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DEBATE EN EL CAMPO PROLETARIO
DEL ANÁLISIS MARXISTA A LA IDEOLOGÍA DE BUSH:
LA POSICIÓN DE LA CCI ACTUAL SOBRE LA GUERRA IMPERIALISTA MUNDIAL(1era. parte)

El texto que sigue es la primera parte de un artículo crítico sobre la cuestión de la “irracionalidad de la guerra” defendida desde hace algunos años por la CCC “nuevo estilo”. Se apoya en un artículo de Revolutionary Perspectives nº 37, publicación del BIPR en Gran Bretaña, que denuncia el abandono por parte de la CCI durante su último congreso internacional (véase la resolución sobre la situación internacional que adoptó), por una parte, de la perspectiva de la guerra imperialista generalizada como “solución” del capitalismo a su crisis histórica, y de otra parte, de uno de los fundamentos teóricos del concepto de decadencia, a saber, el ciclo “crisis-guerra-reconstrucción-nueva crisis”. Saludamos la intervención en esta batalla política por parte de los camaradas. Al emprender esta polémica, el BIPR demuestra que el debate continúa y se profundiza en el interior del campo proletario.

En continuidad de las discusiones sobre la cuestión del Partido, es sobre la cuestión de la decadencia, de los ciclos de la crisis del capitalismo desde el inicio del siglo XX, que se ha lanzado el debate entre los grupos del campo proletario, en particular entre el BIPR y nuestra fracción, y esto desde hace ya algún tiempo. Remitimos al lector a nuestros boletines y a los textos del BIPR. Sobre esta cuestión de la guerra, sus causas y fundamentos económicos, nuestra fracción se fija como objetivos defender las posiciones fundamentales, los “principios fundadores” de la CCI. Es la razón por la cual, si la CCI actual, encerrada en su sectarismo, ha ignorado soberbiamente hasta el presente la crítica política de los camaradas del BIPR, nos corresponde, por nuestra parte, volver a las verdaderas posiciones de la CCI, a su historia y así examinarlas de manera crítica en el proceso real que las ha visto desarrollarse.

Sobre este tema, como sobre muchos otros, el debate y la discusión fraternas con el BIPR hacen aparecer que los desacuerdos son muy reales –y no es cuestión ni de ocultarlos ni de minimizarlos, ni para la fracción, ni para el BIPR. Pero aparece sobre todo que las bases políticas y teóricas comunes son mucho más importantes y que, sobre todo, el debate permite a cada uno precisar sus análisis, superar malentendidos, comprender mejor los puntos de vista del “otro”, afinar su propio punto de vista y, lo más frecuentemente, encontrarse en lo esencial.

En fin, el debate es también el medio de combatir las derivas y expresiones oportunistas y “revisionistas” que se manifiestan actualmente especialmente (aunque no solamente, lejos de ello) en la CCI.


Communist Workers Organisation (CWO) (Organización de Trabajadores Comunistas) ha publicado recientemente un artículo donde retoma la polémica con la Corriente Comunista Internacional (CCI) acerca de la guerra imperialista y su función económica en la decadencia del capitalismo (1). Ciertamente, el debate entre la CCI y otros grupos del campo proletario (y especialmente con el BIPR, del cual forma parte la CWO) acerca de la decadencia, la crisis y la guerra imperialista no es nuevo, estuvo ya en el centro de las discusiones en las conferencias internacionales de finales de los años 1970, y se ha proseguido en diversos artículos a lo largo de las décadas posteriores. Sin embargo, en este último artículo de CWO hay un aspecto novedoso y sumamente importante en la crítica hacia la CCI:

... el ciclo de crisis-guerra-reconstrucción ha sido reconocido como el ciclo de vida del capitalismo en el periodo abierto con el siglo veinte. La CCI ha decidido ahora que el periodo en el cual este ciclo sustentaba al sistema capitalista ha terminado. En su 16º congreso anunció, sin ninguna explicación, que: ‘El ciclo de crisis-guerra-reconstrucción ha terminado’.

Tal aseveración, de hecho se deriva de la aseveración anterior de que el capitalismo está en un periodo de ‘descomposición y caos’(...) en lugar de explicar las bases de sus aseveraciones, la CCI las ha considerado como hechos probados y ha procedido a trazar conclusiones implícitas en ellas.” Estas conclusiones muestran que la CCI se está saliendo del campo político del comunismo de izquierda y del marxismo mismo. (Revolutionary Perspectives Nº 37. Traducimos del inglés. Subrayado nuestro).

De esta manera, por primera vez, un grupo del campo proletario (aparte de nuestra propia Fracción) reconoce que la CCI está en un proceso de abandono de sus propias posiciones programáticas fundamentales. Es decir que, en el debate con la CCI, no se trata ya solamente acerca de una divergencia teórica o política, más o menos vieja, entre dos organizaciones dentro del campo proletario, sino de cómo esta organización revolucionaria está abandonando las posiciones que había defendido, y con ello las posiciones comunes de la izquierda comunista y hasta los principios de base del marxismo. Es así como CWO reconoce que:

.. las fuerzas de la izquierda comunista estaban ampliamente de acuerdo en que los periodos de guerra generalizada, tales como la primera y segunda guerras mundiales, de alguna manera sentaban las bases para periodos de una renovada acumulación del capital. Los argumentos en aquél entonces estaban entre aquéllos que veían que la guerra conducía a un periodo de mayor rentabilidad mediante la devaluación del capital constante, y aquéllos que veían que la guerra creaba nuevos mercados para la realización del plusvalor. A pesar de estas diferencias, había un amplio acuerdo en que la reproducción del capitalismo en el periodo que inició en el siglo veinte estaba caracterizado por un ciclo de vida de crisis seguida por una guerra mundial y enseguida por una reconstrucción, que llevaba a la crisis una vez más. Este ciclo, que se consideraba enraizado en las contradicciones económicas del capitalismo, caracterizaba lo que se llamaba fase de la decadencia capitalista o periodo imperialista. Se consideraba, pues, que las guerras tenían una función económica clave en el ciclo de vida del capitalismo, es decir, para la sobrevivencia del sistema.

Con el colapso del bloque ruso al final de los años 1980, esta comprensión ha sido cuestionada. En lugar de ver que la guerra tiene una función económica para la sobrevivencia del sistema capitalista, algunos grupos de la izquierda comunista, especialmente la Corriente Comunista Internacional (CCI), han argumentado que las guerras ya no tienen una función para el capitalismo. En lugar de ello, las guerras son caracterizadas como ‘irracionales’, sin ninguna función, ni a corto, ni a largo plazo, en la acumulación capitalista. (Revolutionary Perspectives Nº 37. Subrayado nuestro).

Sin embargo, luego de constatar la actual deriva teórica de la CCI, el artículo de RP se limita a contrastarla con la posición ya conocida de CWO y del BIPR sobre la guerra, sin entrar en el proceso teórico interno que ha llevado a la CCI a tal punto. Esto, por supuesto, no podía ser de otra manera. La tarea de explicar cómo, a través de qué debates (si es que han existido), ha llegado la CCI en su último congreso internacional a resoluciones que están en evidente contradicción con su propia plataforma, le corresponde a ella misma. Pero ya que la CCI actual es incapaz de reconocer franca y abiertamente cómo ha abierto la vía a la modificación de sus posiciones de principio, no queda más remedio que sea nuestra propia fracción, la Fracción Interna de la CCI, la que intente, una vez más, volver críticamente sobre este proceso. Así, pues, en este artículo abordaremos la evolución de la posición de la CCI sobre la guerra imperialista; al respecto, nos parece necesario plantear estos puntos:

- La posición original de la CCI sobre la guerra imperialista.

- El surgimiento de la noción de “irracionalidad de la guerra”.

- El análisis de la CCI sobre la guerra imperialista a partir de su teoría de la descomposición.

- La extensión de la noción de “irracionalidad” a todos los planos del “análisis” de la CCI actual.

1. La posición original de la CCI sobre la guerra imperialista

Estamos de acuerdo en que, originalmente, a pesar de la divergencia en el análisis sobre la crisis capitalista, el BIPR y la CCI compartían una postura común sobre lo que caracterizaba a la decadencia del capitalismo: especialmente el ciclo de crisis-guerra-reconstrucción-nueva crisis. Como es sabido, para la CCI este ciclo estaba determinado por el arribo del capitalismo al límite histórico que significaba la terminación de la expansión geográfica del capitalismo por todo el mundo y de la repartición de los mercados entre las grandes potencias imperialistas. Desde sus orígenes, la CCI, siguiendo a los revolucionarios de principios del siglo XX como Lenin y Luxemburg, había comprendido siempre que, teniendo como telón de fondo las contradicciones económicas fundamentales del capitalismo que conducían a una crisis económica crónica, era inevitable la política imperialista, es decir la pugna de todos los países, y en primer lugar de las grandes potencias, por el “reparto del globo”:

el último capítulo de su proceso histórico de expansión: es el periodo de la concurrencia general mundial de los Estados capitalistas que se disputan los últimos restos del medio no capitalista de la Tierra” (Rosa Luxemburg, Anticrítica, apéndice de La acumulación del capital, p452, Ed. Grijalbo).

Por vez primera, el mundo se encuentra ya repartido, de modo que lo que en adelante puede efectuarse son únicamente nuevos repartos, es decir, el paso de los territorios de un ‘propietario’ a otro, y no el paso de un territorio sin propietario a un ‘dueño’” (Lenin, El imperialismo, fase superior del capitalismo, Obras escogidas, t. I, p716).

(Citados en : La Decadencia del capitalismo, p2, 3. Folleto básico de la CCI).

Hasta hace poco, la CCI también defendía la idea según la cual al agudizarse estas pugnas imperialistas, la única salida que encontraba el capitalismo a su crisis era, precisa e inevitablemente la guerra mundial. De allí el ciclo de la decadencia capitalista:

La competencia entre las naciones capitalistas, no puede, en estas condiciones, más que volverse cada vez más implacable. El imperialismo, política a la cual está obligada, para sobrevivir, toda nación cualquiera que sea su talla, impone a la humanidad haber entrado desde 1914, en el ciclo infernal de crisis-guerra-reconstrucción-nueva crisis... “ (Plataforma de la CCI).

Por otra parte, es también cierto que, como señala RP, originalmente la CCI atribuía una cierta función económica a la guerra imperialista:

La guerra de tipo imperialista mundial (...) posee dos ventajas con las que resuelve momentáneamente la crisis del capitalismo: por un lado, elimina los países capitalistas destruidos de la competencia mundial por mercados y, por otro, transforma momentáneamente a los países destruidos en mercados para las mercancías de los vencedores, contribuyendo estos en la reconstrucción de aquéllos.

Por eso, desde 1914, el capitalismo en declive vive siguiendo el ciclo de crisis, guerra, reconstrucción. Y es en ese ciclo de barbarie permanente y generalizada en donde debemos nosotros situar la crisis actual.” (La decadencia del capitalismo. p. 3)

Sin embargo, a este respecto, hay que plantear también claramente que, detrás de las interpretaciones de la teoría de la crisis (superproducción y falta de mercados vs. caída de la tasa de ganancia) no ha existido solamente un problema teórico “económico”, sino una divergencia política importante, por las diferentes consecuencias que se desprenden de cada una de ellas. Así, la preocupación de CCI fue siempre la de marcar el límite histórico del capitalismo, la posibilidad de que éste llevara a la destrucción de la humanidad como producto de sus contradicciones –y en particular a través de una guerra imperialista mundial “definitiva”-, sobre todo en contraposición a las posturas políticas que tienden a atribuir al capitalismo la posibilidad de un desarrollo ilimitado, “eterno”, por decirlo así. Esta divergencia, abierta cuando se hizo evidente la derrota de la oleada revolucionaria de principios del siglo XX, tiene su origen aún más atrás, desde los debates alrededor del imperialismo y la decadencia de la vuelta entre el siglo XIX y el XX y en el combate contra el oportunismo, pero expresa, en el plano teórico, la contradicción real del propio capitalismo, entre el hecho de que, efectivamente, por un lado, el capitalismo no puede sobrevivir sin desarrollar las fuerzas productivas, pero, por otro y al mismo tiempo, mientras sigue subsistiendo, tiende no solamente a trabar cada vez más este desarrollo, sino además a destruir en cada nuevo “ciclo” una masa creciente de fuerzas productivas.

La CCI ha remarcado siempre el cambio cualitativo en el capitalismo, de la época ascendente a la descendente: mientras que las crisis económicas periódicas del periodo ascendente –si bien significaban desvalorización y destrucción de una parte del capital- empujaban hacia una expansión económica y geográfica del propio capitalismo; en el periodo decadente, en cambio, la crisis además de volverse “crónica”, solamente encuentra una salida en un “ajuste de cuentas general”, en la guerra imperialista mundial en la cual la destrucción de medios de producción y la muerte de millones de seres humanos es cada vez proporcionalmente mayor, lo que da lugar a un “retroceso” en la producción y el comercio, desde el cual se tiene que volver, al término de ésta, a un periodo no de expansión, sino de reconstrucción de lo destruido, y es solamente en este marco de “reconstrucción” que vuelven a desarrollarse las fuerzas productivas en una escala mayor a la anterior (además de que éste tiende cada vez hacia la producción militarista)... hasta caer nuevamente en una crisis crónica aún más amplia y profunda, y así sucesivamente, en una tendencia que apunta, a fin de cuentas, a una guerra imperialista mundial que podría ser “definitiva” para la supervivencia de la humanidad.

En este sentido, es interesante destacar cómo el artículo de RP da cuenta de esta destrucción creciente como único medio de sobrevivencia del capitalismo, casi en los mismos términos que lo ha hecho la CCI durante décadas:

Se estima que durante la primera guerra mundial el 35% de la riqueza acumulada por la humanidad fue destruida o despilfarrada en cuatro años. (...) Durante la segunda guerra mundial, la mitad del total de la producción fue desviada hacia el consumo del Estado para la guerra. (...) Tanto en los Estados Unidos como en Europa, el capital no logró acumular durante todo el periodo de la guerra. (...) Por toda Europa las vías de ferrocarril, las estaciones y los puertos yacían en ruinas. La maquinaria estaba gastada por el constante uso y el mal mantenimiento (...) Aunque los Estados Unidos no sufrieron la destrucción física de capital constante por acción enemiga que ocurrió por toda Europa, la devaluación de los valores de capital constante por la suspensión de la acumulación fue similarmente dramática.

La composición orgánica del capital estadounidense se redujo en 35% durante la guerra y solamente recuperó el nivel de 1940 al inicio de los años 1960. Esto fue ampliamente logrado mediante la devaluación del capital constante. Sin embargo, adicionalmente, la guerra trajo consigo una devaluación de la fuerza de trabajo. (...) mediante la reducción masiva del nivel de vida y la restricción del consumo de la clase obrera mediante el racionamiento (...) Esto representa un incremento de la tasa de explotación (...).

La recuperación general se basó en el aumento de las tasas de ganancia que trajeron los efectos económicos de la guerra. Sostenemos que las guerras mundiales se han vuelto esenciales para la sobrevivencia del capitalismo desde el inicio del siglo veinte y que han reemplazado a las crisis decenales del siglo diecinueve. El ciclo de vida del capitalismo, consecuentemente se ha convertido en crisis, seguida por guerra mundial, seguida por reconstrucción, crisis, etc. (...)

Por supuesto, el hecho de que el efecto económico de la guerra sea devaluar el capital e incrementar las tasas de ganancia, no significa que la clase capitalista inicie las guerras mundiales con el objetivo de devaluar el capital global. Los objetivos de las guerras globales son objetivos imperialistas, es decir, la completa destrucción del capital de la nación o bloque de naciones rival...” (RP)

Tendríamos que preguntarnos seriamente si no es existen ya las condiciones (y la necesidad histórica) de que las corrientes históricas de la izquierda comunista clarifiquen y superen, por fin, esa divergencia teórica-política sobre la crisis y la contradicción entre desarrollo de las fuerzas productivas y la traba que la subsistencia de las relaciones de producción capitalistas le pone a éste, y laboren hacia una “reunificación” de la teoría, en el sentido que la exponía el propio Marx. Esto deberá ser el objeto de futuros trabajos de la fracción y debates con el BIPR. Desgraciadamente, la CCI actual, en lugar de apoyarse en este tipo de aseveraciones por parte del BIPR, para hacer avanzar el debate y la clarificación en el campo proletario, busca, por el contrario ahondar cada vez más las divergencias teóricas minimizando o ironizando éstas o, peor aún avanzando “nuevos” argumentos que son claramente antimarxistas.

2. El surgimiento de la noción de “irracionalidad de la guerra”

La noción de “irracionalidad de la guerra” en la CCI no surgió directamente de la teoría de la descomposición, como afirma RP, si bien es solamente a partir de dicha teoría que la cuestión de la “irracionalidad” alcanzará la dimensión y significado delirante que veremos más adelante. Con anterioridad a la adopción de esa teoría se podía leer ya, por ejemplo, en la Revista Internacional de la CCI que:

... La guerra de 1870, al permitir la unificación de Alemania, fue para este país una condición de primera importancia para su impresionante desarrollo de finales del siglo XIX. Para el país vencido, Francia, la guerra no tuvo, por lo demás, consecuencias negativas ... De hecho, fue durante las tres últimas décadas del siglo XIX que Francia conoció su desarrollo industrial más importante... En cambio, las dos guerras [mundiales] de este siglo... han traído consigo, no un salto adelante en el desarrollo de las fuerzas productivas, sino antes que nada una destrucción sin precedentes de esas fuerzas y, sobre todo, ... de la clase obrera.

Mientras que en el siglo pasado las destrucciones y los costes de las guerras eran los inevitables de la expansión capitalista, y que además se rentabilizaban con creces, desde principios de nuestro siglo, en cambio, son verdaderas sangrías que arruinan a los beligerantes, tanto a ‘vencedores’ como a ‘vencidos’. Las relaciones de producción capitalista han dejado de ser la condición del desarrollo de las fuerzas productivas para convertirse en lo contrario, en enormes trabas de ese desarrollo; y eso queda demostrado... en el grado alcanzado por los estragos que han soportado las economías de los países que habían sido el centro del desarrollo histórico de esas relaciones de producción (...)

Las dos guerras mundiales, y sobre todo la última, ... han dado la prueba fehaciente de la absurdez total que para la sociedad es, desde principios de siglo, el modo de producción capitalista, absurdez que no queda expresada únicamente en el peso cada día más aplastante del militarismo sobre la economía, o en el hecho de que la guerra ha perdido la más mínima racionalidad económica verdadera, sino también en la incapacidad de la clase dominante para controlar el engranaje que arrastra a la guerra total.” (Revista Internacional nº 52, 1er trimestre 1988. Firmado FM).

Como se ve, originalmente, con la noción de “irracionalidad de la guerra” se buscaba precisamente subrayar el límite histórico del capitalismo, es decir, cómo las relaciones de producción capitalista se habían vuelto una “traba para el desarrollo de las fuerzas productivas”, cómo el capitalismo había dejado ya de ser históricamente necesario. Sin embargo, debemos reconocer que el concepto de “irracionalidad de la guerra” es, efectivamente, un desliz del método materialista histórico, que puede dar lugar a errores teóricos y políticos, y sobre lo cual debemos explicarnos detalladamente:

1. En primer lugar, la atribución de “racionalidad” o “irracionalidad” a un hecho histórico cualquiera ha sido ya criticada y rechazada por los fundadores del método materialista histórico como una forma del método idealista, y en particular como una expresión de la ideología burguesa. Mientras que el materialismo histórico descubre las tendencias, las perspectivas históricas, en el análisis de los hechos mismos, en el estudio de su propio proceso histórico concreto, el idealismo, en cambio, determina –o prejuzga- sobre la racionalidad, es decir, sobre la “razón de ser” de estos hechos, a partir de un principio “ideal” preconcebido cualquiera, hacia el cual tales hechos “deben” tender, pues de lo contrario se consideran como “irracionales”.

Engels, por ejemplo, señala cómo detrás de la crítica burguesa al feudalismo como “irracional” se encontraba la idealización de la propia sociedad burguesa como la última y definitiva sociedad “racional”: Todas las formas anteriores de sociedad y de Estado, todas las ideas tradicionales, fueron arrumbadas en el desván como irracionales... Hoy sabemos ya que ese reino de la razón no era más que el reino idealizado de la burguesía...” (Engels, Antidühring. Introducción. I Generalidades).

Aún más explícitamente, Antonio Labriola señala que el método del materialismo histórico es la negación explícita de toda forma de racionalismo, entendiéndose por este nombre el preconcepto que las cosas en su existencia y explicación responden a una norma, a un ideal, a un valor, a un fin, sea de modo explícito o implícito” (Antonio Labriola. Del materialismo histórico. Capítulo IV).

2. El defecto de este método de juzgar a las cosas como “racionales” o “irracionales”, se puede ver ya en el pasaje que acabamos de citar más arriba. Por un lado, cuando se juzga como un “absurdo total” al modo de producción capitalista desde un punto de vista de la “sociedad” tomada de manera abstracta, se juzga precisamente como si existiera una racionalidad planeando por encima de las clases, y no una sociedad concreta dividida en clases, para una de las cuales la guerra imperialista mundial tiene una precisa “razón de ser”: la que ha sido señalada desde siempre por los revolucionarios, es decir, la “repartición de los mercados”. Además, si uno se mete a considerar a las guerras de la decadencia como “irracionales” y a las de la ascendencia como “racionales” se cae en especulaciones del tipo de ¿el exterminio o esclavización de millones de seres humanos, o las hambrunas provocadas por las crisis, en la época del capitalismo en ascenso fueron hechos históricos “racionales” o “irracionales” para la “sociedad”?

Por otro lado, si se afirma que en la decadencia del capitalismo la guerra imperialista mundial “pierde la más mínima racionalidad económica verdadera”, se afirma con ello mismo que la guerra es entonces únicamente producto de factores políticos, ideológicos o de cualquier otro tipo “subjetivo”, pero que no es necesaria desde el punto de vista de los fundamentos económicos de la sociedad, es decir que no es necesaria “objetivamente”, ni, por tanto, mucho menos inevitable; es decir, se llega a la conclusión de que el capitalismo decadente podría existir sin guerras imperialistas mundiales, que es exactamente lo contrario de lo que inicialmente se quería subrayar.

3. Finalmente, veamos los argumentos que se invocan para establecer la “irracionalidad económica” de la guerra imperialista. El primero, es que no se trata de un “salto en el desarrollo, sino una destrucción sin precedentes de las fuerzas productivas”. Efectivamente, la guerra imperialista mundial constituye una destrucción sin precedente de fuerzas productivas, cada vez mayor y que tendencialmente apunta a la barbarie completa, a la aniquilación de la humanidad misma; en ello está contenido el carácter decadente del sistema capitalista. Y, sin embargo, tal destrucción no deja de tener no solamente una “razón” económica, desde el punto de vista del capitalismo decadente, sino que constituye una condición esencial para su sobrevivencia, tal como ha sido establecida por los revolucionarios marxistas desde finales del siglo XIX, y en esta aparente paradoja también está contenido el carácter decadente del sistema.

De hecho desarrollo y destrucción de las fuerzas productivas son dos fases del mismo proceso de producción capitalista, y esto desde su época ascendente. Las crisis comerciales del ciclo “clásico” acarreaban ya también una destrucción física de fuerzas productivas (máquinas, materias primas, mercancías almacenadas, y evidentemente desempleo y hambre entre la población trabajadora) y no solamente una desvalorización de capital (como lo da a entender la CCI actual en uno de sus últimos debates con el BIPR:(2)): “El comercio se paraliza, los mercados están sobresaturados... los productos se estancan en los almacenes abarrotados, sin encontrar salida... las fábricas se paralizan, las masas obreras carecen de medios de vida... las fuerzas productivas y los productos se dilapidan y destruyen en masa, hasta que, por fin, las masas de mercancías acumuladas, más o menos depreciadas, encuentran salida, y la producción y el cambio van reanimándose poco a poco... (Antidühring. Socialismo. II Esbozo teórico.)

El cambio cualitativo de la ascendencia a la decadencia consiste, precisamente, no en la aparición de la destrucción de fuerzas productivas y la desaparición del desarrollo, sino en que, con la aparición de la guerra imperialista mundial, la “fase de destrucción” del propio proceso capitalista de producción predomina sobre su “fase de desarrollo”, la determina cada vez más.

En contraposición a diferentes autores como Trotsky o la misma GCF que, ante la vista de las ruinas que dejaba la segunda guerra mundial, llegaron a plantear que las fuerzas productivas habían dejado de crecer de manera “absoluta”, la CCI, en su formulación inicial de la teoría de la crisis, pudo precisar que la decadencia del capitalismo no significaba tal destrucción absoluta de las fuerzas productivas, ni tampoco un freno absoluto de su desarrollo, sino que únicamente ello se volvía el aspecto o “tendencia” dominante: “En lo que se refiere a la interpretación de la crisis económica mundial, Schwab, militante del KAPD, insistía en las diferencias fundamentales que existían entre el periodo ascendente del capitalismo y su periodo de declive, y encontraba una comprensión en el hecho de que ese declive histórico no significaba un estancamiento completo de las fuerzas productivas, sino una evolución del capitalismo sobre una base cada vez más destructiva. ‘El capital reconstruye, preserva sus ganancias, pero a costa de la productividad. El capital restaura su poder destruyendo la economía’. Se encuentra aquí, ya, la visión de los gastos improductivos, de la subutilización del capital, y sobre todo del ciclo de crisis-guerra-reconstrucción, que son las características fundamentales de la fase decadente del capitalismo.” (CCI. La decadencia del capitalismo. La teoría de la decadencia en la historia del movimiento obrero). (3)

El segundo argumento que se invoca para argumentar la “irracionalidad” de la guerra imperialista mundial es la ruina que acarrea ésta tanto para los vencidos como para los vencedores. Este argumento olvida que la ruina viene de la crisis económica, es decir, pasa simplemente por alto el hecho de que los países que se lanzan a la guerra están ya arruinados de antemano si no consiguen nuevos mercados, fuentes de materias primas y de mano de obra barata, etc., o si se hacen arrebatar los que ya tienen.(4) Pero lo que hay que subrayar es que, con este argumento, nuevamente queda latente la idea de que, si no se lanzaran a la guerra, entonces los países no se “arruinarían” (o al menos no tanto). Se entreabre, pues, la puerta, a la idea de que el capitalismo sobreviviría mejor sin guerras imperialistas mundiales, es decir, a la idea de que las guerras imperialistas mundiales no son indispensables para su sobrevivencia. Sin embargo, la CCI nunca llegó hasta ese punto... hasta que estalló un proceso de deriva organizativa y política.

3. Guerra imperialista y “descomposición”

Estamos completamente de acuerdo con RP sobre el señalamiento de que la CCI actual está abandonando sus propias posturas básicas en relación a la decadencia del capitalismo y la guerra imperialista, posturas que no solamente compartía en general con otros grupos del campo proletario, sino que forman parte del legado de la Izquierda comunista. Sin embargo, este abandono teórico-político no “deriva” simplemente, tal como afirma RP, de la aplicación de la teoría de la CCI sobre la “descomposición social”(5), si bien es cierto que esta teoría le ha servido posteriormente como plataforma para ello.

Así, se puede revisar las publicaciones de la CCI, especialmente la Revista Internacional desde 1989 –cuando adoptó la teoría de la descomposición- hasta el 2000 y no se encontrará un cuestionamiento al “ciclo” de crisis-guerra-reconstrucción característico de la decadencia, ni la conclusión de que, definitivamente, la crisis no desembocará ya en una guerra mundial, tal como lo hace ahora. Lo que se encuentra, en cambio, es el análisis de una situación “abierta”, el seguimiento a través de los hechos concretos de dos tendencias interactuantes: “el cada uno para sí” y la formación de un nuevo juego de bloques imperialistas. Por una parte, la tendencia al “cada uno para si” correspondía a la situación real que vivía el capitalismo luego del derrumbe del bloque imperialista ruso y la disolución del bloque norteamericano, en la que las grandes, medianas y pequeñas potencias jugaban sus propias cartas, al margen de sus antiguos “capos”, en una tendencia centrífuga que solamente los Estados Unidos tenían el interés y capacidad de contener. Paralelamente, la CCI era capaz de destacar la tendencia (re)naciente a la formación de un nuevo juego de bloques imperialistas: el hecho de que, con el derrumbe del bloque ruso y la reunificación de Alemania, ésta se ponía nuevamente como el posible candidato a capo de un futuro nuevo bloque, tal como lo evidenciaba su actividad diplomática y militar, y que las acciones de Estados Unidos se enfocaban también a impedir el desarrollo de esa tendencia.

Es cierto que, cada vez más frecuentemente, el análisis del “cada uno para sí” conducía a la conclusión de la posibilidad de que no llegara a formarse un nuevo juego de bloques (y por tanto las condiciones para una nueva guerra mundial), pero seguía expresándose que, de cualquier modo, el capitalismo caminaba a una multiplicación de las guerras imperialistas provocadas, en primer lugar, por las grandes potencias (cuestión que también tiende a perderse en la actualidad). De este modo, la CCI era capaz de destacar cómo, detrás de los conflictos regionales, se encontraba siempre la mano de las grandes potencias imperialistas, era capaz de destacar que lo determinante de la situación política mundial del capitalismo seguía siendo la pugna entre éstas, la cual se expresaba en medio de una serie de alianzas efímeras de unos con otros que marcaban de una u otra manera la tendencia a la formación de dos nuevos bloques. Es así como, por ejemplo, fue capaz de seguir y analizar claramente la guerra de Yugoslavia, a mediados de los 90:

Pero los antagonismos entre los diferentes nacionalismos de la exYugoslavia no serían suficientes para mantener y desarrollar la guerra, si las grandes potencias mundiales no los alimentaran y exacerbaran, si los discursos ‘pacifistas’ de estas últimas fueran otra cosa que la cobertura ideológica de su propia política imperialista. El peor enemigo de la paz en exYugoslavia no es otro que la guerra implacable a la cual se libran las grandes potencias (...) Esta guerra ha constituido para el capital alemán o francés un poderoso instrumento para quebrantar la alianza entre los Estados Unidos y Gran Bretaña, así como para sabotear la estructura de la OTAN, instrumento de dominación del capital americano sobre los antiguos miembros del bloque occidental (...) Paralelamente, para Washington, esta guerra constituye un medio de obstaculizar la consolidación de la Unión europea alrededor de Alemania...” (Agravación de la guerra en exYugoslavia: Más las potencias hablan de paz, más siembran la guerra. RV, 19 de junio, 95 http://fr.internationalism.org/book/print/1100).

Que la CCI mantuvo sus posiciones básicas sobre la decadencia y la guerra imperialista a lo largo de la década de los 1990, a pesar y por encima de la teoría de la descomposición, se puede ver también en la defensa de esas posiciones expresada en la polémica con otros grupos del campo proletario. Por ejemplo, en 1994, la CCI polemizaba con el PCI por la subestimación que éste grupo hacía del peligro de una tercera guerra mundial:

Peor aún, al dejar creer que, de todas formas, las condiciones materiales para una tercera guerra mundial no estaban aún reunidas, [el PCI-Programme Communiste] ha participado en la desmovilización de la clase obrera contra su amenaza, jugando, a pequeña escala, el papel que habían tenido los reformistas en vísperas de la primera guerra mundial (...) El hundimiento del bloque del Este, a finales de los años 1980, ha hecho desaparecer momentáneamente las condiciones militares y diplomáticas de una nueva guerra mundial. Sin embargo, la visión errónea del PCI continúa debilitando las capacidades políticas del proletariado. En efecto, la desaparición de los bloques no ha puesto fin a los conflictos militares, lejos de ello, conflictos en los cuales las grandes y medianas potencias continúan enfrentándose a través de pequeños Estados o incluso etnias. La razón por la cual estas potencias no intervienen más directamente en el terreno, o por la cual, cuando lo hacen efectivamente (como durante la guerra del Golfo de 1991) no envían más que soldados profesionales o voluntarios, es el temor que sigue teniendo la burguesía de que el envío de contingentes, es decir de proletarios en uniforme, pueda provocar reacciones y una movilización de la clase obrera (...) (Revista Internacional 78, artículo firmado FM, 1994. Polémica con Programme Communiste. Subrayados nuestros).

Como se ve, para la CCI seguía existiendo la “amenaza” de una guerra mundial; la desaparición de las condiciones de ésta era solamente “momentánea”. Y, el principal obstáculo para ésta no era la “descomposición, el caos y el cada uno para sí”, sino que seguía siendo la clase obrera. Asimismo, en su polémica con el BIPR, donde volvía sobre la cuestión de la “irracionalidad” de la guerra en la decadencia se podía aún leer:

Las guerras imperialistas son la expresión más acabada del engranaje infernal del caos y la desintegración en la cual está encerrado el capitalismo en su periodo de decadencia. No se trata ya de un ciclo que pasa de una fase de expansión a una fase de crisis, (...) sino de un ciclo que pasa de la crisis a la guerra imperialista generalizada por el reparto del mercado mundial, luego a la reconstrucción de posguerra y a una nueva crisis más amplia, como fue el caso ya en dos ocasiones durante este siglo.

La era del imperialismo, la guerra imperialista generalizada, nace de la situación de atolladero en la cual se encuentra el capitalismo en su fase de decadencia, cuando no puede ya proseguir su acumulación a causa de la penuria de nuevos mercados que le permitan extender sus relaciones de producción. (...) ‘... La guerra imperialista generalizada es la manifestación principal de ese proceso de descomposición y destrucción en el cual ha entrado la sociedad capitalista...’” (Revista Internacional 79, 1994. Polémica con Prometeo. firmado Adalen. Subrayados nuestros).

La CCI remarcaba, una vez más, todavía en 1994, que el “ciclo crisis-guerra-reconstrucción”, y la “guerra imperialista generalizada por el reparto del mercado mundial” eran las características “principales” de la fase decadente del capitalismo.

Incluso hasta el 13º congreso internacional, en 1999, la CCI seguía manteniendo esa visión abierta, doble, contradictoria, entre el “cada uno para sí” y la “formación de nuevos bloques imperialistas”, visión que, sin embargo, desde aquel congreso comenzaba a tener dificultades en percibir como un proceso dialéctico, en el cual se inscribían y oponían las dos tendencias:

La descomposición es un enorme factor que favorece el cada uno para sí. Pero no elimina la tendencia a la formación de bloques. No podemos tampoco pretender teóricamente que la descomposición como tal vuelve la formación de bloques imposible por principio (...) Sabemos también que el cada uno para sí y la formación de bloques no son en lo absoluto contradictorios, que los bloques son solamente la forma organizada del cada uno para sí con el fin de canalizar en una explosión única todas las rivalidades imperialistas reprimidas. Sabemos que el objetivo a largo plazo de los Estados Unidos, seguir siendo la potencia mundial más fuerte, es un proyecto eminentemente realista. Sin embargo, en la persecución de tal objetivo, están atorados en contradicciones insolubles. Para Alemania, es exactamente lo contrario: en tanto que su proyecto a largo plazo de un bloque dirigido por ella podría ser que nunca se realizara, su política concreta en esta dirección se revela extremadamente realista (...) La alianza con Polonia, los avances en la península balcánica, la reorientación de sus fuerzas armadas hacia intervenciones militares en teatros exteriores, son pasos en la dirección de un futuro bloque alemán. Pequeños pasos, es cierto, pero suficientes para inquietar considerablemente a la superpotencia mundial (...) (Informe sobre los conflictos imperialistas, 13º Congreso de la CCI. Revista Internacional 98, 3er trimestre de 1999).

Como se puede constatar, aparece aquí ya que las dos tendencias no son contradictorias “en lo absoluto”; que en la tendencia a la “formación de nuevos bloques”, los Estados Unidos “están atorados en contradicciones insolubles”; en cuanto a Alemania, su proyecto de dominar un futuro bloque “podría ser que nunca se realizara”

A pesar de todo, con estos elementos de análisis, la CCI tenía todavía herramientas teóricas suficientes, aunque ambiguas, para comprender el significado histórico de los acontecimientos que sobrevendrían a partir del derrumbe de las Torres Gemelas en 2001, y en particular de la oposición abierta de la alianza germano-francesa-rusa a la invasión de Irak por los Estados Unidos, como expresión del avance de la tendencia hacia la nueva bipolarización imperialista, la cual no ha dejado de afirmarse desde entonces.

Sin embargo, es precisamente en ese periodo, durante el 14º congreso internacional de la CCI, en 2001, que ese análisis se “escinde”, por decirlo así, no como producto de un debate, sino como resultado del ahogamiento del debate en el interior de la organización; es decir, no como producto de una lucha teórica-política abierta, sino como resultado del estallido de un proceso de deriva organizativa y política durante ese congreso (una de cuyas marcas principales fue la formación y posterior expulsión de nuestra Fracción). No es nuestro propósito volver aquí sobre este proceso, el cual hemos expuesto en todos los números de nuestro boletín. Mencionemos solamente que, la camarilla que tomó la dirección de la organización a partir de ese congreso justificó sus medidas disciplinarias, el ahogamiento del debate y la prohibición de la existencia de la fracción, mediante la interpretación retorcida de la “teoría de la descomposición”, según la cual esas medidas (castigos, suspensiones, autocríticas, comisiones de vigilancia, tribunales...) se imponían como medio de “frenar la descomposición” en el interior de la propia organización que, según esa camarilla, se expresaba en la “formación de clanes” y la “gangsterización de los militantes”6. Esta utilización abusiva de la teoría de la descomposición repercutió rápidamente a nivel teórico; la teoría de la descomposición empezó a colmar la ausencia de análisis y debates; se empezó a explicar todo a través de la “descomposición, el caos y el cada uno para sí” con los resultados desastrosos que vemos ahora en todos los planos del seguimiento de la crisis, los conflictos imperialistas y la lucha de clases. A su vez la aplicación mecánica de la “descomposición” a todo lo habido y por haber repercutió sobre las posturas políticas y la organización, hasta llegar a la catastrófica situación actual.

Nuestra fracción, por el contrario, ha combatido ese proceso de deriva organizativa, ha criticado la teoría de la descomposición y ha tratado de establecer los límites precisos del periodo que vivimos desde el derrumbe del bloque del Este hasta los atentados contra las torres gemelas; al hacerlo, ha defendido, asimismo, los principios de base de la organización contra el vapuleo constante a que son sometidos por parte de la CCI “oficial”. Y, en relación al aspecto que nos ocupa, ha tenido la capacidad de continuar el análisis de la CCI sobre el avance imperialista de Alemania, que le ha llevado a definir el nuevo proceso de bipolarización imperialista en el marco de la marcha que ha reiniciado la burguesía mundial hacia una nueva guerra imperialista generalizada. Tal es el proceso de “escisión” teórica que se ha operado entre la Fracción interna de la CCI que continúa defendiendo las posiciones originales y verdaderas de la CCI, y la actual CCI que no deja de traicionarlas y abandonarlas.

(continuará)


Notas:

1 “El papel económico de la guerra en la fase decadente del capitalismo”. Revolutionary Perspectives Nº37, noviembre 2005. Órgano de Communist Workers Organisation, organización integrante del BIPR.

2 Véase, por ejemplo el artículo Respuesta al BIPR (1ª parte): La naturaleza de la guerra imperialista: “En el periodo decadente, estas crisis de desvalorización del capital continúan y se vuelven más o menos crónicas. Sin embargo, a este aspecto inherente y consustancial del capitalismo, se superpone otra características de su periodo de decadencia, y que es el fruto de la agravación extrema de las contradicciones que contiene esta época: la tendencia a la destrucción y esterilización de capital.” ( http://fr.internationalism.org/book/print/922 ).

3 Incluso los revolucionarios que concebían la decadencia como un freno o destrucción  “absoluta” de fuerzas productivas no solamente no dejaban de considerar la “racionalidad” económica de la guerra imperialista, sino que, por el contrario, la consideraban precisamente como la única “racionalidad”, es decir, como la única “razón de ser” y como el único medio para la sobrevivencia del capitalismo: “... el hundimiento del mundo capitalista que ha agotado históricamente toda posibilidad de desarrollo, encuentra en la guerra moderna, la guerra imperialista, la expresión de este hundimiento, que, sin abrir ninguna posibilidad de desarrollo posterior para la producción, no hace más que precipitar en el abismo a las fuerzas productivas y acumular a un ritmo acelerado ruinas sobre ruinas (...) La ausencia de nuevas salidas y nuevos mercado, en los que realizar la plusvalía contenida en los productos... abre la crisis permanente del sistema capitalista (...) A medida que se estrecha el mercado, la lucha por la posesión de las fuentes de materias primas y por el dominio del mercado mundial se hace más áspera. La lucha económica entre los distintos grupos capitalistas se concentra cada vez más y toma la forma, más acabada, de la lucha entre Estados. La lucha exacerbada entre Estados al final sólo puede resolverse por la fuerza militar... (Informe sobre la situación internacional. GCF 1945. Reproducido en Revista Internacional 59, 1989).

4 “En 1939, Hitler declara la segunda guerra mundial al grito de’Alemania debe exportar o perecer!’.” (CCI. La Decadencia del capitalismo).

5 Anteriormente, ya hemos abordado la crítica a la teoría de la descomposición y el caos.

6 “La sociedad en su conjunto es afectada por la descomposición del capitalismo (...) El proletariado no se salva y su conciencia de clase, su confianza en el porvenir, su solidaridad de clase son atacados permanentemente (...) : el nihilismo, la huida hacia lo irracional y el misticismo, la atomización y la disolución de la solidaridad humana es reemplazada por la falsa colectividad de las bandas, los gangs o los clanes. La minoría revolucionaria misma no está al abrigo de los efectos negativos de la descomposición a través en particular del recrudecimiento del parasitismo político” (Conferencia extraordinaria de la CCI 2002)


Fracción interna de la CCI - Boletín 34