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A continuación publicamos un intercambio de correspondencia que hemos tenido recientemente con un representante del Grupo Socialista Libertario (GSL) de México, organización que se reivindica claramente del anarquismo y que, estos últimos años, ha desarrollado lazos políticos (que hasta acciones conjuntas) con la CCI “oficial”. En nuestra respuesta, mostramos que el anarquismo ha sido, por lo menos una ideología extraña al proletariado y que, desde hace más de un siglo, incluso se ha puesto claramente al servicio de la clase dominante, oponiéndose cada vez más abiertamente a los intereses de nuestra clase. Para nosotros, no puede haber relaciones entre el marxismo que es la teoría del proletariado y el anarquismo. Sólo puede haber un combate a muerte. Al buscar abrir la puerta del “campo proletario” al GSL, la actual CCI muestra así claramente cómo se hunde cada vez más en el oportunismo más llano, dando así, una vez más, un sucio golpe a nuestra clase.
Respecto a los elementos sinceros que están actualmente entrampados en el anarquismo, creemos necesario decirles que la única vía que deben tomar para unirse y participar en el combate del proletariado pasa por su clara ruptura con esta ideología.
Saludos, estimados compañeros:
Introduciéndome en su página web, he visto que han redactado un texto que lleva por título “Lutte contre l´opportunisme l´anarchisme cherche à infiltrer le camp prolétarian. Le CCI actuel lui ouvre la porte” (“Lucha contra el oportunismo: el anarquismo busca infiltrar al campo proletario. La CCI actual le abre la puerta”).
He leído, al menos en grandes líneas, las menciones del documento. Y bien, considero que se refiere a unas palabras que redacté hacia usted (sepa que mi lectura a grandes líneas es porque soy totalmente ajeno a una comprensión íntegra del idioma francés).
Considero que no entendió bien el mensaje de mis correos anteriores. El GSL es una organización oficialmente anarquista, sin embargo hemos desarrollado unas discusiones internas y superar esta nomenclatura ideológica por considerarla incompleta. Quede claro que ello no tiene por significación el que nos reivindiquemos del marxismo, sino simplemente revolucionarios o comunistas.
Ya en un correo le hice notar una caracterización general sobre las cuestiones de ideologías políticas, y le mencioné la prioridad de un programa proletario. Éste, reitero, no le pertenece a una nomenclatura ideológica (marxismo o anarquismo, según sea el caso), sino a la clase en su conjunto, por el desarrollo de su existencia dentro del marco de la evolución del capital.
También le propuse la discusión fraterna a nombre de organizaciones para precisar más este tipo de cuestiones. No hubo una respuesta en concreto sobre eso. Algunos documentos que le envié, del cual esperaba una impresión (pues usted mismo mencionó que las enviaría), tampoco pasaron por la lupa de la crítica directa.
Si se hubiese desarrollado un debate más fluido a nombre de organizaciones, tal como fue mi proposición, hubiesen también comprendido la dinámica de nuestras posiciones, evitando y dejando de lado lagunas de incomprensiones de las mismas, o meras especulaciones sobre nuestras posiciones por llamarse la organización oficialmente "anarquista".
¿Hay probabilidad de desarrollar este debate tan necesario entre las filas del proletariado? ¿Qué tan grande es la perspectiva de desarrollar un debate entre quienes nos reivindicamos de intención revolucionaria, que logre superar las pleitesías superfluas?
Y bien, quisiera preguntar si existe una traducción al español de ese texto, para darle una leída más profunda.
Sin más, es todo.
Revolución proletaria
7 enero.
Estimado camarada,
Respondemos aquí a tu correspondencia de principios de año. Lo hacemos tardíamente no por falta de voluntad, ni por falta de interés en clarificar las cuestiones, sino debido a que hemos tenido que resolver antes diversos aspectos urgentes (políticos, prácticos e incluso “técnicos”) en relación a la escisión que, como tú ya sabes, hemos sufrido recientemente. De hecho, esta respuesta la hacemos hoy en nombre ya no de la FICCI -cuyo nombre ha quedado con los otros camaradas que se han separado-, sino de la Fracción de la Izquierda Comunista Internacional (FICI).
Retomemos, pues, el punto principal de las preocupaciones y de la postura política que expresas en tu carta de enero:
El GSL (Grupo Socialista Libertario1) plantea la “prioridad de la elaboración de un programa proletario”. Sin embargo, considera que éste debería definirse a partir de dos ideologías diferentes, dos ideologías que se habrían desarrollado “paralelamente” en el interior de la clase obrera sin ser ninguna de las dos suficiente por sí sola: Por una parte el anarquismo, el cual considera “incompleto”, y por otro el marxismo el cual -como lo pretenden los anarquistas- tendría aspectos que se opondrían a la clase obrera misma. Partiendo de esta visión, el GSL propone una “síntesis” o, mejor aún, una “superación” de lo que llama despectivamente las “nomenclaturas ideológicas”, para de este modo llegar a una especie de programa proletario “puro” o superior, sin las insuficiencias o errores de los anteriores.
Este método para tratar de definir “un programa proletario” es, desde nuestro punto de vista, y por diversas razones, completamente inadecuado, completamente incorrecto. El error fundamental es la voluntad de sintetizar o elaborar este programa a partir de dos teorías -el anarquismo y el marxismo- que corresponden a intereses de clase no sólo diferentes sino incluso opuestos: por un lado, los de la pequeñaburguesía, y por otro los del proletariado.
El anarquismo y el marxismo no son dos teorías o corrientes ideológicas que se hayan desarrollado paralelamente, en una especie de “competencia”, defendiendo ambas los intereses de clase del proletariado, y de las que, por lo tanto en la actualidad, se debiera tomar de ambas “lo mejor” para conformar un programa proletario superior.
El anarquismo, desde sus teóricos originales -Stirner, Proudhon...-, expresa los intereses de clase de la pequeñaburguesía, la que siempre buscó oponerse a ser aplastada por el rodillo compresor conquistador del capitalismo en el siglo XIX (la gran industria que arrasaba con la competencia de los pequeños productores, de los grandes bancos que le ataban a mil deudas, del Estado capitalista que le imponía más y más impuestos...).
Cierto, esta corriente ideológica ha sido más particularmente la expresión de las capas de la pequeñaburguesía que estaba en vías de proletarización; es lo que explica, por ejemplo, que haya participado en la formación y la vida de la Primera Internacional del Proletariado (AIT). Sin embargo, estas capas que se adherían a la clase revolucionaria llevaban consigo la ideología de su clase de origen, y es este aspecto el que explica y justifica el combate que ha tenido que llevar a cabo el marxismo para preservar al proletariado, aún joven e inexperimentado, de esta ideología que le era extraña y nefasta.
Cierto también que el anarquismo se ha presentado siempre como radicalmente opuesto al capitalismo y a su Estado; sin embargo no es en el sentido del proletariado revolucionario, es decir para destruirlo y sustituirlo por una sociedad comunista; sino en un sentido conservador, de mantenimiento extensión de la pequeña propiedad, del federalismo, del “individualismo”, etc. De allí que, por ejemplo con Bakunin, el anarquismo conoció cierto éxito entre los artesanos y campesinos proletarizados del sur de Europa (España, sur de Italia) que habían sido recientemente despojadas de sus propiedades y que por ello aún mantenían ilusiones de volver a su antigua condición de propietarios y trabajadores independientes.
Durante la época de la Primera Internacional, la lucha entre anarquismo y marxismo no fue una simple lucha entre las personalidades de Marx y Bakunin por la dirección de esa organización; ni tampoco una lucha entre dos métodos o concepciones en el movimiento obreros; sino una lucha entre intereses de clase diferentes: es un capítulo de la constante lucha del marxismo contra la influencia de la ideología burguesa y pequeñoburguesa en el seno del movimiento obrero. En la época ascendente del capitalismo la lucha contra ésta tomó la forma de una lucha contra las teorías conservadoras y reaccionarias que preconizaban el combate contra el desarrollo del capitalismo, pero manteniendo económicamente la pequeña propiedad y políticamente la “autonomía” federalista.
Ya desde esta época, cuando el anarquismo tuvo la oportunidad de ponerse al frente de una lucha de la clase obrera reveló su impotencia en tanto doctrina revolucionaria y su verdadero carácter conservador pequeñoburgués. Así, en la Comuna de París, la esencia de este gobierno instaurado por los obreros, es decir la dictadura del proletariado, así como las medidas prácticas que alcanzó a adoptar en su breve existencia, fueron un desmentido de todas las prédicas proudhonistas. Posteriormente, durante el levantamiento del proletariado español (1873), los “ultrarradicales”, “antiautoritarios” y “abolicionistas” bakuninistas al frente de éste, predicando la formación de pequeños Estados, terminaron participando en el Estado capitalista, detrás de una fracción de la burguesía.
La primera guerra imperialista mundial y la oleada de la revolución proletaria de principios del siglo XX (que tuvo su punto culminante con la revolución rusa de 1917), acontecimientos históricos que marcan la entrada definitiva del capitalismo en su fase decadente, acarrean la polarización de la sociedad entre las dos clases fundamentales lanzadas en una lucha a muerte: la burguesía y el proletariado. En este nuevo contexto las llamadas “capas medias” -especialmente la pequeñaburguesía tanto urbana como rural- carentes de un proyecto histórico viable (ya sea el mantenimiento del capitalismo, o el derrocamiento de éste y la instauración de una sociedad nueva) no tienen más remedio que ponerse al lado ya sea del proletariado, ya sea de la burguesía. Es en estas condiciones que se revela la bancarrota histórica del anarquismo, en tanto que expresión de los intereses “autónomos” de la pequeñaburguesía. Así, vemos cómo, por un lado, la corriente anarquista principal de esa época (la de Kropotkin) se pasa con armas y bagajes al lado de la burguesía y apoya la guerra imperialista. En tanto, con la revolución rusa, mientras una parte de los anarquistas se opone ferozmente a ésta, otros simpatizan y apoyan a la “revolución bolchevique” -sin olvidar de citar a algunos como los Flores Magón incluso en el lejano México-, o intentan negociar con ésta (como los campesinos de Makhno).
Aquí, hay que subrayar dos aspectos: El primero, es que la primera insurrección victoriosa del proletariado tiene como fundamento teórico político al marxismo: su método, su organización (el partido político dirigente, la organización centralizada de la clase en consejos...), sus objetivos (la dictadura del proletariado) y es la antítesis directa de todas las viejas prédicas anarquistas (comenzando por la “abolición inmediata del Estado”, el “federalismo”, la “autonomía”, la “acción directa” individual, etc.) El segundo, que los anarquistas que participan al lado de la revolución proletaria lo hacen en la medida en que abandonan su propia doctrina anarquista -la cual se revela impotente para dar una salida viable a la lucha entre el proletariado y la burguesía- y reconocen la validez del marxismo.
En ese momento, la bancarrota histórica del anarquismo es reconocida aún por los propios anarquistas más fieles a su corriente. Nos permitimos reproducir amplios extractos de un artículo de finales de los años 1920, que muestran esta total impotencia y quiebra histórica del anarquismo. El artículo es tanto más significativo por cuanto fue redactado no por un marxista, sino por un reconocido y sincero anarquista: Piotr Arshinov, quien discutía con el no menos reconocido e importante anarquista Malatesta:
(...) el camarada Enrico Malatesta ha publicado una artículo crítico sobre el proyecto de la Plataforma Organizativa editado por el grupo de anarquistas rusos en el exilio. Este artículo nos ha producido perplejidad y pesar. Esperábamos, y aún esperamos, que la idea del anarquismo organizado encontraría una obstinada resistencia por parte de los partisanos del caos, tan numerosos entre las filas anarquistas, porque tal idea obliga a que todos los anarquistas que participan en el movimiento sean responsables y a que adopten nociones de deber y constancia. Hasta ahora, el principio favorito en que la mayoría de los anarquistas habían sido educados puede ser explicado por el siguiente axioma: "Hago lo que quiero y no doy cuenta de nada". Es muy natural que los anarquistas de esta especie, impregnados de tales principios, sean enérgicamente hostiles a toda idea de anarquismo organizado y de responsabilidad colectiva.
El camarada Malatesta es ajeno a estos principios, y es por esta razón que su texto provocó esta reacción en nosotros. Perplejidad, porque él es un veterano del anarquismo internacional, (...). Pesar, pues en permanecer fiel al dogma inherente al culto de la individualidad, él se ha opuesto (esperemos que sólo sea temporalmente) a la tarea que aparece como etapa indispensable en la extensión y desarrollo externo del movimiento anarquista.
En el comienzo de su artículo, Malatesta dice compartir una serie de tésis de la Plataforma e incluso las refuerza con algunas ideas que expone. Concuerda en notar que los anarquistas no han tenido y no tienen influencia en los eventos políticos y sociales, a causa de la falta de una organización activa y seria.
Los principios tomados por el camarada Malatesta se corresponden con las principales proposiciones de la Plataforma. Uno podría esperar que hubiera examinado, comprendido y aceptado igualmente una serie de otros principios desarrollados en nuestro proyecto, porque existe un nexo de coherencia y de lógica entre todas las tésis de la Plataforma. Sin embargo, Malatesta va a explicar de manera enérgica su diferencia de opinión con la Plataforma. Se pregunta si es que acaso la Unión General de Anarquistas proyectada en la Plataforma puede resolver el problema de la educación de las masas obreras. Responde negativamente. Da como razón el carácter pretendidamente autoritario de la Unión, la cual, según él, desarrollaría la idea de la sumisión a directores y líderes.
¿Sobre qué bases puede reposar tan seria acusación? Es en la idea de la responsabilidad colectiva, recomendada por la Plataforma, que él ve la principal razón para formular tal acusación. No puede admitir el principio de que toda la Unión se haga responsable de cada miembro, y que a la inversa, cada miembro sea responsable de la línea política de toda la Unión. Esto significa que Malatesta no acepta precisamente el principio de organización que se nos aparece como el más esencial, a fin de que el movimiento anarquista se siga desarrollando.
En ninguna parte el movimiento anarquista, hasta ahora, ha alcanzado el estadio de movimiento popular organizado como tal. En lo más mínimo la causa de esto reside en condiciones objetivas, como que las masas obreras no entiendan el anarquismo y no se interesen en éste sino en períodos revolucionarios; no, la causa de la debilidad del movimiento anarquista reside esencialmente en los propios anarquistas. Ni siquiera una sola vez han intentado realizar de manera organizada tanto la propaganda de sus ideas como la actividad práctica al interior de las masas obreras.
Si tal cosa resulta extraña para el camarada Malatesta, afirmamos con fuerza que la actividad de los anarquistas más activos -entre los que se incluye él mismo- asume por necesidad un carácter individualista; incluso si esta actividad se distingue por un alto nivel de responsabilidad personal, concierne solamente a un individuo y no a una organización. (...)
La cuestión de los anarquistas de todos los países es la que sigue: ¿puede nuestro movimiento contentarse con subsistir en base a formas viejas de organización, a grupos locales sin ligazón orgánica entre sí, y cada cual actuando por cuenta propia acorde a su particular ideología y práctica? o sólo imaginando ¿tiene nuestro movimiento recursos para nuevas formas de organización que le ayuden a desarrollarse y a arraigarse entre la amplia masa de trabajadores?
La experiencia de los últimos 20 años, y más particularmente, de las dos revoluciones rusas -1905 y 1917/19- nos sugiere una respuesta a estas cuestiones mejor que todas las "consideraciones teóricas". Durante la Revolución Rusa, las masas obreras fueron ganadas para las ideas anarquistas; pese a esto, el anarquismo como movimiento organizado sufrió un completo revés; en el comienzo de la revolución nos encontrábamos en las posiciones más de avanzada en la lucha, pero luego, en los inicios de la fase constructiva nos encontramos irremediablemente aparte de dicha construcción, y consecuentemente aparte de las masas. Esto no fue pura casualidad: esta actitud inevitablemente fluía de nuestra propia impotencia, tanto de un punto de vista organizativo como de nuestra confusión ideológica.
Este revés fue causado por el hecho que, durante la revolución, los anarquistas no supieron implementar su programa social y político y sólo se aproximaron a las masas con propaganda fragmentaria y contradictoria; no teníamos una organización estable. Nuestro movimiento se representaba por organizaciones eventuales, aparecidas por aquí, aparecidas por allá, que no buscaban con firmeza lo que querían, y que frecuentemente desaparecían luego de un corto tiempo sin dejar huella. Resultaba desesperadamente ingenuo y estúpido el suponer que los trabajadores apoyarían y participarían en tales "organizaciones" en el momento de la lucha social y de la construcción comunista.
Estábamos habituados a atribuir el fracaso del movimiento anarquista en Rusia entre 1917-1919, a la represión estatal del Partido Bolchevique; esto es un gran error. La represión bolchevique impidió la extensión del movimiento anarquista durante la revolución, pero no fue el único obstáculo. Es más bien la impotencia interna del mismo movimiento una de las principales causas de su derrota, una impotencia procedente de la vaguedad e indecisión que caracterizaba a las diferentes afirmaciones políticas en lo concerniente a organización y táctica.
El anarquismo no tenía una opinión firme y concreta sobre los problemas esenciales de la revolución social; una opinión indispensable para satisfacer la búsqueda de las masas que estaban creando la revolución. Los anarquistas ensalsaban el principio comunista: "de cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades", pero nunca se preocuparon de llevar este principio a la realidad, si bien se permitió que ciertos elementos sospechosos transformaran este gran principio en una caricatura del anarquismo -sólo hay que recordar cuántos usureros se beneficiaron acaparando para sí los bienes de la colectividad. Los anarquistas hablaron bastante de la actividad revolucionaria de los obreros, pero no pudieron ayudarles, siquiera indicándoles las formas aproximadas que esta actividad adoptaría; no sabían como sortear las relaciones recíprocas entre las masas y su centro de inspiración ideológica. Llevaron a los trabajadores a sacudirse el yugo de la Autoridad, pero no les indicaron los medios para consolidar y defender las conquistas de la Revolución. Carecían de conceptos claros y precisos, de un programa de acción entre muchos otros problemas. Fue esto lo que los distanció de la actividad de las masas y los condenó a la impotencia social e histórica. Es en esto donde debemos buscar las causas primordiales de su derrota en la Revolución Rusa. Y no nos cabe duda de que, si la revolución estallara en muchos otros países europeos, los anarquistas sufrirían la misma derrota porque no están menos - si es que no más - divididos en el plano de las ideas y de la organización. (...) (Piotr Arshinov. “Lo viejo y lo nuevo en el anarquismo”. Dielo Trouda nº30, Mayo 1928).
Es cierto que la quiebra histórica del anarquismo no significó su desaparición completa. Pero en la época de la decadencia del capitalismo, en la época en que se juega la alternativa histórica de barbarie capitalista o revolución proletaria, la tendencia al totalitarismo del Estado capitalista incluye el sometimiento más completo de las capas “medias” que anteriormente aún podían tener pretensiones de “independencia” de clase. En relación al anarquismo, esto significa que esta corriente política-ideológica es completamente puesta al servicio de la clase burguesa y de sus intereses. A partir de la derrota de la oleada revolucionaria de los años 1920, y de la degeneración de la revolución rusa (para convertirse con el stalinismo en una forma de capitalismo de Estado), los principios del anarquismo le van a servir a la burguesía como una herramienta auxiliar en sus campañas para desterrar de la conciencia del proletariado el recuerdo del triunfo de la revolución, el recuerdo de la posibilidad y la capacidad de la clase obrera para echar abajo al capitalismo.
Así, la crítica del anarquismo contra el “autoritarismo marxista”, va a servir de apoyo a la burguesía para crear la mistificación de la supuesta “continuidad” entre Marx-Lenin y Stalin. Los ataques del anarquismo contra la noción del Partido político del proletariado, contra la dictadura del proletariado, le van a servir a la burguesía para lograr que el proletariado “rechace” su propia experiencia histórica revolucionaria tanto política como organizativa, para que crea necesario rechazar la experiencia del partido bolchevique y de la revolución de octubre, para que los identifique con el sanguinario régimen capitalista de Stalin.
Finalmente, en las décadas más recientes y a partir del derrumbe del bloque imperialista ruso, la campaña que desató la burguesía sobre el “fracaso del marxismo” y la “muerte del comunismo” -y que provocó un retroceso en la conciencia y las luchas del proletariado- tuvo en la ideología anarquista un importante auxiliar, al grado de que podemos decir que el “renuevo” de los grupos anarquistas se basa en el éxito de esta campaña de la burguesía. Como decía la “vieja” CCI, todavía en el 2000:
El anarquismo hoy tiene viento en popa. Tanto con el reforzamiento del anarcosindicalismo o como con la aparición de numerosos grupos reclamándose de las ideas libertarias, el anarquismo vuelve a tener cierto éxito en varios países (...). Este fenómeno se entiende perfectamente en el actual período histórico. El hundimiento de los regímenes estalinistas a finales de los 80 permitió a la burguesía librarse a una campaña inigualada sobre el tema de “la muerte del comunismo”. (...). Según estas campañas, la quiebra de lo que llamaban “socialismo” cuando no “comunismo” no sería sino la quiebra de las ideas comunistas expresadas por Marx que los regímenes estalinistas habían convertido en ideología oficial (...) “Marx, Lenin, Stalin, un mismo combate”: este es el tema que nos han machacado durante años y años todos los sectores de la burguesía. Y éste es precisamente el tema que la corriente anarquista ha ido defendiendo a lo largo del siglo XX (...). Para los anarquistas, que consideraron desde siempre que el marxismo era “autoritario”, la dictadura estalinista era la consecuencia inevitable de la aplicación de las ideas de Marx. En este sentido, los éxitos actuales de la corriente anarquista y libertaria son el fruto de las campañas de la burguesía, la señal de su impacto en aquellos que sin dejar de rechazar el capitalismo, también han sido enganchados por el montón de mentiras que se nos arroja desde hace diez años. Así es como la corriente que se considera como la enemiga más radical del orden burgués debe buena parte de su éxito actual a las concesiones que va haciendo – y que siempre ha hecho – a los temas ideológicos clásicos de la burguesía . (CCI. “Anarquismo y comunismo”, Revista Internacional 102, 2000).
Ustedes mismos, el GSL se han sumado alegremente -a sabiendas o no, poco importa- a esta campaña ideológica de la burguesía sobre “el fracaso del marxismo y del comunismo” con miras a aplastar la conciencia revolucionaria del proletariado. ¿Un ejemplo? Tomemos, al azar, algún artículo de su sitio web:
“el programa zapatista de la sexta declaración no representa una ruptura revolucionaria con el sistema, por el contrario se mantiene, a lo sumo, dentro de su muy vieja (y no “muy otra”) tradición del marxismo-estalinismo-guevarismo, (...) del EZLN mismo hasta antes de su aparición pública, si no es que dentro del margen democrático-liberal (posición que defendería desde su aparición publica, ante un desprestigiado marxismo que acababa de caer junto con el muro de Berlín). (...) En cualquiera de los dos casos, ni el viejo marxismo estatista ni el Estado de bienestar o “nacionalismo revolucionario” representan la emancipación de los Trabajadores sobre el Capital.
(...) Hoy, cuando la mayoría de los que se proclaman “anticapitalistas” se alinean al canto de sirena del viejo “nacionalismo revolucionario” o del caduco marxismo-leninismo, nosotros, los Anarquistas Revolucionarios del Grupo Socialista Libertario, criticamos abierta y radicalmente el falso camino por el que la dirigencia zapatista los encamina. (GSL. Agosto 2007).
Tenemos aquí, condensado en unas pocas líneas, un ataque en regla contra la conciencia, teoría y objetivos revolucionarios del proletariado, todo ello oculto tras una aparentemente inocente “crítica al EZLN”.
Primero, el GSL nos dice que “el desprestigiado marxismo cayó junto con el muro de Berlín”. Es decir, el GSL asume que los regímenes bárbaros de capitalismo de Estado stalinistas eran producto del marxismo; al igual que los otros anarquistas, hace eco así a la campaña ideológica desatada por la burguesía en 1989. Después, el GSL nos habla de una “tradición marxista-stalinista-guevarista”, repitiendo también la vieja cantinela de la burguesía que busca identificar al marxismo con el stalinismo, con el objetivo de que el proletariado rechace a su propia teoría revolucionaria. Y, por último iguala el “caduco marxismo-leninismo” con el “nacionalismo revolucionario” como caminos igual y “radicalmente falsos”, es decir pone a los bolcheviques -al único partido proletario que ha dirigido a la clase obrera a la toma del poder... al mismo nivel que a los nacionalistas burgueses, como una alternativa “falsa” para el proletariado.
¡Qué mejor servicio podría esperar la burguesía! Pero lo más importante a notar aquí es cómo la ideología anarquista toma su aliento de las campañas ideológicas de la burguesía: presenta lo que afirma la burguesía como “evidencia histórica”, como prueba de la caducidad del marxismo; recíprocamente, el anarquismo se ha vuelto en la actualidad, a partir de sus principios fundamentales y de su “evolución natural”, ¡una caja de resonancia de las actuales campañas ideológicas de la burguesía! Y ello independientemente de que los propios militantes anarquistas tengan o no conciencia de ello.
En fin. Como puedes ver, nuestro total rechazo al “método” que busca mezclar o sintetizar el marxismo con el anarquismo para intentar elaborar un “programa proletario” no proviene de una actitud “sectaria”, sino del análisis de clase y de la evolución histórica del anarquismo. Y en este sentido, la discusión que podemos proponerte es en el sentido de contribuir a que lleves (o lleven) hasta el final, hasta el fondo, la crítica que has (o han) iniciado sobre las “insuficiencias del anarquismo”, hasta comprender su verdadero origen de clase, su trayectoria y su función actual, con el fin de romper ideológica y políticamente con esta corriente que nada tiene que ver con la clase obrera. Al mismo tiempo debes abordar el marxismo revolucionario, no a través de los lentes que proponen las organizaciones de la izquierda del capital, ni a través de las campañas de la burguesía, sino a través de las organizaciones de la izquierda comunista que, a pesar de su debilidad actual, son las únicas que mantienen el hilo de las posiciones de la clase revolucionaria. Saludos comunistas.
La Fracción de la Izquierda comunista internacional.
Mayo 2010.
Nota:
1Sitio web del Grupo Socialista Libertario: http://webgsl.wordpress.com/ .
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