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El método especulativo

Marx y Engels, al referirse a la obra filosófica de Hegel, remarcaron siempre el carácter intrínsecamente contradictorio de ésta. Pues por una parte, si bien en Hegel se condensa la dialéctica, es decir, las leyes más generales del desarrollo (tanto natural, como social y del pensamiento), en él esta dialéctica se encuentra constreñida e invertida, debido (aparte de las limitaciones históricas de su época) a dos características: el punto de partida idealista, y la construcción de un sistema filosófico cerrado, constituido de “verdades absolutas”, lo cual se contrapone a la propia dialéctica, para la cual el desarrollo es ilimitado.

Hegel era idealista; es decir que para él las ideas de su mente no eran imágenes más o menos abstractas de los objetos y fenómenos de la realidad, sino que estas cosas y su desarrollo se le antojaban, por el contrario, imágenes realizadas de una “Idea” existente, no se sabe dónde, ya antes de que existiese el mundo. Con esto todo ha sido puesto cabeza abajo, y la concatenación real del universo, completamente al revés. Y por exactas y geniales que fuesen algunas de las conexiones concretas concebidas por Hegel, era inevitable ... que muchos de sus detalles tuviesen un carácter amañado, artificioso, construido, en una palabra, en forma invertida. El sistema de Hegel fue un aborto gigantesco, pero el último de su género. En efecto, adolecía de una contradicción íntima incurable, pues, mientras de una parte arrancaba, como supuesto esencial, de la concepción histórica, según la cual la historia humana es un proceso de desarrollo que no puede, por su naturaleza, encontrar remate intelectual en el descubrimiento de eso que llaman verdad absoluta, de la otra parte se nos presenta precisamente como suma y compendio de esa verdad absoluta. Un sistema universal y definitivamente plasmado del conocimiento de la naturaleza y de la historia es incompatible con las leyes fundamentales del pensamiento dialéctico... i

Así, en el sistema filosófico de Hegel coexisten y chocan el método dialéctico con el método especulativo. La continuación y superación de este sistema debía producir la disociación de estos dos aspectos: Por una parte, algunos de los críticos de Hegel, al combatir aspectos particulares de su filosofía, retomaron la parte especulativa y fueron llevados a la construcción de nuevos “sistemas”, los cuales eran ya solamente caricaturas del primero. Por otra parte, la crítica de Hegel, así como la crítica de esos nuevos sistemas condujo, en un primer momento (con Feuerbach), al rechazo del idealismo y a la reapropiación del materialismo y, enseguida (con Marx y Engels), a la ruptura con todo sistema filosófico cerrado en general, y a la reapropiación de la dialéctica y su aplicación a las ciencias naturales y sociales.

La “verdad absoluta”, imposible de alcanzar por este camino (es decir, mediante la construcción de sistemas filosóficos individuales, completos y cerrados) e inasequible para un solo individuo, ya no interesa, y lo que se persigue son las verdades relativas, asequibles por el camino de las ciencias positivas y de la generalización de sus resultados mediante el pensamiento dialéctico. En general, con Hegel termina toda la filosofía; de un lado porque en su sistema se resume del modo más grandioso toda la trayectoria filosófica; y, de otra parte, porque este filósofo nos traza, aunque sea inconscientemente, el conocimiento positivo y real del mundo.ii

Allí donde termina la especulación, en la vida real, comienza también la ciencia real y positiva, la exposición de la acción práctica, del proceso práctico de desarrollo de los hombres. Terminan allí las frases sobre la conciencia y pasa a ocupar su sitio el saber real. La filosofía independiente pierde, con la exposición de la realidad, el medio en que puede existir. En lugar de ella, puede aparecer, a lo sumo, un compendio de los resultados más generales, abstraídos de la consideración del desarrollo histórico de los hombres. Estas abstracciones ... sólo pueden servir para facilitar la ordenación del material histórico, para indicar la sucesión de sus diferentes estratos. Pero no ofrecen en modo alguno, como la filosofía, receta o patrón con arreglo al cual puedan aderezarse las épocas históricas.iii

Es en el proceso de definición del método materialista dialéctico, que Marx y Engels hubieron de ajustar cuentas con el lado especulativo de la filosofía de Hegel, en forma de crítica a los epígonos de este último que se dedicaban a erigir nuevos sistemas basados en construcciones especulativas.

¿Pero, en qué consiste propiamente el método especulativo?

De manera esquemática, podemos definir tres fases o momentos en el discurrir especulativo:

1º. Nacimiento del principio. De un conjunto de cosas o fenómenos se abstrae un concepto abstracto o principio. Este puede o no corresponder a los hechos. Lo fundamental es que a este principio se le dote de “vida propia”; como si fuera un elemento que existiera independientemente de las cosas o fenómenos de las que se abstrajo, y que a partir de entonces va a regir o determinar la existencia de esas cosas y fenómenos; es decir, como si lo que existiera en primer lugar no fueran esas cosas o fenómenos, sino “el principio” mismo, la “verdad absoluta”. El punto de partida es la idea.

2º. Despliegue o desarrollo “histórico” del principio en lo particular o concreto. Una vez definido, el principio recorre un ciclo de desarrollo que pasa por las cosas o fenómenos particulares y concretos (de las cuales se había extraído). Es decir, las cosas o fenómenos existen, o toman vida, pero no ya por sí mismas, sino solamente como otras tantas manifestaciones del principio; las cosas y fenómenos reales se consideran entonces solamente como expresiones, fases o momentos del desarrollo del principio. El estudio particular de cada fenómeno o cosa es sustituido por una “comprobación”, en cada cosa o fenómeno, de ese principio; algunas cosas o fenómenos pueden ser ciertas o coincidir con el principio, pero si no es así, entonces las cosas o fenómenos se adaptan al principio, “se cortan a la medida”, para que el principio “continúe su desarrollo”, siga siendo “demostrado”. De aquí la “inversión” de la realidad, y el carácter “carácter amañado, artificioso, construido” del sistema que se erige.

3º. Retorno del principio desde lo concreto a su punto de partida, a la abstracción, pero ahora como “verdad demostrada”, como “autoconciencia”, cuya encarnación o representante es el propio filósofo que lo emitió. Se cierra el ciclo y el sistema queda cerrado.

En “La sagrada familia”, por ejemplo, Marx y Engels toman como medio de demostración de sus propias concepciones en desarrollo, entre otras, la obra de Szeliga como muestra típica de la construcción especulativa. Marx y Engels exponen cómo, a partir de una novela (Misterios de París, de Eugenio Sue) que relata los “misterios” particulares, es decir las costumbres, chismes e intrigas de la vida de diferentes personajes y capas sociales, Szeliga erige como principio el concepto “misterio”, y de allí se lanza a especular alrededor del “desarrollo” y las “manifestaciones” de este principio. Por la claridad de la exposición acerca del método especulativo, vale la pena tomar algunos pasajes de aquélla obra de Marx y Engels. Se pide indulgencia al lector, por la extensión de la cita:

El misterio de la exposición crítica de los “Mystères de París” es el misterio de la construcción especulativa, de la construcción hegeliana. Después de habernos explicado como “misterios” la “vuelta al salvajismo dentro de la civilización” y la carencia de derechos dentro del Estado, es decir después de haberlos disuelto en la categoría “el misterio”, el señor Szeliga deja que “el misterio” comience a recorrer su ciclo vital especulativo. Bastarán unas cuantas palabras para caracterizar en general la construcción especulativa ...

(Primera fase de la especulación. Punto de partida idealista: Definición de un principio o verdad absoluta):

Cuando, partiendo de las manzanas, las peras y las fresas reales, me formo la representación general de “fruta” y cuando, yendo más allá, me imagino que mi representación abstracta, “la fruta”, obtenida de las frutas reales, es algo existente fuera de mí, más aún, el verdadero ser de la pera, de la manzana, etc. explico –especulativamente hablando- “la fruta” como la “sustancia” de la pera, de la manzana, de la almendra, etc. ... Digo por tanto que lo esencial de estas cosas no es su existencia real, apreciable a través de los sentidos, sino el ser abstraído por mí de ellas y a ellas atribuido, el ser de mi representación, o sea “la fruta”. Considero, al hacerlo así, la manzana, la pera, la almendra, etc. como simples modalidades de existencia, como modos “de la fruta” ...

Por este camino no se llega a una riqueza especial de determinaciones ...

(Es decir, por este camino no se puede decir nada sobre cada fruta -sobre cada cosa o fenómeno- en particular, excepto que son manifestaciones del principio. Por ello, el filósofo tiene entonces que “bajar de su nube”, a estudiar las frutas concretas, pero esto lo hace sin abandonar el principio especulativo de origen.

Segunda fase de la especulación. Despliegue del principio en sus manifestaciones particulares):

Por tanto, la especulación, que convierte las diversas frutas reales en un “fruto” de la abstracción, en la “fruta”, tiene necesariamente, para poder llegar a la apariencia de un contenido real, que intentar de cualquier modo retrotraerse de la “fruta”, de la sustancia, a las diferentes frutas reales profanas, a la pera, a la manzana, a la almendra, etc. ... Pero ... más que difícil, es imposible arribar, partiendo de una abstracción, a lo contrario de la abstracción, a menos que abandonemos ésta.

Por eso el filósofo especulativo abandona la abstracción de la “fruta”, pero la abandona de un modo especulativo, místico, es decir, aparentando no abandonarla. En realidad, por tanto, sólo en apariencia se sobrepone a la abstracción. Razona, sobre poco más o menos, del siguiente modo:

Si la manzana, la pera, la almendra y la fresa no son otra cosa que “la sustancia”, “la fruta”, cabe preguntarse: ¿cómo es que “la fruta” se me presenta unas veces como manzana y otras veces como pera o como almendra; de dónde proviene esta apariencia de variedad, que contradice a mi intuición especulativa de la unidad...?

Proviene, contesta el filósofo especulativo, de que “la fruta” no es un ser muerto... sino un ser vivo, diferenciado, dinámico ... Las diferentes frutas profanas son otras tantas manifestaciones de vida de la “fruta una”, cristalizaciones plasmadas por “la fruta” misma. ... (ahora) ... “la fruta” se presenta como pera, como manzana o como almendra, y las diferencias que separan entre sí a la manzana de la almendra o de la pera son precisamente autodistinciones entre “la fruta” misma, que hacen de los frutos específicos otras tantas fases distintas en el proceso de vida de “la fruta”. “La fruta” es ahora... la unidad como “totalidad” de las frutas, que forman una “serie orgánicamente estructurada”. En cada fase de esta serie cobra “la fruta” una existencia más desarrollada y más acusada, hasta que, por último, como la “síntesis” de todas las frutas es, la mismo tiempo, la unidad viva que contiene, disuelta en sí, cada una de las frutas, a la par que las engendra de su propio seno...

(Tercera fase de la especulación. La autoconciencia o encarnación de la idea en el filósofo):

... El valor de las frutas profanas no consiste ya, por consiguiente, en sus cualidades naturales, sino en su cualidad especulativa, gracias a la cual ocupan un lugar determinado en el proceso vital “de la fruta absoluta”.

El hombre vulgar y corriente no cree decir nada extraordinario cuando dice que hay manzanas y peras. Pero el filósofo, cuando expresa estas existencias de un modo especulativo, ha dicho algo extraordinario. Ha obrado un milagro, ha engendrado del seno del ser intelectivo irreal “la fruta” los seres naturales reales manzana, pera, etc.; es decir ha creado estas frutas del seno de su propio intelecto abstracto, que se representa como un sujeto absoluto fuera de sí, y aquí concretamente como “la fruta”, y en cada existencia que expresa lleva a cabo un acto de creación.

Huelga decir que el filósofo especulativo sólo obra esta continua creación al deslizar como determinaciones inventadas por él cualidades generalmente conocidas de la manzana, la pera, etc. con que se encuentra en la intuición real, aplicando los nombres de las cosas reales... a las fórmulas abstractas del intelecto, y, por último, explicando su propia actividad, mediante la que él pasa de la representación manzana a la representación pera como la autoactividad del sujeto absoluto, de “la fruta”.

(Es decir, ahora el filósofo termina viéndose ya no como el creador de sus propias fantasías especulativas, sino que estas fantasías se le aparecen como independientes de él; mientras él se ve a sí mismo como un mero vehículo de ese principio que supuestamente se desarrolla fuera de él, y que, como un espíritu, se apodera de su cuerpo para poder manifestarse, es decir termina viéndose como encarnación de la “autoconciencia”).

Esta operación se llama, en la terminología especulativa, concebir la sustancia como sujeto, como proceso interior, como persona absoluta, concepción que forma el carácter esencial del método hegeliano...iv Hasta aquí, Marx y Engels.

1.- Algunos ejercicios especulativos

Se invita al lector a que lleve a cabo algunos ejercicios especulativos por su propia cuenta. La receta es: tomar un conjunto de cosas, o fenómenos y extraerles un “principio”; enseguida, mediante una inversión del pensamiento, hacer que este principio determine o rija, o haga nacer todas esas cosas o fenómenos; poco a poco se irá viendo cómo las cosas se van encadenando a través de ese principio, van encontrando una sucesión “lógica” y el sistema se va armando. Si el ejercicio se hace a fondo, se podrá llegar a la sensación de que, efectivamente, existe un principio rector de ese conjunto de fenómenos que hasta entonces no habíamos descubierto, y hasta podría uno figurarse que tal vez se podría escribir un tratado original sobre el asunto.

Enseguida, podremos hacer algunas consideraciones sobre la construcción especulativa.

En primer lugar, es evidente que, cuando se tiene conciencia sobre la especulación, cuando se tiene “el control” de ésta, o cuando se abordan cosas sencillas, la refutación de la especulación no representa grandes problemas. Por ejemplo, Marx y Engels utilizan otro ejemplo pueril: el de la categoría “animal”; usando un león, una serpiente, un tiburón y un perro el ejercicio consiste en “demostrar” cómo el “hombre” domina al “animal” lo cual se logra cuando un hombre X golpea con su bastón a un perro... sin embargo queda la cuestión: ¿qué pasaría si en vez de la manifestación del animal como “perro”, el hombre se encontrara de repente con la manifestación como “león”?.

No ocurre lo mismo cuando la especulación transcurre oculta, “inconsciente” por decirlo así, o versa sobre fenómenos complejos, por ejemplo situaciones sociales, de las que se extrae un principio subjetivo, digamos un valor moral, como principio rector. Aquí, el aspecto subjetivo realmente existente, entre otros aspectos del fenómeno, o la sucesión histórica de diferentes hechos pueden dar más fácilmente la impresión de que efectivamente la “idea” planea sobre los “hechos concretos” los determina absolutamente, y de que esos hechos concretos son solamente “ejemplos” de la realización del principio. En este caso, a la vez de poner al descubierto el carácter “invertido” del método, y el carácter “artificial y amañado” de las concatenaciones, no hay más remedio que estudiar los fenómenos propuestos parte por parte, en su realidad concreta y en sus concatenaciones también reales.

Por otra parte, mientras la especulación se mantiene en el terreno puramente “teórico”, puede dar la apariencia de la mayor solidez. Incluso dentro del discurrir especulativo pueden descubrirse algunas relaciones verdaderas, revueltas con las relaciones artificiales. El problema se presenta cuando se intenta llevar a la práctica los resultados. Aquí, como en el ejemplo de la categoría “animal”, la especulación puede llegar a ser, para el hombre real, desastrosa.

Imaginémonos, por ejemplo, que un investigador ha “descubierto” en la historia de las guerras como principio rector la “valentía”. Por supuesto que, para ello tendría que hacer a un lado los factores económicos y tecnológicos, que están detrás de cada ejército, así como la estrategia, la superioridad numérica, etc., pero al final podría “demostrar”, con infinidad de anécdotas cómo la “valentía” ha sido la clave del triunfo en multitud de batallas. Remontándose lo más lejos posible en el tiempo, podría hasta encontrar los orígenes de esta “valentía” ya en el “atrevimiento” de los primates antecesores del hombre a enfrentar peligros desconocidos cuando abandonaron su habitat original. Alguien podría intentar refutar a ese investigador, mostrándole cómo no siempre la valentía ha bastado para triunfar en la batalla, por ejemplo cuando en la guerra mexicana las temerarias cargas de caballería del ejército de Villa que habían logrado la toma de varias ciudades, se estrellaron por fin contra las líneas de alambre de púas y de ametralladoras importadas por Obregón. Aquí nuestro investigador podría argumentar que, por el contrario ese hecho probaría nuevamente su principio: En efecto, lo que habría pasado es que los jinetes, ante el obstáculo desconocido habrían perdido uno a uno la valentía, se habrían acobardado, dispersado y retrocedido, y de allí la derrota, y que por el contrario de no haber perdido la valentía, el triunfo, a pesar de las nuevas armas del enemigo, habría sido suyo; incluso el investigador podría mencionar como prueba adicional el testimonio de algún “dorado de Villa” quien recordaría que, “excepto unos pocos de nosotros, casi todos se ‘rajaron’ (se acobardaron) frente a las ametralladoras.” Y así quedaría demostrado para toda futura batalla, que lo esencial para el triunfo es “la valentía”. ¿Qué pasaría, sin embargo, si un comandante intentara llevar a la práctica, en una situación de guerra verdadera, el principio de la “valentía” como clave para triunfar en la batalla? Tal vez podría triunfar por casualidad, pero lo más probable es que conduciría a sus hombres a una derrota espantosa; estaría, en suma, a merced de múltiples factores reales, que para él permanecerían desconocidos y fuera de control.

La vida social es, en esencia, práctica. Todos los misterios que descarrían la teoría hacia el misticismo, encuentran su solución racional en la práctica humana y en la comprensión de esta práctica. v

2.- La categoría abstracta “confianza”

Tomemos, finalmente un ejemplo que puede tener mayor interés: la historia de las organizaciones revolucionarias de la clase obrera , a la cual se atribuye como principio rector, el principio de ... “la confianza”.

Primera fase. Enunciado de la “idea” o principio rector. En este ejemplo tendremos, de entrada y ante todo que:

... la cuestión de la confianza cubre toda una serie de aspectos

- confianza de la organización hacia la capacidad de la clase obrera para hacer frente a sus responsabilidades históricas;

- confianza de la organización hacia su papel, sus análisis y sus principios;

- confianza en su capacidad de defender estos últimos en el seno de la clase;

- confianza de las diferentes partes de la organización... en ellas mismas y entre ellas;

- confianza de los militantes en ellos mismos y entre ellos.

No se trata aquí, evidentemente, de aspectos separados de la cuestión de la confianza sin lazo entre ellos. Existe un lazo íntimo, aunque no sea necesariamente mecánico entre estos diferentes aspectos de la confianza. (Texto de Peter “Confianza en el proletariado y confianza en el interior de la organización” (Segunda parte), BII 282, abril 2001, p.38. Subrayados nuestros).

Nótese que no solamente el listado de elementos está construido de manera un tanto “forzada”, “jalada de los pelos”, por ejemplo la conciencia de la organización revolucionaria en el ser revolucionario de la clase obrera se convierte en “confianza hacia la capacidad de la clase obrera...”; sino que, además, cada forma particular de “confianza” que podría subyacer en cada elemento concreto se convierte en “la confianza” en general. En nuestro ejemplo, los elementos concretos que forman una organización revolucionaria: su papel, su estructura, las relaciones entre militantes, la conciencia de clase... todos esos elementos se presentan de entrada no en su particularidad, sino solamente como “aspectos” de la categoría abstracta “confianza”. La conciencia de clase, las relaciones militantes, la estructura organizativa, etc., se consideran aquí como simples modalidades de existencia, como modos de “la confianza”. Tal es el arranque de nuestro ejemplo especulativo.

Segunda fase. Despliegue “histórico” y descenso a la realidad concreta de nuestro principio. Construcción del sistema.

Puestos en camino, nos damos cuenta rápidamente de las posibilidades ilimitadas del método especulativo, la facilidad con que se puede levantar todo un nuevo sistema de ideas:

Se podría pasar revista a toda una serie de experiencias en el seno del movimiento obrero concerniente a la cuestión de la pérdida de confianza de la organización en ella misma o hacia sus propios principios. Pero ellos nos llevaría prácticamente a rescribir una historia del movimiento obrero o por lo menos a dar a esta contribución una talla kilométrica. En consecuencia puede limitarse a evocar solamente algunos ejemplos.

La confianza inicia, pues, su recorrido por el pasado, el presente y el futuro de las organizaciones revolucionarias, haciendo de éstas simples manifestaciones suyas. No importa que en ocasiones se hable de la “confianza en la clase obrera”, otras de la “confianza en los principios” y otras más a la “confianza en la organización”, porque aquí todo se considera solamente como aspectos de la categoría “confianza”.

Notemos asimismo que en nuestro ejemplo no se trata del estudio particular de los diferentes elementos que constituyen una organización revolucionaria, sino de la “comprobación”, de la “ejemplificación” del principio de “la confianza”. Es decir, la historia de las organizaciones revolucionarias no sirve aquí para otra cosa más que para probar la “verdad” de la confianza. Marx y Engels se refieren a esta forma “invertida” de concebir la historia:

La verdad es, para el señor Bauer, como para Hegel, un autómata que se demuestra a sí mismo. El hombre no tiene más que seguirlo. Y, como en Hegel, el resultado de la argumentación real no es otra cosa que la verdad demostrada, es decir, llevada a la conciencia... Lo mismo que para los antiguos teólogos las plantas existen para ser comidas por los animales y los animales para ser devorados por los hombres, así la Historia existe para servir al acto de consumo del saber teórico, de la demostración. El hombre existe para que exista la Historia, y la Historia para que exista la demostración de la verdad. Bajo esta forma... se repite la sabiduría especulativa de que el hombre y la Historia existan para que la verdad llegue a la autoconciencia.vi

En nuestro ejemplo, no solamente la historia, sino hasta la antropología puede servir para demostrar la verdad absoluta de la confianza: “La solidaridad y la confianza son cuestiones que no afectan únicamente a la mente, sino también al corazón... La falta de confianza implica parálisis de las fuerzas colectivas conscientes... De hecho ya en los predecesores del género humano podemos ver que pertenecían a aquellas especies animales cuyos instintos sociales les proporcionaban una ventaja decisiva en la lucha por la supervivencia. Estas especies mostraban ya los signos aún rudimentarios de esa fuerza colectiva...” (“Texto de orientación sobre la confianza”, BII 284, p.6. Subrayados nuestros).

¿Es decir que podemos encontrar el principio de “la confianza” dentro de la organización revolucionaria ya en los instintos de los primates? La especulación desatada puede alcanzar alturas insospechadas.

Pero, de vuelta a la “historia”, podemos pasar entonces revista, desde la Liga de los Comunista, la socialdemocracia, la izquierda italiana, hasta la CCI y proyectarnos hasta el futuro de ésta; cualquier “ejemplo” es suficiente para probar “la confianza”. Como nos referimos a organizaciones reales, concretas, que además son presentadas en sucesión en el tiempo, el discurso puede dar la apariencia de que estamos ante un verdadero estudio de hechos concretos y de un desarrollo “dialéctico”.

De esta manera toda debilidad, error, influencia de la ideología burguesa, cambio de posición, o destrucción de una organización: el oportunismo, el inmediatismo, la euforia, el olvido de las posiciones, el consejismo, el bordiguismo... todos estos fenómenos quedan indiferenciados, son ya solamente nombres para designar “la pérdida de confianza”.

Pero nótese este punto importante. Los casos “concretos” se refieren no a la confianza tomada en sentido “positivo”. No se trata acerca del surgimiento, establecimiento o consolidación de “la confianza” dentro de la organización revolucionaria, sino solamente en su sentido “negativo”, como “pérdida de la confianza”. Así:

En la Liga de los comunistas se puede ver fácilmente que una de las manifestaciones de la pérdida de confianza de Willich-Schapper en la clase obrera se concretizó en el cuestionamiento del programa de la Liga, es decir el Manifiesto comunista...

En la fracción italiana todos los camaradas de esta organización que había llevado lo más alto la antorcha de las posiciones de la izquierda comunista... unos tras otros, perdieron confianza en uno de los principios de base de la Fracción...: la naturaleza y el papel de la Fracción de izquierda en el partido degenerante y como puente hacia el nuevo partido...

En la CCI tampoco faltan los ejemplos de “olvidos” de nuestras adquisiciones, incluidas programáticas (olvidos detrás de los cuales se encuentra, por supuesto, una “pérdida de confianza”)

Para resumir ... Ninguna organización del movimiento obrero ha estado al abrigo, ni siquiera la nuestra, de una pérdida de confianza en los principios y análisis que han servido de base para su constitución...(idem).

Este giro del discurso, que pasa, sin más, de la propuesta de “los aspectos de la confianza”, a la exposición de ejemplos de “perdida de confianza” se explica en el hecho de que la confianza se considera como un principio que existe de por sí, como un axioma (afirmación que no requiere comprobación), como una verdad absoluta:

Toda pérdida de confianza, incluso parcial, en los principios programáticos, es decir en lo que sirve de orientación a la organización, constituye un factor de primer orden de desorientación de ésta, desorientación que puede igualmente conducir a su muerte.

La pérdida de lo que sirve de orientación, conduce a la desorientación. La pérdida de confianza conduce a la muerte de la organización.

El investigador ya no tiene que estudiar la historia de cada organización, las causas particulares de su surgimiento y desaparición, sino que puede limitarse a mostrar que, así como el espíritu abandona el cuerpo al morir, para ir en búsqueda de otro nuevo cuerpo, de otra nueva encarnación, así también toda “pérdida de confianza” implica el debilitamiento o muerte de la organización, puede limitarse a mostrar cómo las organizaciones revolucionarias no sino encarnaciones diferentes del principio “confianza”:

Tercera fase. Retorno del principio como autoconciencia. El filósofo como su representante.

Una vez que se ha establecido el concepto confianza como principio absoluto de existencia de las organizaciones revolucionarias, y después de que se ha “mostrado” que la muerte de las organizaciones revolucionarias no es sino producto de la pérdida de confianza (en la clase, en los principios, en el curso histórico, en el partido, o en lo que se quiera), entonces, después de la muerte de esas organizaciones, lo único que puede seguir existiendo, como hilo conductor de la historia, planeando como un fantasma, por encima de los campos en ruinas de esas organizaciones, sigue siendo... “la confianza”.

La repetición de los combates puede (no solamente aguerrir) igualmente provocar un desgaste de los militantes. De cierta manera, de la misma manera en que algunas tribus salvajes se comían a sus enemigos para apropiarse de sus virtudes (aunque aquí se trata más bien de vicios), algunos de los que han llevado la lucha por la defensa de los principios en un momento dado, a pesar de todo han sufrido la influencia de las ideas que habían combatido, no de manera inmediata, sino a más largo plazo, sobre todo si esos combates se han repetido, y más aún si han tenido lugar en el seno de la organización...

(Aquí la noción de una “idea”, “la confianza”, que planea independientemente, por sí sola, y que puede encarnar o abandonar los fenómenos concretos no podía ser más plástica, al grado de compararla con la de los antropófagos que se comen a sus enemigos para apoderarse de su “espíritu”).

Es por tanto un fenómeno permanente en el movimiento obrero: la repetición de los combates, sobre todo cuando tienen lugar en el seno de la organización, desgasta a los militantes y solo logran escapar a este desgaste los más resistentes y los más determinados tales como Marx y Engels, Rosa y Lenin ... y MC. ...

Es justamente porque MC era, en el seno de la Fracción reconstituida, el más claro y el más determinado en el combate contra esas concepciones, que este combate no ha dejado en él las mismas secuelas que habrían de conducir a la abdicación de los otros camaradas de la Fracción. (Como se apuntó más arriba: TODOS los camaradas de la fracción perdieron la confianza en los principios... De hecho el UNICO militante de la Fracción que se mantuvo fiel a sus enseñanzas fue MC).(ídem, p. 39).

El arribo de una nueva generación de militantes constituye un elemento fundamental del que hay que subrayar todo su significado e importancia ... pero... hace falta que esas nuevas fuerzas puedan encontrar en nuestras filas la claridad y la convicción que permitirán armarles para que no se desgasten prematuramente, para que se hagan Rosa y Lenin, y no Kautsky o Plejanov no sobre el plano de las capacidades teóricas, evidentemente (ya no habrá probablemente nunca nadie de la talla de Rosa), sino sobre el plano de la voluntad de claridad y de la profundidad de convicción. (ídem, p. 43)vii

Así, se opera entonces, la tercera fase de la construcción especulativa. El concepto, es decir, en nuestro caso, “la confianza”, después de haber encarnado en numerosas organizaciones y haberlas hecho desaparecer al abandonarlas, como meras apariencias, retorna entonces a sí mismo como autoconciencia, o, hablando en términos terrenales, como individuo (o individuos) que están por encima o sobreviven a la organización, gracias a y como garantes de esa “confianza”.

Se destaca entonces, en nuestro ejemplo, una relación determinada entre la “organización y el individuo”, entre el “todos y el único”, entre la “mayoría y los pocos”. En ésta, el elemento de “masa” (“la organización”, el “todos” la “mayoría”) tiende a “perder la confianza”; es lo efímero, lo temporal, lo que “se desgasta”, lo que muere; mientras que el elemento “espíritu” (“el individuo”, el “único”, el “unos cuantos”), es lo que resiste, lo que sobrevive, lo que en realidad encarna la permanencia de la confianza. En otras palabras, no son las organizaciones, sino unos pocos individuos (Marx, Engels, Rosa, Lenin y MC), los que constituyen el verdadero hilo conductor de la historia, porque son estos pocos los que encarnan la confianza.

Esta relación, que podría considerarse como un “descubrimiento” que marcaría la dinámica de las organizaciones revolucionarias, es en realidad una nueva expresión, o versión, de la vieja relación idealista-especulativa entre el “espíritu y la materia”.

... no es sino la expresión especulativa... de la antítesis entre el espíritu y la materia, entre Dios y el mundo. Esta antítesis se expresa, en efecto, por sí misma dentro de la Historia, dentro del mundo de los hombres, de tal modo que unos cuantos individuos predeterminados se contraponen, como espíritu activo, al resto de la humanidad, que es la masa carente de espíritu, la materia. La concepción hegeliana de la Historia presupone un espíritu abstracto o absoluto, el cual se desarrolla de modo que la humanidad sólo es una masa que, inconsciente o conscientemente, le sirve de soporte...

Paralelamente con esta doctrina hegeliana, se desarrolló en Francia la enseñanza de los doctrinarios, que proclamaban la soberanía de la razón en contraposición con la soberanía del pueblo, para excluir a las masas y gobernar solos. Es una actitud consecuente. Si la actividad de la humanidad real no es sino la actividad de una masa de individuos humanos, la generalidad abstracta, la razón, el espíritu, debe necesariamente poseer, por el contrario, una expresión abstracta, reducida a unos cuantos individuos.viii

En otro lugar, Marx y Engels vuelven sobre el significado histórico-social del ascenso del método idealista-especulativo, como una justificación más del dominio ideológico alcanzado por la burguesía, pues le otorgaba a este dominio un carácter atemporal, absoluto e irrevocable. Por supuesto, este dominio ideológico a su vez no era sino una expresión de dominio económico-político alcanzado por la burguesía:

Una vez que las ideas dominantes se desglosan de los individuos dominantes, y, sobre todo, de las relaciones que brotan de una fase dada del modo de producción, lo que da como resultado el que el factor dominante en la historia son siempre las ideas, resulta ya muy fácil de estas diferentes ideas el pensamiento, “la idea”, etc. como lo que impera en la historia... Pero, cabe remontarse, a su vez, a los productores del “concepto”, a los teóricos, ideólogos y filósofos, y se llegará entonces a la conclusión de que los filósofos, los pensadores como tales, han dominado siempre en la historia; conclusión que en efecto... ha sido ya proclamada por Hegel.

Por tanto, todo el truco que consiste en demostrar el alto imperio del espíritu en el historia (de la jerarquía, en Stirner) se reduce a los tres esfuerzos siguientes:

Nº 1. Desglosar las ideas de los individuos dominantes, que dominan por razones empíricas, bajo condiciones empíricas y como individuos materiales, de estos individuos dominantes reconociendo con ello el imperio de las ideas o las ilusiones en la historia.

Nº 2. Introducir en este imperio de las ideas un orden, demostrar la existencia de una conexión mística entre las ideas sucesivamente dominantes, lo que se logra concibiéndolas como “autodeterminaciones del concepto” (lo que es posible porque estas ideas, por medio del fundamento empírico sobre que descansan, forman realmente una conexión, y porque concebidas como meras ideas, se convierten en autodistinciones, en distinciones establecidas por el propio pensamiento).

Nº 3. Para eliminar la apariencia mística de este “concepto que se determina a sí mismo”, se lo convierte en una persona, “Autoconciencia” o, si se quiere aparecer como muy materialista, en una serie de personas representantes del “concepto” en la historia, en los “pensadores”, los “filósofos”, los ideólogos, concebidos a su vez como los productores de la historia, como el “Consejo de los Guardianes”, como los dominantes. Con lo cual habremos eliminado de la historia todos los elementos materialistas y podremos soltar tranquilamente las riendas al potro especulativo.”ix

Es de lo más interesente hacer notar cómo también en nuestro ejemplo, la construcción especulativa nos conduce a una especie de “consejo de los guardianes”:

La organización tiene que luchar con la mayor determinación por la confianza (confidence and trust) dentro de sus filas. Las comisiones de investigación son herramientas para restablecer esta confianza. Pero aunque no haya enemigo de clase en actividad y la organización esté confrontada con expresiones de una ideología ajena al proletariado, estas (las comisiones) sirven también como herramienta para detectar estas ideologías y conductas ajenas. Una comisión de investigación solo puede cumplir su tarea si disfruta de total independencia...

Nótese cómo se comienza hablando de que la “organización tiene que luchar”, para enseguida terminar hablando de una “comisión de investigación” encargada de “detectar” y “restablecer la confianza”, la cual además disfruta de “total independencia” (es decir está más allá de la masa, de la organización).

Así, la introducción y aceptación de la especulación idealista resulta en una forma de introducción de la ideología burguesa dentro de la organización revolucionaria. Y aquí también las consecuencias prácticas pueden ser (son ya) desastrosas. Basta ver cómo, actualmente, parafraseando a Marx, “una serie de personas representantes del “concepto” en la historia, los “que no se desgastan”, los que “no pierden la confianza”, se erigen ahora como el “Consejo de los Guardianes de la Confianza”.

Nuestra exposición termina aquí. Intentamos mostrar en qué consiste el método especulativo, y cómo se aplica éste en un documento teórico importante dentro de la organización (que además ha sido punto de partida para otros, como el TO), método especulativo-idealista que se ha introducido no solamente sin que la organización lo perciba, sino por el contrario, aún defendiéndolo contra todos los intentos de crítica al mismo. Es evidente que poner al descubierto el método especulativo-idealista no es todavía la crítica del contenido del documento a que nos referimos; no es todavía la crítica de las posiciones políticas que expresa. Solamente intentamos aquí presentar el peligro de introducir este método en la organización, y el peligro de llevar a la práctica las conclusiones que de él se desprenden.

Pero detrás de la respuesta falsa de la especulación sobre la confianza y la organización, hay una cuestión verdadera planteada, que se presenta una y otra vez, de manera más o menos confusa, en ese documento mencionado: la relación entre la “masa” y el “filósofo”, es decir, hablando sin ironía alguna, la relación entre la organización revolucionaria y el jefe o autoridad teórica-política. Esta cuestión merecería una discusión seria en el seno de la organización. Pero ¿tendremos el tiempo y la fuerza para abordarla?

Ldo. 10 de noviembre de 2001


Notas:

i Federico Engels. Anti Dühring. Introducción.

ii Federico Engels. Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana. Capítulo I.

iii Carlos Marx y Federico Engels. La ideología alemana. I. Feuerbach: oposición entre las concepciones materialista e idealista (I.4. Esencia de la concepción materialista de la historia).

iv Carlos Marx y Federico Engels. La sagrada familia. Capítulo V. La “crítica crítica” como tendera de misterios...

v Carlos Marx. Tesis sobre Feuerbach.

vi Carlos Marx y Federico Engels. La sagrada familia. Capítulo VI. La crítica crítica absoluta....

vii Todas las citas sobre el ejemplo de las organizaciones revolucionarias, excepto una, han sido tomadas del artículo que apareció en el BII282: Confianza en el proletariado y confianza en el seno de la organización. La cita que se refiere a los primates ha sido tomada del Texto de Orientación de 2001.

viii Carlos Marx y Federico Engels. La sagrada familia. Capítulo VI.

ix Carlos Marx y Federico Engels. La ideología alemana. I. Feuerbach: oposición entre las concepciones materialista e idealista (III 1.La clase dominante y la conciencia dominante. Cómo se ha formado la concepción hegeliana de la dominación del espíritu en la historia.)


Fracción interna de la CCI - Boletín Comunista (Nº 3) Publicado en Internet en español: septiembre 2007