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EDITORIAL

Desde el nº 4 de nuestro boletín, hemos puesto en evidencia la gravedad de lo que está en juego en la situación actual.

Si la brutal aceleración mundial de la situación desde hace tres meses [desde los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001] revela y confirma algo, es primero y ante todo la naturaleza imperialista de todos los Estados, la quiebra del modo de producción capitalista, su hundimiento en una crisis mortal ante la cual la burguesía solamente tiene una respuesta, una política posible: la marcha a la guerra, y finalmente el hecho de que para imponer la guerra a la sociedad, especialmente en los países centrales, la clase dominante debe enfrentar a su enemigo mortal, a la clase obrera...” (La nueva situación mundial y las tareas actuales para los revolucionarios. Boletín Nº 4, 16 de diciembre de 2001).

Desde entonces, este frenesí de toda la burguesía hacia su solución guerrera no ha dejado de confirmarse y verificarse concretamente a través de:

- una aceleración del proceso de polarización de los alineamientos imperialistas tendiente hacia una estructuración de las alianzas alrededor de dos polos rivales: de un lado los EUA que representan el "polo de la guerra"; y del otro Alemania y su aliado Francia, representantes del "polo de la paz";

- el establecimiento en el gobierno, en muchos países, de equipos políticos más adaptados (…) para enfrentar una situación que impone un compromiso más determinado en el plano imperialista e igualmente medidas sin concesiones (tanto ante la clase obrera, como respecto a la dirección a dar a la economía, vía la implicación creciente y dirigista del Estado en su conjunto);

- el establecimiento de dispositivos económicos con miras a someter a la economía a las necesidades de la crisis y la guerra: especialmente mediante el aumento sin precedentes de los presupuestos militares y de defensa, la reducción drástica de los presupuestos sociales y de ataques magistrales a las condiciones de vida de los obreros.

- una verdadera militarización de toda la sociedad, mediante dispositivos legislativos y represivos que abarcan todos los planos de la vida social y se extienden incluso hasta las condiciones de trabajo de los asalariados;

- una ofensiva ideológica contra la clase obrera con miras a hacerle elegir un campo (la democracia) contra el otro (el terrorismo) o el de la "paz" contra el de la "guerra" e inversamente.

(Alineamientos imperialistas, campañas pacifistas… La burguesía persiste en su marcha hacia la guerra. Boletín 18, marzo 2003).

Como comunistas, tenemos la convicción de que actualmente la burguesía hace todo lo posible por conducir a la humanidad, a marchas forzadas, hacia una nueva conflagración mundial. Si bien esta siniestra perspectiva no es inmediata ni cierta –y ello en tanto que el proletariado internacional no sea sometido física e ideológicamente-, nuestra responsabilidad primera seguirá siendo la de alertar a nuestra clase sobre este peligro mayor. ¿Cómo unos revolucionarios dignos de ese nombre podrían sustraerse a esta responsabilidad?

Mucho antes de 1914, cuando el primer conflicto mundial estaba apenas en su fase preparatoria, la vanguardia marxista no dejaba de alertar en relación a la tempestad que se perfilaba en el horizonte analizando todo lo que se desarrollaba inmediatamente ante sus ojos en el plano de las políticas y rivalidades imperialistas.

Incluso a través de acontecimientos secundarios o conflictos sin gravedad ni consecuencias inmediatas, sabían descubrir, para mostrarla a los obreros, la amenaza que acechaba; así, por ejemplo, el 14 de agosto de 1911, Rosa Luxemburg mostraba que detrás de la “cuestión marroquí” había que ver un episodio de la preparación para el primer conflicto mundial: “La aventura marroquí será finalmente, como cada episodio de la política mundial, solamente un paso hacia la aceleración del hundimiento capitalista (…) Actualmente, los mismos hombres de Estado y los mismos parlamentarios se calientan con una aventura política colonial que conduce a los pueblos al borde del precipicio de una guerra mundial”.

Pero además de este papel que les corresponde precisamente, de señalar el proceso que está en curso, los revolucionarios tienen también la responsabilidad principal de trazar todas las implicaciones para el proletariado, de dar a su clase las orientaciones políticas claras para enfrentar tal situación: “Para el proletariado conciente, se trata ante todo de captar el asunto marroquí en su significado sintomático, de calcular sus amplias conexiones y consecuencias” (ídem).

Y finalmente, para ser consecuente, tanto con su claridad política como con su responsabilidad ante la clase obrera, estos mismos revolucionarios deben hacer todo lo posible para actuar en conjunto y, en todo caso, favorecer todo lo que va en el sentido de la confrontación de sus posiciones y análisis recíprocos, condición primera para una intervención eficaz y determinada en el interior de su clase. Para continuar en el espíritu y continuidad de Rosa Luxemburg, citemos este pasaje del “Folleto de Junius” (“La crisis de la socialdemocracia”) donde recuerda el periodo precedente a 1914: “Cuando en el verano de 1911, el salto de pantera del imperialismo alemán sobre Agadir y sus gritos de hechicero hicieron inminente el peligro de una guerra europea, una asamblea internacional reunida en Londres adoptó el 4 de agosto la siguiente resolución: ‘Los delegados alemanes, españoles, ingleses, holandeses y franceses de las organizaciones obreras se declaran dispuestos a oponerse con todos los medios disponibles a toda declaración de guerra. Cada nación representada se compromete a actuar contra todas las criminales intrigas de las clases dirigentes, de acuerdo con las decisiones de su Congreso nacional y del Congreso internacional’.”

Es por ello que, desde 2001, nuestra fracción está convencida de que tiene toda la razón para alertar a la clase obrera sobre lo que está en juego en la situación; es por ello que no cesamos de decir alto y fuerte al proletariado que la alternativa es más que nunca “guerra o revolución”.

Pero, más allá de esto, pensamos que es al campo proletario en su conjunto que corresponde tomar plenamente conciencia de esta situación, de sus consecuencias y de sus implicaciones. Le corresponde ponerse a la altura de debatir fraternalmente, de comprometerse en una política de reagrupamiento de todas las fuerzas revolucionarias, con el fin de consolidar y hacer crecer lo que aún está representado solamente por débiles minorías alrededor del planeta.

De allí, y de allí solamente, podrá aparecer la posibilidad de hablar con una sola voz, de defender con fuerza una posición común y clara destinada a orientar al proletariado en su marcha contra el capitalismo. De allí, y solamente de allí, podrá nacer el Partido del cual la clase tendrá necesidad para abatir al capitalismo y llevar a cabo su insurrección hasta la victoria.

Febrero de 2007.


Fracción interna de la CCI - Boletín Comunista (Nº 38)