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SITUACIÓN INTERNACIONAL
MANIFESTACIONES Y HUELGAS DE MARZO 2006 EN FRANCIA:
LAS LECCIONES DE LA LUCHA CONTRA EL “CPE”

El movimiento de luchas que tuvo lugar en Francia es una nueva experiencia destacada de la lucha de clases en este país. Durante varias semanas, entre febrero y abril, millones de manifestantes salieron a las calles en varias ocasiones, estudiantes de universidades y liceos(1), asalariados tanto del sector privado como del público, jubilados, desempleados; decenas de miles de estudiantes se pusieron en huelga y llevaron a cabo asambleas masivas cotidianas; y cientos de miles de trabajadores del sector público y el privado hicieron, tres veces, jornadas de un día de huelga. Todos en oposición a la implantación de un nuevo contrato de trabajo específico para los menores de 26 años; el CPE (Contrato de Primer Empleo), que constituye un ataque no solamente contra los “jóvenes”, no solamente, a través de la acentuación de la precarización de éstos últimos, contra sus “padres y familias”, sino simple y directamente contra el conjunto de la clase obrera. Con la agravación terrible e inmediata de la precariedad sobre esta categoría del proletariado, el CPE constituía una nueva etapa en los intentos de suprimir el contrato de trabajo clásico (CDI) de “duración indefinida” y un elemento adicional directo de disminución de los salarios para todos.

Este episodio de la lucha de clases se destaca tanto más por cuanto se ha desarrollado en un contexto histórico e internacional de reanudación de las luchas obreras. Desde las luchas de 2001 en Argentina, hasta la huelga del metro y autobuses de Nueva York en diciembre de 2005 (ver presentación de este boletín), el proletariado internacional retoma cada vez más y por todas partes, el camino de la lucha por la defensa de sus condiciones de trabajo y de vida, las cuales son violenta y frontalmente atacadas. Y “la lucha contra el CPE” se ha desarrollado en el mismo momento en que se llevaban a cabo huelgas y manifestaciones masivas en Alemania, particularmente en marzo, donde los trabajadores de algunos servicios públicos veían como se les imponía un aumento en el tiempo de trabajo sin aumento de salario, tal como en Gran Bretaña, donde una nueva reforma del retiro aumenta la edad de jubilación en una parte del servicio público. El mismo día de las manifestaciones en Francia del 28 de marzo, un millón de trabajadores británicos estaban en huelga y se manifiestaban en las calles.

Una lucha del proletariado

Aunque los estudiantes de las universidades –quienes no participan directamente en la producción capitalista- hayan sido la punta más avanzada y dinámica de la lucha contra el CPE, ésta forma parte de las luchas de la clase obrera. Toda la clase obrera se ha sentido concernida rápidamente por este ataque del gobierno y solidaria con la respuesta de los “jóvenes”. La capacidad de los estudiantes para batirse en el terreno de clase, contra el CPE(2), es decir, como proletarios, su voluntad, aunque minoritaria, de llamar a la participación de todos los asalariados a unirse a su combate, indican el carácter clasista de este movimiento. La línea de enfrentamiento político y de clase, durante este movimiento, se situó en el plano de la necesidad de ampliar la lucha hacia los sectores asalariados, y particularmente en el plano de su entrada en huelga masiva al lado de los estudiantes.

Esta dinámica de clase ha sido favorecida por el hecho, “sociológico”, de que la gran mayoría de los estudiantes de las universidades “públicas” francesas son actualmente hijos de proletarios, de los cuales una parte habría abandonado ya las bancas de las facultades si hubieran encontrado algún trabajo, y que, a pesar de los títulos que obtendrán, solamente lograrán emplearse, difícil y tardíamente, como proletarios y en condiciones de miseria. La mayoría de los hijos de las familias burguesas no van ya a la universidad (excepto en carreras específicas); sino que van, en su mayor parte, a las “grandes escuelas” donde les esperan otras carreras y otros empleos.

Desde su desencadenamiento, el movimiento, por su naturaleza profunda y su combatividad, conllevaba potencialidades importantes de poderse expresar a través de un movimiento masivo y general de la clase obrera, la cual captó enseguida el sentido y la amplitud del ataque que se llevaba a cabo a través del CPE, y sintió una solidaridad inmediata con los estudiantes, tal como la necesidad de una respuesta de conjunto.

La burguesía, principalmente mediante los sindicatos, ha tenido que emplearse a fondo, precisamente durante todo este periodo, para frenar las expresiones de combatividad y la voluntad de lucha que tendían a aparecer en el conjunto de la clase obrera. Todos los sindicatos olvidaron sus “querellas”, sus “divisiones” y unieron sus fuerzas para ello. Utilizaron, como lo saben hacer, el arma de las “jornadas de acción” durante las cuales se llevaron a cabo huelgas y manifestaciones –masivas, pero perfectamente controladas(3). El hecho de que hayan tenido que organizar varias, expresa la fuerza de la presión ejercida por la clase obrera durante varias semanas. Pero estas jornadas llamadas de acción, han servido para desfogar la combatividad creciente y la voluntad de solidaridad del conjunto del proletariado. Al organizarlas y planficarlas en el tiempo, evitando cuidadosamente cualquier expresión abierta de lucha o huelga en las empresas, los sindicatos han hecho de estos momentos un fin en sí; cada jornada siguiente tenía que hacer al menos lo mismo que la anterior, sino ello marcaría “el retroceso y fin del movimiento”.

Los sindicatos lograron también enfocar toda la atención de la clase obrera en el solamente en el “éxito” de sus jornadas, desviándola de cualquier iniciativa que le fuera propia, en particular de una verdadera extensión del movimiento que hubiera asumido y tomado a cargo por ella misma. Al presentar falsamente esas jornadas como la realización de la extensión, los obreros no pudieron hacer otra cosa, que desfilar en contingentes detrás de los sindicatos, separados de los contingentes de estudiantes –los cuales, a su vez, se encontraron rodeados por los servicios de orden que impedían cualquier intromisión, con el el pretexto de defenderlos contra los granujas y provocadores-, o bien, acompañar individualmente las partes donde desfilaban los estudiantes. Estas jornadas lograron, así, privar al conjunto de la clase obrera de toda perspectiva real de extensión y unificación del combate.

A pesar de este dominio general de los sindicatos y la burguesía, la fuerza de la combatividad desembocó, no obstante, en el abandono y el retiro por parte del gobierno del CPE. Sin embargo, la gran mayoría de los obreros y una parte significativa de los estudiantes están conscientes de que el CPE era solamente un eslabón de un ataque que ha comenzado, y que va a acentuarse todavía más. El sentimiento de “victoria”, si existe, es muy limitado.

La debilidad principal del movimiento, y lo que su jugaba políticamente en este combate de clase, fue el hecho de que la clase obrera trabajadora, su parte más determinante, no se unió a los estudiantes en la huelga abierta, masiva, prorrogable (de duración indefinida). Por ello, no pudo ponerse al frente de la lucha y darle otra dimensión, aun cuando participó masivamente en las manifestaciones de calle detrás de los sindicatos.

Así, las perspectivas de este combate se agotaron rápidamente, a pesar de la combatividad general existente, y los sindicatos pudieron controlar sin ninguna dificultad real esta lucha. El retiro del CPE por el gobierno dió aún más crédito a la mistificación de que los sindicatos unidos son una garantía de buen éxito. Y, para coronar todo esto, asistimos también a una recuperación de credibilidad de los partidos de izquierda, en particular del Partido Socialista –que apenas hace unas semanas no podía presentarse como tal en las manifestaciones sin que fuera recibido enmedio de silbidos, ¡si no es que era expulsado de ellas!-, y a un fuerte relanzamiento de la mistificación de la oposición entre derecha e izquierda, oposición tras la cual los obreros son llamados a inscribir su combate, con la perspectiva pretendidamente “salvadora” de… la elección presidencial de 2007.

El dominio sindical sobre el movimiento

Las debilidades de esta lucha se expresan claramente en el hecho de que sus momentos significativos hayan sido las “jornadas de acción” organizadas y planificadas por los sindicatos. En ningún momento, el “ritmo” de estas jornadas de acción será realmente cuestionado, ni mucho menos modificado o debilitado.

Desde febrero, las universidades se ponen en huelga una tras otra, luego de la adopción del CPE en la cámara de diputados. Ya durante la jornada de acción del 7 de febrero, cientos de miles de manifestantes, mitad estudiantes, mitad asalariados, salen a las calles de todas las grandes ciudades del país. Si bien desde entonces, y enmedio de diversas vacaciones escolares según las regiones, el movimiento suscita una gran simpatía entre los trabajadores, es realmente a principios de marzo que la huelga de estudiantes se impone en el centro de la situación social en Francia, y que interpela directamente al conjunto de la clase obrera. La expresión de ello, es la importante participación en las manifestaciones del 7 de marzo de todos los sectores del proletariado, de los cuales muchos están en huelga.

Hasta la manifestación del sábado 18, existe una dinámica –si bien muy débil y que se expresa poco concretamente, por ejemplo en el envío de delegaciones a las empresas- entre una minoría importante de estudiantes en huelga a ir a buscar la extensión entre los obreros asalariados. Esta orientación política, que desgraciadamente no se impondrá en las asambleas masivas de estudiantes es, sin embargo, desde entonces, la única perspectiva indispensable para que la lucha no quede aislada, limitada al medio estudiantil, para que haya un verdadero desarrollo y una verdadera unificación del combate que permita imponer una relación de fuerzas eficaz a la clase dominante; esta unificación es, en ese momento, realizable, si bien difícil, en la medida en que el conjunto del proletariado francés tiene la mirada puesta hacia los estudiantes y sus reivindicaciones. Esto se expresa en la cantidad tan importante de participantes de todas las edades, asalariados, desempleados, jubilados, al lado de los estudiantes en las manifestaciones del 7 de marzo.

Durante la que tuvo lugar en París, los sindicatos permiten que los contingentes estudiantiles se pongan al frente de la manifestación –lo que no estaba previsto al principio- y una parte de sus consignas –la mitad por lo menos- son de “llamado a la huelga general” y de “estudiantes, asalariados, desempleados, pobres, jubilados, todos en conjunto”. Estas consignas aparecerán todavía durante la manifestación estudiantil del 16 de marzo en París, durante la cual comienzan a intervenir los grupos de jóvenes, poco numerosos pero “organizados” en bandas, que se lanzan en violencias gratuitas y atacan incluso a manifestantes aislados y les roban. Ese día hay más de 500,000 manifestantes en toda Francia a pesar del hecho de que los sindicatos no han llamado directamente a la huelga. Sin embargo, depositaron avisos que “legalmente” permiten hacer huelga, pero como acto individual, para ir a la manifestación.

Durante las manifestaciones del sábado 18 de marzo, que sumaron más de un millón de manifestantes de “todas las edades”, estas consignas de extensión y unificación casi desaparecieron de los contingentes de estudiantes. En cambio, el Partido Socialista reapareció y fue aceptado con sus propias banderolas, por primera vez desde hacía mucho tiempo, en la manifestación. Esta manifestación del 18 de marzo manifiesta aun más el gran dominio del conjunto de la burguesía, en este caso de sus fuerzas sindicales y de izquierda, al grado que puede permitirse no solamente aceptar sin oponerse, sin frenarla de ninguna manera, una manifestación de tal amplitud, sino incluso organizarla completamente. Tanto más, por cuanto que los sindicatos lograron sabotear, sin dificultad, toda posibilidad de extensión de la huelga hacia las empresas al frenar y aislar toda voluntad de parar el trabajo y de unidad real, en la lucha abierta, con los estudiantes.

El cerco al movimiento

El 18 de marzo queda enterrada definitivamente cualquier posibilidad de desarrollo real, de extensión, de unificación de la lucha. Y esto, no tanto a pesar de la combatividad que se manifiesta por el número impresionante de manifestantes, por lo menos de un millón ese día; sino all contrario: por la utilización, por parte de los sindicatos, de esta imponente participación, para ahogar definitivamente en esta masa a las fracciones más determinadas y conscientes de la necesidad de una verdadera extensión y lanzamiento de la huelga en las empresas, entre los sectores fuertes, del corazón de la clase obrera. De hecho, las minorías de estudiantes –que no lograron imponer real, concretamente y de manera significativa, en las asambleas de huelguistas esta orientación– quedaron sumergidos, aplastados por el número y cayeron, sin duda en su mayor parte, en la ilusión de la falsa extensión que se llevó a cabo durante estas estas manifestaciones masivas. Las manifestaciones del 18 de marzo expresan claramente esto.

Estas ilusiones se imponen, tanto más a los estudiantes universitarios y de los liceos, por cuanto que ellos representan, por su lugar en la sociedad, una fracción particularmente débil del proletariado, y ello tanto a nivel de la experiencia, como de la conciencia de clase (lo que no invalida en nada su entusiasmo y gran capacidad de movilización). Son muy sensibles a la ideología burguesa, especialmente su variante “democrática”, y matnienen todavía muchas ilusiones ante el capitalismo, a pesar del horizonte totalmente clausurado que se presenta ante ellos.

Estas debilidades, que la burguesía explota, no son suficientes para quebrantar la movilización, como lo prueban los 3 millones de manifestantes en las calles el 28 de marzo y el 4 de abril. Pero durante estas manifestaciones ningún elemento político, de orientación, ninguna iniciativa -que hubiera manifestado el menor signo de una oposición a los sindicatos– aparecieron, al grado de que el sindicato FO se dió el lujo , si no es que la audacia, de llamar a una “huelga general indefinida”. Es decir que la situación, en ese momento, no presentaba ya ningún riesgo, ni para los sindicatos, ni para el conjunto de la burguesía.

Los obreros de las empresas, tanto del sector privado como del público, no supieron explotar esta situación provocada por el ataque del CPE para lanzarse masivamente al combate y tomar la dirección, lo que es su responsabilidad. Dejaron la iniciativa a los sindicatos y, como es habitual, estos esterilizaron la generalización del movimiento con sus jornadas de acción para desfogar. En cuanto a los estudiantes más determinados, políticamente aislados y ahogados en los millones de manifestantes que seguían las consignas sindicales, no tuvieron otra alternativa que escoger entre una falsa radicalización del movimiento, violencias al final de las manifestaciones, desde operaciones-comando de bloqueos de calles y de algunas empresas, es decir, acciones cada vez más minoritarias e impotentes; o, en el mejor de los casos, “lograr” exactamente la misma movilización, en términos de número de manifestantes, lo que harán el 28 de marzo y el 4 de abril. Sobra decir que no había ya una perspectiva real desde el punto de vista de los intereses de la clase y de su lucha. Y ello hasta el fin del movimiento, por cuanto la burguesía francesa, desde la oposición de izquierda hasta la mayoría de derecha, pasando por los dirigentes económicos y los grandes patrones, estaba dispuesta a abandonar el CPE, al estimar que es solamente uno de los elementos de un ataque más general, y que si el gobierno lo mantenía obstinadamente se arriesgaba a debilitar fuertemente al conjunto de la ofensiva económica en curso contra la clase obrera.

Para los trabajadores que quieren unirse al combate, el 18 de marzo no les deja ya como posibilidad más que una participación individual de “solidaridad”, que no dejarán de expresar masivamente hasta el 4 de abril, pero que no presenta ninguna dinámica de huelga ni de extensión.

Finalmente este movimiento termina, ciertamente, con un “retroceso” del gobierno francés, el cual retira el CPE (que esto debilite o no a la fracción Chirac-Villepin a fin de cuentas, no tiene mucha importancia para la clase obrera), pero con una ventaja política e ideológica considerable en muchos aspectos, en beneficio de la clase dominante y en detrimento del conjunto de la clase obrera:

- el retiro del CPE es presentado como una “victoria de los jóvenes”, lo que no puede ser más que una ilusión peligrosa para la clase y sobre todo para sus jóvenes generaciones;

- la unidad sindical es destacada como la garantía del éxito para hacer retroceder al gobierno (en parelo y junto con las acciones radicales de bloqueo, o hasta de violencia minoritaria, que son presentadas como si fueran muy eficaces y capaces de causar temor a la burguesía; destinadas a los elementos a quienes no convence la primera lección);

- la izquierda que se ha opuesto tan “radicalmente” al CPE, “encarna” ahora una verdadera alternativa para las elecciones del 2007; el Partido Socialista se ha reconstruido una virginidad, el juego de la falsa oposición derecha-izquierda ha tomado nuevo impulso.

Por lo demás, y como complemento, la burguesía francesa ha sabido sacar provecho de este movimiento, en particular al

destacar la violencia al final de las manifestaciones, así como de esta parte de los jóvenes de los barrios que ceden a la violencia y la práctica del ataque a las manifestaciones, para reforzar de manera significativa la ilusión sobre el carácter sedicentemente democrático y pacifista del Estado republicano. El ministro del interior, el verdadero líder de la derecha actualmente, Sarkozy, ampliamente presentado en la televisión, ha sabido sacar provecho en el plano ideológico y político de lo “moderado” y del control de la policía antimotines, los CRS y los gendarmes móviles, frente a la violencia minoritaria (que los prefecturas saben tan bien, al menos, manipular). No solamente esta fracción de la burguesía francesa ha dado prueba de su capacidad para manejar este tipo de situación social, tanto sobre el plano político como el represivo, sino que además la ilusión sobre el carácter democrático de la república francesa se ha reforzado con esta policía presentada como ¡“buenos padres de familia” que “comprenden” a los manifestantes y que estaban allí para protegerles de los “provocadores y de rufianes”!(4)

Es un elemento, ciertamente secundario, pero no subestimable del avance político que pudo llevar a cabo la burguesía francesa en esta ocasión, y que profundiza todavía un poco más la mistificación democrática, de por sí ya tan profundamente anclada en los cerebros de los jóvenes proletarios.

Balance y perspectivas

La fuerza y combatividad de esta lucha parece haber hecho retroceder al gobierno, al menos sobre el CPE. Pero el retiro de éste no debe crear ilusiones. Ya sea este gobierno, o el que sigue, ya sea con Villepin o su sucesor, mañana o después de las elecciones, este retiro no impedirá que prosiga el ataque. Esto, lo sabe toda la clase obrera (incluso los estudiantes). Además, la burguesía ha montarse en este movimiento de manera tal que ha logrado reintroducir el juego político burgués derecha-izquierda en lugar de la confrontación entre las clases. Un poco como en los años 1970, con el programa común de la izquierda PS/PC. En este juego, los obreros son llamados a alinearse detrás de la izquierda, el PS y los otros (PC, Verdes, etc.) con miras a unas elecciones que supuestamente podrían mejorar su situación. En resumen, “es mejor votar que luchar”.

Corresponde, pues, especialmente a las minorías comunistas ser claros sobre los límites y debilidades de esta lucha con el fin de poder desprender el máximo de lecciones para el proletariado y para su propia intervención. Tal como es necesario que los comunistas sean capaces de comprender y presentar este revés político en el marco de un lento, pero real y profundo resurgimiento del combate obrero a nivel internacional.

En particular, es claro que una nueva generación de proletarios acaban de vivir en Francia su primera experiencia de lucha. No es más que considerándose como una parte del conjunto del proletariado, que además es una de sus partes menos experimentada, y ligándose a la experiencia histórica de su clase, en particular con las minorías políticas comunistas, con los grupos que se reivindican de la Izquierda comunista, que esta nueva generación podrá hacer de esta experiencia de lucha un impulso hacia el derrocamiento del capitalismo y el advenimiento de una sociedad sin miseria y sin guerra.

Abril de 2006.


Notas:

1 Los liceos son los institutos de enseñanza equivalente a la secundaria y preparatoria previas a la universitaria.

2 Y también contra otro contrato del mismo tipo para las pequeñas empresas de menos de 20 trabajadores (CNE) adoptado recientemente.

3 Las repetidas acciones de los “alborotadores”, de las que la prensa burguesa hace abundantemente eco, nunca cuestionaron este control, todo lo contrario.

4 Como puede verse en este mismo boletín, la CCI actual se unió a esta sórdida campaña.


Fracción interna de la CCI - Boletín 35