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Estimados camaradas,
Gracias por tenerme al corriente de la continuidad de sus reflexiones políticas, a pesar de la crisis militantes que parece que atraviesan. He leído su boletín 48, y en particular el editorial sobre la crisis económica.
Tienen razón en insistir sobre la profundización de la crisis del capitalismo mundial, a pesar de sus manipulaciones financieras y monetarias (las supuestas “pausas” que intenta arreglarse), y sobre los ataques cada vez más graves dados a nivel de la vida de la clase obrera.
Sin embargo, tres señalamientos:
1) Parece que no toman suficientemente en consideración las capacidades de las tendencias al capitalismo de Estado para contrarrestar los efectos de la crisis de sobreproducción en el plano del mercado mundial;
2) Agitan el espectro de una tercera guerra mundial avanzando la idea de la constitución de un bloque imperialista en Europa enfrentado a los Estados Unidos, mientras que los efectos políticos de la crisis refuerzan más bien el repliegue nacionalista, lo que por lo demás ustedes mismos señalan;
3) Deploran la ausencia de luchas significativas del proletariado pero no tratan de comprender las razones, aunque no fuera más que a partir del peso de un desempleo cada vez más masivo.
Saludos comunistas, GS.
París, 16 de abril, 2010.
La FICI al camarada GS.,
Estimado camarada,
Lamentamos responderte tan tardíamente. Como sabes, ha tenido lugar una escisión en la Fracción Interna de la CCI y, además de la realización de los dos últimos números del Boletín Comunista (Nos. 48 y 49), así como de la publicación del volante internacional “El proletariado de Grecia nos muestra el camino”, que hemos llevado a cabo sin la participación de los camaradas que han conservado el nombre y el sitio web de la “FICCI”, hemos tenido que arreglar diversas cuestiones debido a esta esta situación. Sin embargo, nos parecía importante responderte en la medida en que tu correo, aunque corto, plantea sin embargo cuestiones de importancia e interés general, en particular en relación con el método que deben utilizar los comunistas para juzgar sobre una situación así como acerca de su postura para debatir.
En primer lugar, pues, lamentamos que tu correo, aunque sin duda no era su objeto, no tome posición de manera más explícita sobre el sentido general de nuestro artículo acerca de la situación histórica actual. Implícitamente, parece pronunciarse de acuerdo con lo que destacamos en el artículo como perspectivas para el mundo capitalista: una agravación considerable y sobre todo ineluctable, sin solución, de la crisis del capitalismo en el plano económico; las implicaciones de esta crisis y de la agudización acrecentada de la competencia económica en el plano imperialista entre las principales potencias que, según nosotros -tu correo puede dejar pensar que tú no compartes completamente nuestra opinión-, sólo puede desembocar en una guerra imperialista mundial; y, finalmente, las implicaciones de todo esto sobre la clase obrera internacional, la necesidad para la burguesía de redoblar sus ataques económicos, políticos e ideológicos contra el proletariado internacional con el fin de despejar la vía hacia la guerra generalizada. ¿Es así? Te planteamos la cuestión porque estimamos importante que los comunistas, sus organizaciones, cumplan con su responsabilidad avanzando perspectivas no solamente para (y en) las luchas obreras desde el punto de vista de las orientaciones, consignas, incluso reivindicaciones, sino también que tomen el riesgo -nos atrevemos a decir la palabra “científico”-, es decir sobre la base del análisis y de una comprensión marxistas, de destacar las grandes tendencias del mundo capitalista, en particular los cursos históricos que marcan su historia y la historia de la lucha de clases, es decir, la evolución de la relación de fuerzas entre éstas. Con el riesgo también de equivocarse ya sea sobre el sentido, la dirección de las tendencias, error gravísimo que puede tener consecuencias dramáticas, ya sea sobre el ritmo de evolución de dichas tendencias, lo que es claramente menos grave a condición de no caer en una actitud dogmática sobre estas “previsiones”.
Más particularmente, estimas que no tomamos “suficientemente en consideración las tendencias al capitalismo de Estado para contrarrestar los efectos de la crisis de sobreproducción...”. Estamos atentos a escuchar todo señalamiento crítico y aporte sobre este punto, a condición de que estemos de acuerdo en el marco general que hemos planteado anteriormente. Si no, la discusión no tendría el mismo sentido, el mismo significado. Sin embargo, consideramos que la principal medida de capitalismo de Estado que ha sido utilizada una vez más para enfrentar de manera urgente e inmediata la quiebra del sistema financiero, en el otoño-invierno 2008-9, el relanzamiento acrecentado del endeudamiento generalizado y particularmente de los Estados, ha llegado actualmente a tal punto que la burguesía mundial, sus “expertos”, sus economistas, sus organismo internacionales como el FMI, e incluso ya algunos gobiernos prevén seriamente una inflación galopante y el aumento drástico de los impuestos como medio de tratar de absorber la deuda que se ha vuelto ahora casi insoportable para el capitalismo. De paso, señalemos que todo esto significa una declaración de guerra abierta contra el proletariado internacional.
Asimismo, evocas tendencias contradictorias, especialmente el “repliegue nacionalista”, frente a la dinámica hacia una guerra imperialista generalizada mediante la constitución de un bloque europeo. En cuanto a nosotros, conservamos la visión de dos bloques imperialistas constituidos y antagónicos y la seguimos viendo como una condición indispensable, previa, para el estallido de la guerra mundial. Actualmente, la tendencia hacia esta guerra generalizada conoce dinámicas que han prevalecido en los periodos anteriores a 1914 y 1939. En efecto, durante estos periodos la mayor parte de los países, en particular europeos, se alinearon detrás de uno u otro de... los grandes polos imperialistas. Algunos vacilaron en su elección hasta el último momento. Desde este punto de vista, antes de 1939, incluso potencias que estaban lejos de ser secundarias, como la URSS o Italia, oscilaron entre la alianza con Gran Bretaña y Francia o con Alemania. En el caso de la URSS el asunto se jugó en algunos días; no fue a Moscú una delegación anglo-francesa para firmar una alianza, en el mismo momento en que Ribbentrop y Molotov se preparaban para firmar el pacto germano-soviético (23 de agosto de 1939), y esto una semana antes de la invasión a Polonia por el ejército alemán? Estas vacilaciones eran manifestaciones de “repliegues nacionalistas”, pero ello no impidió en nada la tendencia a la polarización creciente, es decir, a la formación de bloques imperialistas detrás de las principales potencias, a todo lo largo de los años 1930.
Los “repliegues nacionalistas”, en el marco de una guerra mundial, sólo pueden expresarse a través de la pertenencia a uno de los bloques imperialistas rivales; en otros términos, se trata, para cada burguesía, de decidir en cuál bloque serán mejor defendidos los intereses de su capital nacional. Países como los Países Bajos y Bélgica, que creyeron, durante un corto periodo durante la segunda guerra mundial, poder aferrarse a su situación de “país neutral”, que tuvieron la ilusión de poder defender sus intereses fuera de los bloques, incluso la ilusión de escapara al enfrentamiento general, se desencantaron rápidamente cuando sufrieron, totalmente desarmados, la invasión en mayo de 1940 del ejército alemán. En los periodos de guerra mundial, los intereses nacionales no se oponen a los intereses del bloque, sino que se inscriben en ellos.
Finalmente, queremos volver sobre el “reproche” político que nos haces, según el cual nosotros no tratamos de comprender las razones de la ausencia de luchas significativas del proletariado, en particular “a partir del peso de un desempleo cada vez más masivo”. Primero, y ahora menos que hace dos meses, no deploramos la ausencia de luchas en sí, sino, como tú lo comprendes, la ausencia de luchas significativas; es decir que, para nosotros, actualmente los obreros desarrollan por todas partes luchas de respuesta, pero lo que marca a estas luchas es sobre todo su aislamiento y por tanto su dispersión. Esta dispersión de las luchas es actualmente orquestada, desde “el interior”, por los sindicatos que empujan a los obreros a aislarse y encerrarse en sus “especificidades”, pero también y sobre todo desde “el exterior”, mediante los medios de difusión burgueses que imponen un silencio acerca de lo esencial de las respuestas obreras y, cuando no pueden ignorarlas, se esfuerzan para deformar su sentido. Todo esto no impide que el hervidero social exista y se extienda.
Tu señalamiento podría igualmente revelar una divergencia importante entre nosotros. En todo caso, podría abrir la puerta a una postura política que no solamente no podemos compartir, sino que incluso hemos combatido siempre de manera prioritaria. En efecto, al parecer le otorgas una importancia determinante a la ausencia de luchas significativas debido al peso del desempleo. Cierto, no vamos a negar aquí el hecho de que el desempleo pueda jugar un papel negativo en el desarrollo de las luchas obreras, aunque sólo fuera por el efecto desmoralizador que puede tener sobre el conjunto de la clase obrera -si bien este efecto desmoralizador es debido en lo esencial a la utilización que la burguesía hace de aquél, para intimidar a los obreros activos o desempleados. Tampoco negaremos el hecho de que la situación individual de desempleo vuelve más difícil para una parte considerable de proletarios, las condiciones de algunos combates: aislamiento, ausencia de lugar de reunión, dispersión individual, etc. Sin embargo, esta situación “económica”, de rechazo social, puede muy bien también, en otros momentos, transformarse en una situación propicia para los combates de clase: sentimiento de cólera más vivo y evidente, sentimiento de no tener ya nada que perder, pérdida de la identificación con “su” empresa y con “su” Estado por haber sido excluido, gran disponibilidad individual, reagrupamiento en la calle (estos proletarios han perdido la fábrica pero han ganado la calle), etc. De hecho, que el desempleo se un factor negativo o activo en el desarrollo de la lucha de clases no es una cuestión “económica”, ni “sociológica”, sino una cuestión política.
Ver, o tender a ver solamente un vínculo mecánico entre la situación económica, o sociológica, es decir las condiciones de trabajo de los obreros, y su capacidad o no para llevar a cabo luchas, para desarrollar su combate, es un error político. Esto se acerca a la visión economista, tan criticada por Lenin y actualmente retomada en gran parte por la corriente consejista. Por nuestra parte, sin negar las condiciones económicas, sociales o incluso sociológicas, inmediatas, es decir la desaparición progresiva de grandes concentraciones obreras a cambio de empresas y fábricas aisladas y dispersas, las “nuevas” formas de organizar el trabajo en las empresas capitalistas que desfavorecen los vínculos entre los obreros, la realidad actual del proletariado en el que la mayoría no está constituido por obreros “con las manos callosas”, etc., estimamos que estos hechos son secundarios y no permiten explicar fundamentalmente el estado actual de las luchas obreras.
Según los momentos, estas condiciones pueden revelarse como un factor positivo o negativo para el desarrollo de las luchas. La dispersión de las grandes concentraciones obreras, su despedazamiento en pequeñas unidades, las nuevas tecnologías (informática, robótica, internet), la amenaza de desempleo de los jóvenes, los viejos, etc., solamente vuelven más crucial -y de cierto modo más fácil, por ser más evidente en el plano “consciente”- la cuestión de la unidad de las luchas, de la búsqueda de la extensión, de la evaluación por los obreros mismos -en su agrupamiento, comités, asambleas, delegaciones- de la relación de fuerza inmediata, local e histórica que existe con la burguesía, del control y la disputa a los sindicatos de la dirección de sus combates, etc. Si hoy las “nuevas” condiciones de trabajo -entre las cuales la amenaza de desempleo es un elemento de peso- representan una dificultad en sí, es esencialmente debido a la debilidad política del proletariado, esto es, a la falta de extensión de la conciencia de clase entre las grandes masas del proletariado. Y no tanto debido a condiciones “materiales” inmediatas, es decir, al peso del desempleo como tal.
Efectivamente, nos parece conveniente reconocer la amplitud del retroceso sufrido por nuestra clase, más particularmente a nivel de su conciencia, luego del hundimiento del bloque del Este y sobre todo debido a las campañas ideológicas que la burguesía internacional ha desarrollado desde entonces sobre la “muerte del comunismo”. Estas campañas entrañaron especialmente un debilitamiento profundo en las conciencias obreras, acerca de la esperanza -si bien bajo una forma mistificada de una asimilación del comunismo al stalinismo- de “otra sociedad”, y ello incluso para muchos de los que rechazaban la mentira stalinista. Sólo las minorías comunistas pudieron resistir ante el desencadenamiento de estas enormes mentiras disfrazadas como verdades eternas, si bien en ocasiones con grandes dificultades (¿no hay algunos que se dicen aún marxistas pero que, al presentarse actualmente como “prorrevolucionarios”, ocultan difícilmente su vergüenza de afirmarse “comunistas”?).
La segunda consecuencia de estas campañas fue, para la clase obrera, la pérdida de conciencia de sí misma, de su identidad de clase explotada y revolucionaria. Para la clase revolucionaria, la pérdida de vista incluso provisional de toda perspectiva revolucionaria, de la posibilidad de “otra sociedad” diferente del capitalismo, tenía que tener consecuencias sobre la conciencia de sí, sobre la conciencia de pertenecer a una sola clase explotada con intereses comunes. Sólo los grupos comunistas, esencialmente los de la Izquierda comunista, han podido seguir afirmando el carácter explotado y revolucionario del proletariado mundial. Paralela y conjuntamente a su batalla “contra el comunismo”, la clase dominante, a nivel internacional, no ha dejado de desarrollar una gigantesca y permanente campaña sobre “el triunfo (histórico) de la democracia”. De este modo, desde hace casi veinte años la clase obrera -que ha perdido momentáneamente sus “referencias”- ha conocido en su interior un cierto desarrollo de las ilusiones democráticas y una tendencia a someterse a la democracia burguesa y a los Estados democráticos. De hecho, la campaña “por la democracia” es alimentada y vuelta terriblemente eficaz por la de la “muerte del comunismo”. Y a su vez, esta última, que machaca sobre la imposibilidad de “otra sociedad”, ¿no permite a la democracia burguesa presentarse como el sistema ideal y eterno?
Esto no podía sino tener consecuencias sobre el desarrollo mismo de las luchas obreras. Actualmente aún, hay que reconocer el peso de estas campañas en la difícil (pero real) reanudación de las luchas obreras. En particular, la ilusión democrática contiene en ella el individualismo, el interclasismo, el distanciamiento de los antagonismos de clases, en breve golpea la esencia misma de la clase revolucionaria y mina el sentimiento de identidad entre los diferentes sectores, entre las fábricas y las empresas, entre el sector privado y el público, entre los activos y los desempleados, entre los asalariados de las fábricas, de la industria y de los servicios, de las “oficinas”, etc.
Pero el atolladero histórico que hoy enseña cada vez más el capitalismo -que se manifiesta por la crisis que le mina y la guerra que prepara activamente, por la multiplicación de los ataques contra las condiciones de vida de la clase obrera (antes de llamarla al sacrificio último)- abre la vía para una guerra de clases que el capitalismo está obligado a emprender contra el proletariado; esto llevará forzosamente a éste a reaccionar cada vez más fuerte, profunda y unitariamente. Esta situación está rica de factores de toma de conciencia que, en un primer tiempo, participarán en la reducción de los efectos del retroceso histórico sufrido en los años 1990. A los efectos cada vez más violentos de la crisis económica se añadirán los de la marcha hacia la guerra que se va a mostrar cada vez más abiertamente, no sólo en los conflictos imperialistas actuales sino también en el juego creciente de las alianzas que se instauran y en su antagonismo cada vez más reafirmado.
Finalmente, estos dos elementos que marcan profundamente el periodo actual, crisis y guerra, se presentan actualmente simultáneamente ante un proletariado que no ha conocido una derrota histórica desde el fin del periodo de contrarrevolución y el inicio de la reanudación obrera de mayo 1968. Evidentemente, no es la primera vez que estos dos elementos coinciden históricamente en el capitalismo; la guerra ha sido en dos ocasiones ya, la “salida” a la crisis del capitalismo, la única “solución” encontrada por la burguesía para “resolverla”. Pero, antes de 1914, y mucho más antes de 1939, la clase dominante ha podido imponer su guerra a la sociedad sólo después de haber eliminado el obstáculo principal que se le presentaba, luego de haber derrotado dura y profundamente al proletariado. La ausencia evidente de esta condición es lo que hace de la situación actual una situación inédita, una situación en la que la burguesía está obligada a plantear su “solución” guerrera a la crisis sin haber batido previamente al proletariado. Pero no es sólo una situación inédita; es sobre todo una situación perjudicial para la burguesía, que se va a ver obligada a enfrentar a un proletariado que se encuentra lejos de estar desarmado e impotente, un proletariado que va a poder desarrollar su combate y su conciencia frente a un capitalismo que queda al desnudo. Así pues, a pesar de la debilidad actual de nuestra clase a nivel de su conciencia, es una situación favorable para el proletariado.
La conjunción y la adición de estos factores de conciencia en un contexto de desarrollo de los combates de respuesta (que los ataques contra las condiciones de trabajo y de vida imponen) van a permitir a las grandes masas obreras retomar conciencia de sí mismas como pertenecientes a una sola y misma clase, a la clase explotada y revolucionaria. Este proceso es el que está ya en marcha y al cual comenzamos a asistir. Este proceso es el que las minorías comunistas deben apoyar y sostener al máximo, en el cual deben participar, del cual deben tomar la dirección.
Esta cuestión es para nosotros crucial porque, como tú lo sabes, nosotros hacemos del combate contra las tendencias “apolíticas”, “anarco-consejistas”, antipartido, una prioridad. Tanto más por cuanto esas tendencias se expresan no solamente entre los grupos que se reivindican más o menos abiertamente de estas corrientes, sino que éstas ejercen una presión muy fuerte, según nosotros, sobre las organizaciones de la Izquierda comunista, en particular sobre la Corriente Comunista Internacional.
Sobre esta cuestión, en el sentido de lo que precisamos al inicio de este correo, es importante, pues que, ante la situación, las fuerzas comunistas no se contenten con hacer análisis-constataciones, o estereotipos instantáneos y estáticos, sino que sean capaces de discernir en la realidad que se presenta ante ellos y el proletariado lo que debilita realmente y lo que va en el sentido del combate y los intereses de la clase obrera; y a partir de ello, defender perspectivas tomando el “riesgo” de no verlas realizarse muy pronto, si no es que en nada. Es una responsabilidad fundamental, un deber “riesgoso” -el compromiso y la actividad revolucionarias implican, por definición, tomar riesgo- de las vanguardias políticas del proletariado.
Tales son, estimado camarada, las reflexiones de orden general en cuanto al método, así como las críticas en cuanto a los argumentos que tu correo ha suscitado entre nosotros y que, lo reconocemos, van mucho más allá de tu escrito. Como ves, y esperamos que no nos tengas rencor por ello, hemos aprovechado tus señalamientos apenas esbozados, para tratar de “jalar el hilo hasta el fin”, para “forzar la discusión contradictoria”, con el fin de tratar de exponer lo más claramente posible los puntos de vista y de hacerlos un momento de confrontación y clarificación políticas.
Fraternalmente,
la FICI.
PD. Publicaremos este intercambio de correspondencia en nuestro próximo boletín. Por supuesto, cualquier respuesta de tu parte será bienvenida y podrá y será publicada a su vez.
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