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LA CUESTIÓN DEL PARTIDO (CONTINUACIÓN)
¿La constitución del partido comunista internacionalista de Italia al final de la guerra?

En la primera parte de este artículo (boletín No. 35 de la Fracción en español) Internationalisme no solamente saludaba el nacimiento del nuevo partido en Italia en 1943. Considerándose –con razón, según nosotros- parte integrante del nuevo organismo, los camaradas de la Fracción mostraban por qué este partido se situaba en continuidad del combate político que ellos habían llevado a cabo antes y durante la guerra. Planteaban, por otro lado, algunas cuestiones relativas a los debates políticos que habían agitado a la Fracción en el período anterior..Ya que, según los camaradas de Internationalisme, (y nosotros estamos de acuerdo con ellos particularmente sobre este punto) , el nacimiento del Partido zanjaba implícitamente los desacuerdos que habían aparecido en el interior de la Fracción; era indispensable, para que el nuevo Partido se fundara sobre bases claras, que las decisiones y orientaciones en cuanto a esas cuestiones fueran debatidas y expresadas explícitamente. La historia nos ha demostrado desgraciadamente que la menor falta de claridad al respecto se paga muy caro….

La segunda parte (separada por nosotros solamente por falta de espacio) se pronuncia más precisamente sobre la cuestión del método a seguir, los principios a respetar en el proceso de reagrupamiento de los revolucionarios.

Aquí también los camaradas de Internationalisme demuestran su rigor político, su capacidad para considerar y plantear las cuestiones sin tabúes ni prejuicios. Es de alguna manera, “desde el interior” que critican las posiciones del PC Internacionalista que les parecen falsas. Y, a pesar de estas críticas, reconocen y señalan los aspectos positivos de este Partido, y siguen considerándose participantes (aunque críticos) de este proceso de renacimiento del Partido.

Por nuestra parte, en tanto que “herederos políticos” de Internationalisme, queremos insistir sobre el hecho de que, contrariamente a una opinión muy extendida en el campo proletario actual, las corrientes de las cuales se reivindican los camaradas del BIPR (así como, en cierto sentido, la corriente “bordiguista”) de una parte, y la CCI “histórica” de otra, estaban de acuerdo sobre un punto esencial: tanto los unos como los otros defendían la necesidad y la posibilidad de fundar el Partido Comunista del que la clase tiene necesidad absoluta. No hay la menor diferencia de apreciación sobre esta cuestión particular.

Insistir sobre este método significa, para nosotros, que esta concepción es una referencia sobre la cual podemos y debemos, los unos y los otros, basarnos para trabajar en el desarrollo de las fuerzas comunistas y en el reagrupamiento de los revolucionarios en una situación que requiere este desarrollo y reagrupamiento.

El lector podrá constatar que las divergencias se referían, pues, mucho más al “método de formación del Partido”. Es posible –hasta probable- que estas mismas divergencias continúen existiendo entre el BIPR y nuestra fracción.

En este sentido, la publicación de este documento presenta, por lo menos, la ventaja de dar a conocer al conjunto de los grupos e individuos del campo proletario actual las posiciones de Internationalisme, además de un episodio de la historia de nuestra clase y sus organizaciones políticas.

Esta publicación es, finalmente, una contribución y continuación del debate entre el BIPR y nuestra Fracción, debate del que hemos publicado ya elementos en este boletín.


SOBRE EL PRIMER CONGRESO DEL PARTIDO COMUNISTA INTERNACIONALISTA
DE ITALIA (2ª parte)

V- Tres errores graves de la fracción italiana 1

En el último período de su existencia, la Fracción Italiana, ha realizado, a pesar de las terrible condiciones de la guerra y de su debilidad numérica, un trabajo fecundo. Bastaría recordar los documentos y resoluciones sobre la naturaleza de la guerra imperialista, sobre la naturaleza capitalista del Estado ruso, los ensayos sobre el problema del Estado después de la victoria de la revolución, los documentos contra la teoría revisionista de la economía de guerra, por no citar más que los puntos más importantes, para medir todas las adquisiciones positivas de su trabajo durante la guerra, y que ha librado a la Fracción del estancamiento en que se encontraba extraviada en vísperas de la guerra. La existencia de nuestra Fracción Francesa de la Izquierda Comunista, que es debida en gran parte a la influencia y participación directa de los camaradas de la Fracción Italiana, igualmente forma parte de las adquisiciones positivas de su trabajo durante los años de la guerra.

Pero sería falso creer que solamente hay activo en el balance. Existen también numerosas cuestiones que la Fracción Italiana ha dejado inacabadas, sobe las cuales ha vacilado o incluso que ha resuelto mal. Sus errores y vacilaciones se refieren más particularmente al periodo transitorio que se abre con el final de la guerra mundial , sobre los objetivos y programa de acción susceptibles de movilizar a las masas en la nueva situación con miras a la revolución; sobre la cuestión de los organismos unitarios de la clase, los Consejos obreros en los que los sindicatos son erróneamente considerados todavía, por su estructura y su naturaleza, como representantes de la organización por excelencia de la clase, como un “Estado dentro del Estado”. Se refieren también a la ilusión de una posibilidad de retorno del capitalismo a una “economía de paz” y, al envío a una perspectiva lejana de la amenaza de una tercera guerra imperialista; y en el terreno concreto, a una serie de faltas de carácter sectario que se acumularon en las relaciones con los otros grupos, en la vía hacia el reagrupamiento internacional de la vanguardia.

No pretendemos relatar aquí la historia de la Fracción Italiana, ni examinar todo su trabajo. Solamente queremos detenernos en los puntos ligados directamente a la formación del Partido en Italia, en los errores, desde nuestro punto de vista, que han tenido una repercusión directa y nefasta sobre esta constitución.

a) El que la Fracción no retornó a Italia en 1943

Si bien el análisis de la Fracción sobre los sucesos de julio de 1943 ha sido justo, si bien 1943 marcaba una ruptura de la guerra imperialista y abría la era de la formación del Partido, resultaba que el deber de la Fracción consistía en su retorno inmediato a Italia. En realidad la Fracción, que teóricamente había previsto la probabilidad de los sucesos, prácticamente fue sorprendida cuando estallaron. Esto se tradujo en la incapacidad en que se encuentra para trazar una línea de comportamiento de conjunto, por la falta de visión coherente sobre sus tareas inmediatas, por las vacilaciones. Durante meses, la Fracción se encontró en la posición de espectador, en lugar de jugar un papel activo como actor en los acontecimientos. Durante todo el período de julio a septiembre, es decir, hasta el momento en que el capitalismo consigue dominar y canalizar los primeros movimientos espontáneos del proletariado, la Fracción se encontró totalmente ausente en Italia. Es evidente que la Fracción paga sus faltas políticas y organizativas del pasado, puesto que no estuvo a la altura para cumplir su función. Así se manifiesta una especie de parálisis, de petrificación que afecta a la Fracción, y aunque la vida en la emigración durante veinte años no es la causa capital, ésta, sin embargo, contribuyó en gran medida. El que la Fracción no hubiera retornado inmediatamente a Italia no debe ser explicado por dificultades externas aunque reales, sino que revela esencialmente el estado interno propio de la Fracción. Ahora, con las nuevas condiciones de lucha del proletariado italiano, el mantenimiento de la Fracción Italiana fuera de Italia es un anacronismo que no puede saldarse más que con su liquidación total; y es justo decir, como escribía un camarada, que una segunda sorpresa de la Fracción de este orden significaría su quiebra. Incluso en Italia, los viejos militantes de la izquierda, los miembros de la Fracción que se encuentran, sienten la necesidad de reagruparse. La presión de los acontecimientos se ejerce sobre ellos y les empuja a dar a su actividad una forma organizada y organizativa.

La tendencia a la construcción del Partido en correspondencia con la situación objetiva se impone cada día más. Pero en este programa de construcción del partido, que va de 1943 a 1945, la Fracción en tanto que organización, en tanto que cuerpo ideológico homogéneo, se encuentra ausente. La ausencia de la Fracción, en este período crítico de formación, se hará sentir terriblemente y tendrá graves consecuencias que encontramos tanto en el modo de reagrupamiento como en las bases programáticas del nuevo Partido.

b) La teoría de la “Fracción Italiana en el extranjero”

En lugar de remediar resueltamente la falta de la Fracción respecto a sus tareas fundamentales, preparando su retorno a Italia, y con el deseo de minimizar su propia debilidad, una parte de la Fracción ha encontrado la fórmula de “la Fracción en el extranjero”.

Con este descubrimiento se tendía a disminuir la gravedad de su responsabilidad. Significaba: “Toda la crítica emitida tal vez sea justa, pero no es grave puesto que no se aplica en suma más que a una parte de la Fracción; a la parte, a la sección que está en el extranjero, en tanto que el grueso de la organización vive y actúa en Italia misma.” Y de ahí burlar a los “alarmistas” y “sus pretensiones” de querer “dictar” al proletariado y a los militantes que se encuentran en Italia.

Es verdad que la Fracción logró rechazar esta teoría, pero también es cierto que jamás logró eliminar tal estado de espíritu, el cual siguió dominando.

La fórmula de la “Fracción en el extranjero” era doblemente falsa y peligrosa. Primero, porque mantenía conscientemente la falsedad de la existencia de una sólida organización de la Fracción en Italia y, segundo, porque en dado lugar de tratar de superar su debilidad, la justificaba en el pasado y en el futuro liberando a la organización que existía de cualquier responsabilidad política.

Lejos de nosotros el subestimar el valor de los camaradas que quedaban en Italia. Es cierto que la mayor parte de la izquierda se quedó en Italia. También es probable que esto se aplique tanto a la calidad de los militantes como a su cantidad. El hecho de que la mayor parte, se encuentre actualmente, después de veinte años de fascismo, en su puesto, al frente del combate, es un destacado testimonio de su temple y valor. Pero no se trata de los valores individuales. La organización no es una suma de voluntades individuales, tal como la conciencia de clase no es una suma de conciencias individuales. La organización es una entidad. Es el lugar donde se produce y continúa la fermentación ideológica de la clase.

Pero es justamente la posibilidad de mantener la organización lo que faltaba a los camaradas en Italia; y cualquiera que pudiera ser su valor individual, éste no puede sustituir una vida política organizada. El organismo político de clase del proletariado italiano fue, durante el fascismo, la Fracción Italiana, tal como vivió, actuó y evolucionó. Las posiciones políticas de la Fracción no son contribuciones de una sección sino la expresión de la vida y la conciencia de la clase. Esto no es una sociedad de responsabilidad limitada, una filial del extranjero, sino la delegación de la clase

Los militantes de la izquierda en Italia se mantuvieron, en condiciones históricas extremadamente difíciles, fieles al programa de la revolución, y es su gran mérito. Pero fue la Fracción, tal como ha existido, con su organización, su prensa fuera de Italia, la que aseguró la continuidad histórica del proletariado. Es ella la que, en nombre de la clase, tuvo que combatir al centrismo, trazar el balance de la lucha pasada y, basada en la experiencia, corregir y completar el programa de la revolución.

Las ilusiones sobre la organización en Italia, las leyendas infantiles sobre los nuevos militantes preparados en secreto, en las barbas de Mussolini, por Bordiga en persona, no eran más que el opio que se administra a sí mismo y a los otros para olvidar, en el éxtasis artificial y engañoso, la realidad de sus propias miserias y debilidades.

Durante todo el período crítico de la formación de 1943 a 1945, el Partido careció enormemente de militantes. Y los militantes formados por 15 años de vida de la Fracción, cubrían sus faltas, sus debilidad, su falta de abrigo con la falsa modestia y se consolaban con la teoría de una “sección en el extranjero”.

A mantener tal estado de espíritu, la Fracción destruía su propio trabajo de 15 años; el trabajo teórico de la Fracción, que debía ser el eje del nuevo programa del Partido, se volvía “una simple contribución de los camaradas en el extranjero”.

Si hoy encontramos lagunas e insuficiencias en la base programática del Partido, si encontramos un método de reagrupamiento sorprendente a primera vista, la falta incumbe sobre todo y directamente a la Fracción.

c) La disolución de la Fracción

Los errores se encadenan con una lógica implacable. De la ausencia física y política en los momentos decisivos mediante la justificación de esta ausencia con la teoría de “la Fracción en el extranjero”, se debía llegar a la disolución pura y simple de la Fracción. Este último paso también fue dado.

Sabemos muy bien que los camaradas de la vieja Fracción pretenden que somos víctimas de un malentendido o de una falsa interpretación. Algunos nos han acusado incluso de mala fe. No podemos más que expresar una vez más nuestro pesar y asombro por el hecho de que, después de ocho meses, la resolución que contiene la disolución, adoptada en la última conferencia de la Fracción Italiana, se mantenga aún oculta. Hace ocho meses, uno se podía perder en sutilezas jurídicas sobre el término equívoco de “devolver el mandato”. Hoy, ya no hay sutileza posible. Desde mayo de 1945 la Fracción Italiana se ha disuelto. Los camaradas que regresaron a Italia se han integrado como individualidades en el Partido. Y asistimos a un espectáculo paradójico, que podría ser cómico si no tuviera un sentido político de tan extrema gravedad.

En 1936, el movimiento obrero internacional es sometido a una prueba histórica decisiva; se trata de la guerra imperialista en España. Por primera vez el antifascismo se traduce concretamente en la adhesión a la guerra imperialista. Es el nuevo 2 de agosto de 1914. Cada militante obrero, cada grupo, es puesto a prueba: POR o CONTRA la participación en la guerra. La cohabitación de estas dos posiciones es imposible. La delimitación política debe conducir a la delimitación organizativa.

En Bélgica, una minoría rompe con la Liga Comunista Internacionalista para dar nacimiento a la Fracción belga de la Izquierda Comunista. En la Fracción Italiana, una minoría se separa o es excluida, e irá a reunirse con la Unión Comunista aliada del POUM.

Esta minoría (que, de 1936 a 1945, se mantiene fuera de la Fracción, contra la que se formó la Izquierda Comunista Internacional, que mantiene y se reclama aún de sus posiciones) se encuentra hoy formando parte del nuevo Partido en Italia.

En 1945, después de 6 años de lucha contra la línea marxista y revolucionaria de la Fracción, la tendencia Vercesi crea el Comité de Coalición Antifascista en el que colabora, en una unión sagrada original, con todos los Partidos de la burguesía.

Debido a esto, precipitando la discusión política, teórica, la Fracción es llevada a excluir esta tendencia de su seno. Hoy, esta tendencia, sin haber renegado en nada, ni de sus posiciones, ni de su práctica, resulta que forma parte integrante del nuevo Partido en Italia, ocupando incluso un lugar importante en la dirección.

Así pues, la Fracción –que excluyó a la minoría en 1936-1937, y a la tendencia Vercesi a principios de 1945- se encuentra disuelta a fines de 1945, pero unida a los mismos que había excluido; y esta unión es …el Partido.

Tal vez, lo que era una cuestión de principio para la Fracción, no lo sea para el Partido. O bien que, lo que era una cuestión de principio “en el extranjero”, no lo sea en “el país”. O, a lo mejor, que todo lo que ha pasado en “el extranjero”, toda la historia de quince años de la Fracción, sus luchas, sus escisiones, no son más que “historia de locos”. Tal vez las aguas del río Po tengan cualidades milagrosas de lavar toda mancha, de purificar todo pecado y, por encima de todo, de reconciliar a todo el mundo. No sabemos si será “el aire del país” lo que posee este don de transformar a un hombre del Comité de Coalición Antifascista en miembro del Comité Central de un partido revolucionario, pero estamos convencidos de que todo eso es el resultado de la disolución apresurada y prematura, política y organizativa de la Fracción.

El retorno político de la Fracción a Italia habría servido como embalse para la construcción del Partido revolucionario del proletariado.

La disolución de la Fracción significa la apertura de las exclusas por las cuales se infiltran libremente las corrientes oportunistas. Estas corrientes amenazan con inundar mañana completamente al Partido. Tal es la consecuencia de una falta, la más grave, cometida por la Fracción Italiana.

VI - Método de formación del Partido

Si bien es exacto que la constitución del Partido está determinada por condiciones objetivas y no puede ser la emanación de la voluntad individual, el método empleado para esta constitución está más directamente sometido a un “subjetivismo” de los grupos y militantes que participan en ésta. Son ellos quienes sienten la necesidad de la constitución del Partido y la traducen en sus actos. El elemento subjetivo se vuelve así un factor determinante de este proceso y lo sigue; imprime toda una orientación para el desarrollo ulterior del Partido. Sin caer en un fatalismo impotente, sería extremadamente peligroso ignorar las graves consecuencias resultantes de la manera cómo los hombres cumplen y realizan las tareas de las que han tomado conciencia de su necesidad objetiva.

La experiencia nos enseña la importancia decisiva que adquiere el problema del método para la constitución del Partido. Sólo los ignorantes o los descerebrados; aquellos para quienes la historia no comienza más que con su propia actividad, pueden pagarse el lujo de ignorar toda la experiencia rica y dolorosa de la Tercera Internacional. Y no es lo menos grave el ver cómo los jóvenes militantes, apenas llegados al movimiento obrero y la Izquierda Comunista, no solamente se contentan y acomodan con su ignorancia, sino que además hacen de ésta la base de su arrogancia pretenciosa.

El movimiento obrero, luego de la primera guerra imperialista mundial, se encuentra en un estado de extrema división. La guerra imperialista ha roto la unidad formal de las organizaciones políticas que se reclaman del proletariado. La crisis del movimiento obrero, ya existente desde antes, alcanza, debido a la guerra mundial y a las posiciones a tomar frente a esta guerra, su punto culminante. Todos los Partidos y organizaciones anarquistas, sindicales y marxistas son violentamente sacudidos. Las escisiones se multiplican. Nuevos grupos surgen. Una delimitación política se produce. La minoría revolucionaria de la Segunda Internacional representada por los bolcheviques, la izquierda alemana de Luxemburg y los Tribunistas holandeses, de por sí ella misma no muy homogénea, no se encuentra ya ante un bloque oportunista. Entre ella y los oportunistas hay toda una gama de grupos y tendencias políticas más o menos confusas, más o menos centristas, más o menos revolucionarias, que representan un desplazamiento general de las masas que rompen con la guerra, con la unión sagrada, con la traición de los viejos Partidos de la socialdemocracia. Asistimos aquí al proceso de liquidación de los viejos Partidos cuyo desmoronamiento da nacimiento a una multitud de grupos. Estos grupos expresan menos el proceso de constitución del nuevo Partido que la dislocación, la liquidación, la muerte del viejo Partido. Estos grupos contienen algunos elementos para la constitución del nuevo Partido, pero no representan de ninguna manera la base de esta constitución. Estas corrientes expresan esencialmente la negación del pasado y no la afirmación positiva del futuro. La base del nuevo Partido de la clase no se encuentra más que en la vieja izquierda, en la obra crítica y constructiva , en las posiciones teóricas, en los principios programáticos que esta izquierda ha elaborado durante los veinte años de su EXISTENCIA Y DE SU LUCHA FRACCIONAL en el interior del viejo Partido.

La revolución de octubre de 1917 en Rusia provoca un entusiasmo en las masas y acelera el proceso de liquidación de los viejos Partidos, de la traición. Al mismo tiempo, plantea, de manera candente, el problema de la constitución del nuevo Partido y de la nueva Internacional. La vieja izquierda, los bolcheviques, los espartaquistas, se encuentran particularmente sumergidos en el desarrollo rápido de la situación objetiva, en el impulso revolucionario de las masas. Su precipitación en la construcción del nuevo Partido corresponde y es el producto de la precipitación de los acontecimientos revolucionarios en el mundo. Es innegable que una de las causas históricas de la victoria de la revolución en Rusia y de su derrota en Alemania, Hungría; Italia, reside en la existencia del Partido revolucionario en el momentos decisivo en este primer país y su ausencia o estado inacabado en los otros países. Así, los revolucionarios intentan cubrir el desfase existente entre la madurez de la situación objetiva y la inmadurez del factor subjetivo (la ausencia del Partido) mediante un amplio reagrupamiento de grupos y corrientes, políticamente heterogéneos, y proclaman tal reagrupamiento como el nuevo Partido.

Mientras el método “estrecho” de la selección sobre bases de principios más precisos, sin tener en cuenta los éxitos numéricos inmediatos, permitió a los bolcheviques la edificación del Partido que, en el momento decisivo, pudo integrar en su seno y asimilar todas las energías y militantes revolucionarios de otras corrientes y conducir finalmente al proletariado a la victoria; el método “amplio”, en cambio, preocupado ante todo de reagrupar inmediatamente al mayor número a costa de la precisión programática y de principios, tenía que conducir a la constitución de Partidos de masas, verdaderos colosos con pies de barro que debían caer a la primera derrota bajo la dominación del oportunismo. La formación del Partido de clase resulta ser infinitamente más difícil en los países capitalistas avanzados –donde la burguesía posee mil medios de corrupción de la conciencia del proletariado- de lo que fue en Rusia.

Debido a esto, la IC creyó poder superar las dificultades recurriendo a métodos diferentes del que había triunfado en Rusia. La construcción del Partido no es un problema de habilidad y destreza, sino esencialmente un problema de solidez programática.

A mayor fuerza corruptiva ideológica del capitalismo y sus agentes, el proletariado solamente puede oponer una mayor severidad e intransigencia de principios en su programa de clase. Por lenta que pueda parecer esta vía de construcción del Partido, los revolucionarios no pueden recurrir a otra que la experiencia ha demostrado como conducente a la derrota.

La experiencia de la Spartakusbund (la Liga Espartaco) es al respecto edificante. La fusión de ésta con los Independientes no condujo, como lo esperaba, a la creación de un Partido de clase fuerte, sino a ahogar a Spartakusbund en los Independientes y a debilitar al proletariado alemán. Rosa Luxemburg sería asesinada, y otros jefes de Spartakusbund daban la impresión de haberse dado cuenta de su error de fusión con los Independientes y tendían a corregirlo. Pero este error no fue solamente mantenido por la IC en Alemania, sino que se volvería el método practicado, impuesto por la IC, en todos los países para la formación de los Partidos Comunistas.

En Francia, la IC “hará” un Partido Comunista mediante la amalgama y unificación impuesta entre los grupos de sindicalistas revolucionarios, grupos internacionalistas del Partido Socialista y la tendencia centrista, corrupta y podrida de los parlamentarios, dirigida por Frossard y Cachin.

En Italia, la IC impondrá igualmente a la Fracción abstencionista de Bordiga la fundación de una misma y única organización junto con las tendencias centristas y oportunistas de Ordino Nuovo y de Serrati.

En Inglaterra, la IC impondrá a los grupos comunistas el adherirse al Partido Laborista Independiente para formar en el interior de ese Partido reformista, una oposición revolucionaria masiva.

En suma, el método que servirá a la IC para “la construcción” de los Partidos comunistas será por todas partes el opuesto al método que sirvió y fue probado en la edificación del Partido bolchevique. No es ya la lucha ideológica alrededor del programa, la eliminación progresiva de las posiciones oportunistas que, mediante el triunfo de la Fracción revolucionaria consecuente, servirá de base para la construcción del Partido; sino que es la adición de diferentes tendencias, su amalgama alrededor de un programa dejado voluntariamente inacabado, lo que servirá de base. La selección será abandonada por la adición, los principios sacrificados por la masa numérica.

¿Cómo es que los bolcheviques y Lenin podían adoptar esta vía que habían condenado y combatido durante 20 años en Rusia? ¿Cómo se explica el cambio de método de la formación del Partido, por los bolcheviques, antes y después de 1917? Lenin no alimentaba ninguna ilusión sobre los jefes oportunistas y centristas; sobre la conversión de los Frossard, Ledebour a la revolución, sobre el valor de los revolucionarios de la treceava hora. Lenin no podía desconocer el peligro que representaba la admisión de toda esta chusma en los Partidos Comunistas. Si él se decide a admitirlos es porque sufre la presión de la precipitación de los acontecimientos, porque cree que esos elementos serán, en el desarrollo mismo de los acontecimientos, progresiva y definitivamente eliminados del interior del Partido. Lo que permite a Lenin inaugurar el nuevo método, es que se basa en dos hechos nuevos que, a su ojos, ofrecen una garantía suficiente: La preponderancia política del Partido bolchevique en la IC y el desarrollo objetivo del curso revolucionario.

Posteriormente, la experiencia ha demostrado que Lenin cometió un error colosal al subestimar el peligro de una degeneración oportunista, siempre posible en un Partido revolucionario, tanto más favorecida por cuanto la formación del Partido no se hace sobre la base de la eliminación de las tendencias oportunistas sino sobre su camuflaje, su adición, su incorporación como elementos constitutivos del nuevo Partido.

Contra el método “amplio” de adición que triunfaba en la IC, la izquierda recordaba con vigor el método de selección: el método de Lenin de antes de la Revolución de octubre. Y es uno de los mayores méritos de Bordiga y su Fracción el haber combatido enérgicamente el método de la IC y haber evidenciado el error del método de formación del Partido y las consecuencias graves que traería para el desarrollo ulterior de los Partidos comunistas. Si la Fracción de Bordiga finalmente aceptó formar el Partido Comunista de Italia con la Fracción de “Ordino Nuovo”, lo hizo sometiéndose a la decisión de la IC, después de haber formulado las más severas críticas y manteniendo sus posiciones, las que se reservaba hacer triunfar a través de las crisis inevitables en el interior del Partido y a continuación de la experiencia histórica viva, concreta.

Se puede hoy afirmar que, al igual que la ausencia de partidos comunistas durante la primera oleada de la revolución de 1918-1920 fue una de las causas de su derrota, también el método de formación de los Partidos de 1920-1921 fue una de las causas principales de la degeneración de los PC y de la IC.

No deja de ser sorprendente que asistamos ahora, 23 años después de la discusión Bordiga-Lenin, durante la formación del PC de Italia (sobre esta formación del Partido), a la repetición del mismo error. El Método de la IC, que fue tan violentamente combatido por la Fracción de izquierda (de Bordiga) y cuyas consecuencias fueron catastróficas para el proletariado, es hoy retomada por la Fracción misma para la construcción del PCI de Italia.

Muchos camaradas de la Izquierda Comunista Internacional parecen estar afectados de amnesia política. Y en la medida en que recuerden las posiciones críticas de la izquierda sobre la constitución del Partido, creen que hoy se puede pasar a otra cosa. Piensan que el peligro de este método se encuentra circunscrito, si no es que completamente alejado, debido a que es la Fracción de Izquierda la que lo aplica; es decir, el organismo que ha sabido resistir durante 25 años a la degeneración oportunista de la IC. Volvemos a caer así en los argumentos de los bolcheviques. Lenin y los bolcheviques creían también que, debido a que eran ellos quienes aplicaban este método, la garantía estaba dada. La historia nos prueba que no hay infalibilidad. Ningún Partido, cualquiera que sea su pasado revolucionario, está inmunizado contra una degeneración oportunista. Los bolcheviques tenían al menos tantos títulos revolucionarias que hacer valer como la Fracción Italiana de la Izquierda Comunista. Aquéllos no solamente habían resistido al oportunismo de la Segunda Internacional, a la traición de la guerra imperialista, no solamente habían formado el Partido, sino que también habían conducido al proletariado a la victoria. Pero todo ese pasado glorioso –que ninguna otra fracción tiene aún en su activo- no ha inmunizado al Partido bolchevique. Cada error, cada falta es una brecha en la armadura del Partido por donde se infiltra la influencia del enemigo de clase. Los errores conllevan sus consecuencias lógicas.

El Partido Comunista Internacionalista de Italia se “construye” mediante la fusión, la adhesión de grupos y tendencias que no están menos opuestas políticamente entre ellas que lo que estuvieron la Fracción abstencionista de Bordiga y “Ordino Nuovo” durante la fundación del PC en 1921. En el nuevo Partido toman su lugar, a igual título, la Fracción Italiana y la Fracción Vercesi excluida por su participación en el Comité de Coalición Antifascista. No solamente es la repetición del error de método de hace 25 años, sino una repetición agravada.

Al formular nuestra crítica sobre el método de constitución del PCI de Italia no hacemos más que retomar la misma posición de la Fracción Italiana, que abandona actualmente. Y tal como Bordiga era la continuidad de Lenin contra el error de Lenin mismo, nosotros no hacemos más que continuar la política de Lenin y de Bordiga frente al abandono de la Fracción Italiana de sus posiciones.

El nuevo Partido no es una unidad política, sino un conglomerado, una adición de corrientes y tendencias que no dejarán de manifestarse y chocar entre ellas. El armisticio actual solamente puede ser más provisional. La eliminación de una u otra corriente es inevitable. Tarde o temprano la delimitación política y organizativa se impondrá. De nuevo, como hace 25 años, el problema que se plantea es: ¿QUIÉN VENCERÁ?

VII - ¿Deben los revolucionarios adherirse al PCI de Italia?

Acabamos de examinar ampliamente el lugar que ocupa la constitución del PCI de Italia en la historia del movimiento obrero. Acabamos de ver hasta qué punto el nuevo Partido puede ser considerado como un paso adelante, una adquisición positiva del proletariado; pero igualmente hemos señalado las insuficiencias y los lados negativos que se encuentran en ésta.

Nuestra crítica, por severa que sea, no nos conduce, sin embargo, a la posición de los RKD que condena a priori y definitivamente al PCI. La crítica que hemos formulado contra el método de constitución del PCI, contra su insuficiencia programática, conduce a algunos camaradas y grupos a plantear esta cuestión: ¿Hay que adherirse a este Partido? ¿Hay que participar en esta experiencia?

Las “izquierdas comunistas de la treceava hora” -los “cuates” de Vercesi- enrojecen de indignación con sólo formular tal cuestión. Es lastimoso ver instituirse este tipo de fetichismo en la Izquierda Comunista Internacional que consiste en absolver de antemano cualquier error que pueda cometer en un momento dado, sobre una cuestión dada, un grupo o el conjunto de la Izquierda Comunista Internacional.

Ese sistema político que hemos conocido suficientemente entre los stalinistas y los trotskistas – que se brinca la necesidad de aportar una demostración, que reemplaza la demostración por la afirmación: “¡Tuvimos la razón, tenemos la razón y tendremos siempre la razón porque somos Nosotros!, que no conoce más que la aprobación a ciegas o la excomunión– es un sistema que mata cualquier vida política en una organización, aniquila cualquier fermentación intelectual, frena cualquier desarrollo de los militantes, y transforma al movimiento en una miserable capilla burocrática.

En política, quien cree sobre palabra –decía Lenin- es un incurable idiota. Y toda organización política transformada en un iglesia deja de ser una escuela de militantes para volverse una máquina para fabricar, por una parte, una pequeña camarilla de burócratas infalibles y, de la otra, una masa de cretinos agachados.

Desprendidos de todo amor propio quisquilloso, buscamos discutir cualquier objeción que pueda ser planteada contra nuestras posiciones y las de la Izquierda Comunista Internacional. Es con este espíritu que aprovechamos la ocasión para refutar la posición de los RKD respecto al PCI de Italia. El RKD retoman parcialmente nuestra crítica sobre la insuficiencia programática del PCI, sobre el método erróneo que ha precedido la constitución del Partido, y más particularmente nuestra crítica contra la corriente revisionista de Vercesi, y el derecho de citar que le ha sido dado en el nuevo Partido, del cual es un elemento constitutivo. Debido a esto, el RKD, define, aparentemente con lógica, al PCI de Italia como un Partido centrista. Y el RKD saca la conclusión de que este Partido está condenado desde ahora a evolucionar fatalmente hacia las posiciones oportunistas y contrarrevolucionarias. Ninguna posibilidad histórica de reencontrar la vía de la revolución tiene, según los RKD, un Partido centrista. También proclaman ellos la necesidad de los revolucionarios en Italia de abandonar al PCI y constituir un grupo independiente.

Contra todo esquema, tenemos aquí una serie de deducciones lógicas. Pero al examinar más de cerca la cuestión, percibimos que se trata de un razonamiento lógico en abstracto; una visión esquemática que no engloba la realidad de la situación concreta.

¿Cuál es la situación en Italia? Después de 20 años de dominación del fascismo, el proletariado surge sobre la arena política y social en los remolinos de los acontecimientos de julio de 1943. Un curso nuevo de reanudación de la lucha ofensiva se abre, que exige la constitución del Partido de clase. Evidentemente, si se pierde de vista esta nueva situación, si se le desconoce, se está impedido para comprender el problema de la constitución del Partido que, entonces, no parecerá más que como una nueva muestra de la serie de partidos fabricados por los trotskistas.

Al contrario de esas fabricaciones artificiales, artificiales porque se hacen en una situación de retroceso del proletariado, lo que caracteriza la constitución del Partido en Italia es más bien el desfase existente entre la reanudación espontánea de la lucha de clases y el acusado retraso en la organización de la conciencia de clase: el Partido.

¿Qué es el acto de la constitución del Partido? Es la convergencia histórica entre una situación objetiva de reanudación ofensiva de la luchas de clases y la elaboración máxima del programa por el organismo de la clase que es la Fracción. Esta convergencia es raramente perfecta. La historia nos enseña que, frecuentemente, es bajo el fuego de los acontecimientos que el Partido modifica, completa su programa. El ejemplo más impresionante nos ha sido dado por el Partido bolchevique que, entre febrero y octubre, en pleno hervidero de la revolución, fue llamado a rectificar profundamente su programa. Igualmente Spartakusbund trabaja febrilmente su programa en el fuego de la revolución de noviembre de 1918.

Evidentemente, es posible lamentarse sobre el retraso de la vanguardia, pero esto no sirve de nada. Lo que importa es tener conciencia de la tarea histórica que incumbe a los revolucionarios en el período de retroceso, con el examen crítico del pasado y el esfuerzo teórico, la elaboración de las posiciones programáticas con las que podrá situarse la clase en su lucha revolucionaria.

Esta conciencia, la Fracción Italiana la tenía en muy alto grado; este esfuerzo lo ha dado casi sola durante 20 años. Y si no la encontramos completamente lista en el momento preciso, en 1943 por ejemplo, las razones son múltiples. Éstas deben buscarse en las condiciones generales en las que ha tenido que vivir la Fracción, en su alejamiento del país, en su aislamiento casi total, en el mayor retroceso que jamás haya conocido la lucha del proletariado, y también en sus propios errores y debilidades.

Pero la situación en Italia se trastorna. 1943 da un jalón al movimiento de clase comprimido durante 20 años. La situación no tiene en cuenta la preparación o no del organismo de la clase, de su estado. Ésta obliga a la vanguardia a intervenir, a asumir su responsabilidad de actuar. Es bajo el látigo de la situación que la vanguardia debe acelerar su reagrupamiento, acabar su programa.

El PCI de Italia, con todas sus insuficiencias, traduce este estado de desfase de la vanguardia con la situación objetiva. Se puede constatar con pesar este estado. Se debe acelerar la maduración programática, pero no se puede “condenar” un estado. He aquí un primer punto que hay que establecer.

El segundo error de los RKD consiste en pegar la etiqueta “centrista” al PCI. ¿Qué es el centrismo? Es un conjunto de posiciones políticas que se sitúan entre la revolución y la contrarrevolución, entre el proletariado y la burguesía. Una organización política que no presentará un programa acabado, que tuviera incluso errores sobre algunas cuestiones importantes pero secundarias, no puede aún ser tachada de “centrismo”. A lo sumo se puede hablar de posiciones erróneas, confusas o inacabadas de esta organización. Pero para dar un juicio definitivo, es necesario tener en cuenta la orientación general, el sentido de la evolución de esta organización. El Partido bolchevique, por ejemplo, tenía en su programa una posición errónea sobre la revolución en Rusia, al concebirla como “una dictadura revolucionaria democrática de obreros y campesinos”, error del cual no se desprendió más que después de las luchas y crisis internas bajo el fuego mismo de la revolución de 1917. La posición de los RKD lleva directamente a considerar y calificar al Partido bolchevique como Partido centrista, es decir al absurdo. Pero, arguyen los RKD, el PCI contiene en su interior tendencias centristas. Esto es exacto. Nosotros diríamos incluso que contiene corrientes oportunistas. Esto no hace aún al PCI una organización centrista, sino que esto la hace solamente una organización en la que va a surgir la lucha entre las corrientes revolucionarias y las corrientes oportunistas. Lo que caracteriza la plataforma del PCI es el ser “un término medio” y no ser explícita y políticamente la condena de las posiciones centristas. Esto es otra cosa que un Partido centrista.

La posición de los RKD no es más que una aplicación al PCI de su “axioma” infantil, que consiste en proclamar la necesidad de dejar inmediatamente toda organización en la que se manifieste una corriente oportunista. Es partiendo de este “axioma” que creen ser “la esencia revolucionaria”, que culpan a Luxemburg y la Izquierda Alemana de no haber roto organizativamente con la socialdemocracia alemana mucho antes de 1914. Por la misma razón, culpan a los bolcheviques de haberse mantenido en la Segunda Internacional. Y es partiendo de este punto de vista que condenan a la izquierda comunista por no haber dejado a la IC y a los Partidos Comunistas en …1920-1921.

El RKD se apoya en la experiencia histórica. No existe ejemplo, dice, de un Partido en el cual se haya manifestado la enfermedad oportunista que haya podido ser enderezado; así mismo, los revolucionarios no hacen más que servir al oportunismo quedándose en esos Partidos. Tal razonamiento no es solamente falso, sino que conduce al absurdo. Siguiendo este razonamiento se llegará a la conclusión de que jamás ha existido un Partido del proletariado. La Segunda Internacional contenía el oportunismo desde su fundación. La Tercera también. Para ser lógico, el RKD no tendría que culpar a los revolucionarios de no haberse salido, sino de haber entrado en estos Partidos. Y esto sería igualmente válido para Marx y Engels en la Primera Internacional. Es archiconocido que Marx, de cierto modo, transigió en la Primera Internacional y que el Llamado inaugural que escribió para ésta es infinitamente más vago que el Manifiesto Comunista que redactó 15 años antes para la Liga Comunista. La posición de los RKD es en suma una condena de toda la historia del movimiento obrero internacional. No es sorprendente que nunca hayan comprendido la noción de Fracción.

Esta posición es además históricamente falsa. La Primera Internacional, en la que los marxistas no son más que una pequeña minoría logra eliminar progresivamente de su interior las posiciones pequeñoburguesas de los mazzinistas, garibaldistas babounistas, etc.

La socialdemocracia alemana igualmente elimina las posiciones de los lasalleanos, de Dühring, y durante cierto tiempo, presenta una defensa contra el bernsteianismo y el millerandismo. Los bolcheviques, como lo hemos visto ya, superan sus propias posiciones erróneas y se recuperan –bajo el ataque violento de Lenin y sus Tesis de Abril- del marasmo oportunista en el que se encontraban en febrero-marzo de 1917. Hasta el RKD, que nos ofrece el ejemplo de una organización salida del trotskismo y que abandonan, años después, las posiciones oportunistas del Frente Único y del derecho de los pueblos a la autodeterminación.

El Partido revolucionario “en estado puro” que desea el RKD es un sueño magnífico y pueril. En tanto que existan las clases y las luchas de clases, el Partido del proletariado no puede ser absolutamente sustraído y garantizado contra la penetración de la influencia de la clase enemiga. Es oponiendo conscientemente una lucha constante y obstinada contra el oportunismo que el Partido tiende hacia su posición ideal de pureza revolucionaria. Pero también, en el momento de alcanzar ese estado; es decir, en el momento en que la influencia de la clase enemiga deje de ejercerse sobre éste, lo que no será el caso sino hasta la desaparición de esta clase, el Partido mismo dejará de existir como tal y sufrirá una transformación que nadie es capaz siquiera de entrever.

Para unos, el PCI, haga lo que haga, cualesquiera que sean sus errores de constitución e insuficiencias programáticas, por la sola virtud de ser italiano e intitularse reclamarse de la Izquierda Comunista Internacional, está fuera de toda crítica y será siempre el Partido del Proletariado.

Para otros, como el RKD, que ven parcialmente las insuficiencias, los errores del PCI y la existencia en su interior de una tendencia oportunista, el PCI está desde ahora y para siempre condenado a una degeneración fatal. Esta es una concepción fatalista, estéril y desesperante.

Los marxistas revolucionarios están tan lejos de la concepción fatalista así como rechazan el misticismo fetichista.

Es porque tienen conciencia que la evolución del PCI está condicionada, por una lado, por el desarrollo de la situación y, por otro, por la capacidad del Partido para eliminar los gérmenes del oportunismo, que están convencidos de que el deber de cada revolucionario es la de tomar su lugar en este Partido, actuar con todas sus fuerzas contra la gangrena oportunista y hacer del PCI el guía y artesano de la victoria de la revolución comunista.

M.


Notas:

1Para evitar cualquier malentendido aclaremos que al hablar de la Fracción Italiana no nos referimos en ningún caso a la tendencia Verceci. Esta tendencia estuvo en la dirección de la Fracción algún tiempo; pero, después de la guerra, no solamente fue una minoría, sino que además, por su posición sobre la imposibilidad de toda actividad e incluso del mantenimiento de la organización durante la guerra, se colocó práctica y voluntariamente fuera de la organización. No participó en ninguna de las conferencias de la Fracción durante la guerra y finalmente fue excluida oficialmente de la organización en enero de 1945, después de su participación en el Comité de Coalición Antifascista de Bruselas.


Fracción interna de la CCI - Boletín 36