La evolución aleatoria de lo que fue una organización marxista (y por tanto determinista)
Desde hace ya algún tiempo, los términos de "descomposición" y "caos" ocupan un lugar preponderante en la literatura de la CCI. No se trata en lo esencial, ni que decir, del placer más que dudoso que podrían tener algunos por palabras con una connotación de desesperanza pequeñoburguesa ; esto va mucho más allá.
Se concibe fácilmente el que a veces se utilicen términos tan sugestivos para subrayar las manifestaciones más horribles y más desordenadas de una sociedad en profunda crisis desde varios décadas. Pero no es esto lo que ocurre en la CCI desde algunos años; los términos de descomposición y caos -que además se emplean a menudo de manera indiferente- han sido elevados más allá de la cualidad de herramienta de análisis. Se han vuelto conceptos globales que supuestamente caracterizarían un periodo determinado de la sociedad burguesa(1). La fase de decadencia del capitalismo, defendidada por Rosa Luxemburg y desarrollada por la Izquierda Italiana, habría dejado el lugar a esta nueva fase cuya característica principal consiste, al parecer, en que la evolución de la sociedad se ha vuelto imprevisible, donde la alternativa clásica desarrollada por el movimiento obrero - sobre todo desde la Internacional Communista- de "socialismo o barbarie", "guerra o revolución", no tiene ya vigencia. Habría sido sustituida por un sistema de hipótesis arriesgadas, si no es que aleatorias. Podría suceder: la guerra imperialista, la revolución communista o bien una putrefacción interna del conjunto de la sociedad. Y sobre todo, nada permite determinar la dirección hacia la cual se dirige la sociedad, ya que todas las hipótesis consideradas conservan las mismas posibilidades de realizacióne (sobre todo la tercera hipótesis).
Las herramientas clásicas de análisis, el estudio de la evolución de la relación de fuerzas entre las clases, el hecho mismo de que la relación de fuerzas entre las clases en un momento dado, combinado con los apremios de cada una de estas clases, conduzca hacia una salida previsible, todo esto se arroja a la basura y es reemplazado por el concepto de descomposición, que conduce concretamente a la indeterminación en el análisis y a la abstención en la intervención.
El problema de la CCI no es que no sea determinista al nivel de la perspectiva. La guerra y la revolución (que son las dos perspectivas que llevan las dos clases principales y que, por tanto, pasan por la lucha de clases) progresivamente son descartadas en beneficio de una tercera: el fin del mundo a través de la descomposición y la autodestrucción, que no depende de ninguna clase et sobre la que ninguna clase tiene control. Se trata de una posición claramente revisionista; la historia ya no es la historia de la lucha de clases.
La causa primera de esta posición es la pérdida (o el rechazo voluntario) de la brújula, de la concepción marxista de la historia, del método del materialismo dialéctico; y es esto lo que conduce hacia la indeterminación, no en relación a lo que está al final del camino (para la CCI actual es el fin de la humanidad) sino en relación al camino mismo. Entonces, no se puede sino decir que "todas las hipótesis consideradas conservan un número igual de posibilidades de realización".
Detengámonos un poco sobre la noción de caos.
Caos, desorden y orden burgués
Por coincidencia -tal vez no es tan extraño como puede parecer- el término de caos, del que la CCI ha tomado la mala costumbre de utilizarlo para todo, conoce también un cierto éxito en otros ámbitos: a los plumíferos burgueses les gusta hablar de caos por describir los efectos del capitalismo en los territorios y poblaciones sometidas a sus sobresaltos guerreros; los cambistas también recurren a este término cuando no quieren o no pueden confesar su incomprensión de los movimientos de capitales en la bolsa; incluso los sociólogos y "moralistas" de la hora hablan de caos, unos para evocar la situación de los barrios obreros sometidos a la miseria y al desempleo, otros para lamentarse sobre la evolución de los comportamientos sociales colectivos, cada vez más marcados por las condiciones de explotación y su anverso: las condiciones de precarización del conjunto de la sociedad. Como vemos, el caos anda en todas las bocas y, sobre todo, en las que corresponden a cerebros con razonamientos desordenados. El caos tambiés es destacado por los ideólogos burgueses(2), no por incomprensión de la realidad, sino con el objetivo de ocultar a los responsables (el capitalismo y la clase dominante) de las situaciones. El marxismo, por el contrario, tiene una clara explicación de todo lo que está occurriendo, y sobre todo un medio para resolverlo.
Si se revisa el primer diccionario a la mano, caos es sinónimo de desorden, confusión, barullo. Se puede tratar también de trastornos o disturbios, o incluso amontonamientos confusos y desordenados. Desde cualquier ángulo que se observe, es obvio que la primera impresión que se saca del mundo que nos rodea, es precisamente de desorden, confusión: caos. Sin embargo, una postura marxista no se detiene en esta primera impresión empírica, sino que va a buscar en el modo de producción capitalista las causas y la lógica de este "caos". Tal postura permite entender, detrás del desorden y caos aparentes, la presencia y la acción de la implacable dictadura del capital y sus leyes. Más aún, en lugar de perderse en conjeturas sobre los efectos inmediatos del aparente caos, el marxismo entiende este caos como el efecto momentáneo de una ley de bronce; y es a partir de la comprensión de esta ley que deduce la perspectiva que el caos esconde a los ojos de los empiristas más huecos y limitados.
Pero vayamos más lejos en la definición que se da del caos hoy en día. Las matemáticas que, desde hace alrededor de 30 años, lo han convertido en una especie de mascota, definen el caos como "un comportamiento estocástico que se produce en un sistema determinista". En otras palabras, es un acontecimiento aleatorio, irregular e imprevisible que ocurre en un mundo o en un marco que obedece a leyes conocidas (o cognoscibles). Todavía más clara y explícitamente aún: adoptar el concepto de caos significa que se admite -o más bien que se considera y reinvindica- que no se puede decir nada preciso y claro sobre lo que va, o puede, occurrir. Fuerzas sociales con intereses opuestos pueden, ya sea enfrentarse, llegano una o la otra a la victoria, o bien hacer no importa que otra cosa. Tal es el significado matemático real y afirmado del caos.
Pero se nos dirá ¡para qué tantas historias por una palabra, por un concepto! Esperen. Nos referimos aquí a un libro (¿ Dios juega a los dados ? Las matemáticas del caos) de Ian Stewart que tiene fama de ser unos de los grandes matemáticos y vulgarizadores del momento. Este señor parte del hecho de que, desde el punto de vista científico actual, "ciertas cuestiones no resueltas, como el movimiento de tres cuerpos sometidos a la gravidad [se han vuelto] famosas por su caracter impenetrable". Se basa en esto para plantear que, ya que no somos capaces de definir las leyes a las cuales obedecen estos tres cuerpos y que sus movimientos nos parecen imprevisibles (o sea, caóticos), nos encontramos en un mundo cuyo devenir y desarrollo son del ámbito de lo aleatorio(3). En cuanto a los que juzgarían que exageramos un poco al hacer el vínculo entre el ámbito de la "investigación matemática y científica pura" y el ámbito de la política proletaria, nos bastará para convencerles con citar otras lineas de este señor:
"Así, las ‘leyes inexorables de la física’ según las cuales Marx - por ejemplo - ha intentado modelizar sus leyes de la Historia, nunca han existido realmente. Si Newton no podía predecir el comportamiento de tres canicas, ¿ comó podía Marx prever el de tres personas? Toda regularidad en el comportamiento de grandes asembleas de partículas o personas debe ser estático, y esto tiene un gusto filosófico muy diferente..." (Ian Stewart y Tim Poston, Analog, Nov. 1981, traducido por nosotros).
Nuestro objetivo no es discutir aquí estas declaraciones llenas de estupidez autosuficiente y filistea. Destaquemos simplemente, de paso, que resulta tan fácil rechazar a Marx de una bofetada atribuyéndole ideas, posiciones y concepciones que jamás fueron las suyas, como rechazar las matemáticas en su conjunto porque no son capaces de dar el resultado de la suma de 3 zanahorias y de 4 papas (el primer cocinero encontrado logra hacerlo más facilmente haciendo una sopa).
Que estos señores se tranquilizen (o más bien que se inquieten seriamente). Marx no ha "intentado modelizar sus leyes de la Historia" sobre "las leyes inexorables de la física". Primero, probablemente hubiera reido al ver a los "grandes sabios" del siglo XX continuar escribiendo «historia» con un gran "H", él quien había pasado los primeros años de su actividad política y teórica rechazando esas mayúsculas intempestivas que esconden (al mismo tiempo que revelan) la obsesión idealista de inventar conceptos generales abstractos: Historia, Hombre, Idea, Absoluto, etc. Otros tantos conceptos de los que Marx contribuyó ampliamente a ponerlos en los armarios de donde nunca debieron haber salido.
Así que Marx habría buscado modelizar, y además pretendido prever "el comportamiento de tres personas". ¡Nada de esto, señores ignorantes! Marx (y el conjunto del movimiento revolucionario que se reivindica de su obra) nunca buscó "modelizar", ni "prever" el comportamiento de tres personas. De manera mucho más modesta, y a la vez mucho más ambiciosa, observó los procesos sociales que se desarrolloban ante sus ojos, buscando sus mecanismos íntimos, y ha extraido leyes; leyes que se verifican aún actualmente para quienes saben aplicarlas adecuadamente.
Sin duda, sería interesante intentar analizar la lógica que ha conducido a las actuales ciencias a este callejón sin salida. Basándose sobre las leyes históricas establecidas por Marx, se lograría fácilmente desmostrar que es el callejón sin salida a nivel histórico del sistema capitalista el que se manifiesta al nivel de la superestructura ideológica: una clase sin porvenir histórico no puede sino producir una ciencia (y una visión del mundo) que refleje su falta de perspectiva.
Pero esto sale de nuestro tema. ¡Volvámos mejor a las concepciones caóticas de la CCI!
Caos del mundo, caos de la CCI
Desde finales de los años 1960, el mundo entró en una profunda crisis económica consecutiva al fin de la reconstrucción posterior a la segunda guerra mundial. Esta crisis de sobreproducción, provocada por el atascamiento de los mercados solventes, obligó a la burguesia a atacar las condiciones de la clase obrera con miras a hacer bajar el costo del trabajo(4), de volverse más competitiva y, con ello, de hacer frente a una competencia cada vez más feroz. Los ataques contra los salarios y las condiciones de trabajo y de vida provocaron reacciones de la clase obrera y un periodo de enfrentamientos importantes de clases se abrió. Con esto llegó a su fin un periodo de contrarrevolución de unos cincuenta años, iniciándose un curso hacia enfrentamientos de clases.
Desde finales de los años 1960 hasta finales de los años 1980, asistimos a una serie de episodios de luchas obreras importantes marcadas por avances y retrocesos de la clase. Al mismo tiempo, la crisis económica continuaba profundizándose, la competencia entre capitales nacionales se exacerbaba y, como consecuencia de todo esto, las tensiones imperialistas se agudizaban.
Durante todo este periodo de alrededor de veinte años, las luchas obreras estuvieron presentes, culminando en cumbres de combatividad, conciencia, control de las propias luchas. El vigor de estos movimientos (a pesar de límites comprensibles, después de un periodo de retroceso profundo de más de 50 años) volvía imposible, para la burguesia, establecer la salida guerrera ante la crisis de su sistema. Sin embargo, ello no impedía que las tensiones imperialistas crecientes desembocaran regularmente en guerras que, aunque se mantenían en el marco de la disciplina de los bloques imperialistas, no eran menos terriblemente sangrientas y bárbaras.
La evocación rápida de este periodo, inspirada y retomada escrupulosamente de los análisis -perfectamente marxistas y por tanto deterministas- que desarrollaba entonces la CCI, permite destacar una primera idea:
Durante 20 años, se asistió a una existencia simultánea de importantes luchas obreras, y guerras imperialistas, sin que esto nos impidiera definir la orientación general de la sociedad, el sentido de su movimiento contradictorio: un curso histórico.
Es esto un perfecto ejemplo de postura determinista: más allá de los azares y de los hechos contradictorios que se puede observar en tal o cual momento, la naturaleza misma de cada clase actuante, el papel de cada una en el proceso de producción, el que este proceso de producción mismo contenga y engendre una contradicción insoluble entre el modo de producción y el modo de appropriación, no puede conducir sino a un enfrentamiento entre las dos clases determinantes. No nos referimos aquí al papel de la voluntad o de la conciencia de uno u otro de los protagonistas en este proceso, en esta salida. Hablamos de fenómenos que son tan necesarios como un eclipse de luna o, más precisamente, como un terremoto(5).
El aspecto de voluntad o de conciencia solamente interviene una vez que se ha reconocido el caracter necesario de los fenómenos. Así, solamente reconociendo las leyes del desarrollo histórico se pueden trazar las consecuencias en cuanto a las tendencias de las fuerzas de clase presentes y la naturaleza de sus relaciones. A partir de esto, se es consciente de la dinámica de la sociedad y de la salida hacia la cual se dirige; se define un curso histórico. Este curso histórico no es un elección que se haría entre varias posibilidades; no es una hipótesis más probable que otras. Es la orientación general que toma la sociedad debido al conjunto de fuerzas diferentes y a veces contradictorias que actuán en su seno.
Según la CCI, este curso era, hasta finales de los años 1980, hacia enfrentamientos de clases. Esta visión era estricta y rigorosamente marxista.
Pero, después las cosas han cambiado considerablemente y podemos pensar que no es para bien. ¡Lejos de ello! La tesis ahora vigente en la CCI es la del caos, la de la posibilidad de una tercera vía, junto a la de la alternativa clásica de guerra o revolución. Esta tercera vía consiste en una especie de extinción de la contradicción por agotamiento y "pudrimiento en sí" de una de las fuerzas presentes (o de las dos, no se logra saber). Esta tesis, o concepción, o teoría (no se sabe como calificarla) es lo que podríamos llamar un “bastón lleno de suciedad”: no se sabe por qué lado agarrarlo.
¿Hace falta comparar esta "nueva concepción" y la precedente, que definía un curso histórico? ¿Hace falta mostrar que esta concepción del caos sale del marco marxista del determinismo? ¿Hace falta explicar la impotencia a la cual conduce en base a la actividad actual de la CCI?
Quien está en desacuerdo con esta concepción no sabe como refutarla por la sencilla razón de que ésta no afirma nada preciso. Al decir que todas las posibilidades están abiertas, será facil (con ayuda de la mala fé) afirmar mañana, pase lo que pase, que tal eventualidad había sido ya "prevista".
¿Si viene la guerra? “Nosotros habíamos considerado esta hipótesis”, dirán nuestros meteorólogos del tipo de los que se mojan el dedo para prever las tormentas sociales.
¿Y si son las luchas obreras las que ascienden? “Era una de nuestras hipótesis más probables” afirmarán entonces con aplomo.
Entre tanto, su “tercera vía”, según la cual, a final de cuentas, es posible que mañana sea como hoy, pero peor, nos la pueden seguir sirviendo para toda ocasión. Es esto, por lo demás, lo que hacen ya desde hace mucho.
Si se mira más de cerca, es ése el ángulo de ataque, la punta por dónde agarrar ese “bastón”. Ya que no solamente nos sirven su caldo de manera constante, sino que además nos sirven solamente éste, lo que les permite justificar el hecho de que no hagan estrictamente nada más (6).
La preparación de la guerra norteamericana en Irak, al inicio de la primavera de 2003, provocó una oposición frontal entre los Estados Unidos y algunos de sus antiguos aliados (Alemania y Francia en particular) y suscitó reacciones de protesta masivas en la población y en particular la clase obrera. ¿La reacción de nuestros adeptos a la tercera via?: casi nada, generalidades, una movilización mínima de sus fuerzas militantes.
Algunas semanas después, se emprenden movimientos de lucha sobre la cuestión de las pensiones (en Francia y en varios paises europeos). ¿ Reacción de los guardianes del caos?: No pasa nada esencial aparte de una manipulación síndical. Los militantes se mantienen casi totalmente ausentes del combate.
Pero, antes de todo esto, cuando los obreros argentinos se rebelan al lado del conjunto de la populación del país, ante una agravación considerable de sus condictiones de vida, no encontraron nada mejor que hacer que denunciar esas luchas como "interclasistas". Otra buena oportunidad para no hacer nada.
Aparece, pues, clara y objetivamente, que su innovación caótica tiene ya un primer efecto, una primera consecuencia: el estar ausentes del terreno de la clase, el no tomar parte en la lucha, y justificar esto denigrando a los que combaten.
Pero hay una cierta lógica en esto, y no es desde el punto de vista "movimientista", como adeptos del activismo, que hacemos esta crítica. Si se pierde de vista la naturaleza y la importancia de lo que está en juego, si se "olvida" que existen fuerzas sociales que se enfrentan, que cada una de las clases presentes es portadora de un proyecto de sociedad, de un porvenir específico, la implicación en el combate no tiene ya la misma necesidad imperativa.
Ahora bien, al abrir la hipótesis de una “tercera via”, la de una sociedad humana que se encamina poco a poco hacia su propia destrucción, los liquidacionistas no añaden una tercera posibilidad al porvenir de la sociedad. ¡Sustituyen esta "solución" a cualquier otra! ¿Qué quiere decir esto?
O bien, se considera el caso “clásico” desde el punto de vista marxista: hay dos fuerzas sociales existentes, dos clases cuyos intereses son opuestos, al mismo tiempo que estas dos clases existen una por la otra, en un modo de producción y relaciones de producción que vínculan sus suerte. La contradicción entre estas dos fuerzas sociales no puede sino desembocar en un enfrentamiento, cuya salida no puede ser sino la victoria de una u otra: guerra o revolución, socialismo o barbaria. Por supuesto, se puede considerar periodos durante los cuales la contradicción se manifieste con menor fuerza. También se puede tomar en cuenta fases durante las cuales hay un equilibrio entre las fuerzas existentes. Pero las dos fuerzas siguen existiendo, y la inmovilidad no corresponde a la ausencia de fuerzas actuando sobre un sistema, sino al hecho que las fuerzas se equilibran por un tiempo. Pronto, sin embargo, intervienen otros factores: la crisis se profundiza, un conflicto estalla aquí o allá, un país imperialista intenta marcar puntos contra sus adversarios, etc. Y el equilibrio momentáneo se rompe, las fuerzas sociales no se equilibran ya exactamente, y entonces la energía potencial se vuelve cinética.
O bien se considera esta otra hipótesis, otro caso, done “la sociedad se pudre en vida”, donde el caos gana terreno. Entoncés hay que ser claro: ya no hay más fuerzas sociales opuestas cuyos intereses son contradictorios. No queda ya proletariado (ni tampoco burguesia si se quiere ser totalmente coherente), ya solamente quedan pobres y ricos, trabajadores y aprovechados, etc. En suma, seres humanos entre los cuales unos trabajan y otros se aprovechan de su trabajo; seres humanos que pueden, a lo más, ser considerados como grupos humanos. Pero seguramente no como clases sociales, no como proletariado y burguesía. Porque si existen clases sociales, si hay una burguesia y un proletariado, hay una oposición irreconciliable entre ambas, hay dos proyectos de sociedad que se oponen, y esta oposición no es, ni el producto de la voluntad de una u otra clase, ni siquiera es un estado de hecho. Esta oposición es el producto constante y permanente del modo de producción capitalista. Si, por tanto, se admite que estamos en una sociedad capitalista, no se puede sino admitir que lo que constituye su dinámica, su vida, es la lucha entre las clases, entre la burguesia y el proletariado. Que esta lucha no puede sino desembocar ene enfrentamientos políticos mayores, que conllevan la posibilidad de la revolución communista. Si “la sociedad se pudre en vida”, si la perspectiva es hacia el caos, entonces seguramente no estamos (¿o ya no estamos más?) en el marxismo, con su visión de la última sociedad de clases, el capitalismo.
Llegamos, pues, al hecho de que los liquidacionistas no solamente han traicionado las bases políticas de la CCI, no solamente han echado al basurero sus concepciones organizativas, no solamente han caído en el idealismo y abandonado el marxismo al inventar una teoría aberrante. También se han salido llanamente del mundo real consituido por clases con intereses antagónicos, y han dado nacimiento a un mundo imaginario. Así, el ciclo de su deriva se cumple totalmente, ya que el oportunismo ha abierto la puerta al revisionismo que les ha conducido hacia los fundamentos del anarquismo pequeñoburgués para terminar reuniéndos con los precursores utopistas del socialismo.
Pero mientras los utopistas pintaban un mundo ideal donde, creían, el hombre tendría su lugar y podría realizarse en toda su plenitud, nuestros liquidacionistas en cambio solamente pueden calcar su "utopia" sobre un mundo decadente, ofreciéndonos entonces como "ideal" solamente la caricátura grotesca de nuestro miserable mundo capitalista cotidiano.
Tal es la suerte de los inventores de mundos, de los pequeñoburgueses “innovadores”, que no saben sino remedar las peores antiguallas teóricas premarxistas.
Septiembre de 2003.
1 Remarquemos que, cuando se utilizó por primera vez el término de descomposición, tenía la función de definir un momento particular en las relaciones de fuerzas entre las clases. Un momento en el cual estas fuerzas tendían a equilibrarse y a impedir la evolución de la sociedad hacia las salidas que portan consigo una u otra de las clases determinantes del capitalismo.
2 Es igual para las luchas obreras. He aquí como un ideólogo burgués describe las luchas de mayo-junio de 2003 en Francia: "Las huelgas y conflictos de mayo-junio de 2003 dejan una impresión de confusión y caos. (...) La revuelta que reúne en un todo caótico problemas reales, rumores, fantasmas y corporatismo no constituye en nada una alternativa o la manifestación de una nueva dinámica ciudadana” (J.P. Le Goff, Hipótesis para comprender el caos ambiente, Le Débat n° 126). Basta con sustituir la palabra “ciudadana” por “lucha obrera”, y tenemos un artículo de la CCI actual. En cambio, allí donde la burguesía y la pequeñaburguesía ven "confusión y caos", los revolucionarios ven la dinámica de la lucha de clases.
3 Es claro que si no se logra prever los movimientos y efectos recíprocos de tres cuerpos, sabiendo que el mundo incluye una infinidad de cuerpos, no se puede pretender “comprender el mundo”.
4 Al hacer bajar el costo de la fuerza de trabajo y reducir la parte del capital vivo introducido en las mercancías, el capital puede momentáneamente anotar puntos ante la competencia pero, a nivel del capital global, lleva a la baja de la composición orgánica y de allí de la tasa de ganancia. Agravando, pues, a plazo, la crisis.
5 Un eclipse de luna es previsible de manera rigorosa, mientras que de un terremoto, como de los enfrentamientos decisivos de clases, se sabe que podrá tener lugar debido a la tectónica de las placas, si bien no se sabe exactamente dónde ni cuándo tendrá lugar.
6 Para tener una ilustración convincente, se puede leer un artículo de su prensa sobre cualquier tema.
Boletín Comunista Nº 21 – Fracción interna de la CCI