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Editorial
No al circo electoral ni a las ilusiones democráticas

Este número 39 del boletín aparece en medio de una escandalosa propaganda electoral en Francia, de una amplitud poco común. Si bien las pantallas de la televisión, las antenas de la radio, las “primeras planas” de los periódicos nos imponen, desde hace muchos meses ya, los vericuetos “del juego democrático”, en el último período se ha acrecentado aún más la presión, y se ha centrado aún más la atención de todos sobre el juego de engaño de la boleta electoral.

Ciertamente, este fenómeno no es, en nada, una particularidad francesa. ¡Lejos de ello!

Desde las elecciones en los Estados Unidos para designar a los “senadores” y “representantes” hace algunos meses, a las de Italia que hicieron pasar la estafeta de Berlusconi a Prodi, pasando por la letanía de llamados a las urnas en África y América del Sur, el opio electoral es una droga que las burguesías del mundo entero administran (o más bien imponen) a las poblaciones para sufrimientos de la misma naturaleza, aunque nos sean de la misma intensidad ni gravedad.

En la farmacopea democrática, la droga electoral es la preferida desde hace décadas en los países avanzados y ricos, los que tienen los medios de ofrecerse (o mejor dicho, de ofrecer a sus esclavos asalariados) este “producto de lujo” que se anuncia en todos los canales de la televisión. Pero solo más recientemente ha penetrado en regiones del mundo hasta ahora condenadas a formas políticas más o menos dictatoriales, a regímenes militares, por lo demás apoyados tras bambalinas por las potencias grandes y medianas para mayor beneficio de sus empresas nacionales.

El que la burguesía lleve a la escena cada vez más frecuentemente la mascarada electoral en regiones donde hasta ahora no lo había hecho (o poco), se debe a diferentes razones. Ya sea que se tomen los ejemplos de los países de África, o de los que estuvieron antes bajo el dominio de la exURSS de Europa Central, o incluso de América Latina, parece claro que los sectores burgueses que se enfrentan en la arena electoral son apoyados tras bambalinas por tal o cual país o grupo de países dominantes que se libran, a través de esas elecciones, a los enfrentamientos y la competencia que les opone en otros dominios.

Es así como, durante las elecciones en Ucrania, en el momento de lo que los medios de difusión llamaron “la revolución naranja”, Alemania, Francia o Estados Unidos apoyaban determinada tendencia contra otra que, a su vez, era apoyada por Rusia. El asunto resurge hoy además, a medida de la evolución de las tensiones entre los Estados Unidos y el polo germano–francés.

Igualmente, en las elecciones en algunos países africanos (Benin, Costa de Marfil, Congo, etc.) se ve claramente cómo los sectores ligados a Francia (la vieja potencia colonial y sobre todo, la potencia imperialista de referencia desde las “independencias” de los años 1960) o a los Estados Unidos y a otros grandes imperialismos son impugnados y puestos en tela de juicio por los procesos electorales.

En fin, para citar un tercer tipo de ejemplos, la llegada al poder en América latina, siempre mediante el proceso electoral, de fracciones burguesas que buscan tomar distancia en relación al padrino norteamericano, no se contradice con que tengan otra actitud hacia países como Alemania, Francia o incluso España. ¡Y esto es un eufemismo!

En estos casos, claramente, la mascarada electoral, se muestra como lo que es: el medio mediante el cual la burguesía selecciona a la fracción más apta para defender los intereses del capital nacional, así como la ocasión para difundir en la población las ilusiones según las cuales ésta tendría voz en esta selección.

Gracias al gran circo electoral, la burguesía puede meter en las cabezas varios mensajes, esenciales para ella, administrar dosis de veneno, de diferente tipo, pero que buscan el mismo resultado: la pasividad de las masas, y si es posible, la ilusión de que son tomadas en cuenta y de que participan en las decisiones que comprometen su destino.

Se nos distribuye sin cesar imágenes de Epinal, según las cuales, metiendo una boleta en una caja, el desempleado de un barrio obrero y el patrón de una gran empresa, el campesino sin tierra de la pampa argentina y el latifundista propietario de miles de hectáreas, el hambriento de las ciudades africanas y el alto funcionario corrupto del mismo país, el trabajador ucraniano que sobrevive con una miserable pensión y el gran patrón exburócrata stalinista convertido, todos ellos, por la gracia de la boleta y la mesa para votar, estarían en un estricto pie de igualdad ante la diosa Democracia. ¡Qué burla!

Y lo que sería risible, si no fuera tan dramático es que, en numerosas regiones del mundo, la farsa electoral es acompañada frecuentemente con baños de sangre y arreglos de cuentas armados entre bandas rivales que en las que se ven envueltas las poblaciones que se ilusionan sobre su pretendida elección.

No hablamos de los casos en que el resultado de las elecciones, debidamente requeridas por las potencias imperialistas dominantes y que se desarrollan según los ritos preescritos, no corresponde a lo esperado por esas potencias: en ese caso, dichas potencias pura y simplemente se imponen ante todo.

En el período presente, entre las orientaciones del capitalismo que comprometen el destino de las poblaciones –y especialmente el de la clase obrera- hay una que, sin cesar, gana terreno: la de la marcha resuelta hacia una nueva guerra generalizada.

A falta de un proletariado que parta “alegremente” a la carnicería imperialista (como en 1914), la burguesía requiere que la clase obrera esté al menos vencida y anestesiada para aceptar el sacrificio último. Y tal es la función primordial que tiene hoy la ideología “democrática”. Más allá del opio electoral que propone cada vez más frecuentemente con el fin de volver a los obreros pasivos y sin reacciones frente a los ataques que sufren cotidianamente, la burguesía internacional, especialmente la de los países centrales del capitalismo, llama sin cesar y a grito abierto a la defensa de la democracia que estaría según ella, en gran peligro. Según ésta, sería necesario que todo el mundo, -el proletariado en primer lugar- se movilizara y militara en esta “gran causa”, contra todas las formas de terrorismo, totalitarismo y otros obscurantismos, sin olvidarse de los que ella es cómplice o los sostiene. Pero para ello, sería más que nunca necesario “dejar de lado todos los egoísmos”. Este mensaje se dirige evidentemente a los proletarios del mundo entero que siguen “defendiendo sus mezquinos intereses”.

Es aquí donde se plantea el reto crucial del momento:

- o bien la clase obrera resiste palmo a palmo ante los ataques económicos que sufre y que la burguesía está obligada a imponerle debido a la crisis de su economía, y entonces, en el curso de estas luchas, tiende a desembarazarse del veneno democrático y a adquirir la capacidad de situarse como clase, de imponer, a plazo, su solución revolucionaria;

- o bien la clase no logra situarse a la altura de los retos, sigue prisionera de las ilusiones electorales y democráticas y la burguesía proseguirá y acrecentará sus ataques económicos hasta arrastrar al mundo hacia una nueva guerra.

La fracción, 30 de abril de 2007.


Fracción interna de la CCI - Boletín Comunista (Nº 39)