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Represión en México a obreros, campesinos, maestros...
La verdadera cara del Estado capitalista “democrático”

México ha estado marcado en los últimos meses por una represión del Estado capitalista, feroz, ostentosa y brutal, contra diversos sectores de trabajadores. Tal represión, fuera de toda proporción en relación a la magnitud de los conflictos que le sirvieron de pretexto, no puede explicarse como un asunto excepcional, meramente local, ni como producto de la torpe voluntad de algunos gobernantes regionales. Ha sido la clase capitalista en su conjunto, con todo su aparato de dominación política e ideológica, fuerzas policíacas, partidos, jueces, obispos y medios de comunicación la que ha acordado con la aplicación ejemplar de la “mano dura”, la que ha decidido anticiparse al descontento social creciente y a cualquier intento de verdadera lucha de la clase obrera y demás explotados.

La represión sobre los obreros siderúrgicos

Después de la muerte de 65 obreros por una explosión en la mina Pasta de Conchos (Coahuila, México), una ola descontento, por las pésimas condiciones de trabajo existentes, se extendió entre los obreros, especialmente en el sector minero-metalúrgico. En tales condiciones, el gobierno de Fox creyó oportuno destituir al “líder” del sindicato nacional de ese sector –importante representante del corporativismo sindical heredado del régimen de partido único del PRI, que aún arrastra el Estado mexicano-. Sin embargo, el gobierno no calculó que la camarilla sindical podría revertir el descontento de los obreros, haciéndoles creer a estos que el destino de los contratos colectivos actuales y de sus condiciones de trabajo estaba ligado a la permanencia de la pandilla de Gómez. De este modo, el sindicato hizo estallar una serie de huelgas en varias minas y siderúrgicas.

Los obreros, atrapados en medio de la pugna interburguesa entre las autoridades, empresarios y capos sindicales, acataron las huelgas “en defensa del sindicato”, creyendo erróneamente que así defendían sus propias condiciones de trabajo. Después de varias semanas de huelgas, la salida que encontró el gobierno a esta pugna fue... ¡la represión contra los obreros que estaban en huelga!. Es así como, los obreros que mantenían la huelga en Sicartsa (Ciudad Lázaro Cárdenas, Michoacán) fueron reprimidos el 20 de abril. Ese día por la mañana un contingente de unos 800 policías, tanto de la policía federal (PFP), como del gobierno del estado, toma por asalto la empresa. Utilizando gases lacrimógenos y armas de fuego, la policía sorprendió y dispersó a los obreros que se hallaban de guardia en ese momento. Sin embargo, las autoridades no midieron el descontento existente entre los trabajadores. Al conocerse el desalojo, la ciudad de Lázaro Cárdenas entra en un estado de “levantamiento” general. Cientos de obreros, incluso de otras empresas, como los estibadores de Mittal Steel -que paran en apoyo a los de la siderúrgica-, se reagrupan y, con palos y piedras, se lanzan contra la policía. El comercio y la actividad portuaria queda paralizada. Los obreros echan a andar unas excavadoras y los utilizan como parapeto. Las oficinas y decenas de vehículos de la empresa son incendiados. Durante el enfrentamiento, que dura varias horas, la policía dispara contra los obreros, incluso desde un helicóptero. Finalmente, los obreros hacen replegarse a la policía y retoman la fábrica (si bien el ejército queda en control de las áreas principales, en especial los altos hornos). Entre los obreros, el saldo es de decenas de heridos, y dos asesinados por bala.

La escalada de la represión cae sobre los campesinos...

Dos semanas después, el Estado capitalista “democrático” mexicano reprime ferozmente a un sector de campesinos radicalizados, los campesinos de Atenco (Estado de México), conocidos por haber llevado a cabo una lucha contra la expropiación de sus tierras.

El 3 de mayo por la mañana, en Texcoco, un pequeño grupo de vendedores de flores que forman parte del “Frente de Pueblos Unidos en Defensa de la Tierra” (cuya fuerza principal son los campesinos de Atenco) que buscan no ser desalojados del mercado municipal, se enfrenta con un destacamento de policías municipales. Unos 40 campesinos (hombres, mujeres y niños) se refugian en una casa, la cual es sitiada por unos 500 policías. Los pobladores de Atenco, buscando ejercer presión para que la policía levante el sitio, bloquean la carretera México-Texcoco. Pero, en lugar de buscar una “negociación”, las fuerzas políticas de la burguesía locales y federales hacen todo lo posible para escalar el conflicto y la amplitud de la represión. Luego de varias horas de iniciado el bloqueo de la carretera, la policía pone un señuelo: una patrulla con dos policías llega inopinadamente al sitio del bloqueo; los policías son capturados y su patrulla incendiada.

Esta evidente provocación da pie al inicio de una serie de enfrentamientos y represión. Cientos de policías reciben la orden de cargar contra los pobladores que mantienen el bloqueo, dando lugar a una serie de enfrentamientos violentos con palos, piedras, bombas molotov y cohetones de un lado y macanas y gases lacrimógenos del otro, que duran varias horas. La policía lanza gases lacrimógenos desde helicópteros; hay enfrentamientos “cuerpo a cuerpo” entre pobladores y policía en la carretera hasta que la policía es rechazada; el saldo es de decenas de heridos, muchos de ellos de gravedad, por ambas partes. Los pobladores capturan a una docena de policías de diferentes corporaciones. Un adolescente es muerto por un balazo en el pecho. Ese mismo día, la casa donde permanecían sitiados los vendedores es tomada por asalto por la policía. Los 40 campesinos son arrestados y todos, hombres y mujeres, golpeados y pateados por los policías despiadadamente.

Al día siguiente, el 4 de mayo, por la mañana, la policía inicia un “operativo” de “rescate” y “limpieza” definitivo y a gran escala. Una fuerza de unos 3,000 policías (¡sic!) federales y estatales sitian y toman, mediante una maniobra militar en forma, San Salvador Atenco. Los campesinos del Frente casi no ofrecen ya resistencia e intentan protegerse en las casas del poblado; la policía catea violentamente decenas de casas y detiene a más de 200 personas entre hombres, mujeres y adolescentes. Todos son brutalmente golpeados con macanas y pateados, y arrastrados a los camiones de la policía. En el trayecto a las cárceles, decenas de mujeres son vejadas sexualmente, e incluso algunas son violadas.

... y también sobre los maestros

Decenas de miles de maestros de Oaxaca, en huelga desde el 22 de mayo, en demanda de un aumento salarial (mediante la “rezonificación por vida cara”), concentrados en la ciudad del estado, fueron conducidos por su sección sindical “democrática” a un “plantón”. Luego de varias semanas, los maestros reciben como única respuesta –con la complacencia interesada del gobierno federal- la decisión del gobernador de Oaxaca, Ulises Ruiz, de... liquidar la protesta.

Es así como, el 14 de junio, las diferentes corporaciones de la policía estatal son lanzadas a reprimir a los huelguistas. Los maestros (una gran parte de los cuales son mujeres, incluso con sus niños) son dispersados mediante bombas de gases lacrimógeno y pimienta, y sus pertenencias destruidas; la policía utiliza los edificios altos, e incluso un helicóptero (¡sic!) para lanzar cientos de bombas. Hay también disparos de arma de fuego por parte de la policía. Después de la sorpresa, los maestros se reagrupan y armados con piedras, palos y varillas se enfrentan a la policía; los maestros incendian varios camiones y los lanzan contra la policía. Luego de tres horas de enfrentamiento, la policía se repliega y los maestros retoman las calles del centro de la ciudad. El saldo es un centenar de heridos por ambos bandos, incluso algunos de bala.

Lecciones para la clase obrera

La represión que se ha desatado sobre estos sectores de trabajadores tiene, a primera vista, diversas causas particulares. Sin embargo, conflictos semejantes anteriores no dieron lugar a tan desproporcionada reacción, y, por lo demás, los actuales, ni han terminado, ni se han solucionado después de la represión. La multiplicación de las acciones represivas contra masas trabajadoras en un periodo tan corto, la amplitud de éstas, la brutalidad abiertamente exhibida contra hombres, mujeres y niños, va más allá de los meros conflictos locales. La burguesía, dio rienda suelta a su jauría policíaca con un objetivo claro y preciso: sembrar el terror entre los trabajadores a escala nacional.

A pesar de que no existen movilizaciones del proletariado verdaderamente autónomas, en su propio terreno de clase, fuera del control de los sindicatos o de los partidos de la izquierda del capital, la burguesía ha querido adelantarse al malestar, al descontento creciente de los trabajadores debido al empeoramiento de sus condiciones de vida, a pesar de la supuesta “transición a la democracia” que se vive en México con el fin del régimen de partido único y a pesar de la supuesta “estabilidad económica”. El Estado capitalista ha pensado que era necesario reforzar entre las clases explotadas la mistificación de que la única alternativa para intentar mejorar su situación siguen siendo las próximas elecciones presidenciales. Terror policiaco o juego electoral: tal es lo que se ha querido grabar en la mente de los trabajadores explotados. Y en este objetivo, toda la clase burguesa ha estado de acuerdo: desde las asociaciones empresariales hasta los obispos, pasando por los medios de difusión, han aplaudido, la “restauración del orden y la ley” mediante la represión abierta. “Yo aplaudo definitivamente –decía el obispo de Ecatepec en referencia a Atenco- la actuación de mi gobernador, al poner mano dura y al ser intransigente con la violación a la ley. La ley no se hizo para violarse”.

El proletariado y demás explotados deben, ciertamente, sacar lecciones de la represión y los enfrentamientos recientes, pero éstas no son las que les machaca la clase capitalista. Primeramente, por mucho que se nos machaque con la propaganda de que “México vive una transición a la democracia” y que “hoy hay más oportunidades para todos”, las nuevas acciones represivas le han mostrado nuevamente la verdadera función del Estado actual, por muy “democrático” que se presente, como el instrumento de la clase burguesa encargado de garantizar el mantenimiento de las condiciones de explotación capitalista. Todo Estado capitalista “democrático” tiene, esencialmente, dos recursos para mantener esas condiciones de explotación sobre los trabajadores: la mistificación del sistema electoral, y la represión policíaca. Las elecciones le sirven para crear la ilusión entre los trabajadores de que votando por uno u otro partido podrán “en el futuro” mejorar sus condiciones de vida y de trabajo; mediante la represión busca aterrorizarlos y paralizarlos, cuando empiezan a dar la espalda a la elecciones y a reconocer que sólo luchando podrán cambiar realmente su situación.

Por lo demás, hay que resaltar también que, han sido funcionarios pertenecientes a los tres principales partidos políticos del capital, quienes han ordenado la represión. Tanto “izquierda”, como “centro” y “derecha” del capital (es decir, PRD, PRI y PAN) han llevado a cabo incluso conjuntamente la represión. Esto debe recordar a los trabajadores que todos los partidos electorales son por igual instrumentos de la clase capitalista, y que la burguesía será siempre capaz de dejar a un lado sus propias pugnas –ficticias o reales- y actuar unida para mantener el “orden social” vigente.

En este mismo sentido, se ha puesto de manifiesto, una vez más el papel antiobrero de los sindicatos. En el caso de los obreros minero-metalúrgicos, el sindicato “charro” les ha llevado completamente fuera de su terreno de clase, hacia la defensa del capo y gran burgués Napoleón Gómez y su pandilla.

Por su parte, la sección sindical “democrática” de los maestros de Oaxaca, no solamente les ha metido –como hace año tras año- en esa forma de “lucha” desgastante y aislante que es el “plantón” –permanecer día y noche durante semanas a la intemperie-, sino que además ha hecho pasar a segundo plano las demandas salariales de los maestros, y se ha puesto en primer plano la “renuncia del gobernador Ulises Ruiz”; es decir el sindicato utiliza a los maestros en la pugna interburguesa por la repartición de puestos de gobierno –precisamente en vísperas de las elecciones.

Y qué decir de la “izquierda radical” encarnada por el EZLN y el “subcomandante” Marcos: A raíz de la represión del 3 de mayo en Atenco ordena a sus fuerzas ponerse “en alerta roja” (¿?) y luego declara que se trasladará al lugar. Sin embargo, el “subcomediante” (como se le empieza a llamar) aparece hasta el día 9, pero no en Atenco, sino... ¡en Televisa (una de las dos cadenas nacionales de TV) en amena entrevista con el locutor del noticiario matutino! Su sola presencia en un foro del medio de difusión más importante de la burguesía, cauciona toda la campaña sobre el mantenimiento de las “libertades democráticas”, ya que, como lo señala el propio presidente Fox, hasta el “guerrillero” Marcos puede desplazarse libremente y decir lo que se le antoje. A la pregunta de que si realmente quiere “derrocar al gobierno”, Marcos contesta explícitamente que no, que lo quiere es “construir para la gente que está abajo” (¿?) ... y que lo único que deseaba era la liberación de los presos, y que se les tratara a estos “como debe ser”, con un “juicio legal”. A fin de cuentas, el “subcomandante Marcos” se vuelve a mostrar –como siempre- unido al interés de la burguesía de que todo marche “en el marco de la ley”, de evitar un “escalamiento del descontento social”.

Para el proletariado, no puede ser ya más claro que tanto los sindicatos, como las organizaciones aparentemente radicales, tipo EZLN, a final de cuentas cumplen, para la burguesía, el papel de volver a enganchar el descontento social en el marco de la “legalidad” y “orden social” actuales, es decir, de evitar que ese descontento pueda desbordarse hacia una situación que tienda a cuestionar seriamente al actual régimen de explotación capitalista. A fin de cuentas, el proletariado debe comprender que, en su lucha de clase, solamente cuenta con sus propias fuerzas.

Al mismo tiempo, debemos situar la escalada represiva en México en el marco de la situación internacional actual, de crecientes tensiones imperialistas, reanudación de la carrera armamentista entre las grandes potencias, tendencia a la formación de un nuevo juego de polos imperialistas, y a fin de cuentas, preparativos de la burguesía de todo el mundo para marchar hacia una nueva guerra mundial, como su única “solución” ante el atolladero de la actual crisis económica mundial; junto a la afirmación de la reanudación de las lucha de clase del proletariado a escala internacional, incluyendo a los países “centrales” del capitalismo. La burguesía sabe que el camino hacia una tercera carnicería mundial solamente quedaría abierto después de haber derrotado, en enfrentamientos definitivos, al proletariado internacional, y por ello intenta frenar por todos los medios el actual ascenso de la lucha de clases, tanto enfrentando las luchas abiertas del proletariado que surgen en un país tras otro, como anticipándose a éstas mediante la implantación -con diferentes pretextos como la “lucha contra el terrorismo”, el “narcotráfico o la “emigración ilegal”- de leyes más severas y el incremento del control y la represión sobre la población trabajadora, tal como está sucediendo en prácticamente todos los países del mundo, comenzando por las más rancias y ejemplares “democracias” como Francia, Gran Bretaña o Estados Unidos.

Es en este marco que podemos entender porqué también en México, en la actual campaña electoral, todos los partidos no hacen otra cosa que prometer leyes “más firmes” y “más policías mejor armados”, con el pretexto de acabar con la “inseguridad”, pero que, a fin de cuentas se aplicarán contra las luchas de clase; sin contar que, por ejemplo, todos han aceptado también sin chistar la militarización de la frontera con Estados Unidos y el control más férreo por parte del gobierno mexicano sobre los emigrantes (tanto mexicanos como provenientes de otros países). Es en este marco que podemos entender el fondo de la represión desatada en México, como una variante, “al estilo mexicano”, de la “declaración de guerra” que la burguesía hace actualmente contra el proletariado a escala mundial.

Sin embargo, hay algo que el Estado capitalista no puede evitar, como producto de la imparable profundización de la crisis económica del sistema capitalista de producción: el empeoramiento de las condiciones de vida y trabajo, en particular de la clase obrera, que ya ni el ambulantaje ni la emigración pueden ocultar, empuja necesariamente a ésta a luchar por defender sus intereses de clase, por encima del temor que pueda sembrar el Estado. Le empuja a seguir el ejemplo de lucha de sus hermanos de clase de otras partes del mundo (Argentina, Francia, Italia, Inglaterra, Estados Unidos...). Y, como lo sabe la propia burguesía, el dilema no es ya si la clase obrera en México será o no capaz de levantarse nuevamente a luchar, sino solamente si será capaz de hacerlo en su propio terreno de clase, es decir, por sus propios intereses de clase, en un movimiento que no se limite a un sector o una pequeña ciudad, sino que se extienda a todos los sectores, llevando tras de sí incluso a otras clases explotadas como los campesinos pobres, que sea también capaz de sacudirse tanto a los sindicatos como a las organizaciones “de izquierda” actuales, y de conformar sus propias organizaciones de clase, tanto de masas, como de dirección política. En un movimiento que realmente imponga sus condiciones, con la suficiente fuerza no solamente para contener la represión creciente, sino también para hacer retroceder los ataques a las condiciones de vida y trabajo, y encaminado, a final de cuentas, a preparar la única y verdadera transformación social posible: la revolución del proletariado mundial.

Fracción Interna de la CCI.
28 de junio de 2006.


Fracción interna de la CCI - Boletín 36