Respuesta al BIPR
LA CONCEPCIÓN MARXISTA DE LA HISTORIA

Durante las manifestaciones pacifistas organizadas por la clase dominante desde el inicio de este año, nuestra fracción ha sido conducida a difundir diferentes volantes de organizaciones del campo proletario (del BIPR y de la CCI), en defensa del internacionalismo proletario. Entre estos estaba nuestro propio volante que ha sido concebido y redactado a partir del texto que hemos publicado en nuestro boletín nº 14 titulado "Un nuevo periodo se abre". Este texto (y de manera más sucinta nuestro volante) expone nuestro análisis de la situación y pone en evidencia especialmente el periodo que se ha abierto luego del 11 de septiembre de 2001 así como los trastornos de fondo que implica tanto en el seno de la burguesía mundial como en la relación de fuerzas entre ésta y el proletariado. En relación a este análisis, hemos recibido, en particular, una toma de posición crítica de parte del BIPR la cual queremos por supuesto responder, pero que de entrada queremos saludar por su estado de espíritu fraternal y su seriedad política, manifestaciones deslumbrantes de lo que puede y deber ser el debate entre comunistas.

1- La fidelidad al materialismo histórico

La primera crítica de fono que nos hace el BIPR concierne a nuestra concepción de la política de la clase dominante actualmente, especialmente cuando afirmamos que es voluntariamente y con cierta conciencia que ésta se dirige hacia la guerra. Y nos reprochan de estar "más allá (...) del mundo real" (al igual que la CCI de la que hemos salido), en otros términos de ser idealistas. El BIPR nos dice a todo lo largo de su carta que "la guerra está dictada por una necesidad ineludible de un Estado de defender y/o asegurar ciertos intereses vitales contra los otros Estados", que "la clase dominante es empujada hacia la guerra", que "(los burgueses) serán empujados por etapas económicas, políticas y militares que les forzarán a ese conflicto." (subrayados nuestros). Estaríamos de acuerdo con esta crítica si se apoyara verdaderamente en la concepción de la historia que desarrolla Marx cuando dice especialmente en su prefacio a la "Contribución a la crítica de la economía política":

"(…) en la producción social de su existencia, los hombres entran en relaciones determinadas, necesarias, independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a un grado de desarrollo determinado de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción constituye el conjunto de la estructura económica de la sociedad, la base concreta sobre la cual se levanta una superestructura jurídica y política y a la cual corresponden formas de conciencia social determinadas. El modo de producción de la vida material condiciona al proceso de vida social, política e intelectual en su conjunto. No es la conciencia de los hombre lo que determina su ser; es por el contrario su ser social lo que determina su conciencia."

Pero si bien "el modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política e intelectual en su conjunto", la concepción marxista no se limita a decir esto. Pléjanov especialmente, en sus grandes días(1), había contribuido a subrayar toda su amplitud recordando de entrada que "en toda investigación histórica, hay que comenzar por estudiar el estado de las fuerzas productivas y las relaciones económicas en un país dado. Pero, por supuesto, no hay que detenerse allí. Hay que mostrar cómo la carne viva de las formas sociales y políticas, después –y este es el aspecto más interesante, más apasionante del problema- cómo es la de las ideas, sentimientos, aspiraciones, ideales, recubren el esqueleto de la economía." (2)

Un poco más lejos, al rechazar una forma de materialismo vulgar que solamente ve la "realidad objetiva" –es decir la economía, su desarrollo así como las relaciones que contiene-, vuelve sobre la importancia que da el marxismo a "la carne viva de las formas sociales y políticas" subrayando el papel esencial que juega el hombre y su "razón" en la historia:

"El individuo, decía Georg Büchner, es solamente la espuma en lo alto de la ola; los hombres están regidos por una ley de bronce; solamente se le puede conocer pero la voluntad no podría doblegarla... ¡No! Responde Marx. Una vez que esta ley de bronce se conoce, depende de nosotros rechazar su yugo, depende de nosotros transformar la necesidad en dócil esclava de la razón.. (...) El materialismo dialéctico dice que la razón humana no puede ser el demiurgo de la historia porque ella misma es su producto. Pero una vez aparecido, este producto no debe, y por su naturaleza, no puede inclinarse ante la realidad que la historia le ha legado; necesariamente, se esfuerza por recrearla a su imagen, por hacerla más razonable." (3)

Así, aparece claramente, para el marxismo, que el hombre no se dedica solamente a sufrir la "ley de bronce", es decir la ley de la economía sino que, mediante su acción y pensamiento, puede actuar más allá. Esta concepción de la historia se opone pues al materialismo vulgar y a lo que Pléjanov califica de "quietismo, resignación ante la coyuntura, casi complacencia ante ésta...". Es este mismo "quietismo" el que, varios años después, Trotsky rechazará también al criticar a los que planteaban que el desarrollo objetivo del capitalismo prepara "simultánea y racionalmente en todos sus aspectos" la explosión de la revolución y el advenimiento del socialismo, quienes solamente tomaban en consideración los factores objetivos (el desarrollo de las fuerzas productivas, las relaciones de producción, las contradicciones y las crisis del capitalismo) e ignoraban totalmente los factores objetivos o, por lo menos, no les daban gran importancia.

Sin embargo, cuando el marxismo subraya el papel de la actividad y el pensamiento del hombre en la historia, es claro que habla de las clases sociales, y no únicamente de la clase revolucionaria, en la ocurrencia el proletariado en la sociedad capitalista:

"Sobre una base económica dada se levanta ineluctablemente una superestructura ideológica correspondiente. Pero, en la práctica cotidiana, cada nueva etapa en la evolución de las fuerzas productivas coloca a los hombres, a los unos respecto a los otros, en una situación que corresponde ya a relaciones de producción caducas. Y esta situación nueva, sin precedente, repercute en la psicología de los individuos modificándola muy sensiblemente. ¿En qué sentido? Entre los miembros de la sociedad, unos van a defender el orden establecido; serán los abogados del inmovilismo. Y los otros, para quienes el orden establecido les es desventajoso, van a volverse los campeones del progreso; (...) La adaptación de la psicología a la economía continúa, como se ve, pero una lenta evolución psicológica precede a la revolución económica. (4)

Hay una "psicología", por tanto una voluntad y una política, que es desarrollada por aquellos para los que "el orden establecido es una desventaja", es decir la clase obrera que, como sabemos, es eminentemente la clase de la conciencia. Pero hay también una "psicología", por tanto una voluntad y una política, desarrollada por los que quieren "defender el orden establecido", es decir la clase dominante.

Si bien estamos persuadidos que el BIPR defiende globalmente la concepción marxista, podemos plantearnos cuestiones sobre la coherencia de esta defensa cuando destaca solamente la cuestión de la guerra como una "necesidad ineludible", "una necesidad" que se impone a la burguesía, haciendo de esta última una categoría de hombres totalmente "regidos por la ley de bronce" y "resignados ante la coyuntura".

En cambio, estamos convencidos de que nos inscribimos plenamente en la concepción materialista dialéctica de la historia cuando destacamos la idea según la cual la clase dominante, actualmente más que nunca, tiene una política y una voluntad, para sobrevivir, de llevar a la humanidad hacia una nueva conflagración generalizada y que no ésta solamente "empujada por etapas económicas, políticas y militares que la forzarán a ese conflicto", como lo defiende el BIPR. Estamos igualmente convencido de que nuestra apreciación de las capacidades políticas de la clase dominante se inscribe totalmente en la realidad y no está "más allá" de ésta; se trata aún menos de una manifestación de idealismo(5), como se nos reprocha. Contra este reproche que nos parece totalmente infundado y sobre todo demasiado rápidamente lanzado por el BIPR, nos permitimos apelar al mejor abogado que existe en la materia, Karl Marx mismo quien, en sus Tesis sobre Feuerbach, reconoce que "el principal defecto de todo el materialismo hasta aquí –incluido el de Feuerbach- es que el objeto exterior, la realidad, lo sensible son aprehendidos solamente bajo la forma de objeto o de intuición, pero no como actividad humana sensible, como práctica, de manera subjetiva. Es por ello que, en oposición al materialismo, el aspecto activo fue desarrollado de manera abstracta por el idealismo que naturalmente no conoce la actividad real, sensible, como tal". Como Marx, pretendemos, en nuestros análisis, destacar "la actividad humana sensible, como práctica" y no como abstracción tal como lo hace el idealismo.

Concluyamos esta parte con Pléjanov quien, a nuestro parecer, responde perfectamente al BIPR cuando dice, al hablar del papel del hombre en la historia que:

"Limitarse a considerarlo (al hombre) como miembro del reino animal, es limitarse a considerarlo como "objeto", es perder de vista su devenir histórico, su 'práctica' social, su actividad concreta. Y perder todo ello de vista, es volver al materialismo 'estrecho, siniestro y desesperante' (Goethe). Aún más, es volverlo, como se ha visto antes, un fatalismo que condenaría al hombre a someterse enteramente a una materia ciega." (6)

2- La continuidad con las izquierdas comunistas

Una vez puesta de pie la concepción marxista, hay que preguntarse si, en sus análisis actuales, nuestra fracción muestra una originalidad en su puesta en práctica.

"Se está lejos de tener como adversario de clase a una fuerza social inconsciente de las necesidades que se plantean ante el proletariado; se asiste, por el contrario, a una explotación inteligente operada por la burguesía y ello a pesar de las dificultades innumerables que le asaltan por todas partes... (...) Cuando se subraya que la obstinación de la burguesía a no ceder ante las acuciantes contradicciones que surgen de su economía agonizante le obliga a recurrir a una política de un día para el otro, así como que son imprevisibles (...) las conmociones sociales resultantes de estas contradicciones, no se niega la capacidad para comprender las situaciones, sino que se niega únicamente que ella sea capaz de resolverlas en un sentido progresivo. Y si, por esta razón, su política sufre de inestabilidad, de incoherencia y de múltiples contradicciones, participa sin embargo en la prolongación de la agonía de la sociedad capitalista."

Hay en esta cita, la afirmación sin equívoco de la inteligencia de la burguesía en las políticas que lleva a cabo ante las contradicciones objetivas que asaltan su sistema pero también y sobre todo ante el peligro mortal que representa para ella el proletariado. ¿Quién se permite desarrollar una visión tal (calificada hoy de idealismo) y de hablar, respecto a la burguesía, de "capacidad de comprender las situaciones", de "explotación inteligente"(7), etc. ? Es la Izquierda Comunista Internacional (GCI) o más precisamente su fracción belga (FBGCI). La cita que hemos reproducido(8) y las siguientes han sido tomadas de varios artículos importantes aparecidos en su revista "Communisme" durante los primeros meses de 1939, es decir en vísperas de la segunda guerra mundial.

"Una profunda apatía del proletariado del cual el capitalismo inglés comparte el privilegio con Alemania, Italia y Rusia, le favorece considerablemente en sus tentativas de asentar la economía de guerra sobre bases estables. La agitación decente y periódica de la oposición leal solamente sirve para enmascarar esta excepcional seguridad social. Pero el problema sigue siendo complicado, tanto más por cuanto como lo decía Eden: 'Un formidable esfuerzo voluntario se necesita para hacer lo que otros hacen por obligación' y que, añadía: 'en el dominio de los armamentos, Inglaterra no debe trabajar sobre la base de la paz, mientras los otros trabajan sobre las bases de la guerra'".

Aquí, si bien la GCI aborda la cuestión del proletariado, queremos llamar la atención, ante todo, sobre la cita de Eden que retoma a su cuenta. Ésta revela, no puede ser más claramente, que más allá de la necesidad y de la coacción que sufre la clase dominante respecto a la dinámica hacia la guerra, hay de su parte un voluntad y una acción consciente en el sentido de esta misma guerra. Queremos igualmente subrayar el hecho de que quien se expresaba en 1939 con tanta claridad y cinismo era un político burgués de primer plano, un política perteneciente a la burguesía nacional (la inglesa) más fuerte y experimentada, por tanto una de las figuras más aptas para expresar el estado de espíritu y la política de la clase dominante; no solamente de la clase dominante a nivel nacional sino a nivel mundial.

Vayamos más lejos y veamos ahora más de cerca la segunda crítica de fon que hace el BIPR a nuestra fracción. Nos reprocha (y rechaza) la idea según la cual, como dice, "para poder ir a la guerra la clase dominante debe someter al proletariado todavía más de lo que ya está." Nos reivindicamos en efecto de esta idea pero, aquí también, no pretendemos decir nada original. He aquí lo que afirmaba la FBGCI en julio de 1939: "Es solamente después del aplastamiento político del proletariado mundial, al abandonar la lucha de clase para plegarse a los diferentes aparatos de dominación capitalista, que el 'salto' de la economía mundial en la infernal producción de guerra se vuelve real. (...) Pero, en 1935 al igual que en 1914, esta solución económica (la economía de guerra) solamente puede ser aplicada con la única condición de que el proletariado mundial consienta en sacrificar su interés de clase ante las necesidades de la producción de armamentos cuyo funcionamiento depende del cese provisional de cualquier acción independiente de la clase obrera." (9)

Como lo defendemos actualmente, la GCI destacaba la necesidad previa de un aplastamiento del proletariado mundial para que las fuerzas del capital pudieran empeñarse plenamente en una marcha hacia la guerra generalizada. Y estamos igualmente de acuerdo cuando la GCI subraya el hecho de que, después de la primera guerra mundial, la burguesía tiene una conciencia aguda, basada sobre una experiencia histórica, de la necesidad de este aplastamiento previo: "Así la guerra imperialista de 1914, al provocar la explosión revolucionaria de octubre de 1917 –respuesta proletaria a esta guerra de exterminio desprovista de cualquier contenido progresivo, y expresión de la conciencia revolucionaria del proletariado mundial- sirvió para que la burguesía mundial tomara conciencia de los medios políticos a establecer para evitar la revolución mundial amenazante." (10)

Para nosotros, este aplastamiento significa que hace falta en efecto "someter al proletariado todavía más de lo que ya está" y no se reduce solamente a la idea que destaca el BIPR según la cual la burguesía solamente tiene necesidad de la "conscripción de las masas proletarias". Decimos que el aplastamiento significa que estas últimas deben dar prueba de una sumisión total hacia la política y los intereses de la clase dominante. Esto significa que se endurecen las condiciones de vida y explotación ante las cuales las que existen en tiempos de "paz" (o incluso a las que existen hoy) pueden parecer "paradisíacas".

Por otra parte, en un artículo respecto a la situación en Francia aparecido en Communisme n° 25 en abril de 1939, la GCI nos muestra concreta y edificantemente lo que significa la sumisión de los proletarios a "la economía de guerra", y esto antes de que vayan al sacrificio de su vida en la guerra:

"Y cuando en marzo, Daladier demandará plenos poderes (por segunda vez), será con el fin de 'luchar con armas al menos iguales a las de los otros regímenes', será para transformar a Francia en un 'inmenso taller de trabajo', 'agravando' según sus propias declaraciones, el esfuerzo emprendido en agosto y noviembre mediante la imposición de la semana de 60 horas poniendo al fin el trabajo francés ¡al mismo nivel del trabajo alemán! (...) La libertad para los patrones de sobrepasar incluso las 60 horas semanales, la fijación de los obreros a la fábrica bajo la amenaza del hambre, la obligación para los desempleados de trabajar para los armamentos y el rechazo a desplazarse eventualmente, bajo pena de ser sancionado con la privación del seguro durante un año, la intensificación del trabajo, todo ello tendía a resucitar el clima de guerra que infectó a la vida obrera durante el conflicto de 1914-18. (...) Pero, en uno como en otro caso, es la explotación cada vez más acentuada del proletariado lo que constituye la piedra angular del edificio de guerra..."

La GCI subraya nuevamente su visión de la marcha hacia la guerra, la cual está basada también en una política voluntaria y consciente de la burguesía. Pero afirma igualmente de manera muy clara que esta política, para poderse desarrollar plenamente, pasa por una explotación redoblada y violenta de una clase obrera que ha abandonado "la lucha de clase para plegarse a los diferentes aparatos de dominación capitalista". Lo que nuestra posición (la de la CCI) afirma, tal vez con un poco más de claridad que la GCI, es que esta situación requiere que la clase obrera sea previamente derrotada física e ideológicamente como fue el caso (incluso se puede hablar de "caso de escuela") antes de la segunda guerra mundial.(11)

Respecto a esta posición, el BIPR nos replica que no se sostiene porque "ese no fue el caso en 1914". Decir esto es, al parecer, de entrada olvidar demasiado rápidamente que en vísperas de la primera guerra mundial la clase obrera había sufrido una derrota ideológica particularmente aguda y pesada a través de la traición de la mayor parte de los partidos socialdemócratas, es decir de sus propios partidos (12), que le empujaron a someterse a los intereses de la nación y a despedazarse en la guerra. Es no ver tampoco que "la explosión revolucionaria de octubre de 1917" es una confirmación de nuestra posición en la medida en que históricamente, como dice la GCI "sirvió para que la burguesía mundial tomara conciencia de los medios políticos a establecer para evitar la revolución mundial amenazante". Sabemos, en efecto, que esta "explosión" fue una experiencia humillante para la clase dominante que, ante esto, para la segunda guerra mundial, tomó el máximo de precauciones y estableció todos los "medios políticos para evitar" que esta experiencia, mortal para ella, se reprodujera.

Así, a través de nuestros análisis, tenemos la convicción de que somos fieles a la concepción marxista de la historia, y también que estamos totalmente en continuidad con los análisis fundamentales desarrollados por el movimiento comunista, especialmente por las fracciones de izquierda de las que nosotros, con otros, entre ellos el BIPR, provenimos.

Sin embargo, antes de terminar, queremos responder a un último señalamiento, contenido en la carta del BIPR, según el cual lo que planteamos actualmente, en tanto que fracción, "no es otra cosa que las tesis clásicas de la CCI". Si se trata de un "reproche", no nos parece justificado en la medida en que siempre hemos afirmado sin el menor equívoco o ambigüedad que nosotros nos reivindicamos de la plataforma y de lo esencial de los análisis fundamentales de la CCI. Este señalamiento, tenemos incluso la tendencia a tomarlo como un cumplido en la medida en que indica que nuestro trabajo político está en total coherencia con la naturaleza misma de nuestra fracción (fracción interna) y con su objetivo (el enderezamiento de la CCI que actualmente está embarcada en una deriva oportunista destructiva).


1. Si bien es cierto que Pléjanov traicionó la causa del proletario y se puso al servicio de la clase dominante hacia el final de su vida, retomamos por nuestra cuento lo que decía Trotsky de él, el 4 de junio de 1918, a su muerte: "… nos servimos y nos serviremos de la mejor parte del legado espiritual que nos ha dejado."

2. J. Pléjanov: La concepción monista de la historia.

3. Idem.

4. Idem.

5. Para la concepción idealista, es la voluntad del hombre la que es la fuerza motriz de la historia y no la situación real que además desdeña totalmente. ¿Dónde hemos defendido y puesto en práctica esta concepción? ¿Cuándo hemos desdeñado la situación real?

6. J. Pléjanov: La concepción monista de la historia.

7. Mediante el concepto tan criticad de "maquiavelismo de la burguesía", la CCI solamente retoma estas ideas; y como la GCI, solamente pone en práctica la concepción materialista de la historia, dando la espalda así al materialismo "estrecho, siniestro y desesperante".

8. Tareas de las fracciones de izquierda en el periodo actual – Communisme n° 25 – 15 de abril de 1939.

9. Tareas de las fraccionesCommunisme n° 28

10. Tareas de las fracciones de izquierda en el periodo actualCommunisme n° 25

11. Para evitar toda polémica inútil, queremos responder de antemano a quienes nos dicen que nuestro análisis del periodo actual no se sostiene porque destacamos dos parámetros que, según nuestra propia tesis y por tanto la de la GCI, se contraponen:
- la burguesía esta actualmente empeñada en una política de marcha hacia la guerra generalizada;
- el proletariado no está derrotado.
En este sentido, recordemos lo que decimos en nuestro texto "Un nuevo periodo se abre" aparecido en el boletín nº 14:
"Es pues un nuevo periodo el que se ha abierto con los acontecimientos del 11 de septiembre. Una ruptura se ha operado en la situación internacional. La burguesía mundial está obligada a tomar la dirección de una marcha hacia la guerra generalizada y de emprender abiertamente políticas con la mira a preparar a la sociedad para esta situación. (...)
Pero esta dirección totalmente concentrada en la marcha hacia la guerra por parte de la burguesía tiene esto de atípico e inédito: se hace en un contexto, un periodo histórico en que el proletariado no está derrotado ni física, ni ideológicamente. Es lo que distingue fundamentalmente la situación actual de la que prevalecía en los años 1930 (...)
Al forzar a la sociedad hacia la guerra sin estar dada la seguridad de que el proletariado marcharía totalmente sometido tras sus banderas, la burguesía toma así un riesgo histórico mayor. Y ha tomado claramente la opción de ir más allá luego del 11 de septiembre de 2001. Al no poder eliminar el obstáculo proletario antes de ir hacia la conflagración general, como lo hizo antes de la segunda guerra mundial, la clase capitalista no tiene otra posibilidad actualmente que la de buscar arreglar las dos cuestiones fundamentales al mismo tiempo: marchar a la guerra y someter al proletariado.

12. No olvidemos que, en este periodo, la clase le daba toda su confianza; y tanto más que, respecto a la cuestión de la guerra, esos partidos destacaban la orientación de la huelga general para luchar contra ella.

Fracción interna de la CCI - Boletín 19