario de la historia; la única “originalidad” de la CCI, es la utilización de la tragedia de Kronstadt para este mismo fin. Así que, en cuanto a la acusación de jesuitismo, podemos dejar al viejo partido bolchevique su propia defensa:

Inclinémonos un poco y escuchemos a esos detractores ‘revolucionarios’ de la amoralidad bolchevique. En tono de elogio de doble sentido, la Neuer Weg escribe que los bolcheviques se distinguen ventajosamente de los otros partidos por su falta de hipocresía: proclaman abiertamente lo que los demás aplican silenciosamente en la realidad, a saber, el principio: ‘el fin justifica los medios’. Pero según la opinión de la Neuer Weg— una regla ‘burguesa’ de ese género es incompatible ‘con un movimiento socialista sano’. ‘La mentira y algo peor aún no son medios permitidos en la lucha, como lo consideraba todavía Lenin’. (…) Llegamos así a la conclusión de que la mentira, la violencia y el asesinato son incompatibles con ‘un movimiento socialista sano’. Pero, ¿qué pasa con la revolución? La guerra civil es la más cruel de las guerras. (…) el fin justifica, en ciertas condiciones, medios tales como la violencia y el homicidio. ¡Inútil hablar de la mentira! La guerra es tan inconcebible sin mentiras como la máquina sin engrase.

Sin embargo, la mentira y la violencia, ¿no deben condenarse ‘en sí mismas’? Seguramente, deben condenarse, y al mismo tiempo, la sociedad dividida en clases, que las engendra. La sociedad sin contradicciones sociales será, claro está, una sociedad sin mentira ni violencia. Sin embargo, sólo podemos tender hasta ella un puente por virtud de métodos revolucionarios, es decir, métodos de violencia. La revolución misma es producto de una sociedad dividida en clases, y de ello lleva necesariamente impresas las huellas. Desde el punto de vista de las ‘verdades eternas’, la revolución es, naturalmente, ‘inmoral’. Pero eso sólo significa que la moral idealista es contrarrevolucionaria, es decir, se halla al servicio de los explotadores.

"’Pero la guerra civil —dirá quizás el filósofo tomado de improviso— es, por decirlo así, una lamentable excepción. En tiempo de paz, un movimiento socialista sano debe abstenerse de la violencia y de la mentira’. Semejante respuesta sólo es una lastimosa escapatoria. No hay fronteras infranqueables entre la lucha de clases ‘pacífica’ y la revolución. Cada huelga contiene en germen todos los elementos de la guerra civil. Las dos partes se esfuerzan por darse mutuamente una idea exagerada de su resolución de luchar y de sus recursos materiales. Gracias a su prensa, a sus agentes y a sus espías, los capitalistas se esfuerzan por intimidar y desmoralizar a los huelguistas. Por su lado, las guardias de huelga, cuando la persuasión resulta inoperante, se ven obligadas a recurrir a la fuerza. , Así, ‘la mentira y algo peor aún’ constituyen parte inseparable de la lucha de clases, hasta en su forma más embrionaria. Queda por añadir que las nociones de verdad o de mentira nacieron de las contradicciones sociales.” (L. Trotsky. 1938. Su moral y la nuestra.- Moral y revolución).

Por nuestra parte, permítasenos ahora recordar cuál era la postura de la CCI anterior, la de la CCI marxista, revolucionaria, acerca de la tragedia de Kronstadt. En 1998, en el octogésimo aniversario de la Revolución de octubre, la burguesía arreciaba sus campañas sobre la muerte del comunismo, y editaba libelo tras libelo (el más “famoso” fue “El libro negro del comunismo”) con los que “probaba” la continuidad entre el stalinismo y los bolcheviques, así como la “inmoralidad”, el “jesuitismo” y los “crímenes” del partido bolchevique5. Ante todo ello, la CCI de ese tiempo creyó necesario precisar nuestra postura sobre los sucesos de Kronstadt ya que:

Si hasta ahora la burguesía no ha utilizado, en su campaña ideológica contra el comunismo y los bolcheviques, los acontecimientos trágicos de Kronstadt, lo hará en un momento dado” (CCI, boletín interno. Síntesis de la discusión sobre Kronstadt. 19 agosto 1998. La traducción al español es nuestra).

La “vieja” CCI, desde sus orígenes,6 logró explicar las condiciones y causas históricas que condujeron a esta tragedia en el seno de la clase obrera y de allí extraer importantes lecciones para el futuro del movimiento proletario: La represión de Kronstadt solamente se explica, en el contexto del inicio de la degeneración política de la revolución rusa, producto, por un lado, del reflujo de la revolución internacional, del aislamiento de la Rusia revolucionaria, del agotamiento y desesperación de las masas luego de años de guerra civil y hambrunas que les empujaban a revelarse contra el propio Estado soviético, a oponerse a las medidas económicas y políticas cada vez más duras que el partido bolchevique se veía arrastrado a instaurar, a la espera de la extensión de la revolución; tal extensión de la revolución habría de fracasar, y los movimientos insurreccionales serían aplastados en todos los países. Por otro lado, la degeneración de la revolución rusa fue “acelerada” por la inexperiencia del propio movimiento obrero y de sus partidos políticos en cuanto al ejercicio del poder, y la vuelta, en este contexto de contrarrevolución ascendente, a concepciones políticas ya rebasadas históricamente tales como la de que era el partido quien debía “tomar y conservar el poder” en nombre de las masas (concepción que era propia no solamente de los bolcheviques sino de todos los partidos de la Segunda Internacional). Tal es la explicación que la verdadera CCI siempre ha destacado respecto al error político de los bolcheviques al lanzar la represión sobre la revuelta de Kronstadt (así como otros errores aún más graves, como el retorno a los tratados secretos con los gobiernos burgueses), y ha sacado la lección de que:

La violencia revolucionaria es un arma del proletariado frente a las otras clases. Bajo ningún pretexto servirá ésta de criterio ni instrumento dentro de la propia clase, porque no es un medio de toma de conciencia.” (Las lecciones de Kronstadt. Revista Internacional Nº3, 1977).

Pero nunca antes atribuyó la CCI esta represión a la naturaleza “moral” o “inmoral” de los bolcheviques. Incluso el debate de 1998, -el cual estaba centrado alrededor de la cuestión de “¿cuál es la principal causa de los acontecimientos trágicos de Kronstadt?, ¿el error del partido bolchevique sobre la cuestión del Estado, o el aislamiento de la revolución rusa?”- precisaba que la posición del artículo de la Revista Internacional Nº 3, si bien era correcta, “no es del todo satisfactoria ya que, debido a sus concesiones al consejismo, se focaliza sobre la responsabilidad del partido bolchevique” (Síntesis de la discusión sobre Kronstadt).

Aquél debate fue tan interesante y rico que llegó a prever los argumentos que podría utilizar la burguesía:

Por tanto, hay que analizar los acontecimientos en la Rusia revolucionaria no buscando quién es el malo o el idiota responsable, sino comprendiendo su evolución real concreta y cómo esta evolución pesó sobre sus actores. (…) Y hace falta entonces comparar con lo que fueron llevados a hacer en un contexto de contrarrevolución creciente, sin caer en la visión infantil que consiste en decir que los bolcheviques engañaron a todo el mundo para llegar a sus fines.” (Ídem).

Quince años después de ese debate, sucedió lo que se había previsto. Pero la ironía de la historia ha querido que el ataque contra los bolcheviques utilizando a Kronstadt proviniera, no de algún “investigador” a sueldo de la burguesía sino… de la propia CCI. Es así como los liquidadores de la CCI actual abandonan, entierran, y traicionan, palmo a palmo, todas las posiciones y lecciones históricas que la “vieja” CCI consideraba indispensable transmitir a la clase obrera. Posiciones y lecciones de las que nuestra modesta fracción es heredera y las cuales sigue defendiendo.

5. ¿Lucha de clase o misticismo? ¿Lenin o Tolstoi?

Pero, una vez establecida la “desaprobación e indignación” hacia la “inmoralidad” de Trotsky y de todo el partido bolchevique, preguntémonos: ¿qué nos ofrece a cambio la actual CCI?: Hemos visto ya cómo la crítica de la moral “utilitarista” encamina a la CCI hacia el “socialismo ético” y la “superación” del marxismo de De Man. Por este mismo camino, la CCI actual abre la puerta de entrada hacia el misticismo tolstoiano y al pacifismo burgués. ¿Se cree que exageramos? Volvamos al principio de la especulación de la CCI sobre la “naturaleza de la moral” y los “valores eternos”:

La solidaridad, la sensibilidad, la generosidad, el apoyo a los necesitados, la honestidad, la actitud amistosa y la bondad, la modestia, la solidaridad entre generaciones son tesoros que pertenecen a la herencia moral de la humanidad. Son cualidades sin las cuales la vida en sociedad se vuelve imposible. Es por ello que los seres humanos siempre han reconocido su valor, así como la indiferencia hacia los otros, la brutalidad, la avidez, la envidia, la arrogancia y la vanidad, la deshonestidad y la mentira siempre han provocado la desaprobación y la indignación.” (CCI. Marxismo y ética.- La naturaleza de la moral).

Es a partir de esta “definición” de los valores morales eternos, y siguiendo su propio método especulativo, como el Texto de orientación concluye “lógicamente” que los “medios” utilizados por los revolucionarios tales como “las mentiras, los engaños y la brutalidad” no se justifican con los “fines” perseguidos. Pero todo este “razonamiento” no es una originalidad de la CCI. Compárese con el que ya hace un siglo predicaba Tolstoi, prácticamente con los mismos términos:

Si vosotros sois de esas personas sinceras que quieren servir al pueblo por medio de la actividad revolucionaria socialista, sin hablar de la insuficiencia de este fin, del bienestar material que nunca satisface a nadie, reflexionad sobre los medios de que disponéis para lograrlo. Esos medios son: primero, inmorales, por que contienen la mentira, el engaño, la violencia y las matanzas y, segundo, en ningún caso alcanzarán su objeto.” (Tolstoi. A los hombres políticos.- Cap. 5).

Ahora bien. A partir de la “insuficiencia” del fin (que solamente “buscaría” el bienestar material y no “espiritual”) y de la “inmoralidad” de los medios (la violencia), Tolstoi rechaza, consecuente y abiertamente, toda revolución política violenta y, en contraposición, deduce que el remedio a los males sociales estriba en que los individuos operen, en sí mismos, un cambio moral, un “perfeccionamiento interior”:

(…) la actividad de los hombres que deseen servir a su prójimo debe dirigirse no a la institución de las formas nuevas, sino hacia el cambio y perfección de sí mismo y de los demás hombres. [Según Tolstoi, esto es evidente, pero los hombres no se dan cuenta de ello debido a que:] el cambio de las cualidades de los hombres debe empezar por sí mismos y exige mucha lucha y trabajo, mientras que el cambio de la forma de la vida de los demás se hace con facilidad, sin trabajo interior, y tiene el aspecto de una actividad muy grave e importante.” (Tolstoi. Op. Cit.- Cap. 5).

De este modo, Tolstoi retoma la tradición mística religiosa, y especialmente el cristianismo “original”, el cual predica ardientemente:

La actividad de los hombres que desean ayudar al establecimiento de la buena vida no puede estar más que en la perfección interior cuyo cumplimiento lo explica el Evangelio en estas palabras: Sed perfecto como nuestro Padre en el Cielo.” (Tolstoi. Op. Cit.- Cap. 7).

Por asombroso que pueda parecer, este mismo razonamiento místico tolstoiano lo encontramos en el texto de “orientación moral” de la CCI. Como Tolstoi, el predicador –perdón, el redactor- del Texto de la CCI subraya que “el ideal más elevado” a seguir, el cual –por supuesto- requiere “mucha lucha y trabajo”, una “lucha constante” es el de la “perfección interior”, es decir, “la paz interior y la armonía con el mundo”:

Aunque los ideales más elevados de la humanidad hayan sido siempre los de la paz interior y la armonía con el mundo social y natural que nos rodea, estos solamente pueden alcanzarse mediante una lucha constante. La primera condición de la felicidad humana es saber que se hace lo que es necesario, que se sirve, voluntariamente, a una gran causa. (CCI. Marxismo y ética, segunda parte.- El combate del marxismo contra el idealismo ético).

“¡Nueva impostura, tergiversación y mentira de la fracción!” clamarán seguramente los “liquidadores” de la CCI, e indignados moralmente mostrarán que, mientras Tolstoi rechaza toda revolución, su Texto de orientación no deja de insistir en la revolución proletaria como la “gran causa”. Pero lo que precisamente revela ese Texto, una vez más, lo que caracteriza a la “nueva” CCI, es la oscilación entre dos posturas antagónicas. El Texto no es sino una nueva expresión de cómo la CCI se mueve, de sus posiciones revolucionarias, hacia posiciones cada vez más abiertamente colaboracionistas e incluso burguesas; tal es su tendencia desde el 2001, tal es el proceso de degeneración oportunista que vive. Así, sobre el punto que estamos tocando, el antagonismo es evidente, tajante.

Para el idealista místico Tolstoi, el cambio o “perfeccionamiento moral” de los individuos conduce por sí mismo a un “cambio político y económico” de la sociedad, en tanto que las revoluciones violentas solamente los alejan de ese “perfeccionamiento”:

El cambio de las cualidades de los hombres y de su concepto del mundo entraña inevitablemente el cambio de las formas en las cuales han vivido los hombres, mientras que los cambios de las formas de la vida no solamente no ayudan al cambio de las condiciones de los hombres y de su concepción del mundo, sino impiden aún más dirigiendo sobre una vía falsa la atención y la actividad de los seres humanos.” (Tolstoi. Op cit.- Cap 7).

Esta misma idea fundamental, que es una base “filosófica” del pacifismo burgués, sobre la búsqueda de la “moral humana”, de la “paz interior y la armonía” en contraposición a las revoluciones “violentas” que sólo generarían desmoralización entre los hombres, la encontramos también en De Man:

Sin embargo, en la medida misma en que se profundiza mi sentimiento revolucionario, me alejo de la concepción superficial y romántica de una revolución que trataría de forzar, mediante una brusca violencia un crecimiento que, como todo crecimiento, exige tiempo y libertad. Yo creo en una tarea mucho más profunda y esencial de lo que sería una revolución de la manera de gobernar: es la manera de vivir lo que ante todo importa cambiar. Es más esencial y más difícil de cambiar las costumbres que cambiar las leyes; pero, el cambio de leyes no tiene sentido para el socialismo más que en la medida en que sean un obstáculo para la consolidación de costumbres nuevas. La metamorfosis psicológica que ello exige no se vería favorecida por la violencia; la violencia no solamente produce una reacción en quien la sufre, desmoraliza además a quien la emplea. (H. de Man. Au delá du marxisme. Chapitre XVI Credo)

Para el materialista dialéctico Marx, por el contrario, el movimiento revolucionario del proletariado, el proceso de “cambio social” no solamente es la base del fin de la explotación y de las clases sociales, sino que además es éste el que entraña la ruptura y superación de la ideología dominante, es en el curso de este movimiento que se produce el “cambio moral” de los individuos:

La revolución no sólo es necesaria porque la clase dominante no puede ser derrocada de otro modo, sino también porque únicamente por medio de una revolución logrará la clase que derriba salir del cieno en que se hunde y volverse capaz de fundar la sociedad sobre nuevas bases.” (Marx y Engels.- La ideología alemana.- I. Feuerbach.- II.- 6.-Conclusiones de la concepción materialista de la historia. 1846).

Pero el acercamiento entre la CCI nueva fórmula y Tolstoi va aún más allá de los aspectos filosóficos o morales y llega al ámbito de la política, de la intervención práctica en la lucha de clases. La doctrina de Tolstoi no excluye la política ni los movimientos sociales de masas; para él, la desaparición del Estado, de la opresión política y de la explotación era también su “causa”. Solamente que, para él, esta causa no debía (ni podía) alcanzarse mediante una revolución violenta (pues ésta rebajaba moralmente a los hombres), sino, por el contrario, solamente a través de la difusión de la moral y religión cristianas. Políticamente, esta doctrina del “cambio social” a través de un movimiento de purificación moral y desobediencia “civil” corresponde plenamente a los movimientos pacifistas burgueses (tipo Gandhi, quien por cierto también fue un admirador de Tolstoi, o Luther King):

(…) la actividad razonable, propia de nuestro tiempo para los hombres de nuestra sociedad cristiana es una: la profesión y la propaganda, por las palabras y los actos, de la doctrina religiosa última y superior que conocemos: la doctrina cristiana, (…) ese cristianismo vital cuya cualidad necesaria está no sólo en la no participación en los actos del gobierno, sino en la desobediencia a sus exigencias, puesto que estas exigencias, desde las contribuciones hasta los tribunales armados son completamente contrarias al verdadero cristianismo. (…)” (Tolstoi. A los hombres políticos.- Cap. 5).

El Texto de orientación de la CCI reconoce todavía la “necesidad de la violencia revolucionaria”, pero lo hace a regañadientes previniendo contra sus “excesos”, e introduciendo veladamente la concepción de Tolstoi y De Man acerca de que “la violencia desmoraliza al que la emplea”:

Incluso en el contexto de la guerra civil contra el enemigo de clase, el proletariado debe estar convencido de la necesidad de actuar contra la aparición de sentimientos antisociales tales como la venganza, la crueldad, la voluntad de destruir ya que estos conducen al embrutecimiento y debilitan la luz de la conciencia.” (CCI.- Op cit.- El combate del marxismo contra el utilitarismo ético).

Sin embargo, hay que recordar que ese texto –El Texto de orientación- fue escrito hace ya más de dos años. Desde ese entonces no hemos dejado de denunciar los deslices hacia el pacifismo burgués de la CCI: por ejemplo el coqueteo con las campañas “humanitarias” con motivo del Tsunami (ver nuestro Boletín 30, marzo 2005), o sus llamados abiertos a manifestarse “pacíficamente” y a “solidarizarse” con los policías antimotines heridos durante la lucha contra el CPE en Francia (ver Boletín 35, primavera 2006). ¿Hasta dónde ha penetrado en la CCI el pacifismo burgués, luego de dos años de adoctrinamiento moral –perdón, de “debate interno”? Veamos más de cerca.

¿Qué plantea Tolstoi? Básicamente que, dada la fuerza, los medios de represión de que dispone, no se puede derrocar a un gobierno por medio de la violencia. Que todo intento de revolución violenta desemboca únicamente en la represión y en un fortalecimiento del propio gobierno. De allí su prédica de un movimiento que transforme la moral de los individuos, a partir del cual “concientemente”, por “convicción interna” y no por la fuerza modifiquen su vida, su entorno social:

La fuerza y la prudencia de los gobiernos que defienden su vida, son en la actualidad tan grandes que ninguna astucia, engaño, crueldad, no sólo no podrán derribarles, sino quebrantarles. Actualmente toda tentativa de revolución no reporta más que una nueva justificación de la violencia de los gobiernos y aumenta su poderío. (…) Para que los hombres puedan vivir la vida común sin oprimirse mutuamente, no son las instituciones sostenidas por la fuerza las que se necesitan, y sí un estado moral de los hombres en el cual por convicción interna, y no por fuerza procedan con los demás como quieren que los otros proceden con ellos. (Tolstoi. Op. Cit. - Cap. 5).

¿Qué defiende hoy, por su parte, la CCI? Encontramos una muestra significativa en Revolución Mundial (publicación de la CCI en México), como lección principal de los recientes acontecimientos de Oaxaca7:

La primera cuestión que salta a la luz de la historia es que el proletariado no tiene muchas posibilidades en la confrontación de la violencia contra la violencia. Las piedras y garrotes tienen poca eficacia frente a las tanquetas, armas de fuego y gases tóxicos de los cuerpos represivos. No es a ese nivel que la clase obrera pueda ‘competir’. El factor esencial de la próxima revolución es la conciencia. La revolución proletaria mundial no es un problema de ‘a ver quién pega más duro’, es su accionar masivo y conciente lo que le da una fuerza superior, para ello el proletariado deberá convencer a las capas no explotadoras y a los marginados de la necesidad de derribar al capitalismo, el proletariado. A la represión violenta del capitalismo el proletariado deberá oponer el arma de su movilización masiva y conciente. (CCI.- Oaxaca: Lecciones a sacar de una trampa. En: Revolución Mundial, publicación en México de la CCI Nº 96, ene-feb 2007).

El razonamiento de la CCI es exactamente el mismo que el de Tolstoi. Primero, se borra el carácter de clase de la violencia. Al mismo tiempo se remarca, ¡y esto supuestamente según la “historia”!, que “el proletariado no tiene posibilidades de confrontar la violencia con la violencia”, que la revolución no es problema de “a ver quién pega más duro” (frase coloquial con la que nuevamente se niega la violencia de clase). En lugar de la violencia RM propone… “¡la conciencia!”, lo cual también remarca: “a la represión violenta el proletariado debe oponer la movilización masiva y conciente”; la cual, se sobreentiende, no puede ni debe ser violenta.

¿Pero de qué “conciencia” habla la CCI actual? Hasta ahora, entendíamos que la conciencia de clase del proletariado implicaba la conciencia de la necesidad de destruir a plazo, al Estado burgués –por medio de la violencia revolucionaria, de la insurrección, de la guerra civil-, lo cual significa, por supuesto, un largo periodo de preparación, de experiencia de enfrentamientos de clase, de combates de clase más o menos violentos. Es decir, que el “accionar masivo y conciente” del proletariado conlleva necesariamente ciertos métodos de violencia de clase, en concordancia con el desarrollo del propio movimiento.

Hoy, la CCI pone “la conciencia y la movilización masiva” como alternativa a la “violencia”; contrapone la “conciencia” a la “violencia”. Entonces, según la CCI actual, la “conciencia” que debería tomar el proletariado solamente puede ser la de que debe actuar en forma no-violenta, de que su movilización masiva debe ser no-violenta. Es esta movilización masiva conciente” no-violenta la que no solamente el proletariado y demás explotados deberían oponer ante la represión, sino además siempre siguiendo a la CCI actual, lo que constituiría el “factor esencial de la revolución”. Idea que se emparenta con las doctrinas de Tolstoi, De Man, Gandhi o Luther King, y con todo el pacifismo burgués en general.

Se entiende ahora el tono elogioso, lleno de emoción y acrítico –que debe de haber sorprendido a más de un lector y, esperamos, a más de un militante de la CCI- con el que el Texto de orientación (ver la primera parte de éste) se refiere a Tolstoi. Por su parte, Lenin tenía un punto de vista más “crítico” sobre la postura política y moral de Tolstoi:

De una parte, el realismo más sobrio y la ausencia de todo género de máscaras. De otra parte, la propagación de una de las cosas más corrompidas que existen en el mundo: la religión; la tentativa de reemplazar los sacerdotes oficiales del Estado, por sacerdotes de convicción moral, es decir, cultivar la más sutil y por consiguiente la más especialmente repugnante de las especies de clericalismo. (Lenin. Proletario. N° 35, 1908)

Actualmente, los liquidacionistas de la CCI cultivan también, cada vez más, una especie de “marxismo” clerical.


Quedan aún por examinar varios temas desarrollados por Texto de orientación de la CCI sobre la moral. Sin embargo, el método que hemos empleado, de remontarnos a las fuentes literarias de las posiciones criticadas, citándolas lo más fielmente posible, ha llevado nuestro documento de crítica a una extensión que excede ya demasiado el límite del plan original y, seguramente, también el límite de la paciencia de nuestros lectores. Debemos pues, por el momento, detenernos aquí. Si fuera necesario, y nuestras fuerzas lo permiten, podríamos abordar en futuros números de nuestro boletín alguno de esos temas pendientes. De cualquier modo, nos parece que hemos abordado los aspectos principales.

De nuestra crítica se desprende una redoblada preocupación por la trayectoria de degeneración oportunista que corroe, cada vez más profundamente a la actual CCI, degeneración oportunista de la que el Texto de orientación Marxismo y ética constituye un paso muy importante, por lo cual debemos rechazarlo y combatirlo decididamente.

Teóricamente, apuntala la ideología dominante, mientras cae en el más lamentable revisionismo del marxismo. Omite o tergiversa groseramente más de un fundamento de la teoría revolucionaria del proletariado, mientras retoma casi literalmente a una serie de autores que expresan el punto de vista de la burguesía8. Veladamente, prosigue la obra de liquidar, una tras otra, las adquisiciones teórico-políticas de la “vieja” CCI. La embrollada forma que presenta ese texto expresa, no solamente el método especulativo que le sirve de eje, sino sobre todo su ambigüedad y contradicción entre la defensa de una postura revolucionaria que se mantiene difícilmente, y la defensa de una postura reaccionaria que gana cada vez más terreno.

Políticamente, al defender el concepto de “moral humana”, abre una gran puerta a la colaboración de clase con la burguesía. De manera inmediata, justifica y fortalece en el interior de la CCI la tendencia a apoyar las campañas humanitarias y pacifistas de la burguesía. A futuro, constituye un nuevo soporte para una posible traición al proletariado, llegado un momento crítico en la lucha de clases.

Representa un ataque real contra el campo proletario, sobre todo para los nuevos elementos de éste, en la medida en que, a través de un tema poco abordado, introduce los viejos argumentos de la ideología burguesa y del oportunismo de la peor especie. Los grupos y elementos del campo proletario, al tener la responsabilidad permanente de combatir el oportunismo político y el revisionismo teórico, deben pronunciar un rechazo claro a este ataque llevado a cabo por los liquidadores de la CCI.

A los militantes de la CCI, antes de que adopten ese Texto de orientación sobre la moral, les recomendamos, por lo menos, la lectura de la obra de Henri de Man que hemos citado: Más allá del marxismo (Au delá du marxisme). En ella encontrarán, expuestos de forma mucho más clara y profunda, todos los argumentos del nuevo Texto de orientación que los liquidadores pretenden imponer. Pero, sobre todo, en ella encontrarán anticipadamente, el punto de llegada que les espera, de continuar la trayectoria que han seguido estos últimos años, y hacia la cual los “catapulta” el “Texto de orientación”:

Yo ya no soy marxista, no porque tal o cual afirmación del marxismo me parezca falsa, sino más bien porque, desde que me he emancipado de la manera marxista de pensar, me siento más cerca de la comprensión del socialismo, en tanto que manifestación, variable según las épocas, de una aspiración eterna hacia un orden social conforme a nuestro sentido moral”. (H. de Man).

Marzo de 2007.


Notas:

1 Nos referimos al “texto de orientación” de la CCI actual “Marxisme et éthique (débat interne au CCI)” [Marxismo y ética (debate interno en la CCI)] http://es.internationalism.org/book/print/1071 . Publicado también en la Revista Internacional números 127 y 128.

2 De hecho, el texto de “orientación” de la CCI del 2001 sobre la “confianza y la solidaridad” ya prefiguraba este abandono del materialismo histórico, aunque no llegaba aún a oponerse tan descaradamente a los fundamentos del marxismo como el texto que nos ocupa ahora. Véase “El método especulativo en la CCI”.- Boletín Nº 3 de la FICCI (nov. 2001)

3 “…la historia tiene un sentido y forma un todo coherente…. (Marxisme et ehtique.- Le marxisme et les origines de la morale. CCI). Si se dice que la historia tiene un “sentido”, una “dirección”, quiere decir, entonces que también tiene un “destino” (que es precisamente el punto que le da un “sentido”). En otras palabras, la humanidad está “predestinada”. Lo cual raya en el puro misticismo religioso. Más adelante veremos que ésta no es la única expresión de misticismo en el TO.

4 Henri De Man: Nació en 1885 en Bélgica y murió en 1953 en Suiza. Figura del Partido Obrero Belga, fue al mismo tiempo profesor de psicología social. Pacifista hasta la declaración de guerra en 1914, se vuelve un patriota decidido en ese momento y se enrola en el ejército. Vicepresidente, luego presidente del POB a la muerte de Emile Vandervelde, evoluciona, durante los años 1930, hacia un nacionalismo radical, luego de haber escrito en 1926 un libro titulado “Más allá del marxismo”. Se acerca al fascismo, y termina considerando la ocupación alemana como un beneficio para los pueblos de Europa. Es condenado por traición por la justicia belga luego de la guerra, pero logra refugiarse en Suiza.

5 Véase: CCI.- Las falsificaciones contra la revolución de 1917. La mentira comunismo = stalinismo = nazismo.- Revista Internacional nº 92 (1998), donde, por ejemplo, se citaba un artículo de Le Monde que afirmaba que “el grado y las técnicas de violencia masiva fueron inaugurados por los bolcheviques y los nazis se inspiraron en su ejemplo”.

6 Véase: CCI.- Las lecciones de Kronstadt.- Revista Internacional Nº3, 1977.

7 Recordamos a nuestros lectores que la CCI es una organización centralizada. Esto implica, entre otras cuestiones, que sus orientaciones políticas principales son las mismas en todo el mundo. Por lo que la postura de Revolución Mundial, en un tema tan crucial como la violencia de clase, debe representar una orientación del conjunto de la organización (a menos que RM estuviera expresando una posición “minoritaria”, lo cual hasta ahora no sido aclarado por la CCI).

8 Es particularmente significativo que en las dos partes del Texto se reproducen muy pocas citas de autores marxistas sobre la cuestión de la moral. Y cuando lo hacen, parecen justificar la visión de la “moral humana eterna” si se les toma aisladamente, fuera del contexto del cual forman parte. En cambio, ninguno de los muchos y largos pasajes que son claros y sin equívoco sobre el tema se reproducen. Por ejemplo, se hacen referencias vagas a Engels y su Anti-Dühring“como Engels lo explicaba en…”- mientras que él dedica tres capítulos enteros al tema. Es cierto que estos, al contrario de las citas de Tolstoi, contradicen completamente, y denuncian, la posición antimarxista del Texto de orientación de la CCI sobre la “moral humana”.


Fracción interna de la CCI - Boletín Comunista (Nº 39)