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POR TODO EL MUNDO EL CAPITALISMO EXPLOTA A LOS OBREROS... A MUERTE

Detrás de la tragedia de los mineros
El conflicto entre dos clases sociales enemigas

El siguiente volante fue realizado por nuestra fracción en México, al inicio de este año. Se distribuyeron entre 2,000 y 2,500 ejemplares durante algunas manifestaciones y estaciones del metro de la Ciudad de México y fue una de las raras voces proletarias que se expresaron en las circunstancias de este nuevo “asesinato legal” del capital contra nuestra clase. Lo añadimos a la carpeta de la rúbrica “los crímenes del capital”.


Han muerto 65 mineros. El 19 de febrero, mientras trabajaban en el interior de la mina de carbón “Pasta de Conchos”, en San Juan Sabinas, (Coahuila, México), una explosión de gas acumulado, con el consiguiente derrumbe, terminó con su vida. Esto no fue un “accidente”, como argumentan la empresa y el gobierno. Se trató de una verdadera masacre, provocada por las pésimas condiciones de trabajo y seguridad, tal como lo relatan otros mineros del lugar: la falta de mantenimiento en los equipos eléctricos, la manipulación de los medidores de gases para evitar las interrupciones del trabajo, el uso de viejos durmientes de trenes para apuntalar los canales de los socavones, la carencia de salidas de emergencia... condiciones de trabajo y seguridad que empeoran cada vez más, con el contubernio de empresa, autoridades del trabajo y sindicato –la última revisión de la “comisión mixta de seguridad” había sido para verificar irregularidades... reportadas un año y medio antes.

Y todo esto ¿por qué? Entre la andanada de “explicaciones” y “acusaciones” para tratar justificar el “accidente”, un diputado señaló, sin querer, el fondo de la situación: "Muchas empresas quieren garantizar sus ganancias, no la vida de sus trabajadores, y eso es intolerable", dijo. Solamente que no son “muchas”, sino todas las empresas, las que “garantizan sus ganancias” por encima de la vida de los trabajadores. De hecho, es todo el sistema capitalista de producción, el que tiene como único objetivo la obtención de ganancias, la acumulación de capital en manos de la clase burguesa, a costa de la explotación, la miseria y la muerte de los trabajadores asalariados, a costa del proletariado.

En los días que siguieron a la explosión, mientras otros mineros –que acudían incluso de otras minas de la región- arriesgaban la vida intentando una labor de rescate, la indignación y el descontento de los familiares y trabajadores de la zona fue creciendo a medida que se acumulaban evidencias de las causas nada accidentales de la explosión, y de la probable muerte de todos los obreros atrapados. Al mismo tiempo, llegaban, fuertemente custodiados, representantes del gobierno, la empresa y el sindicato, seguidos de una horda de psicólogos y curas, policías y soldados, para, mediante todo tipo de consuelos, promesas y amenazas de represión, contener la ira y mantener en silencio a los proletarios. Fue todo el aparato del Estado capitalista el que se puso a funcionar rápidamente... para garantizar el mantenimiento del “orden” social. A pesar de todo, el domingo 26, la tensión casi llegó a estallar, cuando algunos trabajadores y familiares se abalanzaron contra el secretario del trabajo, quien tuvo que ser rescatado por sus guardaespaldas, ante el anuncio de que las condiciones en el interior de la mina eran irrespirables, que deberían suspenderse las labores de rescate y que era imposible que hubiera sobrevivientes. De este modo, la masacre de los mineros ponía una vez más en evidencia, de manera cruda y brutal, la existencia de intereses completamente opuestos, antagónicos, entre la burguesía y el proletariado, entre la clase capitalista y la clase obrera.

Ahora, la empresa ofrece una indemnización a los familiares y hasta becas para los hijos de los muertos; la iglesia llama a rezar por ellos; los diputados “exigen” una revisión de las condiciones de trabajo; el presidente Fox promete una “investigación a fondo”... Después de la masacre de 65 obreros, y con todo el cinismo e hipocresía de que solamente es capaz esta clase rapaz y sanguinaria, lo que la burguesía trata de sepultar rápidamente, junto con los cuerpos de los obreros, es esa evidencia del conflicto irreconciliable entre las dos clases sociales.

Pero el proletariado no debe dejarse engañar. Las condiciones de trabajo, no solamente en las minas, sino en todas las empresas, solamente van a empeorar acarreando más accidentes y tragedias, y los salarios serán cada vez más raquíticos, a la vez que el desempleo y subempleo serán cada vez mayores. Esto es así, porque en las condiciones actuales de hundimiento del capitalismo en una crisis económica crónica, los capitalistas “ahorran” cada vez más en la fuerza de trabajo y la exprimen con mayor intensidad como medio para competir ventajosamente en el mercado y mantener el nivel de sus ganancias. Ante esto, el proletariado no puede esperar que el Estado capitalista le ayude a resolver sus problemas, pues la función de dicho Estado, del presidente a los diputados, de los sindicatos a la policía y el ejército es, por el contrario, apuntalar al régimen capitalista.

Para el proletariado la única salida es levantarse a luchar, unido, por sus propios intereses, como clase, y no solamente para frenar los abusos más escandalosos de la clase capitalista, no solamente por mejores salarios y condiciones de trabajo, sino para preparar las condiciones de un movimiento del proletariado entero, de todo el mundo, que, finalmente, eche abajo a este régimen que ya solamente ofrece miseria, hambre, guerra y muerte, que eche abajo al régimen capitalista, condición indispensable para construir un nuevo mundo, sin opresión ni explotación asalariada, orientado no a la acumulación de capital, sino a la satisfacción de las necesidades materiales y espirituales de todos los trabajadores.

Fracción Interna de la Corriente Comunista Internacional.

Febrero de 2006.


Fracción interna de la CCI - Boletín 35