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SITUACIÓN INTERNACIONAL
RUSIA Y SU RENOVADA AGRESIVIDAD EN EL PLANO INTERNACIONAL:
UN ELEMENTO MÁS DE LA BIPOLARIZACIÓN IMPERIALISTA

El gasoducto germano-ruso: Una maniobra de estrategia imperialista de gran envergadura

Después de tres meses de haber firmado un acuerdo, por fin, el 9 de diciembre de 2005, Rusia y Alemania han puesto en marcha oficialmente la construcción de un gasoducto que, atravesando el Mar Báltico, unirá directamente a estos dos países. Más allá de su importancia económica –Alemania importa ya de Rusia la tercera parte del gas que requiere- es evidente el gran alcance estratégico imperialista de este acuerdo.

De hecho, este proyecto de gasoducto germano-ruso es solamente un eslabón más en la cadena de maniobras imperialistas que hemos venido observando desde hace algunos años, la cual tiene como uno de sus ejes principales la sorda pugna estratégica por el control de las fuentes de petróleo (en especial las de Medio Oriente), en el marco de la creciente bipolarización imperialista en las relaciones internacionales entre las grandes potencias.

Es evidente que desde hace algunos años (y especialmente a partir del derrumbe de las Torres Gemelas en 2001) Estados Unidos ha lanzado una ofensiva por el control absoluto de las regiones petroleras de Medio Oriente (invasión de Afganistán, de Irak, establecimiento de bases militares en una serie de países de Medio Oriente). Lo anterior, sumado al avance de los Estados Unidos en la región del Báltico a través de las alianzas logradas con países de Europa Oriental -como Polonia y los países bálticos- ha ocasionado, en primer lugar, un aislamiento y una mayor pérdida de influencia de Rusia en la región. Pero, sobre todo, mediante el control sobre los recursos energéticos de Medio Oriente, los Estados Unidos han buscado disciplinar a los países de Europa Occidental, impedirles lograr una autonomía energética, para a fin de cuentas, cortar las veleidades de formar un bloque imperialista alrededor de la dupla Alemania-Francia, la única que sería capaz de oponerse seriamente, a plazo, a otro bloque que estaría encabezado por los propios Estados Unidos.

problema, para los Estados Unidos es que, a pesar de los esfuerzos económicos y diplomáticos que ha desplegado, desde hace ya algún tiempo, la fracción dominante de la burguesía rusa ha decidido, al parecer, sacudirse la subordinación hacia los EUA a que ha estado sometida desde poco después del desbaratamiento de la URSS y apostar, en cambio, por la dupla germano-francesa. Desde las declaraciones conjuntas de Rusia con Francia y Alemania contra la invasión de Irak por los EUA, cada vez con mayor frecuencia los medios dan cuenta del frente común de Alemania, Francia y Rusia en los diferentes escenarios diplomáticos como la ONU y en diferentes conflictos regionales (1). Es en este marco que debe aquilatarse la importancia estratégica del gasoducto germano-ruso.

En primer lugar, el gasoducto, al tratarse de un proyecto de tan largo alcance en el tiempo –el inicio de su funcionamiento está programado para 2010- y peso financiero -5 mil millones de euros, en la que participan el monopolio ruso Gazprom y las gigantes alemanas EON y BASF- es una muestra significativa de la voluntad de Rusia y Alemania de estrechar sus lazos a largo plazo.2

Al mismo tiempo, el gasoducto es una respuesta concreta de Alemania y Rusia, mediante la cual intentan romper la barrera geopolítica que los Estados Unidos han tendido entre Rusia y Europa Occidental. Los políticos y analistas al servicio de la burguesía no han dejado de remarcar más o menos abiertamente este aspecto. Por ejemplo “el presidente polaco, Alexander Kwasniewski, se expresó contra el proyecto, al decir que (...) ‘desde el punto de vista de la Unión Europea... de la política común de la UW hacia Rusia, no es bueno que un miembro de la UE, un país importante como Alemania, lleve a cabo tal política por encima de nuestras cabezas y por encima de la cabeza de la UE” ( traducido de The Guardian, sep 8, 2005).3 Por su parte, “Vytautas Landsbergis, miembro lituano del Parlamento Europeo, señaló que la nueva alianza ruso-germana tiene el propósito de "cambiar el mapa político de Europa"[... y] que el gasoducto dejaría a los países bálticos y a Polonia ‘a la merced de Rusia’; le faltó agregar Alemania”. (A. Jalife. La Jornada – México, nov 6, 2005).

Es así que, desde el mismo día en que se firmó el acuerdo (el 8 de septiembre de 2005), los países que se encuentran bajo la sombra de los Estados Unidos, como Polonia, Ucrania y los Países Bálticos (Latvia, Lituania y Estonia) iniciaron una serie de protestas y oposición al gasoducto con diversos pretextos que van, desde calificarlo como un golpe traicionero contra la Unión Europea, hasta el de ser un peligro ambiental (protesta a la cual se ha sumado ya la Agencia Internacional de Energía).

Por un lado, Polonia y Ucrania no solamente ven peligrar las ganancias que hasta ahora obtienen (tanto por el tributo que cobran por el paso de los energéticos de Rusia hacia Europa Occidental, como por el precio subsidiado del gas ruso del que hasta ahora gozaban como compensación por el uso de su territorio), ya que una vez que funcione el gasoducto sus servicios no serán ya requeridos, sino que además Rusia podría imponerles medidas de subordinación a condición de seguir entregándoles energéticos. De este modo, apenas iniciada la construcción del gasoducto, ya ha surgido una “disputa” entre Ucrania y Rusia, ya que ésta busca imponerle precios de mercado internacional a la primera (cortándole los subsidios), mientras aquélla amenaza con aumentar el impuesto por el paso del energético por su territorio, disputa que amenaza con desestabilizar los precios internacionales del gas.

Por otra parte, el paso del gasoducto por debajo del Mar Báltico ha ocasionado ya, de manera inmediata, una disputa por las zonas marítimas consideradas como “de uso exclusivo de las naciones”; así, Rusia se ha negado a ratificar un tratado con Estonia por la zona marítima que le corresponde a esta última. Así pues, las consecuencias van mucho más allá del aspecto económico, pues marcan claramente el renovado hambre expansionista de Rusia que, con la complicidad de Alemania, busca particularmente recuperar la supremacía política y militar en la región del Mar Báltico.

Finalmente, para Alemania, la construcción del gasoducto, marca clara, abiertamente, su intención de sacudirse la debilidad que le significa depender en materia de energía de países “amigos” de los Estados Unidos; el fortalecimiento de su actual alianza con Rusia significa un paso más en sus pretensiones de colocarse –a plazo- como líder de un bloque imperialista. De hecho, la evolución de la política de Rusia ha sido, en los últimos meses, el elemento más notable, más abierto de la tendencia a la bipolarización imperialista.

Rusia, punta de lanza del reforzamiento del polo germano-francés, de un bloque imperialista en ciernes

Desde hace meses, Rusia apuesta con fuerza sus dos bazas en la mesa imperialista, como base para “relanzar” su economía: Su producción energética y su sector militar de punta. De hecho, al encaminarse hacia una “economía de guerra”, Rusia no hace otra cosa que poner en evidencia el camino de todas las potencias imperialistas. Son verdaderamente innumerables las actividades de corte imperialista que Rusia ha llevado a cabo en los últimos meses:

- Tales como el apoyo a Irán para seguir construyendo la planta nuclear, y más recientemente, la oferta de entregarle uranio enriquecido, a pesar de los alaridos en contra de Estados Unidos e Israel. O bien la venta de armas a países que formalmente están fuera de su órbita (como los tanques y 100,000 fusiles a Venezuela).

- La transformación, en julio de 2005, de la Organización de Cooperación de Shangai (organismo creado en 2001 por Rusia, China, Kirguistán, Tajikistán, Kazajastán y Uzbekistán ) en un foro contra la presencia militar de los Estados Unidos en la región, que fue acompañada de abiertas declaraciones contra los EUA por parte de los gobiernos de Uzbekistán y Kirguistán.

- Las recientes maniobras militares conjuntas entre Rusia y China, que marcan, después de décadas de violento antagonismo, una nueva alianza político-militar entre estas dos potencias (alianza cuyas consecuencias para la bipolarización imperialista merecería un artículo aparte). Es decir que, por todos sus flancos, Rusia lleva a cabo una renovada política de protección y expansión.

- Y, finalmente, su decisión de relanzar sus programas espacial-militares (bases espaciales, misiles intercontinentales), en especial para oponerse al programa militar estadounidense que, como la misma burguesía rusa lo dice “van más allá de la lucha contra el terrorismo”, hacia la “prevención contra otro tipo de enemigos”.4

Para los medios de difusión especializados no ha pasado desapercibido, particularmente, el relanzamiento de la “carrera armamentística nuclear” entre los Estados Unidos y Rusia. Así, mientras en noviembre de 2005 los Estados Unidos llevaban a cabo con éxito, por primera vez, una prueba de intercepción de misiles desde un crucero en el Pacífico, al mes siguiente Rusia mostraba ostentosamente su novísimo misil Topol-M que, a decir del comandante ruso de las fuerzas de misiles, general Solovtsov, “es capaz de perforar cualquier sistema de defensa antimisil” y es inmune a las ráfagas electromagnéticas utilizadas por el actual sistema antimisil de los Estados Unidos (Mosnews, dic 26, 2005), a la vez que iniciaba el despliegue de 20 nuevas unidades de misiles (situación sin precedente desde los peores años de la “guerra fría”). Es decir, que el armamentismo actual deja cada vez más la retórica de la lucha contra el “terrorismo” e indica cada vez más claramente sus verdaderos objetivos futuros: el ajuste de cuentas generalizado entre las grandes potencias.

Pero sería erróneo ver en este inusitado nuevo despertar imperialista de Rusia solamente su propia iniciativa, luego que, después del derrumbe del bloque soviético y el desmembramiento de la URSS había quedado reducida prácticamente a potencia de “segundo orden”. Esta renovada agresividad de Rusia, solamente puede explicarse por el espaldarazo de Francia y Alemania, quienes le permiten, por el momento, tomar la iniciativa de la “agresividad”, de la actividad militar “abierta”, mientras ellos permanecen aún en la sombra de las maniobras “puramente” diplomáticas.

Aún es difícil medir la importancia que, a plazo, podría tener, para la cristalización de la bipolarización, el que Rusia se sume cada vez más decididamente del lado franco-alemán. Es un hecho que la fuerza militar de Alemania y Francia es muchas veces inferior a la de Estados Unidos, y que esto es uno de los elementos de mayor peso que aún juegan contra la cristalización de la bipolarización imperialista. Pero ¿hasta qué punto esta situación de desproporcionada desigualdad militar tendería a balancearse, si el potencial militar y tecnológico-militar de Rusia (e incluso, eventualmente, conjuntamente con la fuerza de China) se sumara, finalmente, del lado antiestadounidense? De allí, las evidentes razones de la multiplicación de los esfuerzos diplomáticos y presiones de todo tipo por parte de los Estados Unidos para evitar que Rusia (y China) se distancie definitivamente de su sombra. De allí el significado estratégico de un proyecto, tan costoso y de tan largo aliento, como el del gasoducto entre Alemania y Rusia, que parece marcar una alianza más firme y duradera entre estas dos potencias.

En fin. Para la clase obrera debe quedar claro que ese gasoducto, lejos de tener como objetivo una posible “mejora económica” para la población de esos países, constituye, en realidad, un elemento más en la agudización de las tensiones interimperialistas, como ya se está viendo de manera inmediata, y que no es sino un paso preparatorio más de las burguesías de las grandes potencias hacia la salida de la crisis del capitalismo... mediante una nueva guerra imperialista mundial, guerra que, a fin de cuentas, solamente la lucha de clase revolucionaria podrá evitar.

Enero 6, 2006.


Notas:

1 La última gira de Condolezza Rice por Rusia, señaló abiertamente el inicio de la impugnación de Rusia hacia los Estados Unidos.

2 Como si aún hiciera falta una señal más evidente de esto, el excanciller alemán Gerhard Schroeder, una vez que dejó el gobierno, fue nombrado por Gazprom jefe de los directores del proyecto, mostrando que, independientemente del partido en el poder, el acuerdo germano-ruso seguirá firme.

3 Sería un error seguir pensando que la tendencia a la conformación de un bloque imperialista encabezado por la dupla germano-francesa pasa necesariamente por el mantenimiento formal de la actual “Unión Europea”. Por el contrario, la bipolarización imperialista implica precisamente la escisión de Europa Occidental (¡tal como fue el caso en la primera y segunda guerra mundiales!). Y así, la queja de Polonia señala que Alemania ha revelado ya su intención de llevar adelante sus intereses imperialistas aún por encima de la desdichada actual “Unión Europea”.

4 "Rusia no debe enfocarse solamente contra los terroristas, sino llevar a cabo otras medidas preventivas para impedir que aparezcan otras varias amenazas antes de que tenga necesidad de llevar a cabo acciones extremas para neutralizar esas amenazas”, declaró el ministro ruso de defensa. Los especialistas consideran que la administración rusa tiende a sostener sus decisiones diplomáticas con cierto tipo de acciones militares en tal o cual región problemática. Éstas pueden incluir ejercicios militares, pruebas de lanzamiento de misiles o despliegue de tropas. En otras palabras, Putin considera que ya es tiempo de que Rusia muestre sus músculos cuando sea necesario. (Pravda, noviembre 10, 2005. Subrayados nuestros).


Fracción interna de la CCI - Boletín 34