ELECCIONES REGIONALES EN FRANCIA

El 21 y 28 de marzo últimos tuvieron lugar en Francia elecciones regionales, a medio mandato del gobierno de Chirac, las que adquirieron un valor político ampliamente superior al de los retos locales. Es en este sentido que presentamos aquí para la reflexión y discusión una corta toma de posición sobre los resultados, que han visto una derrota del gobierno de derecha conducido por el presidente Chirac y una victoria aplastante de la izquierda. Estos resultados se inscriben, según nosotros, en una voluntad de preparación y adaptación del aparato político de la burguesía francesa frente a una clase obrera que tiende a retomar el camino de sus luchas en Francia, como en toda Europa.

LA BURGUESÍA AFILA SUS ARMAS ANTIOBRERAS

Han aparecido los resultados de las últimas elecciones francesas y son al parecer claros: es una derrota para la derecha aunque siga “al frente de los asuntos”, y una resurrección e incluso un triunfo para la izquierda. Todos los políticos, periodistas, “pensadores” de todos lados, expertos en todos los géneros, se revuelven para destacar sus comentarios y “finos” análisis, para desmenuzar sus resultados y explicarnos su “verdadero” significado.

Según ellos, lo que debemos de comprender como esencial en esta situación es que “el pueblo sancionó al gobierno de derecha y sus dos años de política liberal y antisocial”; que, mediante sus boletas de voto, ha expresado “un verdadero acto de resistencia” y está obligando a Chirac y los suyos a retroceder frente al descontento general. Lo que resulta de todo esto es que “la Francia de abajo acaba de sancionar a los representantes de la Francia de arriba”; o sea, que la clase obrera que no había logrado hacerse escuchar, en la primavera última, en la calle y mediante sus formidables luchas, va a obtener satisfacción por la vía de las urnas. Así, “¡el pueblo se ha expresado y va a ser escuchado!” Estaríamos asistiendo entonces al triunfo del sistema democrático burgués y tanto más por cuanto éste permitiría a las clases explotadas, al proletariado en particular, hacer retroceder a la clase dominante, a la clase de los explotadores, sin tener que haber recurrido a la lucha de clases. ¿Y no se vería en esta situación la confirmación de lo que se habría producido con las últimas elecciones en España, que supuestamente también han permitido al “pueblo sancionar a Aznar (y la derecha) por su política belicista y sus mentiras? Gracias a las elecciones “democráticas”, la clase obrera podría, si no defender con éxito sus propios intereses, por lo menos dejar maltrecha a la burguesía, ponerla en dificultades, y así obtener de ella políticas menos “injustas” o más “pacifistas”.

En resumen, se podría pensar, al escuchar a todos estos charlatanes, que al menos estas elecciones han permitido a la clase obrera, a pesar de todo, hacer evolucionar la relación de fuerzas a su favor y que, debido a esto, la burguesía se encontraría en una posición de debilidad. ¡NADA ES MÁS FALSO! Cuando la burguesía unánimemente señala con su dedo con tanta insistencia en una dirección precisa, cuando expone la “realidad” de una situación o de un suceso como una evidencia indiscutible, cuando claramente busca hacerla compartir y meterla definitivamente en la cabeza de los proletarios, ello significa frecuentemente que la realidad es lo opuesto. Para captar plenamente esto, se necesita sobre todo basarse sobre los factores económicos y políticos que globalmente definen el estado del capitalismo actualmente, así como sobre sus implicaciones para las dos clases fundamentales y antagónicas de la sociedad, la burguesía y el proletariado.

Para poner la realidad de pie, es necesario primero recordar que el régimen “democrático” no es, contrariamente a los que se nos quiere meter en la cabeza, el mejor de los sistemas; es de manera cierta y confirmada por décadas de experiencia de la clase obrera, la forma más eficaz de la dictadura burguesa. En cuanto a la realidad de los acontecimientos que acaban de producirse, es de este modo cómo, en nuestro boletín Nº 14, definimos la situación global que permite comprenderlos:

Desde el 11 de septiembre (de 2001), (...) si la brutal aceleración mundial de la situación (...) revela y confirma una cosa, es primero y ante todo: la naturaleza imperialista de todos los Estados, la quiebra del modo de producción capitalista, su hundimiento en una crisis mortal frente a la cual la burguesía solamente tiene una respuesta, una sola política: la marcha hacia la guerra y, finalmente, el hecho de que, para imponer la guerra a la sociedad, particularmente en los países centrales, la clase dominante debe enfrentar a su enemigo mortal: la clase obrera (...)

Desde el 11 de septiembre la realidad del camino a la guerra del capitalismo en su conjunto no hace más que confirmarse y precisarse. No como una “opción” que la burguesía podría poner en la balanza frente a otra “opción” posible, sino por el contrario, como la única orientación clara y determinada en la que todos los Estados se precipitan, desde los más grandes a los más pequeños. Y no es solamente en la acumulación de conflictos abiertos que esta realidad se verifica; es igualmente en todos los aspectos de la vida política y social que la guerra se vuelve un hecho incontornable.” (boletín 16, Un nuevo período se abre).

Respecto al dispositivo político más adaptado, precisamos que, en un gran número de poderosos Estados capitalistas, la burguesía buscaría “llevar al poder a equipos más determinados en el establecimiento de políticas agresivas en el plano imperialista (con los presupuestos militares adaptados) y más dispuestos a imponer, sin miramientos, las medidas drásticas, tanto desde el punto de vista económico como represivo, necesarias para una sociedad en la que el factor guerrero se vuelve determinante”. Y agregamos que la clase dominante tendería, como complemento de “los equipos más determinados” en el gobierno, a reforzar su arsenal de izquierda en la oposición donde esta última “puede consagrarse (...) a su función más ‘natural’ de desvío y sofocamiento de las respuestas obreras por un lado, de desarme político e ideológico del proletariado frente al peligro de la guerra.”

¿A qué se asiste con estas últimas elecciones francesas y sus resultados políticos?

- Mientras que el alboroto de los abucheos y hurras no ha cesado y después de algunas oleadas de golpes de pecho, la derecha en el poder afirma claramente que va a mantener el rumbo tomado desde 2002 y continuar la política que en principio “la gente acaba (justamente) de sancionar”. El equipo gubernamental “determinado” y “sin miramientos”, que ha dado sus pruebas durante dos años al servicio del capital nacional, es incluso recompensado y mantenido para que continúe su trabajo. Y algunos hipócritas escriben que “el pueblo francés se dejó robar el resultado de sus votos!”. Para los marxistas, hace ya más de un siglo que las elecciones democráticas burguesas son un robo y no tienen nunca fundamentalmente nada que aportar, sino lo peor, a la clase obrera. Pero el marxismo ve también claramente que, para la burguesía, la defensa de los intereses fundamentales del capital nacional es –tanto más por cuanto lo que está en juego es elevado- una necesidad primordial, en relación a la cual nociones como las de “credibilidad” de una política, o de “popularidad” de un equipo gubernamental no tienen gran importancia. Esta realidad se muestra con evidencia hoy en Francia con Chirac, Raffarin y compañía, como ello lo es ya en Alemania desde hace algún tiempo con la banda de Schroeder (quien continúa su política antiobrera sin sentir la menor “conmoción” por la multiplicación de las derrotas electorales parciales de su partido) o en Gran Bretaña con el caso de Blair. Las medidas que toman tales equipos hoy en día en la mayoría de los países no son “como una ‘opción’ que la burguesía podría poner en la balanza frente a otra ‘opción’ posible sino, por el contrario, como la única orientación clara y determinada”.

- La izquierda, que estaba débil estructuralmente (por las pesadas pérdidas sufridas particularmente después de las derrotas electorales del 2002) e ideológicamente (pérdida de influencia importante en el medio obrero), encuentra “milagrosamente” un vigor “inesperado”. Estructuralmente el aparato del PS sale reforzado por un mayor número de nuevos elegidos en el conjunto del territorio lo que, además de una ganancia material considerable, le procura un apoyo político ampliado. De la misma manera el PC, casi moribundo estos últimos años ( 3% en las últimas elecciones presidenciales) logra reforzar su influencia especialmente en las “zonas obreras”. A nivel político-ideológico; es decir, a nivel de sus capacidades de encuadramiento de la clase obrera, la izquierda (el PS a la cabeza) inmediata y claramente ha externado sus intenciones: “recuperar la confianza de la población de izquierda”, y para ello se da como tarea, en los tiempos que vienen, de ejercer plenamente “su poder de resistencia”. Es así como el primer secretario del PS, F. Hollande da el tono y define el trabajo no solamente de su partido, sino de toda “la izquierda en la oposición”. Además, el conjunto de los sindicatos –incluso los que hace apenas unos meses firmaban las “reformas” del gobierno de derecha- no han esperado para agitarse, declarar su clara oposición a “la política liberal” y comenzar a “movilizarse” en las empresas.

Así, la derecha (que muestra “divisiones” que no engañan a nadie y bajo reserva de que éstas no predominen sobre los intereses generales del conjunto de la burguesía) no tiene la intención de bajar la guardia, de abandonar sus responsabilidades gubernamentales; en cuanto a la izquierda, ésta se instala de forma determinada y activa en la oposición. Las dos mandíbulas del Estado político burgués toman su lugar y se reparten mejor el trabajo: una para “golpear”; la otra para hacer aceptar los golpes. Con sus elecciones, la clase dominante en Francia no ha dado una prueba de debilidad, contrariamente a lo que puede dejar entender el discurso en boga; sino que precisamente acaba de “apretar los tornillos” de su dispositivo político. Especialmente con una izquierda reforzada en la oposición, indica que orienta su fuego, más claramente aún que en el pasado, contra la clase obrera. Esta estrategia subraya, si ello fuera aún necesario, que la clase obrera es el único obstáculo a la política global actual de marcha a la guerra; pero es también la confirmación de que la “reanudación “ de las luchas obreras, que venimos analizando desde hace más de un año, es real, y muestra que la burguesía en Francia, como en todas partes, acelera sus preparativos para enfrentarla.

Estas últimas elecciones no son un fiasco para la clase dominante francesa; no son una prueba de debilidad por su parte sino de fuerza: ella afila sus armas para enfrentar a su enemigo mortal, la clase obrera. Toda la vanguardia comunista debe estar plenamente consciente de esto para poner en guardia a nuestra clase y para evitarle las trampas actuales y futuras que le tiende la clase dominante.

7 de abril, 2004.

Fracción interna de la CCI -- Boletín 24